18 de novembre 2014

Bordes de lo femenino



Las XXIII Jornadas de la EOL se anuncian con un título tan enigmático como apasionante: “Bordes de lo femenino: sexualidad, maternidad, mujeres de hoy”. Y la primera pregunta que el tema nos sugiere es precisamente la siguiente: ¿Tiene bordes lo femenino, sea éste lo que sea? Un borde sugiere la existencia de un límite, de una frontera entre dos espacios que son, a partir de ese momento, extranjeros el uno para el otro, pero con una “medida común”, como indica Jacques Lacan en su texto “Lituratierra”. La maternidad, las diversas significaciones del falo, las diversas figuras de la feminidad contemporánea, son en efecto formas que bordean la terra incognita de lo femenino para darle una medida común, una topografía que permita nombrar sus  accidentes orográficos, los seres que la habitan, las construcciones simbólicas que produce y que pueblan nuestra realidad más o menos cotidiana. Sin embargo, estas formas, por inéditas que sean, dejan siempre una parte no representable en el mapa del ser hablante, una zona en la que lo femenino no encuentra ya “medida común”, ni con la maternidad, ni con lo masculino, ni con ningún otro campo limítrofe. Es allí donde la referencia lacaniana al poeta, Henri Michaux en este caso, nos lleva a una investigación de los bordes de lo femenino siguiendo el tema propuesto por las Jornadas. Es una referencia que promueve una investigación del espacio de lo femenino “entre centro y ausencia”. ¿Qué Otro espacio indica esta localización paradójica? Es la pregunta que intentaremos responder.

Victimología




(Texto para la preparación del Encuentro PIPOL 7, con el tema "Victime!", Bruselas, Julio de 2015).


No fue hasta mediados del siglo pasado que la figura de la víctima mereció ser objeto de estudio en sí mismo, después de haber quedado relegada a un segundo plano por el discurso jurídico en favor de la figura del delincuente o del acontecimiento delictivo. Hans von Hentig, criminólogo alemán emigrado a los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial y uno de los creadores de la victimología, fue el primero en proponer un método clínico en la formación jurídica para estudiar a la víctima como un nuevo objeto. El otro cofundador de la disciplina, Benjamín Mendelsohn, siguiendo el mismo enfoque interaccionista, situó el nuevo objeto víctima en una curiosa escala según su participación en el origen del acontecimiento traumático. Con ello empezó una taxonomía de las diversas figuras de la víctima que tomará cada vez más relieve en el discurso jurídico y social. Llama la atención que ya en estas primeras clasificaciones aparezca como primer rasgo diferencial la resistencia o la cooperación en distintos grados de la víctima en el acontecimiento del que ha sido objeto. Desde la víctima totalmente inocente —llamada curiosamente “víctima ideal”— hasta la víctima simuladora, se siguen distintos grados de implicación.
A finales de siglo apareció sin embargo un nuevo fenómeno que modificó sustancialmente la condición del objeto víctima, un fenómeno asociado a la defensa de sus derechos en todas las tipologías aisladas. El objeto víctima vino a encarnarse ya no en un sujeto singular sino en un grupo o en el conjunto de una comunidad. Se produjo así una colectivización masiva, extendiendo los rasgos de identificación del objeto víctima a grupos o comunidades más o menos amplias.
Así, asistimos hoy a una generalización de formaciones asociativas de víctimas, que van desde las asociaciones de víctimas del terrorismo, víctimas de accidentes de tráfico, pasando por las víctimas de fraude en el juego online, del aborto o de los efectos nocivos del amianto, hasta las víctimas de la violencia rural o de las negligencias médicas. En esta lógica, cada sujeto estaría efectivamente en posición de ser objeto víctima, de ser identificado en una victimización que se reparte de modos diversos según grupos y subgrupos sociales. El objeto víctima se diluye de este modo en otros tantos rasgos de identificación grupal.

Cuando alguien acude al psicoanalista pide ser reconocido en su singularidad como un sujeto que sufre de una experiencia traumática. Es en primer lugar una demanda de ser reconocido como tal, y muchas veces de ser reconocido como víctima objeto de esa experiencia. Es en este punto donde el psicoanalista opera una inflexión en el sentido que el discurso social y jurídico han dado a la victimización generalizada para subrayar algo que, de hecho, este mismo discurso ha introducido ya de maneras diversas sin localizarlo en su verdadera dimensión: la responsabilidad del sujeto ante su posición de objeto.
Debemos detenernos entonces en otra diferencia que la victimología encuentra de una manera cada vez más relevante en sus observaciones. Es la diferencia entre la “victimización primaria”, la del objeto víctima del acontecimiento traumático o delictivo, y la “victimización secundaria”, cuyo origen está en la relación del sujeto con esta misma experiencia, con el discurso familiar, social y jurídico y con los distintos modos de intervención del aparato del Estado en su tratamiento. Es llamativo que una buena parte de los estudios se dediquen hoy a las dificultades surgidas para tratar esta segunda dimensión de la experiencia de la víctima, la dimensión en la que el sujeto debe responder ante su posición de objeto. La llamada “doble victimización” es el peor y más notable efecto de este retorno sobre el propio sujeto de su posición de objeto víctima ante el Otro social y jurídico.
Desvictimizar a la víctima es así la primera forma de devolver al sujeto de la experiencia traumática la dignidad de ser hablante que podría seguir perdiendo en el juego social de las identificaciones. Distinguir y separar el eje de las identificaciones del Yo y el eje de la relación del ser que habla ante su posición de objeto es la primera y más simple operación que debemos deducir de la orientación lacaniana al tratar la posición de la víctima sin redoblar su victimización.
Se trata aquí de estudiar aquella “afinidad estructural entre el yo y la vocación de víctima, que se deduce de la estructura general del desconocimiento”, de “la ley de la victimización inevitable del yo”, tal como señaló en su momento Jacques-Alain Miller[1].
Y es que, hablando propiamente, el destino del sujeto —si es que hay destino— es más bien el de ser desecho. Es su verdadera dimensión de objeto, cuando éste le revela en el fantasma que su aparente destino no era sino encuentro contingente con un real del que siempre deberá saber hacerse responsable.



