12 de novembre 2010

Crónica de la presentación de “Llull con Lacan”, por Beatriz de Balanzó











En su libro Amic e Amat, Ramón Llull ofrece para cada día del año una reflexión o metáfora para “empezar el día con buen pie”. El 25 de octubre toca el siguiente pensamiento:

25. - Glòria est, amat, de ma glòria; e ab ta glòria e en la glòria, dónes glòria a ma glòria, qui ha glòria de ta glòria. Per la qual tua glòria, me són glòria egualment los treballs e los llanguiments qui em vénen per honrar ta glòria ab los plaers e els pensaments qui em vénen de ta glòria.

25 de Octubre de 2010. Librería Bertrand de Barcelona. Miquel Bassols presenta su libro LLULL CON LACAN. El amor, la palabra y la letra en la psicosis a las 19:30 hs. En el enclave del actual trabajo del Seminario del Campo Freudiano: La Psicosis (el Seminario III de Lacan), este libro se inscribe como compañero de viaje para elucidar ciertos asuntos sobre el nombre.

Hace fresco otoñal pero en este oasis de libros parece no notarse tanto.

19:15hs. Entra Miquel Bassols i Puig, baja la rampa. Los asistentes nos desplazamos entre las hojas de los libros y pasamos a una hermosa estancia acristalada con un fondo de nuevas hojas: esta vez de plantas y enredadera.

Un poco de espera, tiempo para disponerse cada cual en su silla, blancas en su mayoría, acomodadas en dos grupos, frente a la mesa de presentación, donde se sitúan, de izquierda a derecha, según los vemos, Juan Ramon Lairisa (psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, director de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona, que preside el acto y hace las presentaciones oportunas), José Enrique Ruiz-Domènec (Doctor por la UAB, Catedrático de Historia Medieval, Director del Institut d’Estudis Medievals, editor de la revista Medievalia, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y de la Real Academia de Doctores de Cataluña), Miquel Bassols (psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de l’École de la Cause Freudienne, Coordinador y Docente de la Sección Clínica de Barcelona (Institut du Champ Freudien), Doctorado por el Département de Psychanalyse de Paris VIII, autor del libro Llull con Lacan), Antoni Vicens (psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Docente de la Sección Clínica de Barcelona (Institut du Champ Freudien), Doctor en Filosofía, profesor de la UAB-.

Comentamos con una compañera de silla qué lástima que no se graben eventos como éste. Pero, curiosamente, ¿en un desafío librado a la memoria?, ninguna de las dos llevamos cámara o grabadora.

Comienza la presentación, con una atenta mención para parte de Juan Ramón Lairisa a los presentes y al ausente de esperada pronta presencia en la mesa, Ruiz-Domènec, y cita el último párrafo de Vicente Palomera en la presentación del libro. Acto seguido pasa la palabra a Antoni Vicens, que empieza a leer un escrito de cuya braveza y certeros apuntes, alcanzo sólo a recoger lo siguiente:

- “L’amor queda, no s’esborra, queda escrit” “amb dir-lo només, l’amor ja circula” “la paraula amor és creadora”
- “Ramon conté la paraula amor i la paraula món”
- “per Llull, la paraula conté la lletra”.
- “del poder creador de la paraula, Llull n’extreu una Art”
- “La lletra és el suport material de l’amor”

Miquel Bassols agradece a Antoni Vicens sus palabras (por su rostro lo ha estado haciendo durante la intervención, dejándose sorprender por aquél al que ha invitado a su mesa), y propone un debate en espera de Ruiz-Domènec. Dice: “la paraula dita, la que és dita, es paraula escrita”. Habla de “el déu de Ramon Llull” y dice que “és l’Amat” y que “envia lletres al subjecte Ramon Llull i li emana que interpreti la Natura a partir d’elles”. Explica que, en sus primeras lecturas Llull, le llamó la atención un significante que se repetía a lo largo de la obra: “Amat”.

Pero llega súbitamente Ruiz-Domènec y el debate es ahora quien espera ser reencontrado. Habla locuaz, rápido, divertido. No hay tiempo para el reproche por su retraso. En un gesto que la elegancia protege, Bassols ya ha recomendado su libro minutos antes. Ahora, en un gesto que enmienda el desaguisado de la demora, Ruiz- Domènec se retira del rostro un flequillo ¿involuntario? y dice que el destino no quería que hoy estuviera aquí (el avión que tenía previsto coger por la mañana se estropeó) pero el destino ha querido que estuviera aquí (viajó hasta Milán y el taxista que le condujo escuchó de su boca “hay un saber que nadie sabe que sabe”). Sobrada contradicción con la que apetece seguir escuchando. Además se ganó la escucha del público de entrada, poniéndolo suficientemente a la defensiva cuando dijo: Disculpen el retraso. En un encuentro con psicoanalistas, esto debe decir algo de mi síntoma… o algo por el estilo. Y llegó justo antes del debate. Y alabó abundantemente el libro de Bassols: “Este libro despierta. Despierta el inconsciente”

Y habló de su inconsciente, de lo peligroso que podía resultar despertarlo… “Despierta el inconsciente y la conciencia. Y además de despertar, explica. Es un libro clarividente y diáfano en su modo de explicar”… “¿Qué ocurre cuando la esfinge no lleva nada dentro?”

Algunos minutos más tarde, orientado por el mismo entusiasmo que alcanzó con sus primeras frases, continúa: “Percibo la peregrinatio como una iniciación, probablemente, a lo proceloso del lenguaje. Para ello aparecen tres figuras: Llull, Lacan, Bassols”.

