28 de març 2006

La madre de todas las psicoterapias



El psicoanálisis, “la madre de todas las psicoterapias” como lo llaman, está recibiendo ataques desde su nacimiento. Sigmund Freud, al que no dejamos de llamar por otra parte “padre del psicoanálisis”, tuvo que escribir muy pronto buen número de artículos en defensa de la práctica que había inventado y de la doctrina que intentaba explicarla, Y es que el propio Freud estaba convencido de que el descubrimiento del inconsciente y la experiencia del psicoanálisis eran tan radicales que difícilmente podían ser recibidos por la ciencia de su tiempo y por el público en general sin oponer enormes resistencias, negaciones y repudios de toda clase. Y, sin embargo, esa recepción se produjo con tal éxito que atravesó el siglo pasado y llega hasta el nuestro como un punto de referencia insoslayable para entender al sujeto de nuestro tiempo. Las críticas continúan a los 150 años del nacimiento de Freud y sorprende ver cómo muchas utilizan los mismos argumentos de entonces. Otras, reconociendo el lugar imborrable del nombre del padre Freud en la cultura y el pensamiento occidentales, dirigen la crítica al propio psicoanálisis como práctica y como experiencia.

El reportaje publicado en “El País” el pasado 26 de marzo con el título “Lo que queda de Freud” sigue esta vertiente, ignorando sin embargo lo que ha supuesto la enseñanza de Jacques Lacan en la reformulación del psicoanálisis de nuestro tiempo. El reportaje no declara la muerte de Freud como sus más feroces críticos, “el padre del psicoanálisis sigue vivo 150 años después”, pero supone que su práctica no está de moda en la época de la rapidez y de la rentabilidad inmediata, “pero ¿quien tiene tiempo y dinero para el diván?”. Pero ¿de qué psicoanálisis se trata?

Tiempo y dinero, los dos amos modernos ante los que se pliegan estados y naciones, usuarios y gestores, ¿quién osará bajarlos del pedestal al que los ha subido el utilitarismo postmoderno, posthumano preferimos decir, el mismo que reclama la curación inmediata de los males que promueve por otra parte a largo plazo? Son precisamente dos amos que el psicoanálisis ha movido de lugar, aunque con frecuencia sean los propios psicoanalistas los que se olvidan de ello. El tiempo no es la duración cronológica medida por el reloj, es una experiencia subjetiva relativa al inconsciente de cada sujeto; el dinero no es el patrón objetivo por el que todo se puede cambiar y medir, - “time is money” termina diciendo el utilitarismo más cretinizante -, el tiempo es un objeto que se trasmuta él mismo, desde lo más precioso hasta lo más excremencial, dejando a cada uno con el sinsentido de su deseo, más vacío cuanto más pensaba medirlo hasta colmarlo con el patrón oro. Jacques Lacan sostenía, por ejemplo, que era imposible analizar a un verdadero rico.

Tiempo y dinero. Los que siguen pensando que el psicoanálisis es “sesiones de 50 minutos cuatro veces a la semana durante el tiempo que haga falta” – quien lo dice en el reportaje afirma a la vez que la demanda de psicoanálisis decae – parecen olvidar que el propio Freud nunca fijó tales parámetros, que Jacques Lacan puso en cuestión de manera radical, tanto que le valió la exclusión de la institución oficial, el uso que se hacía de ellos por parte de los postfreudianos a partir de la regulación standard que promovieron. No, tiempo y dinero no pueden ser para el psicoanalista amos de lugar inmutable y los que se han formado en la orientación lacaniana saben que son relativos a la posición de cada sujeto, tomado uno por uno.

Tiempo y dinero son precisamente las dos variables que el psicoanálisis de orientación lacaniana ha puesto en juego de manera decidida con la creación de los Centros de psicoanálisis aplicado en varias ciudades de Europa y América (los denominados CPCT que han obtenido en España reconocimiento y colaboración económica del Estado). La apuesta, a pie de calle y dirigida, de manera especial aunque no exclusiva, a la población que no tiene recursos para pagarse tratamiento alguno, ha sido más que bien recibida tanto por la cantidad de demandas como por los gestores de la política sanitaria, y se enuncia así: tratamientos psicoanalíticos, gratuitos, de cuatro meses. ¿Osado? Los resultados terapéuticos están a la vista después de un tiempo de experiencia.

En efecto, el encuentro con un psicoanalista, cuando éste sabe aplicar el psicoanálisis atendiendo a la particularidad de cada sujeto, produce efectos estables que no se reducen al criterio meramente utilitarista de curación como acallar al síntoma cuanto antes mejor. El psicoanálisis constata que dar un lugar al síntoma y al sufrimiento psíquico en la palabra y en la vida del sujeto sin acallarlo, tiene, por paradójico que parezca, efectos terapéuticos mucho más estables que los que supuestamente se obtienen al intentar borrarlo con lo más inmediato. Y cuatro meses pueden ser suficientes para ello. En esta carrera, como diría Witgenstein, gana el que sabe correr más despacio.