[1] Jacques-Alain Miller, Curso del 26 de Enero de 1994, publicado en Donc, la lógica de la cura. Editorial Paidós, Buenos Aires 2011, p. 120-121.

11 de novembre 2014

Barcelona, una Altra per a ella mateixa



Aquest text és una col·laboració al "Llibre Blanc. Barcelona, capital d'un nou estat" (Novembre 2014) a invitació de l'Alcalde de l'Ajuntament de Barcelona, Xavier Trias, mitjançant el seu Regidor de Cultura, Jaume Ciurana. Agraeixo a l'un i a l'altre aquesta invitació que m'honora.



En aquest nou segle, moltes ciutats capitals d’Estat estan deixant de ser el que eren: centre únic del seu poder polític, administratiu, econòmic i cultural, “cap i casal”, “metròpolis i mare del regne”, com va ser qualificada la pròpia Barcelona ja fa molt de temps[1]. És una transformació que l’anomenada globalització va imposant en una diversificació dels llocs de poder cada cop més difusa, en una estructura que tendeix a la forma d’una xarxa més que no pas a la d’una piràmide jeràrquica. La xarxa, amb les seves formes diverses que van des de la Internet fins a les noves cultures basades en la mobilitat del món virtual, desplaça els centres únics cap a focus multipolars. I això afecta a la vida de les ciutats de manera cada cop més manifesta[2].
Davant de l’extensió d’aquest fenomen, podem constatar dues reaccions, dues “respostes clíniques” possibles si se’m permet l’expressió, dos símptomes que a voltes es poden donar simultàniament en les ciutats preses com un subjecte de ple dret.
Algunes capitals reaccionen amb certa malenconia, per dir-ho amb un terme que la psicoanàlisi ha interpretat com una identificació amb l’objecte perdut. Hi ha ciutats que es resisteixen a separar-se de l’objecte que han perdut i queden aleshores fixades a l’ombra del que van ser. L’ombra de l’objecte ha caigut sobre el Jo, escrivia Freud en una cèlebre fórmula per definir la posició melancòlica. A voltes, algunes antigues capitals en fan d’això també el seu encant —¡oh, estimada Venècia!—, però sempre amb el preu del seu declivi imparable.
Altres capitals responen a aquest fenomen amb una mena de sentiment maníac, d’inflació narcisista de la pròpia imatge que ja no es correspon amb la seva vida real i efectiva. El Jo ha pres aleshores el lloc de l’alteritat, el que és una altra manera de negar qualsevol pèrdua possible. S’aferren aleshores a un centralisme exclusiu i excloent que va a contracorrent del moviment general menat per la lògica de xarxa. El primer símptoma d’aquest pendent maníac és la queixa, habitual i creixent, d’una megacefàlia de la ciutat capital, és a dir, del pes mortífer que el seu ésser de cap i casal imposa a un cos social cada cop més afeblit. En tenim exemples prou a prop.
Tant en la malenconia com en la mania, es tracta de dos efectes mortificants produïts pel pes i per l’ús del poder sense alteritat possible, el poder que podem simbolitzar amb l’escriptura d’un significant primer, S1, el significant amo. Són dues formes de negar l’Altre, l’exterioritat necessària per fer suportable l’ús i el poder del significant amo. Cal, en efecte, una estructura mínima de dos significants per sortir de la patologia maníac-melancòlica, perill de tota capitalitat sense Altre.
Escrivim per fixar les idees aquests dos pols o focus amb dues lletres indexades: S1 i S2. És la manera com el psicoanalista Jacques Lacan va formalitzar l’estructura mínima de tot discurs. El lligam estructural entre els dos significants, (S1 --> S2), en forma de xarxa ens ofereix un model molt més interessant que el model centrat en l’S1 quan funciona tot sol, sense un S2 que li faci d’alteritat, d’exterioritat en el seu propi si.
Seguint aquesta lògica, existeixen altres símptomes que ens poden ensenyar els reptes actuals de convertir-se en ciutat capital d’un Estat, encara que no sigui necessàriament per seguir-ne el model. De fet, en el cas de Catalunya estem veient que no hi ha model possible, que està gairebé tot per inventar.
