26 de juny 2020

Germán García, un sabio Más-Uno

Por Myriam Soae

Entrevista publicada en La Libertad de Pluma
“Andá a ver a Bassols” fue la sugerencia de Germán García en ocasión a un viaje que realicé a España en el 2018. En ese momento Barcelona no era mi destino. Pero ese consejo, entendí luego, era un empuje a establecer lazos con colegas del campo freudiano en aquella tierra lejana, castellana, de la que obtuvimos siempre de la voz de Germán relatos románticos, epopéyicos, acerca de fundaciones, bibliotecas y debates intelectuales acerca de Oscar Masotta y el deseo férreo de dispersar el psicoanálisis donde hubiera un resquicio permeable. Esas acciones, impensables en ese tiempo de escucha atenta (la mía), destilaban intriga y admiración.
Aquel viaje me llevó al País Vasco, transformé entonces esa sugerencia en una visita a la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, sede de Bilbao, para llevar libros de colegas y revistas Descartes, como un modo de iniciar ese tramo empujada por el “andá” que resuena aún en mis oídos.
Septiembre del 2019 me encuentra nuevamente ante la posibilidad de un viaje a España, esta vez con unos días en la ciudad catalana. Pero ya fallecido Germán, ¿qué sentido darle a la visita postergada a Miquel Bassols? Un año antes, supuse, hubiera llevado algún libro, algunos comentarios, pero, ¿ahora? Entendí que seguía tratándose de los lazos, en esta ocasión precisa, con un analista que tuvo la oportunidad de ser parte de ese tiempo épico y de conocer a un Germán García que imaginaba más arrollador aún por su joven adultez de entonces. También se trataba de un amigo suyo, un plus que modificó la intención de ese encuentro que trasmutó en propiciar una conversación acerca de las marcas que ha dejado Germán no sólo en el psicoanálisis español (y en castellano), sino en su propio ser.
Es así como Miquel Bassols me recibió con gentileza y disposición una tarde de otoño en la ciudad de Barcelona. Myriam Soae.