Menciona la página en la que descubre a Bassols (página 33): “ahí te pillé” exclama con el brillo de un niño que encuentra al otro, que se esconde, y dice mirando a Bassols, que sonríe, “te ocultabas, te escondías”. Pero poco después, siguiendo el contundente efecto de la contradicción del inicio de su intervención, dirá que Bassols se muestra. Y otorgará a eso un mérito no siempre reconocible en los que escriben. Y concluye que “el autor (Bassols), deviene actor del drama”.

Algo más tarde continúa: “Hay un problema que flota en el libro, una ola que va y viene (y menciona el mar Mediterráneo, y a Serrat, luego me enteraré, no en balde, que ha escrito acerca de la cultura europea y la herencia mediterránea): el mundo de la metáfora, de lo proceloso, deviene en Llull una obra: El Ars Magna. Pregunta: ¿Es una impostura?”. Y sigue: “La pregunta que me hago es porqué el significante y no la historia ha de contestar esta inmensa pregunta”.

Situar el tiempo histórico de la escritura de Llull arroja alguna luz valiosa como la mención de la Teoría Apofántica sostenida estos años y fundamentada por los religiosos místicos de la época en “lo importante no es que nosotros amemos a Dios, sino que Dios nos ame”.

Esto subyace en Llull: Ser el amado del Otro (del Amat, del Dios Amat) está, según Bassols, en la línea de una erotomanía divina: “El Otro me ama, me ha escogido a mí como objeto de amor”.

Una sola corrección hace Ruiz-Domènec a Bassols apelando “el maestro (por Llull) te diría”… se trata de las mujeres. Cuando el libro habla de Llull, y de su pasión de juventud, Ruiz-Domènec propone que se trata de “las mujeres”, no de “la mujer”. Bassols puntúa que las mujeres aparecen para Llull como lugar de interlocución. “Son figuras no idealizadas al estilo del amor cortés, sino figuras completas, sublimadas.”

Es casi al final del debate, cuando Vicens retoma la palabra para hablar de la mística. No todos los místicos son psicóticos, ni todos los psicóticos son místicos, señala. Y, a propósito de los místicos, hace esta consideración: “debemos… podemos aprender de los místicos, de su relación con lo imposible”.

Broche para un encuentro en el que, sin descuido, un asistente en la sala (de cuyo nombre no disponemos), hace constar tres puntos, que ha anotado con interés y a propósito de los cuales da su parecer:

1.- En relación a “palabra dicha, palabra escrita” , dice que hubo un tiempo de tradición oral.

2.- En relación a la mención de que en época de Llull no había imprenta todavía, recuerda que existía la pluma.

3.- En relación a un comentario de Ruiz-Domènec a propósito de que quizá “cabría preguntarle a Dios, en todo caso, porqué ama al ser humano”, considera que somos criaturas divinas, a imagen y semejanza de Dios, tal y como creía Llull.

Por último, una pregunta de Vicente Palomera a Ruiz-Domènec y la respuesta, como si de abrir algunos tomos e intercalar ciertos datos muy exactos se tratara, permite deleitarnos un rato más por el archivo sonoro de la historia.

Agradecimientos y punto final al encuentro con una copa de cava para quien lo desee.

Miquel Bassols se acompaña hoy de Llull y Lacan para esta empresa, de Lairisa, Vicens, Ruiz-Domènec… y tantos otros que cita en su libro y que asistimos a la presentación y/o a la lectura de sus páginas… páginas en blanco escritas. Hojas, también. Imposible decir todo.

Disculpen que no siga la cronología, tan precisa al principio. Fue, tal vez, que sucedió algo de esto: fecha y hora en el inicio, y una gloria en el encuentro.

11 de novembre 2010

Crónica de la presentación de “Llull con Lacan”, por A. Rodríguez y C. Artiga
















El 25 de octubre, en la librería Bertrand de Barcelona y auspiciado por la Comunidad de Cataluña de la ELP se presentó el libro de Miquel Bassols, Llull con Lacan. El amor, la palabra y la letra en la psicosis (Editorial Gredos, colección “Escuela lacaniana de psicoanálisis”, Madrid, 2010).


Introdujo el acto Juan Ramón Lairisa, Director de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Tras hacer una breve semblanza de los participantes en la mesa -Jose Enrique Ruiz-Domènec, prestigioso medievalista de la Universidad Autónoma de Barcelona, Antoni Vicens, psicoanalista, AE miembro de la ELP, profesor de la misma universidad, y el propio autor- situó la importancia de este exhaustivo trabajo, inicialmente presentado como tesis doctoral en el Departamento de psicoanálisis de la Universidad de París VIII, bajo la dirección de Jacques-Alain Miller.

Como señaló Lairisa, Miquel Bassols muestra en su tesis la virulencia del logos sobre el gran creador del catalán literario que fue Ramon Llull (1235-1315) poniendo de manifiesto los efectos parasitarios del lenguaje sobre el ser viviente. En intrincado paralelo con el caso Schreber freudiano, que retoma Lacan, la desbordante escritura luliana muestra al lector la estrecha relación entre la estructura del lenguaje y el goce en el cuerpo.