Hi ha, per exemple, cada vegada més estats en els quals la capital, —en el sentit clàssic de lloc central i jeràrquic del poder administratiu i polític—, no és la ciutat més gran o més poblada, ni la de més pes específic en els moviments socials i culturals del conjunt de l’estat. La figura geomètrica de la circumferència amb un centre únic (S1) dóna pas aquí a la figura de l’el·lipse amb dos focus (S1 à S2) que fan de contrapès l’un per a l’altre. És una figura que inclou l’alteritat en el si del propi moviment gravitatori. Els exemples dels Estats Units (Washington D.C – Nova York), del Canadà (Ottawa – Toronto), del Brasil (Brasília – Sao Paulo), ens mostren que aquesta condició va més enllà de l’anomenada bicapitalitat en alguns estats. Curiosament, a Europa són estats petits els que tenen aquesta condició. Per exemple Suïssa, on la capital Berna té la meitat de població que Zurich, però també Liechtenstein, San Marino o Malta, microestats europeus que fan present aquesta lògica de l’alteritat en una estructura d’el·lipse. No volem dir amb això que ens calgui prendre’ls com a model per a una bicapitalitat, però sí com a signe d’una forma de fer amb el pes a voltes mortificant de la capitalitat. Cal dir d’altra banda que en el cas de Barcelona i la capitalitat de Catalunya, ja hi ha hagut urbanistes que han obert el debat sobre la bicapitalitat o el sistema de ciutat de ciutats[3].
Des d’aquesta perspectiva, cal subratllar que Barcelona té una experiència acumulada que pot ser-li molt útil a l’hora de considerar la possibilitat d’esdevenir capital d’un nou estat. De fet, podem dir ben bé que Barcelona ha estat ja de fet una cocapital de l’Estat espanyol en moltes èpoques i durant molt de temps. Ha estat focus de connexió i de difusió de corrents culturals, científics i de pensament d’Europa i d’arreu del món, ha estat lloc privilegiat d’encreuament de poblacions i corrents, tant interiors com exteriors a l’Estat espanyol. La seva vocació d’exterioritat l’ha fet lloc permanent de trànsits i de migracions, de transmissora en una estructura de xarxa, més propera a la lògica S1 à S2 que a la del significant amo funcionant tot sol. Dit amb els termes que hem fet servir abans: la ciutat de Barcelona ha fet present de manera especialment marcada l’existència d’una exterioritat i d’una alteritat en l’interior de la unitat sempre incerta de l’Estat espanyol, ha fet present l’S2 en relació a l’S1 de la capitalitat, fins i tot quan aquesta cocapitalitat de fet no li ha estat reconeguda com a tal.
Diguem doncs que Barcelona té ja una experiència acumulada  experiència acumulada de vocació d’exterioritat, que va des de la integració de diverses immigracions fins a la seva sensibilitat per la mobilitat deslocalitzada.
Quan es tracta de passar d’aquesta cocapitalitat de fet a una capitalitat de dret en un nou estat,  Barcelona en pot aprendre doncs del que ella mateixa ha estat en la seva història, seguint la llei psicoanalítica segons la qual és millor recordar per no repetir. I Barcelona ha estat sempre l’Altra per excel·lència, l’Altra capital en molts casos. Cal ara que sigui també una Altra per a ella mateixa, com ho ha estat per als altres.[4] Una capital també que no es miri tant a si mateixa com a voltes creu que la miren els altres (turistes i no). Una capital doncs ni melancòlica ni narcisista.
Dit d’una altra manera: Barcelona capital d’un nou Estat haurà de reinventar-se fent present aquesta vocació d’exterioritat que ha estat el seu tret fonamental, haurà de saber fer present aquesta alteritat per a ella mateixa i pel conjunt del nou Estat. Només així tindrà les millors possibilitats de sobreviure a mig i llarg termini als efectes sempre mortificants de la capitalitat.




[1]
Tal com ens informa la Gran Enciclopèdia Catalana, (en línia), a l’entrada “cap i casal”.
[2] Aquí, ha estat sobre tot Manuel Castells qui ha insistit de fa temps en aquesta condició de les nostres formes actuals de vida. Vegeu ja, per exemple, el seu llibre La societat xarxa, Editorial UOC, Barcelona 2003.
[3] Per exemple, Jaume Masip Tresserra i Josep Roca Cladera, “Repensant el territori català: cap a una bicapitalitat catalana i metropolitana?”, ACE: Architecture, City and Environment = Arquitectura, Ciudad y Entorno [en línea]. 2011, Año 6, núm. 18, Febrero. P. 325-360.
[4] És una fórmula que manllevem a Jacques Lacan quan definia la posició femenina: “la dona esdevé aquest Altre per a ella mateixa, tal com ho és per a ell”. Écrits, Éditions du Seuil, Paris 1966, p. 732.