  • ¿Cómo conoció usted a Germán García? 
Bueno, lo conocí en Barcelona en un viaje previo, antes de que él viniera a vivir aquí, en el que hubo actividades en lo que era la Biblioteca freudiana de Barcelona de ese momento. Él vino a hacer una intervención junto a Jorge Jinkis, me acuerdo de ese momento. En fin, yo estaba hacía pocos años en análisis y en formación con un grupo que se congregó alrededor de Oscar Masotta, el que fundó la Biblioteca freudiana de Barcelona pero hubo un par de viajes de Germán antes de venir a instalarse aquí. Y, cuando vino, fue quien relanzó el proyecto de Oscar Masotta de la Biblioteca freudiana de Barcelona. Dándole ya un proyecto de escuela, con el horizonte de hacer una escuela, cosa que en Masotta estaba presente, pero que nunca él formuló de una manera clara. Fue Germán quien realmente tomó eso a su cargo con un grupo de jóvenes que éramos en ese momento recién salidos algunos de la universidad, que iniciábamos una práctica más o menos como podíamos.
  • ¿Y qué puede contarnos de ese momento particular?
Era un momento muy interesante de Barcelona, era el post franquismo y un momento donde pasaban muchísimas cosas y donde se permitían muchas cosas: entre ellas, que pudiera existir ese grupo absolutamente extraño, en realidad, a lo que era el medio universitario, oficial e institucional. Y Germán encontró realmente la manera de, bueno, de congregar a un grupo de gente para impulsar ese espacio… para reimpulsar la Biblioteca freudiana de Barcelona como biblioteca, fundamentalmente, y como lugar de actividad cultural, de vínculo con los discursos de la ciudad. Sin duda, aquí era para él mucho más difícil que en Buenos Aires porque conocía muy bien el tejido cultural y social de Buenos Aires, pero el de Barcelona para él era nuevo. Y, nosotros éramos muy jóvenes y nos movíamos en circuitos muy… incluso, yo diría un poco limitados en ese momento, mucho más que ahora sin duda alguna, sobre todo porque éramos jóvenes, porque salíamos de la universidad y en la universidad el psicoanálisis no había tenido ningún lugar. Como ahora, sigue sin tenerlo. Nada que ver con lo que ocurre en Buenos Aires. De modo que, fue en torno a Germán que nos agrupamos, bueno, un número de personas interesadas que ya habíamos tenido algún contacto con la Biblioteca. Unos más, otros menos…
  • Con Masotta, digamos…
Con Masotta, por lo que fue… que tampoco fue tanto tiempo. Masotta estuvo desde el 75 hasta su muerte en el 79. Es decir, que habrá estado… cuatro años como máximo, tres años y medio o algo así. Y, luego Germán en sus cuatro años, como le decía antes, para mí son cuatro años que se ensanchan en el tiempo como toda una época. Casi más que una década, para mí fueron cuatro años de una gran intensidad de trabajo, de formación, de instalación en una práctica, de empezar a tener una relación con el psicoanálisis y Germán fue el que propició el vínculo de trabajo con el Campo Freudiano. Fue el que nos puso en contacto, directamente, con otros colegas de la Ecole de la Cause freudienne y con Jacques Alain Miller especialmente, los invitó a Barcelona él mismo, y fue el que realmente nos puso en contacto con los colegas de la Ecole. A mí, particularmente, fue directo, es decir, estábamos conversando una noche en Boccaccio, que era un lugar al lado de mi casa, donde él solía estar muchas noches con colegas, amigos, etcétera, conversando, tramando todo tipo de actividades y me dijo que llamara a Jacques Alain Miller para ver cómo seguíamos las cosas aquí, cómo armábamos un vínculo con los colegas de la Ecole. Y bueno, para mí, fue un momento decisivo, importantísimo. Estamos hablando del año 83. Y bien, fue también un punto de apoyo para el Campo Freudiano en Barcelona y para lo que después fue la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Por supuesto, también participaron en ello los colegas de Madrid, los colegas del País Vasco, de Andalucía, de Valencia, de Aragón, etcétera, distintos lugares de España. Pero, para mí, el momento fundante de ese vínculo fue gracias a Germán y gracias al trabajo que hicimos en ese momento, que era un trabajo de lectura de textos, pero también un trabajo de, yo diría ahora, de transferencia recíproca, que es lo que realmente da una orientación a un espacio analítico, la transferencia recíproca. Y eso Germán lo causaba. Yo diría que era un sabio Más-Uno, un sabio agente provocador, especialmente de la gente joven, que tenía ganas de trabajar, de moverse. Y, esa función, fue para varios de nosotros fundamental. Cuando digo “varios”, digo un grupo, tampoco muy amplio, pero buena parte de ese grupo siguen ahora como miembros de la escuela, vinculados al Campo Freudiano y al psicoanálisis.
  • Me interesa resaltar esto: el proyecto de Escuela…
Sí, sí, incluso en un momento nos llegamos a llamar “Escuela de psicoanálisis”, creo que era en el 81. Habría que ver bien los documentos ahora. Es decir, realmente había un deseo de Escuela, un deseo de ser Escuela. A la vez, inmediatamente, nos dimos cuenta –y en eso Germán siempre fue muy honesto- de que para ser una Escuela hacía falta bastante más. Estábamos haciendo lo que podíamos hacer. Y en ese momento, la verdad, lo planteó muy bien. Dijo “somos una asociación de psicoanálisis, nos llamamos Asociación de psicoanálisis con la idea decidida de hacer una Escuela”. Pero, en efecto, nos dábamos cuenta de que para eso necesitábamos un vínculo serio con los colegas del Campo Freudiano y de la Ecole. Fue a través de ahí, en efecto, como realmente pudimos constituir una verdadera escuela, en el sentido que para Lacan tiene esa experiencia. En todo caso, fue Germán el que aquí en Barcelona tomó como significante fundamental la idea de escuela y ahí fue que respondimos con nuestro trabajo para hacerla posible. En ese sentido, Germán fue siempre muy honesto. Es decir, él tenía la experiencia de la escuela en Argentina, sabía muy bien qué era hacer una escuela como parodia, sus dificultades. Era un tema continuo y no quería hacer una escuela paródica, sino una escuela de verdad. Ahí, él creó las condiciones para un grupo de gente, para que ese proyecto fuera realizable. Eso pasó, es cierto, con los vínculos transferenciales con los colegas de la Ecole que llevaron después a los vínculos con la Asociación Mundial del Psicoanálisis. Estoy explicando las cosas desde la perspectiva que fue mi experiencia, para mí fue ese el recorrido.
  • ¿Quiénes eran los interlocutores, en ese momento, de Germán, por fuera del psicoanálisis? Porque él siempre buscaba interlocutores.
Sí, claro, los vínculos de Germán con la cultura del lugar, que no era fácil tampoco, porque él no era conocido aquí; nada que ver con el lugar que él había tenido allá en Buenos Aires desde su época de joven novelista de éxito. Aquí alguna gente lo conocía, pero no muchos. Quien más lo podía conocer era, por ejemplo, Eugenio Trías, el filósofo Eugenio Trías, que lo apreciaba muchísimo, se apreciaban mucho mutuamente. Y, Eugenio Trías además estuvo vinculado a algunos grupos de estudio con Germán. Y Eugenio Trías siempre apreció muchísimo el trabajo de Germán. Él además estuvo como uno de los socios fundadores de la Biblioteca Freudiana de Barcelona con Oscar Masotta y siempre mantuvo un vínculo con el psicoanálisis y con Germán. Incluso antes de la muerte de Eugenio Trías pude conversar con él sobre Germán.
  • Sí, incluso muchos años después, todo un número de la Revista Descartes estuvo dedicada a la filosofía española contemporánea…
Sí, exactamente. Y, luego había otros personajes de la Barcelona de esa época que siempre tuvieron un vínculo muy interesante con Germán, como Alberto Cardín por ejemplo. Otro personaje muy interesante de la literatura, de la filosofía, del pensamiento español en esa época. Hoy mismo hablaba sobre esto con Ricardo Rodrigo, que es un argentino que ha hecho un trabajo enorme como fundador y presidente de la editorial RBA, me comentaba que, en efecto, cuando Germán vino a Barcelona se encontró muchas veces con él en su casa, en varias cenas. Germán tenía vínculos con gente muy diversa aquí en Barcelona, además él escribía, seguía escribiendo también novela y se vinculaba con el mundo editorial y literario, en la medida de sus posibilidades. No de la misma forma en como él estaba vinculado en Buenos Aires, eso fue importante también para su vuelta a la Argentina, porque en algún lugar decía que Germán estaba siempre en Buenos Aires, incluso cuando estaba en Barcelona, realmente, era así. Pero bueno, por eso buscábamos librerías abiertas a cualquier hora de la noche, como si estuviéramos en la calle Corrientes, y aquí en Barcelona, pues bueno, no era tan fácil encontrarlas, pero las encontrábamos. Recuerdo una librería del drugstore Tuset, en la calle Tuset de Barcelona, a la que íbamos a parar a cualquier hora de la madrugada para ver los libros que pudiera haber en ese momento.
  • Bueno, con ese hábito continuó siempre…
La última vez que me encontré con él en Buenos Aires fue hace un par de años. Me encontré, por supuesto, en un café librería. Y, por supuesto, me trajo dos libros. Siempre Germán fue de una generosidad intelectual conmigo, no sé si puedo decir “especialmente conmigo”, no lo sé, pero sé que especialmente con algunos de nosotros fue de una generosidad intelectual enorme.  Y eso fue reconocido siempre por todos nosotros. Por J. -A. Miller también, porque cuando hizo su homenaje a Germán subrayó ese carácter, no solo de gran polemista, que siempre lo fue, sino de tener esa generosidad intelectual que tuvo con todos,  especialmente con la gente joven. Entonces, bueno, yo estoy hablando de una época en la que debería tener entonces… ¿Qué edad? Veintitrés años. Veintidós, veintitrés años. Y, para mí, encontrarme con él fue un privilegio, sin duda alguna. Además, siempre cada noche que pasábamos en un lugar o en otro, en un bar o en la biblioteca o en una reunión, yo salía siempre con un montón de referencias bibliográficas para trabajar y eso, para mí, era un continuo despertar al trabajo. Entonces… bien, luego cuando Germán fue en el 80 y… ¿cuándo fue? en el 83… Exacto. En el 83 hubo el encuentro del Campo Freudiano en Buenos Aires y viajamos con Aníbal Leserre que en ese momento estaba en Barcelona.
  • ¿Y qué rasgos de Germán cree Ud. perviven en la escuela de Barcelona? ¿Considera que aún se conserva su impronta?