De ello, la intervención de Antoni Vicens fue una preciosa muestra que hacía audible el poder creador de la palabra, su potencial generador de la cosa misma. Si esa palabra es palabra de amor, hace surgir algo nuevo. El parlêtre, enzarzado en esas redes, se encuentra con que, una vez dicha esa palabra de amor, algo de sus efectos ya circula, genera un mundo, queda escrito. En su Libre de Meravellas Ramon Amat (ése es su nombre, su patronímico, el Nombre del Padre que retorna en lo real de su obra) sostiene que Dios creó el mundo por amor. En su apasionada búsqueda de la verdad, este sorprendente mallorquín medieval, paradójico heterodoxo del Uno, va de la duda a la increencia (Unglaube) para extraer finalmente un pedazo de certeza. Su escritura, una suerte de mística de la distancia, interesa a ese pescador de palabras que es el analista.

En su intervención, M. Bassols explica cómo, en efecto, ha querido extraer una enseñanza clínica de la lectura del texto luliano, de su cruzada intelectual contra el averroismo y su doctrina de la doble verdad. Sumergiéndose en su obra, la logificación total del intelecto que supone, Bassols advierte que el autor evita así toda tentación de diseminación: mártir del Uno que busca la integración total en una unidad superior, un lenguaje universal que hiciese callar toda disensión, que convirtiese el mundo en el Uno mudo, capaz de silenciar incluso la palabra. Laico medieval que en la Iberia de las tres culturas busca convencer a cristianos, islámicos y judíos de su “creencia” decidida a unificar las tres religiones en un solo sistema de pensamiento. Llull funda esa certeza en la Revelación. Y es ahí donde el analista localiza en la relación del sujeto con la Revelación un rasgo de estructura que, a modo de jerogífico, va repitiéndose en el texto. Certeza que surge cuando el sujeto intenta comprender el sentido enigmático de su propia relación con su Otro más íntimo al que designa con el nombre del Amado (Amat).

¿En qué saber textual -inconsciente- se sostiene?, se pregunta Bassols. Y destaca un dato de archivo que resultó clave para la formulación de su hipótesis central que lecturas anteriores no supieron “pescar”: en efecto, el verdadero apellido de Ramon Llull, es Amat. El padre había sustituido su patronímico por el apodo ‘Llull’, conservándolo como el apellido familiar. Así, encontramos que su verdadero apellido —Amat— es el vocablo, la cifra o letra que en sus textos designa el nombre de los nombres de su Dios: Amat, es decir, Amado.


Como señala Bassols, y también Antoni Vicens, todo el sistema del Ars luliano gira alrededor de la A mayúscula de este Amado que viene a ser el verdadero y único interlocutor de su diálogo. Todas las significaciones de su mundo remiten a la huella dejada por la A de este Amado que viene al lugar del punto de basta que falta en las significaciones huidizas de su realidad. Bassols propone dar todo su peso a la materialidad del texto luliano, que hace de la letra soporte del discurso en la lógica del inconsciente. Tomado a la letra el texto del filósofo y místico ecuménico se convierte en sujeto-supuesto-saber sobre lo real de la lengua, que da soporte a la lógica de la relación del sujeto con su Otro inconsciente: relación marcada en Llull por la Revelación divina del Ars que funda su sistema y sus significaciones.

El Amado (Amat), en su alteridad irreductible, vendrá así a ocupar el lugar del Otro de la palabra y del Uno del goce. Otro que interpela al sujeto en tres órdenes: en los signos de amor que, en forma erotomaníaca, sustentan la relación con el goce del Otro. Llull designa esa lógica del signo con el neologismo Amancia. En el orden de su experiencia de la palabra es el término, neológico también, de Affatus el que nos remite a la aparición del significante en lo real. Está, además, el famoso sistema de su Ars; ahí es la letra la que cifra el goce del Otro; la letra (lettre) como escritura del ser (l’être), como soporte material del amor. En el Ars luliano existe la posibilidad de transformar las cosas como si fueran nombres. La letra pasa así a ser el único objeto de amor verdadero. La letra, en sí misma, crea el mundo. Tres órdenes que Bassols lee como el anudamiento que en su cuarto elemento, en el hacerse un nombre, Amat, constituyen para el sujeto Llull el sinthoma lacaniano. Tirar de ese complejo ovillo abre espacios inéditos de la experiencia del sujeto psicótico que Bassols explora en el libro.

José Enrique Ruiz-Domènec, en su intervención, manifestó su sorpresa y satisfacción con este estudio que calificó como “un libro que despierta la conciencia en una época en que la conciencia está de siesta”. Libro que lleva el pensar al límite sin dejar de explicar, por una vía que asoció a la de la metafísica y que se vale de atinadas referencias. Ruiz-Domènec describe su lectura del texto como una peregrinación a través de lo proceloso del lenguaje, acompañado por tres autores: Llull, Lacan y Bassols. Describió el libro como laberíntico en el planteamiento, pero que abre respuestas según avanzamos en su lectura. Señala el problema que recorre todo el libro: “El mundo de la metáfora deviene en Llull un Ars Magna y se pregunta ¿es una impostura? Ofreció interesantes apuntes del particular contexto histórico preguntándose ¿Por qué el significante y no la historia para resolver esta pregunta? Bassols nos aclara: “Es el inconsciente del sujeto, y no el analista, quien es la interpretación. Por consiguiente, el inconsciente del sujeto Llull –el inconsciente y no su biografía–, será la mejor interpretación de la obra.” Y es por ello que nos propone un “Llull a la letra”. El criterio de verdad es la ley interna de su discurso.

Amalia Rodríguez y Cristina Artiga

Sobre "Llull con Lacan", per Antoni Vicens



Publico aquí, amb la seva autorització, el text que Antoni Vicens va llegir en ocasió de la presentació del llibre "Llull con Lacan". Li agraeixo molt especialment la seva lectura, tant la del llibre com la del seu text. (M. B.)

