El Síndic de Greuges
(Síndico de Agravios) de Cataluña, Rafael Ribó, emitió recientemente una
resolución dirigida al Parlamento “sobre la atención que reciben los niños que
sufren Trastorno del Espectro Autista”, alertando sobre la existencia de
“ciertas disfunciones que pueden afectar directamente al tratamiento que
reciben” y que podrían impedir la continuidad de estos tratamientos en los
dispositivos públicos y concertados. Hay que resaltar la excelente implantación
que estos dispositivos han tenido en Cataluña durante las últimas décadas,
dispositivos en los que varios colegas sostienen con la mayor dedicación una
práctica de orientación psicoanalítica, supervisada y sometida a una constante
dilucidación clínica. La resolución se refiere implícitamente al malestar
producido en los últimos tiempos por las denuncias e intentos de exclusión de
esta práctica por parte de algunos grupos de presión formados por profesionales
y padres de niños diagnosticados de TEA.
Conocemos ya en otros lugares esta presión indigna que
pretende excluir de forma tan autoritaria como clínicamente infundada la
práctica con niños con autismo orientada por el psicoanálisis. Conocemos
también la reciente decisión del parlamento francés que, previa alarma y aviso
de nuestros colegas de la École de la
Cause freudienne y del Institut
psychanalytique de l‘enfant, no se ha dejado seducir finalmente por las
sirenas del cientificismo a ultranza sostenido por estos lobbies de presión que pretendían excluir al psicoanálisis de la
atención clínica a la infancia.
En una orientación política acorde con el principio
democrático del derecho a la elección,
el Síndic de Greuges alerta sobre la
necesidad de un “debate abierto y riguroso entre los profesionales sobre el
abordaje de este trastorno y el tratamiento más adecuado respetando su criterio
dentro de la deontología propia de esta disciplina”, teniendo en cuenta a todos
“los profesionales que trabajan en este ámbito de diferentes orientaciones y
escuelas de tratamiento para que el debate sea lo más plural y enriquecedor
posible […] ya sea de tendencia más conductista, psicoanalítica o ecléctica”.
Con el mejor tino, el Síndic indica
que no le corresponde a su instancia institucional “posicionarse ni emitir una
valoración sobre el abordaje y la fundamentación técnica en la que se basan los
profesionales de la red pública a la hora de atender a los niños y adolescentes
afectados de TEA”.
Saludemos por nuestra parte esta resolución en una política
que se rehúsa a cumplir la función del Otro único de la garantía en nombre de
un cientificismo cada vez más puesto en cuestión, una política que se rehúsa
igualmente a identificarse con la supuesta garantía que vendría al lugar de la
necesaria pluralidad en la elección de abordajes en este difícil campo de la
clínica. A la vez, el político se desplaza así del lugar de ordenación e
imposición de un saber que corresponde elaborar, evaluar y transmitir de la
mejor manera al practicante que sostiene su lugar en la clínica.
Digámoslo en los términos que nos son cercanos a los
lectores de Lacan: el recurso al ejercicio del poder —y el llamado al gestor y
al político para que “ordenen” el campo de la clínica es aquí una forma insidiosa
de este ejercicio— responde con frecuencia a la impotencia para sostener y
autorizarse en una práctica.
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