En primer lugar, quedó una biblioteca. Y quedó una biblioteca en varios sentidos. En el sentido más material de la palabra “biblioteca”: de libros. Una buena parte de libros que Germán tenía aquí en Barcelona los dejó a la Biblioteca, la biblioteca en el sentido más material. Pero, también la biblioteca como proyecto, es decir, como lugar de trabajo, de lectura, de vínculo con otros discursos, eso sigue teniendo absolutamente su área en la escuela aquí en Barcelona. Creo que es la mejor biblioteca que hay de psicoanálisis en las sedes de la escuela, y tal vez, la mejor biblioteca de psicoanálisis que hay en general aquí en España. Eso es, sin duda, gracias a Germán. Gracias a Germán, y debo decir, también gracias a Rosa Calvet, a nuestra colega Rosa Calvet, que iba a comprar los libros con él para la biblioteca. Es decir, la función más material, pero a la vez también la biblioteca fue ese proyecto de vínculo del psicoanálisis con la cultura y con el lugar. Eso se lo debemos a Germán y sigue siendo un rasgo que, de una manera o la otra, cada uno de los que estuvo en contacto con Germán, conserva, según su estilo particular. En ese sentido, la marca “Germán” está absolutamente presente. El otro rasgo, que antes señalaba, fue, para varios de nosotros, el deseo de Escuela: el deseo de una Escuela de psicoanálisis orientada por la enseñanza de Lacan. Y eso también, creo que es otro rasgo que está presente, de una manera o la otra, con todas las modulaciones de la vida de cada uno, pero está presente en muchos colegas de la escuela, no sólo en Barcelona, sino en Madrid, en Galicia, en Andalucía, en Valencia. Toda la gente que tuvo contacto con Germán quedó claramente marcada por eso. Germán transmitía ese deseo ahí donde estaba y donde trabajaba.
  • Salieron el año pasado, justo fueron previos al fallecimiento de Germán, dos libros importantes: uno es la recopilación de unas editoriales en la revista Babel, compiladas por Beatriz Gez, Informes para el psicoanálisis. Una salida, desde el año 88 al 91, y que dan cuenta del modo que Germán insertaba el psicoanálisis en los debates culturales del momento, son editoriales muy ingeniosas.
No he visto ese volumen. Sabía que algo así había salido…
  • Y, después otro libro que es una recopilación de César Mazza de cuarenta años de entrevistas realizadas a Germán en distintos medios. Claro, ahí está, Palabras de ocasión.
Sí, sí, lo tengo muy presente, lo he estado leyendo últimamente. Me lo envió César Mazza, muy amablemente y es un volumen excelente.
  • En cada entrevista y en cada editorial encuentro esa especie de provocación, como Ud. sostiene, y de prisa, una prisa de Germán por fundar, por publicar, por armar instituciones. Incluso, a pesar de estar advertido de la imposibilidad lógica y estructural de la institución, Lacan sostiene que es un lazo que se funda en la desesperanza, para Germán no había otro modo para instalar una transmisión, digamos, sortear esa imposibilidad armando grupo. Y él dice algo así como que el analista necesita del otro para no quedar aislado y para no creerse dueño de un saber absoluto y así, con otros, poner en juego la lógica del discurso del psicoanálisis. Entonces, mi pregunta es: ¿Qué recuerda usted de esa prisa? ¿O si recuerda esa prisa, en ese Germán joven?
Bueno, no te diría tan joven, pero, bueno, sí.
  • Cuarenta años…
Sí, era un Germán joven. Para nosotros era un Germán mayor porque casi nos doblaba la edad a algunos, pero, en efecto, era un Germán joven. Y, en efecto, la prisa como rasgo. No es cualquier cosa. Para mí, especialmente. Porque, para mí era un rasgo de mi síntoma; la prisa. La prisa en todo. La prisa en hablar, la prisa en escribir. Y eso va muy bien a veces. Es decir, precisamente, la precipitación lógica, como Lacan enseña en un momento, requiere de esa prisa para que algo se produzca, para que algo pase al acto. Pero a la vez, eso puede producir pasajes al acto que no son después nada fáciles de sostener. Y la prisa era un rasgo de Germán. También en su forma de hablar, por cierto. Recuerdo siempre su…
  • Verborragia 
Exacto, su rapidez. A la vez, su rapidez en el diálogo. Era alguien que podía atrapar inmediatamente al otro en el diálogo. Atraparlo o no dejarlo entrar, también a veces, porque tenía sus condiciones. Y eso aparecía siempre muy rápido, con una lógica de la prisa que a veces abría o cerraba muchas posibilidades con Germán. Con Germán uno, yo al menos, debo decir, aprendí a manejar algo del tiempo de la palabra para no precipitarme demasiado. Y, justamente, poder entrar en esa lógica que con Germán era siempre muy productiva. Fue por la prisa también que pudimos constituir la Asociación de Psicoanálisis como consecuencia lógica de la Biblioteca freudiana de Barcelona. Fue por una prisa, por una precipitación, además, inmensa. Fue por una precipitación y por una prisa que invitamos a Eric Laurent y Jacques-Alain Miller por primera vez a Barcelona, después en las Jornadas Ornicar, que fueron una invitación a parte, diríamos. Fue por la prisa y la precipitación que muchos de nosotros interrumpimos análisis y volvimos a retomar otros. Fue por la prisa y la precipitación que compramos un montón de libros. Fue por la prisa y la precipitación que, sin tener casi ninguna experiencia, nos pusimos a hablar sobre la práctica, a hacer jornadas, a exponernos en público, etc. Es decir, que sin esa prisa y sin esa precipitación muchas cosas no se habrían producido. A la vez, también, eso tuvo efectos difíciles…
  • Claro 
… para cada uno. En algunos casos, más que en otros. Y también eso podía producir pasajes al acto muy diversos. Pero, prefiero señalar lo otro, el hecho de que ese rasgo de la prisa de Germán hizo posible muchas cosas, aquí en Barcelona como en otros lugares… Y sí, diría que es un rasgo que yo compartía, con mi síntoma, con Germán. Y que también tuve que curarme en el análisis de ese rasgo de la prisa y de la precipitación. “Curarme” quiere decir no dejar de tener esa prisa, sino saber utilizarla de una buena manera. Y, a veces, creo que lo consigo.  Pero sí, le debo a Germán haberme confrontado muchas veces ante la imposibilidad de tratar lo real con una precipitación… Y, a la vez, de poderlo tratar usando esa prisa de una buena manera.
  • Estuve leyendo lo que usted escribió como condolencias, para ponerle un nombre en la página de la ELP, me llamó la atención el recuerdo que compartía cuando comentaba que el primer gesto que tuvo Germán con usted de generosidad fue regalarle un libro de retórica, de la editorial Gredos. Ese libro, precisamente, fuesugerido por Germán para el programa del seminario que se está dando este año en el Centro Descartes, el mismo libro de retórica, el Tratado de la argumentación de Chaïm Perelman. Es decir que tenía una relación muy particular con la lectura, primero de una memoria prodigiosa y de una velocidad en la articulación, era difícil seguirlo pero, a la vez, una conservación de las referencias…
Sí, por un lado, había esa prisa, había que saberlo seguir a Germán en su elucubración, en su argumentación, en su verbo, en su discurso. A veces eso te arrastraba a una prisa. Pero, a la vez, es curioso; estamos hablando de un libro que ha permanecido como una referencia lentamente durante más de cuarenta años. Es decir, hay eso. En Germán, había a la vez una lentitud también. En la persistencia de la palabra a través del tiempo. Yo creo que era su lado borgeano, si me permite. Creo que él tenía un rasgo borgeano, tenía una fascinación… algo más que una fascinación, un interés… Y, además, su encuentro con Borges fue algo siempre para él muy importante. Pero, yo siempre captaba en Germán esa lentitud del verbo, que me parece que también existe en Borges. Y que tal vez proviene de Macedonio, no lo sé, estoy inventando ahora. Pero, para mi hay una línea que se abre, que no es el Germán, diríamos, rápido en la palabra y productivo, continuo y precipitado, sino que es el Germán del verbo lento, que yo también lo captaba a veces en la escritura, en su escritura, y que, creo que es un efecto de su relación con Borges y con Macedonio. Pero, en fin, eso es una hipótesis mía que se me acaba de ocurrir ahora mismo cuando usted me mencionaba ese libro que, en efecto, lentamente ha atravesado tantos años para seguir siendo una referencia.
  • Sí, insistía en esas referencias, digamos que no se fascinaba con los discursos de época. Había como una especie de permanente vuelta.
Exacto. Ahí Germán no era precipitado. Era lento, persistente y sabía dar tiempo a que las referencias tomaran su lugar y fueran impregnando la significación de lo que uno trabajaba. Curioso eso. Hasta que no hemos hablado de eso, no me he dado cuenta de que para mí en Germán hay las dos cosas. Hay la urgencia del tiempo de la precipitación, y también a veces el pasaje al acto, y, otro tiempo, que era un tiempo que atravesaba lentamente su discurso y sus referencias, y que, para mí, se ponía en contacto con su propia historia vinculada al psicoanálisis, con Masotta, con la escuela, pero también con Borges, con Macedonio, con sus referencias y sus lecturas, con Gombrowicz. Ahí había algo que era un tiempo lento, uno podía darse todo el tiempo con Germán con eso. Esa doble cara de Germán…
  • Sí. Y aparte, retornaba sobre esos programas que él iba armando, les volvía a dar una vuelta. El año pasado, digamos, el último año de su seminario, a partir de una intervención de alguien del público sobre la palabra nihil, aportó varias referencias bibliográficas sobre el nihilismo.
Que era un tema que a él le interesaba.
  • Que a él le interesaba y que, bueno, los que lo veníamos siguiendo hace años ya sabíamos que había estado en otro tiempo de su enseñanza, y él se tomó muy enserio aquella interpelación, ese también era un rasgo particular, escuchar la intención en la interpelación y responder, transformando una provocación en una buena intención. 
Sí… Ahí había el Germán interlocutor, que era el Germán de la conversación, que podía extenderse hasta horas y horas y horas. Sí.
  • Bueno, podemos seguir hablando mucho más, pero… Le agradezco mucho Miquel el haberme recibido, fue un gusto haber conversado con Ud.
Gracias a usted por esta entrevista, que me ha hecho reescribir algunas cosas en la memoria, esa memoria que, como decía Germán, me-moría