Suposem que plou. Aleshores dic “bon dia”, i ve’t aquí que para de ploure. Suposem que dic “arbre”, i que va i ens trobem en un bosc. Suposem que estàs plorant. Te m’acosto i et dic “no ploris”. Pot ser que això et faci plorar encara més; o també que paris de plorar. O que fugis. O que m’abracis. O que em diguis “No entens res.” Ara posem que vaig i et dic “t’estimo”. Aleshores, tu que m’escoltes, quedes enxarpat en les xarxes de la paraula. Pots respondre amb un “sí”, amb un “no”, amb un “no m’ho esperava”, amb un “deixa’m en pau”. Però l’amor ja s’ha creat, amb només dir-lo, i no s’esborra: queda escrit. Tot el que vingui després es conseqüència d’aquesta llavor.
En general, la paraula, la paraula dita, fa sortir, a més del mot, la cosa. Cap resposta no en té prou amb la paraula sola. Ara, quan es tracta de l’amor, sembla que podem mantenir-nos en el cèrcol de la paraula. Amb dir-lo només, l’amor ja circula, i ningú no sap on anirà a raure. La paraula d’amor és creadora. La diem, i surgeix el que abans no existia. Del que s’hi crea, en podem dir una “cosa”? No ho admetrem. L’amor no és una cosa. Ara: potser és un món.
Ramon és una paraula que conté amor i món (com va fer veure Joaquim Xirau). Ramon Amat, més conegut com Ramon Llull, va posar la lletra al servei d’aquesta capacitat creativa de la paraula “amor”. Pel que sembla, el seu ús de la lletra no té res a veure amb la càbala jueva. Però potser ho té tot a veure amb roda de la impremta, no nascuda encara. Però això és una elucubració. Potser es tracta de la roda de la natura, no la de les estacions, sinó la de la llavor, el fruit i la planta florida. Tal com ho llegim en el Llibre de meravelles [XXX], en veure un arbre que representava “per manera de creador i de creatura”, Fèlix s’exclama: “¿Com pot ésser que de tan poca cosa com és lo gra d’on fou engendrat l’arbre, pot eixir tan gran arbre com és aquest?” Per a Llull, la paraula conté la lletra, la qual és una llavor, que creix fins a fer l’arbre del món.
Ramon Llull troba la creació en la paraula d’amor. L’exercici de l’amic en la llunyania de l’amat és el de trobar el moment mateix en que Déu va crear el món. Del poder creador de la paraula, Llull n’extreu una Art – una Gran Art – gran perquè la creació és gran. El psicoanalista pot aprendre alguna cosa d’aquesta distància mística creada, pel mot d’amor, entre l’amic i l’amat. Aquesta distància és precisament l’espai on tot circula: la vida i la mort, l’amor i l’odi, el saber i la ignorància.
El psicoanalista no és llu·lià, perquè en aquest món hi deixa estar sempre la dimensió de l’inesperat. L’art del psicoanalista és més aviat un art de pescar – un ormeig, com la nansa de la qual parlava Lacan: que captura només allò que ja és dins.
L’Ars magna de Llull no és de pesca, sinó de creació. Si combines lletres, si les lletres són d’amor, en surt un món. I, alhora, si llegeixes el món, hi trobes les lletres que l’han creat.
Miquel Bassols ha escrit sobre tot això. En el seu llibre ens situa en l’Europa del segle XIII, una Europa que es buscava en les formes de la seva universalitat. El cristianisme s’hi erigia com l’U de l’imperi – amb la condició de segregar els altres que eren l’islam i el judaisme. A fi de sostenir el poder absolut de les noves monarquies, la mesquita i la sinagoga, la madrassa i la ieixivà, havien de deixar pas a les majestuoses catedrals gòtiques i als grans monestirs. Alhora, les croades projectaven aquesta unitat més enllà de les fronteres per a les quals la Tomba Buida, que era a Terra Santa, era una incompletesa fonamental. Els traductors donaven a conèixer el gran pensador de l’U, Aristòtil. Però, amb les traduccions, va entrar també la llavor de l’averroisme. Va començar aleshores una croada intel·lectual contra la doctrina de la doble veritat. L’escolàstica va trobar el seu lloc natural a la Universitat naixent. La monumental Summa de Sant Tomàs era en efecte el carro de combat, la demostració de l’U de l’intel·lecte contra Averroistas i la demostració de l’U contra Gentiles.
Ramon Llull buscaba també el seu U, feia la seva croada, amb un intent de logificació total de l’intel·lecte per la via de la lletra pura. La seva certesa, distingidament delirant, el va portar a construir un model extraordinari de lògica ultrarealista, creacionista, en la qual l’intel·lecte evitaria tota temptació de disseminació. Aquesta lògica era possible per allò que la mística deu a la lletra en l’absència de l’Altre. Ara, a diferència d’altres intents imperials, Llull buscava, en el món dividit per la corrupció humana, no pas la segregació de l’Altre, sinó la integració total en una unitat superior.
Llull va rebutjar la via de l’odi: aquella que fa l’altre culpable de la seva increença i, per tant, mereixedor de càstig. La lògica lul·liana posa, com la de sant Tomàs, l’U contra l’Altre. Però el que vol és portar la seva veritat – la Veritat – al camp de l’Altre, i fer-ho ell mateix, en carn i ossos. L’efecte va ser de trobar-se ell mateix en el lloc del segregat, castigat, màrtir de l’U de la seva pròpia certesa. I reservar per a l’altre els fruits de l’amor. Tal com ho conta el llibre de Miquel Bassols, Ramon Llull paga amb el seu cos, elevat a la condició de símptoma, la seva passió lògica. Ramon Llull no sabia com integrar l’U sense convèncer l’Altre. I, per a fer-ho, li calia disposar d’un llenguatge universal que fes callar tota objecció.
Freud proposà que l’únic llenguatge universal és el silenci de la pulsió. Jacques-Alain Miller assenyalava, en la discussió d’aquesta tesi, que no sabem què és el silenci, com no sigui l’absència de paraula. El problema de Ramon Llull era doncs que, quan reeixia a fer callar l’Altre, aquest Altre desapareixia. I es quedava sol amb la seva veu. La seva capacitat mística li permetia de continuar endavant, tot i no tenir discurs a la seva disposició. És aquesta, l’art del místic: viure en l’impossible.
Llull podia, sí, reduïr el món a un U mut. Era un U de l’amor místic. Però amb això no en tenia prou, i amb la lletra volia fer callar encara la paraula. Amb aquest esforç, va portar, més que ningú, el valor que cal donar a la lletra. Miquel Bassols pren les coses per aquí. La lletra és suport material de l’amor. El fet que les paraules, en la seva aparició, signifiquen, s’explicava per la subtil teoria de l’affatus, el poder creador del llenguatge. I, en tercer lloc, l’Art ensenyava la possibilitat de transformar les coses com si fossin mots.
Al capdavall, com sabem, va ser la via de l’averroisme la que va triomfar, i va resultar el vehicle de la ciència. Nosaltres sabem el poder del nominalisme, però també l’exclusió de la lletra per a cap ús que no fos el de la lògica i la matemàtica. Per això mereix la pena llegir el llibre de Miquel Bassols – per recordar-nos que, sobre l’ús i el poder de la lletra encara no hem dit la darrera paraula – i que el silenci que l’acompanya no ens ha d’enganyar sobre la seva funció de discurs. També la lletra pot dir-nos de quina manera entre l’Amic i l’Amat hi ha el mur de l’impossible. Potser és que la lletra és l’únic objecte de l’amor vertader.
Antoni Vicens
25.10.2010