Barcelona, 25 de septiembre de 2019

Myriam Soae es psicoanalista, reside en Buenos Aires. Miembro de la EOL/AMP. Miembro del Centro Descartes desde el 2000 al 2019.

Miquel Bassols es psicoanalista, reside en Barcelona. Miembro ELP – ECF – AMP. Fue presidente de AMP (2014-2018). Docente de la Sección Clínica de Barcelona. Ha publicado varios artículos y los siguientes libros: La interpretación como malentendido(2001), Finales de análisis (2007), Lo real del psicoanálisis en la ciencia (2011), Lo femenino, entre centro y ausencia (2017), entre otros.

Germán García, fue psicoanalista y escritor argentino, (1944-2018). Deja como legado una vasta obra literaria –que se inicia con su novela Nanina– y psicoanalítica, además de su enseñanza. Amigo de Oscar Masotta, luego de la fundación de la Escuela Freudiana de Bs As, en 1979 se instala en Barcelona donde continúa el trabajo de Masotta.  Fue AME de la EOL y AMP y Presidente de la Fundación Descartes.

13 de maig 2020

El amor, Aún


























Prólogo al libro de Carmen González-Táboas: 
El amor, Aún. Una lectura del Seminario 20 de Lacan y sus fuentes antiguas 


  
Volver a la enseñanza de Lacan en el Seminario Aún —volver a leerlo de nuevo, una vez más, todavía, todavía más— es algo más que un placer al que nos invita este libro de Carmen González-Táboas. Volver para darnos cuenta de que, en realidad, cada vez que volvíamos para leerlo no habíamos salido todavía de él, que a cada vuelta que dábamos no habíamos ido más allá, todavía, y que era sin duda sin ir más allá que podíamos volver a leerlo, todavía, para encontrar algo nuevo, una vez más. Y así darnos cuenta de que algo nos había atrapado definitivamente en las palabras de ese Seminario desde la primera vez que lo leímos, y que algo nos sigue atrapando en ellas, aún. 
Dicho así, parece ya una historia de amor. Pues sí —nos dirá Carmen con una bella expresión—, es una historia de almor que alma al alma, si es cierto que amo a aquel, o a aquella, a quien le supongo un saber, especialmente cuando le supongo un saber sobre mi ser, sobre lo que yo soy. Es lo que llamamos transferencia, principio del psicoanálisis, una transferencia que es en primer lugar y desde Freud un amor de transferencia. Leer a Lacan, cuando uno ha llegado a leerlo con toda el alma, tiene entonces siempre algo de una historia de amor… y de odio. Porque ¡cuidado! —añade el propio Lacan en este Seminario—, a veces la mejor lectura es la que sabe orientarse por el odio inherente a todo amor, sobre todo si esta suposición de saber que es el amor se siente a sí mismo como todo-amor, como el almor del alma toda. Conviene pues saber leer también tomando como brújula a la transferencia que llamamos negativa, sin darle a esta negación un valor moral sino lógico. Es una transferencia que no espera comprenderlo todo para seguir sin entender nada de lo que comprende. Es en esta diferencia entre comprender y entender donde está la clave de la operación de lectura que requiere el texto, y los Seminarios, de Lacan.
¿Cómo leer entonces con no-toda el alma, cómo leer sin comprender demasiado rápido y así poder entender lo que se dice en lo que estoy leyendo? Dicho así, la cosa toma ya un cariz más lógico, incluso topológico, aunque también —dirá el lector— un poco místico. ¿No era Santa Teresa, tan evocada e invocada por Lacan en el mismo seminario Aún, quien podía escribir lo siguiente? “El entendimiento si entiende, no se entiende cómo entiende; al menos no puede comprender nada de lo que entiende.” (Libro de la Vida 18, 14). Pues bien, el lector atento irá muy bien acompañado por Carmen en este entender sin comprender demasiado rápido que Lacan ponía como condición de la formación del psicoanalista. Y así encontrará en estas páginas una sabia lectura —una lectura persistente, insistente, consistente, paso a paso— de un Seminario de Lacan al que conviene acercarse, aun si es la primera vez, sabiendo que no se entiende cómo entiende, y sin querer comprender demasiado rápido aquello que, sin embargo, ya entiende. Y Carmen —lo sabíamos por otros de sus libros, pero también por el estilo de transmisión de sus charlas— sabe deletrear el texto de Lacan de un modo en el que nos reconocemos de inmediato en una verdadera comunidad de transferencia de trabajo. Lo que no es decir poco. Ella sabe encontrar ese “Lacan inagotable” que la hace a ella, a Carmen, también inagotable, tal como lo demuestra su amplia producción en nuestra Escuela.
Así, sin ironía alguna, el lector está de suerte porque este libro es uno y trino. Son de hecho tres libros en uno. El primero es la lectura detallada del Seminario de Lacan tomando el amor y el goce femenino como sus hilos conductores, con todos los anudamientos y desanudamientos que encontraremos entre ellos. Algunos de estos nudos son difíciles de seguir, especialmente cuando se trata de la relación y de la no relación a la vez entre el Uno y el Otro, entre el Uno del goce y el Otro del amor. El segundo se dedica a rastrear y a investigar varias de las referencias internas de la argumentación de Lacan en el mismo Seminario Aún. Y el tercero está dedicado a una lectura del filósofo y teólogo danés Sören Kierkegaard, en su Diario de un seductor, dando una nueva vuelta a esta figura evocada por Lacan en varios momentos de su enseñanza. 
Quien se pregunte por la actualidad de este precisa lectura que Carmen nos propone, encontrará una buena respuesta en la post-data incluida al final del primer libro, una post-data cuyo desarrollo daría lugar sin duda a un cuarto libro. Carmen alude allí al reciente debate causado por la intervención de Paul B. Preciado —filósofo transgénero destacado por sus aportes a la teoría y movimiento queer— en las últimas jornadas de la École de la Cause freudienne dedicadas al tema “Mujeres en psicoanálisis”. Fue una intervención que impactó por su fuerza subjetiva y por haber puesto en cuestión el supuesto patriarcalismo y el falocentrismo que el psicoanálisis clásico seguiría defendiendo ante la implosión, después de los movimientos feministas, de la lógica y el movimiento transgéneros. La clave era su crítica a la noción de binarismo y a la lógica de la diferencia que, de nuevo supuestamente, el psicoanálisis lacaniano seguiría defendiendo. Pues bien, la lectura de este libro, siguiendo la lógica del Seminario Aún, servirá sin duda para deshacer varios malentendidos al respecto, empezando por la atribución al psicoanálisis de un patriarcalismo del que Lacan empezó muy pronto a mostrar el declive, y siguiendo por una lógica de la diferencia que este mismo Seminario pone radicalmente en cuestión para abrir la perspectiva de una lógica de lo femenino más allá del falo. El debate actual sobre la bisexualidad inherente al ser hablante, el debate sobre lo hétero- y lo homo-, sobre lo cisgénero y lo transgénero, ganará sin duda con la atenta lectura que Carmen hace del Seminario Aún, del Haiuno del goce y de la alteridad irreductible de lo femenino.
Para indicar sólo la vía que nos abre su lectura, señalemos un breve ejemplo y un par de referencias dichas de manera muy aforística. El ejemplo es el de una niña que le explica al analista sus conclusiones después de una nutrida clase de “educación sexual” en su colegio. Los caracoles, le han explicado, son hermafroditas, es decir tienen los dos sexos a la vez, el masculino y el femenino. Pero la niña plantea su objeción a la lógica de la diferencia ordenada por el significante del falo: “si son hermafroditas no tienen sexo, si tienen los dos quiere decir que no tienen ninguno”. Dicho de otro modo, cuando se trata del goce sexual hay Uno o bien no hay ninguno. Y no hay Otro más que supuesto, en su puesto, para una relación que no existe en la lógica de la diferencia. Cuando se trata del goce, ya no funciona entonces la lógica de la diferencia, la lógica del significante que distingue entre Uno y Otro. Cuando se trata del goce femenino funciona la lógica del objeto, sin diferencia relativa, la lógica de lo singular fuera de la norma fálica, la lógica queer, de lo que es realmente queer para cada sujeto y que la lectura de Aún sitúa necesariamente del lado de lo femenino en el ser hablante. Y tal vez entonces sólo exista Un solo lado, ese lado de lo femenino en el ser sexuado.
Aunque esto es algo habrá que verificar siempre uno por uno, sin una ley que valga para todos, en un trabajo que el psicoanálisis causa sin tener una solución ya escrita de antemano, sin tenerla nunca, aún —con el acento que lo distingue del aun inclusivo, aun si es así como quedó vertido en la edición del Seminario Aún en castellano. 
Saludemos entonces este trabajo, inagotable en efecto, al que Carmen nos convoca con este libro.

06 d’abril 2020

Què ens podem trobar al final del túnel?

























Una persona em deia aquests dies: “És com si et despertessis d’un malson i te n’adonessis que el malson continua en la realitat. I segueixes sentint la mateixa angoixa”. I una altra encara: “Tinc una sensació estranya d’irrealitat, d’estar vivint una pel·lícula, però sense poder llegir els crèdits. Per molt que parlin m’hi falten les paraules per saber de què va.” Són dos testimonis ben paradigmàtics de l’experiència que estem vivint aquests dies a escala global. L’angoixa i el sentiment d’irrealitat són els dos afectes que més escoltem davant d’una experiència que ens resulta radicalment nova però que té alhora alguna cosa d’estranyament familiar. És allò que Freud va definir com l’Unheimlich, el més estrany en el més conegut. I aleshores les paraules ens falten per arribar a dir allò que de tan real ens sembla del tot irreal, com si fos tret d’una novel·la distòpica, una novel·la més aviat dolenta d’altra banda. I ens ve a tots la imatge del túnel, de com en sortirem i de què ens hi trobarem a la sortida.

Primera constatació. Quan escoltes un epidemiòleg autoritzat dient que “aquesta epidèmia no és la grossa”, comences a pensar que això potser no és un túnel sinó que és l’univers exterior mateix on haurem de viure a partir d’ara. Millor saber-ho i no deixar-nos hipnotitzar més pels cants de sirenes en nom del progrés. En això, tothom sembla ja d’acord: res tornarà a ser com abans.

Segona constatació. Per primera vegada, és el conjunt de la Humanitat —en majúscula— que es reconeix ella mateixa com un sol subjecte davant d’un fet real, un perill del qual no sap com defensar-se si no és a escala global. De fet, ja ho havia d’haver sabut amb la crisi climàtica. Aquest fet real no és només el coronavirus sinó tot allò que implica l’epidèmia de crisi social, política i de les nostres maneres de viure. És un fet inèdit que ens dóna l’oportunitat única per canviar moltes coses. Aquesta Humanitat, com un sol subjecte, se n’adona que ha de fer ara un càlcul col·lectiu per poder sortir-se’n, que no hi ha sortides individuals. I arriba a preguntar-se, amb raó, si no serà ella mateixa l’epidèmia davant d’una llei de la natura amb qui no hi pot fer tractes. Com em deia un home del camp: “Tot allò que li prens a la natura, ella t’ho reclama després amb escreix”.

Una notícia dolenta i una de bona.

La dolenta. Allò que ens pot estar esperant al final del túnel és la Xina: control social al servei de l’autoritarisme. Ben eficient, això sí, ja ens ven les mascaretes que necessitem com l’aire que respirem. I serà així mentre ho permetin les servituds voluntàries. De fet, abans d’entrar al túnel de l’epidèmia ja n’havíem fet l’experiència. 

La bona. Podem escollir. Si és això el que ens hem de trobar a la sortida del túnel, potser millor ens hi estem una estona més inventant alguna altra cosa abans de sortir-ne. Ho podem fer. I sempre amb la llibertat de la paraula. Sense ella, el subjecte del desig mai no podrà existir ni persistir. Amb la paraula, sempre amb la paraula, “la manera més salvadora de moure el cos”, com deia aquell altre.