09 de novembre 2010

Sobre "memes" y navajas










El debate entre psicoanálisis y ciencia tiene a veces curiosos episodios.

Transcribo aquí un divertido intercambio de mensajes que mantengo con un erudito contertulio, que suele mostrarse irónico y reacio a la lectura de Lacan y el psicoanálisis, en un Blog de debate sobre divulgación científica[1].

-^-^-^-^

Estimado Miquel : hace unos días me encontré en la Wiki un resumen del libro “Bestiario lacaniano” de Erminia Macola y Adone Brandalise. Al día siguiente coincidió que en una cena con unos amigos uno de ellos pidió navajas como entrante. De súbito vino a mi mente algún párrafo dedicado por Lacan a este molusco bivalvo marino, “Ensis arcuatus”. 
Copio literalmente : “La representación sartriana, advierte Lacan, remite al tema freudiano del anhelado hundimiento de todo el cuerpo en el seno de la tierra madre, retorno al seno materno y fantasma de impotencia por consiguiente. Las lenguas, que salen de sus valvas [de las navajas] de modo perentorio e inane, asemejan para Lacan a las que Sartre acoge en las páginas de “La náusea”, donde vemos “tales lenguas precipitarse bruscamente desde una muralla o desde otra superficie, inscribiéndose así en la temática del rechazo de la imagen del mundo en una insondable facticidad”. El falo, pues, hipérbole del pene erecto, en realidad es significante de su falta, es juntura con lo simbólico precisamente porque la imagen de la parte que falta pasa a representar el enigma del deseo” [ ... ]. 
Inevitablemente, estimado Miquel, imaginé la lengua de las navajas cual penes erectos (bueno, más bien flácidos) que no invitaban, precisamente, a su degustación. Mataron mi deseo gastronómico tan vinculado con el erótico. Hay que aclarar, no obstante, que la fecundación en la especie “Ensis arcuatus” es extracorpórea : no hay penetración. ¿Conocería Lacan esta circunstancia al objeto de retirar de su “Bestiario” a la “in-significante” navaja? 
Por supuesto no descubrí a mis compañerxs de mesa el motivo de mi rechazo al consumo del molusco; compensé mi frustración (¿fálica?) con unas nécoras deliciosas [su fecundación es por cópula].

PS : Confieso, sin embargo, que también degusté percebes … ¡que tienen el pene más largo en relación a su tamaño!

Saludos,

GG

-^-^-^-

Estimado GG,


Es increíble el efecto que puede llegar a producirte la lectura de un pequeño párrafo de Lacan. ¡Imagina lo que podría ocurrirte con TODO un texto! ¿Una anorexia galopante? ¿Alternada con una feroz bulimia selectiva a los percebes? (Sin duda, la clínica de los trastornos de la alimentación le debe bastante a las imágenes del falo y a sus efectos displacenteros desplazados a la oralidad).


Pero no, veo que a pequeñas dosis la cosa funciona mucho mejor… Desestimo, pues, por el momento la lectura compartida de ese texto tan largo como intrincado que mencionaba más arriba[2]. (Todo se andará…)


¿Qué es lo que ocurrió? En realidad, no te comiste las navajas, dejaste para tu buen amigo los dudosos deleites gastro-eróticos vinculados a ese molusco bivalvo que parece condensar en un mismo ser lo masculino y lo femenino. Y optaste por las más ortodoxas nécoras (ortodoxas en cuanto al modo de fecundación que evocas). Te privaste así del goce de la degustación del plato de tu amigo. Pero te quedaste a la vez enganchado a ese pequeño párrafo de Lacan que ocupó tu mente un cierto rato de la agradable cena… para suponerle no sabemos todavía qué extraño saber sobre el sexo… La pulsión oral viró así hacia la “episteme”. A eso, estimado GG, lo llaman transferencia :-). Algún clásico, tal vez no sin razón, hablaría incluso de sublimación.

¡Sostengo que ninguna noción de “meme" [3] podría explicarnos tan extraño y paradójico fenómeno! Y que sólo un análisis de los significantes en juego – tan desligados en primera instancia del significado como fue formalizado por Lacan – podría orientarnos en él.

Por cierto, Erminia Macola, la coautora que citas, es una muy buena amiga mía, psicoanalista italiana en la maravillosa ciudad de Padova y una excelente conocedora de la literatura española. Tiene un excelente libro sobre nuestro siempre aconsejable Baltasar Gracián. Hemos compartido en un agradable restaurante padovés unos buenos tortelli de calabaza entre conferencias y seminarios. Por otra parte, en la misma colección de su libro, -Miguel Gómez editor-, está a punto de publicarse un libro de un paisano tuyo, un buen bioquímico llamado Javier Peteiro con quien tengo un muy fructífero intercambio de ideas. El libro se titula “El autoritarismo científico” y, por lo que he podido leer, promete ser muy “suculento”.

Un muy cordial saludo,

Miquel


[1] Puede seguirse en su contexto en http://blogs.publico.es/ciencias/general/1017/memes-y-memeces

[2] Se trataba del texto de Jacques Lacan de 1972, “L’étourdit”, cuya lectura y desciframiento había aconsejado unos posts más arriba.

[3] El marco del debate se daba, en efecto, entorno a la frágil noción de “meme” de R. Dawkins.

16 d’octubre 2010

Presentación de "Llull con Lacan", en la Llibreria Bertrand - 25 de Octubre


Llull con Lacan. El amor, la palabra y la letra en la psicosis, de Miquel Bassols
Editorial Gredos, Colección Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Madrid, 2010
Presentación en la Llibreria Bertrand, Rambla de Catalunya 37, 08007 Barcelona.
Lunes, 25 de Octubre de 2010, 19.30h
Presentación:
Juan Ramón Lairisa
, psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, director de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona.
Intervendrán:
José Enrique Ruiz-Domènec
, Doctor por la UAB, Catedrático de Historia Medieval, Director del Institut d’Estudis Medievals, editor de la revista Medievalia, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y de la Real Academia de Doctores de Cataluña.
Antoni Vicens, psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Docente de la Sección Clínica de Barcelona (Institut du Champ Freudien), Doctor en Filosofía, profesor de la UAB.
En diálogo con el autor:
Miquel Bassols, psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de l’École de la Cause Freudienne, Coordinador y Docente de la Sección Clínica de Barcelona (Institut du Champ Freudien), Doctorado por el Département de Psychanalyse de Paris VIII.

02 d’octubre 2010

¡Adiós al Dodo!



Una lectura interesante que debería añadirse a la bibliografía de nuestras Jornadas*: El diario de Adán y Eva, de Mark Twain (Ed. Trama, Madrid 1996). Conocí el librito gracias a nuestra colega Gradiva Reiter y su lectura es tan aconsejable como la de aquel Drama muy parisino de Alphonse Allais que Lacan citaba a menudo para mostrar la no relación entre los sexos. El relato conecta además el tema de las anteriores Jornadas de la ELP - las soledades – con el del último Congreso de la AMP – sinthoma y semblantes – y podría muy bien acompañarse con la revisión de aquella película de Marco Ferreri de finales de los años setenta, Ciao maschio! (Adiós al macho), que vapuleaba la imagen de una masculinidad ya hacía tiempo en declive.
Veamos sólo el inicio de este nuevo Génesis, que parece reescrito por Mark Twain como una posible respuesta a la fórmula lacaniana: “no hay relación sexual”.