30 de març 2020

Indeterminación y certeza















(Texto publicado en el Boletín de Grama Ediciones, Crónicas XXI) 

Confinamiento obligado, ya sea para que el otro no te contagie a ti o para que tú no lo contagies a él de un virus que, por otra parte, no sabes si ya habita en tu cuerpo desde hace días. Así empieza un cálculo que es necesariamente colectivo y que se mueve entre la indeterminación y la certeza. Puede parecer el título de una película de Woody Allen pero era un par clásico del Campo Freudiano subrayado por Jacques-Alain Miller en los años ochenta: entre el sujeto del inconsciente, siempre indeterminado, y la pulsión, que lleva a cada uno a la certeza del acto. El confinamiento, tiempo indeterminado, es y será duro, pero sabes que sería peor tener que salir de él por alguna urgencia médica. Recuerdas entonces aquella máxima de los Pensamientos de Blaise Pascal que estos días se ha hecho viral: “Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación.” Así pues, hay que saber no salir, al revés que en el famoso problema del texto de Jacques Lacan sobre “El tiempo lógico…” donde los tres prisioneros sólo encontraban la solución saliendo los tres a la vez de su confinamiento, en un momento de concluir que era colectivo y también individual. Ahora hay que saber no salir y saber aguardar lo inesperado, aislado del ruido (mundanal) y librado al tiempo (también indeterminado) en lo que hemos dado en llamar “distanciamiento social”. 


De cerca y de lejos

Habías escrito un tweet sobre esto: “Distanciamiento social”, dicen. Y es muy cierto. Pero cuánta gente que no conocías y ahora lees. Y cuántas cosas que no sabías de gente que ya conocías. Y algunas más que no sabías de ti y que ahora, al menos, intuyes. “Acercamiento subjetivo”, pues, también.

Desde México, Ana Viganó ha añadido al tweet una excelente referencia del poeta Roberto Juarroz: “Las distancias no miden lo mismo / de noche y de día. / A veces hay que esperar la noche / para que una distancia se acorte. / A veces hay que esperar el día.” Y estos días hacemos todos y cada uno una experiencia nueva de las distancias que no miden lo mismo, porque las distancias también dependen del tiempo, de lo real del tiempo colectivo como sujeto de lo individual, dividido como está entre indeterminación y certeza, entre el día y la noche.

Tiempo, pues, de acercamiento al sujeto de nuestro tiempo, tiempo de saber individual y colectivo a la vez. Es lo que en nuestro campo, freudiano, llamamos también “transferencia de trabajo”, un tiempo de saber que es necesariamente colectivo pero que implica, de hecho, un solo sujeto, transindividual. Resulta que este es precisamente el tema del Seminario Interno que sostenemos este año los docentes de la Sección Clínica de Barcelona: la transferencia de trabajo. Acabamos de tener una reunión (virtual) conversando sobre ello y, muy en especial, sobre la expresión de Jacques Lacan: “el colectivo no es otra cosa que el sujeto de lo individual”. No sabes muy bien por qué, pero te parece que en esta precisa y enigmática expresión, nada evidente, hay una clave de lo que está sucediendo estos días a nivel planetario, donde cada Uno depende del tiempo del Otro. Y sientes que esta experiencia inédita converge de algún modo con la experiencia de la comunidad analítica, de lo que llamamos, con Jacques-Alain Miller, la Escuela-sujeto. Has intentado explicarlo, explicar(te)lo, pero no terminas de encontrar la manera, hay algo que se te escapa inevitablemente, algo que no cesa de no escribirse y que no te permite salir a la vez con los otros en una conclusión clara y precisa. Sales y debes pues volver a entrar en la elaboración de esta noción, transferencia de trabajo, que es de hecho la orientación misma del Campo Freudiano. Es necesaria una alteridad para entrar de nuevo y encontrarle la vuelta. Y entonces recibes un mensaje de Alejandra (Glaze) desde Buenos Aires haciéndose eco del artículo que acaba de aparecer en Lacan Quotidien bajo este mismo epígrafe, “Le sujet de l’individuel”, y diciéndote que le gustaría contar con un texto tuyo para el Boletín Crónicas XXI, para los colegas argentinos con los que siempre te sientes tan cercano, a pesar de la distancia geográfica. De nuevo, la distancia y la cercanía, “de cerca y de lejos”, como decía el título de aquel precioso libro de Claude Lévi-Strauss. De nuevo el sujeto distinto del individuo, de nuevo el sujeto como transindividual, como aquella “subjetividad de su época” con la que el analista debería reunirse al decir de Lacan. Era un modo de indicar también el lugar de lo colectivo como el sujeto de lo individual.

La serie de respuestas y comentarios que recibes, al tweet y al artículo, te confirman que vale la pena darle las vueltas que sea a la expresión de Lacan para exprimirla, para ponerla en acto, para sacar de ella alguna enseñanza. Es una expresión tal vez preciosa durante estos días en los que los liderazgos políticos se encuentran con una dificultad extrema para marcar el tiempo colectivo necesario para orientarnos, para atravesar, sanos y salvos si es posible, esta terrible epidemia del coronavirus. 


Epidemia y sujeto colectivo

Desde Israel (Ramat Hasharon), Marco Mauas te plantea la cuestión: “El coronavirus no es de lo real sin ley. Pero ¿la epidemia? La epidemia, venida de la milenaria China, que pone —en el espacio del mercado— un modo de goce tan peculiar, pero no como modo de goce, sino como un resto que sin los medios modernos de transporte sería tan invisible como la bacteria para la nominación bíblica.” Es cierto, el coronavirus es una cosa, la epidemia otra. El coronavirus es un real que sigue una ley que la ciencia está intentando descifrar lo más rápido posible para obtener antivirales y vacunas eficientes. La epidemia nos plantea un real sin ley, un real inherente al sujeto que vive en el lenguaje. Es un real que se mueve en otro tiempo, en el tiempo del colectivo como sujeto de lo individual, es un real que, como ha indicado Éric Laurent, “es el de la angustia, la esperanza, el amor, el odio, la locura y la debilidad mental. Todos estos afectos y pasiones estarán en el punto de encuentro de nuestra confrontación con el virus, ellos acompañan a las ‘pruebas’ científicas como su sombra.”[1] 

Es interesante señalar que la etimología de “epidemia” nos remite a “la llegada o la estancia en un país”, proviene de epidemos, “el que reside en un país en calidad de extranjero”. De ahí sin duda los ecos de racismo que escuchamos estos días, más o menos revestidos de falsa solidaridad. Pero, si suponemos un sujeto a la epidemia como fenómeno colectivo, ¿cómo diablos dejar de ser racista? De hecho, para el coronavirus mismo ¿no somos nosotros también una epidemia, los extranjeros que ya estábamos allí, en su país, antes mismo de llegar él a existir? Suponer un sujeto a la epidemia roza el delirio, sin duda, pero es un delirio que compartimos cada uno de nosotros estos días, en este tiempo colectivo. El problema, tan imposible como real, sería hacerle entender ahora al Sr. Coronavirus que lo mejor para cada uno sería que él también se confinara un buen tiempo hasta conseguir nosotros la buena vacuna. Pero un virus no habla, y es por eso que sigue una ley implacable, sin lapsus ni actos fallidos posibles. El virus pasa simplemente de un cuerpo a otro, la epidemia se contagia. La epidemia se contagia también como un hecho de discurso, se propaga siguiendo un tiempo distinto al del virus, siguiendo el tiempo del colectivo como sujeto de lo individual. Son dos tiempos distintos, pero uno acompaña al otro como su sombra.