Fragmentos del diario de Adán
"Lunes. La nueva criatura de pelo largo me sale al paso a cada momento. No deja de rondarme y de perseguirme. No me gusta, no estoy acostumbrado a tener compañía. Preferiría que se quedara con el resto de los animales… Día nuboso, con viento del este. Creo que tendremos lluvia… ¿Tendremos? ¿De dónde he sacado esa palabra? Ahora lo recuerdo: la usa la nueva criatura.” (p. 9)
El primer hombre no parecía en efecto muy proclive, según el relato de Twain, a dar un lugar a la alteridad, a la alteridad de Otro goce que no fuera el goce de su soledad. Parece incluso, ese primer hombre, un poco paranoico: no llega a entender que si el Otro anda por ahí no es necesariamente para perseguirle a él, el hombre que se siente tan a gusto en su introversión libidinal… Tal vez sea esa ceguera – más bien fálica – la misma que le impide entender que la presencia de aquella criatura en el paraíso es muy distinta a la del reino animal con la que tiende a confundirla. Y es una criatura distinta, en primer lugar, porque está afectada por el lenguaje. Aunque, es cierto, parece afectada por un lenguaje un poco distinto al suyo, al de ese pobre y ciego primer hombre que sólo sabe declinar verbos en primera persona del singular.
Y, de repente, el primer hombre se siente contagiado por el virus de la lengua del Otro que habla en él, con un deseo tan íntimo como ignorado, y que habla en un plural que no es mayestático, un plural que, en realidad, lo divide ya para siempre en su ser. El primer hombre entiende entonces, a su manera, que una lengua y un deseo lo antecedían, aunque sólo se le hayan hecho presentes en esa alteridad sobrevenida y posterior a él. “Mi vida no es tan grata como solía ser”, dirá después con cierto pesar, más allá ya del principio del placer que regía su paraíso.
Es lunes y el primer hombre puede muy bien añadir en el mejor estilo freudiano (cf. “El Humor” de 1927): “¡Bonita manera de empezar la semana!”
Veamos el martes.
Martes. He estado observando la gran catarata. Es el lugar más llamativo del Estado, creo. La nueva criatura la llama Cataratas del Niágara, ella sabrá por qué. Dice que se parece a las Cataratas del Niágara. No es una razón, no es más que un capricho, y una majadería. Jamás llego a tiempo de ponerle nombre a nada. La nueva criatura se lo pone a todo lo que se le cruza en el camino, antes de que pueda protestar siquiera. Y siempre con el mismo pretexto: parece esto o aquello. Por ejemplo el dodo. Dice que basta con mirarlo para saber al instante que “se parece a un dodo”. Está claro que tendrá que quedarse con ese nombre. Me fastidia molestarme por esto, y de todos modos no me sirve de nada. ¡Dodo! Se parece a un dodo lo que yo.” (p. 9-10)
¡Ah, el parecer! Es precisamente uno de los nombres, el mejor tal vez desde nuestro barroco, del “semblante” lacaniano. Si parece las Cataratas del Niágara, entonces es ya las Cataratas del Niágara. Como por encanto, el semblante crea la cosa, el parecer crea el ser sin necesidad de tener otra cosa, ni necesidad de objeto original alguno al que referirse en la realidad. A partir de ese día, para el primer hombre el mundo es un mundo de semblantes, semblantes que podrán parecerle tan insustanciales como el goce que lo habita… Buena forma de introducir la lógica del falo a partir de la nada, de un goce surgido de ella, tan sólo de un parecer.
El primer hombre no sabe, sin embargo, que comparte de hecho con esa “Nada” del goce que agujerea el falo algo más que su nombre, – Adán – su anagrama. Es esa nada, pura creación de lenguaje, la que lo divide de arriba abajo en todo su ser a partir de ahora para descompletarlo de manera irreversible. Y no podrá encontrar ya su complemento en ser alguno.
Al primer hombre hecho de la nada, ese encanto del parecer femenino, ese encanto del deseo del Otro, le parece primero un capricho más bien inútil, hecho para confundir el orden del mundo. Pero - ¡oh paradojas del parecer del objeto! – el primer hombre también encuentra en ese deseo inútil y extravagante – ella sabrá por qué – la anticipación del suyo, hasta el punto que terminará por identificarse con él.
Por ejemplo, terminará por identificarse con el dodo: “Se parece a un dodo lo que yo”, dice el primer hombre sin saber muy bien a qué se identifica en este nuevo mundo de semblantes surgidos del capricho del Otro.
¿Y qué es el dodo?
El Pájaro Dodo, según nos informa la ornitología, se vio por primera vez alrededor de 1600 en la isla Mauricio. Sólo quedan hoy dos cabezas de Pájaro Dodo y dos patas repartidas en varios museos europeos. El Pájaro Dodo se extinguió hacia 1681 y ha quedado de él alguna buena ilustración como la que encabeza este breve comentario.
Esperamos que haya causado el deseo de seguir la lectura del sabroso relato de Mark Twain que, por lo demás, tiene en el diario de Eva otras interesantes derivaciones… Sin desperdicio para entender por qué la masculinidad requiere hoy de nuevos semblantes.

*Este texto es una aportación al boletín Too Mach! de preparación de las IX Jornadas de la ELP sobre "Los hombres y sus semblantes".