Desde Buenos Aires, Carlos Rossi, que está trabajando el tema con un grupo de colegas, te plantea todavía más preguntas: “Lo traumático de este momento es: 1. ¿Lo real encabritado?, 2 ¿La verificación brutal del S(/A) "mundo"?, 3. ¿La muerte —se dice "lo que está por pasar"— de muchos?, o 4. ¿La "enorme burbuja de sentido" que arma un Todos que anula cualquier singularidad y hace patente que sin lo más íntimo nos fundimos con la masa y no somos Nada?” Creo que las cuatro posibilidades son compatibles entre sí, una vez entendemos que ante lo real de la muerte, imposible de representar, sólo tenemos la fuga del sentido —incluso del sentido común— que escapa del agujero del trauma, del trou-matisme, del agujero que escribimos con el S(/A).

—Cuando haya pasado todo esto, volveremos a la normalidad— se escucha decir en ámbitos diversos, económicos, políticos y sociales. Pero ya hay quien respondió hace unos meses en las paredes de Hong Kong: “No podemos volver a la normalidad porque la normalidad era precisamente el problema.” Por lo demás, todo indica que esta será más bien la “normalidad”, una normalidad cada vez más pandémica y a la que será cada vez más difícil dar un sentido. En este punto cada uno es un creyente del sentido, según la propia religión de su fantasma con la que espera hacer una vivencia grupal para “normalizar” la situación. Es la dimensión vivencial de la experiencia que el término Erlebnis significa en la lengua alemanaPero una experiencia traumática es siempre absolutamente singular, fuera de toda vivencia común posible. No hay de hecho experiencia traumática grupal, como tampoco hay un inconsciente grupal, a pesar de Jung. Ante lo real del trauma, cada uno está radicalmente solo. Respondemos a ello con las identificaciones grupales para reconfortarnos, pero en realidad es sólo para desconocer mejor este real en el que se funda el propio grupo. A la vez, el sujeto del inconsciente implica necesariamente el lugar del Otro desde el cual se nutre de sentido, es transindividual sin llegar a formar grupo, sin llegar a hacer un Todos. En este punto, conviene seguir la distinción entre grupo y colectivo a la luz de la enseñanza de Lacan. Un cartel, por ejemplo, no es tanto un grupo como un colectivo en el que la función del más uno es deshacer los efectos de grupo. ¿Es el colectivo como sujeto de lo individual aquello que viene al lugar del S(/A)?

Al fin y al cabo, ¿no es a este S(/A) al que nos confrontamos cada día, ya sea en la experiencia analítica, en la experiencia de la Escuela-sujeto con la transferencia de trabajo, o ya sea también ante la imposibilidad de salir hoy todos juntos del confinamiento? 

Así pues, debes volver a entrar. ¡Y sin haber podido salir todavía!




[1] Eric Laurent, “L’Autre qui n’existe pas et ses comités scientifiques”. Lacan Quotidien nº 874, 19/03/2020.

20 de març 2020

La llei de la natura i el real sense llei


















El real sense llei sembla impensable. 
És una idea límit que primer vol dir que el real és sense llei natural.
Jacques-Alain Miller

Tot allò que li prens a la natura, ella t’ho demana després amb escreix.
Isidor de Munciar (segle XI d.C.)


Des d'Itàlia ens arriben imatges estranyament familiars, tan imprevistes com reveladores, després de diversos dies de confinament de la població durant l'epidèmia de coronavirus. A Cagliari, els dofins arriben fins al port a la vora dels molls. A Venècia els canals deixen de ser el femer turístic habitual, les aigües transparents mostren el seu fons i deixen lloc als cignes, els peixos i aus diverses. La natura fa valer així la seva llei quan l'ésser parlant ha de retrocedir —una mica, només una mica— davant l'epidèmia de les seves pròpies formes de gaudir que anomenem civilització. La natura és epidèmica per naturalesa, si se’m permet el pleonasme, ja sigui amb cignes a Venècia o amb virus globals travessant països i fronteres. L'ésser humà és epidèmic pel fet de ser parlant i estar habitat per aquesta substància de gaudi que anomenem significant [1]. Sabem que veurem imatges semblants a les de Cagliari i Venècia en altres llocs i moments. En cada cas, la llei de la natura i el real del gaudi semblen l'anvers i el revers d'un mateix fet traumàtic per al subjecte del nostre temps. Però convé distingir-los.

Potser mai com en aquests dies la Humanitat —així, amb majúscula— pot ser i ha de reconèixer-se a si mateixa com un únic subjecte davant de la irrupció del real, com aquell col·lectiu que Jacques Lacan va definir de manera tan enigmàtica com "el subjecte de l’individual" [2]. És un subjecte que s'enfronta a un repte que només podrà guanyar, precisament, de manera col·lectiva, amb un càlcul en la seva acció que és necessàriament col·lectiu. I és que estem rebent aquests dies —un per un— els efectes més brutals d'un esdeveniment que és i seguirà sent paradigma del real del segle XXI. Però de quin real es tracta? És un bon moment sens dubte per llegir o rellegir la intervenció de Jacques-Alain Miller en la preparació del Congrés de l'Associació Mundial de Psicoanàlisi de 2014, dedicat precisament a "Un real per al segle XXI" [3]. Trobem allí diverses perles per recollir i elaborar durant aquests dies.

La natura ja no és el real

Aquesta petita màquina mortífera que porta el nom de SARS-CoV2, que es transmet i multiplica d'un cos a un altre i genera els símptomes de la COVID-19, és un virus. La majoria de biòlegs ens diuen que un virus no és un ésser viu —com sí que ho és un bacteri—, però que necessita d'una cèl·lula, d'un ésser viu, per replicar-se. És per això que altres biòlegs diuen que és un ésser que no està ni viu ni mort, com una mena de Monsieur Valdemar. Tot depèn d'on situem la frontera de "el real de la vida" [4], cosa gens simple en realitat. El que sí sabem del cert és que és un virus que es transmet i replica amb lleis molt precises. En el cas del COVID-19 és una llei que anem desxifrant poc a poc, massa poc a poc. Hi ha, doncs, un real del temps en joc que és decisiu per al seu tractament. El real de l'ésser parlant, repetim amb freqüència seguint l'últim ensenyament de Lacan, és un real sense llei. Però el virus SARS-CoV2 no, ell segueix una llei implacable, ell segueix la llei de la natura que cal saber desxifrar per poder fer-li front. El problema és que no coneixem encara prou bé la seva llei, i sobretot no coneixem encara com desactivar la seva manera de contagi per tal de crear antivirals i una vacuna que siguin eficients. Cal una mena d'Alan Turing, que va desxifrar el codi de la màquina infernal anomenada "Enigma" utilitzada pel Tercer Reich per a la transmissió dels seus missatges secrets en la Segona Guerra Mundial. Diuen que la reeixida tasca de Turing va escurçar el final de la guerra entre dos i quatre anys i va salvar milers de vides. Pel que fa al coronavirus estem en un temps que s'intueix encara massa lent per a l'obtenció dels antivirals i de les vacunes convenientment testades.