30 de setembre 2010

Paradojas de la “gestión” de la Salud Mental




















“Gestión”: este es el término que se ha ido extendiendo subrepticiamente desde el mundo empresarial a los ámbitos más diversos de la vida cotidiana. Se habla de gestión de los recursos, de gestión de proyectos, pero también de gestión del conocimiento, de gestión del ambiente y de la cultura, de gestión de la vida familiar. Igualmente se utiliza la expresión “gestión clínica y sanitaria” para designar la acción en las políticas de la salud. Y también se escuchan cada vez más expresiones como “gestión psicológica de la angustia”, “gestión de la vida sexual”, de las relaciones interpersonales… Decididamente, “gestión” es hoy uno de los significantes-amo de nuestra realidad, el significante que gobierna la política que interpreta y a la vez produce la significación de esa realidad. “Gestión” es el significante de lo que debe andar y funcionar según la norma más o menos estadística, la norma con la que se interpreta lo “normal” y que reduce así la singularidad de cada sujeto a la medida que se aparta de ella. La política reducida a la gestión necesita, como si fuera su mejor instrumento, la lógica de la evaluación continuada para justificar su eficacia. Pero la evaluación no es, en realidad, un instrumento, un método de aspecto más o menos científico al servicio de la política reducida a la gestión, sino su ideología más espontánea, tan espontánea que se da por sentada su validez en un acuerdo tácito entre políticos y asesores expertos. La pareja gestión – evaluación se ha convertido así en el recurso mayor frente a los impasses que lo real del síntoma presenta al discurso del Amo.
Este recurso se hace especialmente acuciante y sintomático cuando se trata del ámbito de actuación en las políticas de Salud Mental: cuanto más se “gestionan” recursos y personas en pie de igualdad, más el síntoma se hace escurridizo en su singularidad.
Así nos lo muestra de manera tan franca como opaca a esta lógica el documento publicado el año 2007 por el Ministerio de Salud español, titulado Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud. El documento traza un recorrido de las políticas de salud mental en España desde 1985, momento en que se elaboró el Informe de la Comisión Ministerial para la Reforma Psiquiátrica, para marcar después las directrices actuales a seguir en el marco europeo.
Sorprende en primer lugar que la autoridad del documento diga sostenerse en una supuesta “unanimidad” de las opiniones de los diferentes sectores y orientaciones implicados en los programas de Salud Mental: “Unanimidad, evaluación y realismo (…) La fuerza de este planteamiento no está en su parte técnica o científica, que también, sino sobre todo en la autoridad que le confiere reflejar una opinión unánimemente compartida. La psiquiatría y la psicología, antaño lastradas por la especulación y la ideología, son ahora materias que basan sus planteamientos en la experiencia y en el método científico” (p. 18). A decir verdad, en este campo hay de todo menos unanimidad, empezando por la propia consideración epistemológica de calificar de científica a la psiquiatría y la psicología actuales, siguiendo por las concepciones clínicas tratadas (sobre la esquizofrenia, los estados depresivos o sobre la misma angustia) y terminando por los modos propuestos para su tratamiento[1]. Digámoslo sin reparos: es precisamente la falta de unanimidad, la diversidad de orientaciones y perspectivas, lo que hace más productiva y finalmente más democrática la realidad de un campo en el que no hay posibilidad de homogenización ni de perspectiva única. Y es resguardando la posibilidad de esta diversidad, especialmente de la diversidad de tratamientos, como se resguarda a la vez el derecho permanente del sujeto a la elección.
¿Cómo podría haber unanimidad, por ejemplo, ante el supuesto ideológico tan gigantesco implicado en el siguiente enunciado cuando es planteado como principio de una política: “Hay datos que revelan una relación estrecha entre el capital social de una comunidad y la salud mental de sus miembros” (p. 20)? La referencia a la recogida empírica de esos “datos” como argumento de cientificidad parecerá pura ironía a un pensamiento mínimamente crítico. Hay quien podría sostener incluso la relación inversa entre estas dos nociones, imposibles de cuantificar por otra parte: a mayor “capital” libidinal acumulado por el sujeto, mayor trastorno y segregación se produce en su vínculo con el Otro social. Un caso de paranoia podría demostrarnos, sin lugar a dudas, tanta verdad científica en esta correlación como en la anterior.
La metáfora económica del “capital social” como signo de buena salud lleva, en efecto, a paradojas insolubles en la defensa ideológica de la “gestión y evaluación de la salud mental”. Entre ellas, la que tiene el mayor interés clínico desde el psicoanálisis: cuanto más se “gestionan” recursos y personas con el criterio prioritario de la eficacia a corto plazo, más el síntoma se hace escurridizo en su singularidad, más retorna de manera insidiosa como segregado por el sistema, más este retorno repetido exige al sistema nuevos recursos. De hecho, el documento mismo no deja de señalar esta paradoja cuando da cuenta de la inflación de recursos cada vez mayor que debe soportar el sistema, denunciando de hecho lo mismo que promueve: “El gasto sanitario ha crecido de forma importante en las últimas décadas. Con el fin de controlarlo, las Administraciones sanitarias han adoptado criterios de gestión empresarial y de mercado, con el riesgo de anteponer la economía a cualquier otra consideración” (p. 30).
Hay que recurrir entonces a otros principios y valores que los económicos, a otras variables que la eficacia y la rentabilidad a corto plazo. ¿Cuáles? Los que la propia ideología de la evaluación promueve como signos de salud mental. La llamada “resiliencia” en primer lugar (p. 75), término técnico con el que hoy se designa el fin último de una terapéutica que promueva esa idea de salud, lo que hace unas décadas se definía de manera más simple como fin de las terapias de modificación de la conducta y que llegó también a una versión degradada del psicoanálisis: adaptación a la realidad. Pero el movimiento circular de la paradoja de la gestión y la evaluación de la salud mental encuentra de nuevo su significación economicista a la hora de justificar su promoción: “La salud mental es un valor por sí mismo: contribuye a la salud general, al bienestar individual y colectivo y a la calidad de vida; contribuye a la sociedad y a la economía incrementando el mejor funcionamiento social, la productividad y el capital social” (p. 74). Es lo que se da en llamar “salud mental positiva” para distinguirla, en una nueva perspectiva, de la que se centraría en el mero tratamiento de los “trastornos mentales”.
En esta nueva perspectiva, la salud, y especialmente la que se califica de mental, no es ya el “silencio de los órganos” con las que el clasicismo de un Claude Bernard la definió, sino un claro objeto de mercado, un plus que, como indicaba Jacques Lacan a propósito de la felicidad, se ha convertido en factor de la política.


[1] Para dar sólo una referencia, de corte tan “científico” como las que se incluyen en el documento, ver: Germán Berríos, Psicopatología descriptiva. Nuevas tendencias, Ed. Trotta, Madrid 2000, así como las recientes críticas de este autor a los métodos de la Evidence Based Medicine.