No, davant del SARS-CoV2 no som davant del real sense llei sinó davant d'un fenomen de la natura que segueix les seves lleis, les lleis que la ciència desxifra des de Galileu tot seguint la seva màxima segons la qual "la natura està escrita en llenguatge matemàtic". És cert que en l'Antiguitat la natura i el real estaven en contigüitat, se superposaven d'alguna manera, estaven fets de la mateixa pasta. Però un dels efectes de la ciència moderna ha estat precisament separar la natura del real. Tal com indicava Jacques-Alain Miller: "Temps abans el real es deia la natura. La natura era el nom del real quan no hi havia desordre en el real. Quan la natura era el nom del real, es podia dir, com ho va fer Lacan, que la realitat sempre torna al mateix lloc. Només en aquella època en la qual el real es disfressava de natura, el real semblava la manifestació més evident i més elevada del concepte mateix d'ordre. Es pot dir que, en aquesta època, el real en tant que natura tenia la funció de l'Altre de l'Altre, és a dir que era la garantia mateixa de l'ordre simbòlic." [5]

Hi ha diferents maneres d'oferir-se avui a fer aquesta funció impossible d’Altre de l'Altre per garantir un sentit quan el real irromp de manera traumàtica: el cientificisme n’és una, la religió n’és una altra. Per la seva banda, el psicòleg del comportament ens aconsella: "No diguin caos! No diguin pànic! No hi pensin!" Però és el mateix que dir-nos: "No pensis en un elefant blanc", que és la millor manera de seguir pensant-hi i d'angoixar-se davant un elefant blanc sense arribar a desxifrar el seu ésser de llenguatge com a elefant blanc.


El real no té sentit

Una altra perla: "El fet de no tenir sentit és un criteri del real, en tant que és quan un ha arribat a allò que és fora de sentit que pot pensar que ha sortit de les ficcions produïdes per un voler-dir. Que el real està desproveït de sentit és equivalent a el real no respon a cap voler-dir. El sentit se li escapa. Hi ha donació de sentit a través de l’elucubració fantasmàtica." [6]

A diferència del real, la malaltia COVID-19 és avui una enorme bombolla de sentit, de sentit religiós com qualsevol altre i sempre a punt d'explotar. "Coronavirus" és l'amo del sentit de la nostra actualitat, és el significant amo per excel·lència, fins a tal punt que fins i tot l'Església ha donat ordre de buidar les piles d'aigua beneïda sota el seu mandat. I no li falta raó, és clar. Aquí, en efecte, floreixen tots els fantasmes, individuals i col·lectius, per fer-ne una força demoníaca, el déu maligne per excel·lència que vol l'extinció de la Humanitat, que aplica el càstig a una civilització que s'ha excedit en el seu gaudi. Donar una mica de sentit alleuja durant un temps, però l'efecte de rebot sol ser molt pitjor que la manca inicial de sentit. El sentit, sempre religiós, és víric, a l'inrevés que el real que no té res de víric, que més aviat no cessa de no escriure’s, sense cap sentit.

L'experiència del real

Davant la natura esgavellada, davant d’un real que ja no torna al mateix lloc, el subjecte s’angoixa. El cientifisme promet vèncer l'angoixa amb el saber, un saber que estaria inscrit en el real d'entrada. Debades. La religió promet vèncer-la amb el sentit. També debades.

De quin real es tracta doncs per a la psicoanàlisi? Del real de sempre? No, el real ja no és el que era, és una de les coses que vam aprendre en el nostre Congrés de l'AMP de 2014. Es tracta del real del segle XXI, d'un real separat de la natura, que és la resta d'una natura que estava ordenada per una llei, divina o no, científica o no, però que ja és ara una natura irremeiablement perduda. I aquest sí, és cert, aquest sí que és un real sense llei, sense llei que pugui predir, al menys, la seva irrupció. És aquí on l'experiència d'aquests dies pot donar-nos un testimoni inèdit, a nivell planetari, d'una experiència del real en el col·lectiu com a subjecte de l'individual en diferents registres del real:

—Del real del temps. És un temps imperceptible, no simbolitzable, no representable cronològicament, però que marca el temps del malestar generat pel coronavirus. És un dels trets que el fa més difícil de tractar: ​​i és que pot encomanar-se en silenci, en absència de qualsevol símptoma mèdic observable. Aquest sí que és el real en el seu sentit més lacanià, un real que introdueix necessàriament un temps lògic en el subjecte del col·lectiu: una cosa que no cessa de no escriure’s ... fins que s'escriu. El problema no és ja si algun dia podrem encomanar-nos el coronavirus —sabem que ho serà al menys un 70% de la població— sinó quan en serem, i quan deixarà de no donar-nos signes simptomàtics al cos.

—Del real de l'espai en l'experiència del confinament. L'espai mètric, ara necessàriament restringit, cedeix pas aquests dies a un altre espai més proper a l'espai no mètric. És increïble les coses que es poden arribar a fer en un metre quadrat que és, a més, un metre cúbic.

—Del real del temps col·lectiu per atenuar els efectes de la inevitable extensió del virus. De fet, el pànic col·lectiu no és avui generat pel propi coronavirus sinó per l'inevitable desbordament del sistema sanitari que introdueix la necessitat d'un temps lògic: —No es posin malalts tots alhora, si us plau! Aquest és també el real d’un temps, traumàtic per a cadascú.

—Del real de tenir un cos, sempre d’una manera una mica hipocondríaca.

—I, sobretot, del real de la solitud de l’ésser parlant, tant si està o no en companyia.

L'experiència del real en la qual ens trobem no és doncs tant l'experiència de la malaltia mateixa sinó l'experiència d'aquest temps subjectiu que és també un temps col·lectiu, estranyament familiar, que succeeix sense poder representar-se, sense poder nomenar-se, sense poder comptabilitzar-se. És aquest real el que interessa i tracta la psicoanàlisi. La dimensió de símptoma d'aquesta experiència passa sense estar necessàriament habitats pel coronavirus mateix, només pel discurs que intenta donar un sentit a la seva irrupció en la realitat com a efecte de la pura llei de la natura.

La llei de la natura pot ser previsible —aquesta és la tasca de la ciència. El real sense llei no és previsible —aquesta és la tasca de la psicoanàlisi. Davant d’aquesta diferència estarà bé recórrer avui a la màxima dels estoics per fer una experiència col·lectiva del real de la manera menys traumàtica possible: serenitat davant del previsible, coratge davant de l'imprevisible, i saviesa per distingir l'un de l'altre.



[1] “Je dirai que le signifiant se situe au niveau de la substance jouissante.” “Diré que el significant se sitúa al nivell de la substància gaudent.” Jacques Lacan, Le Séminaire XX, Encore, Ed. du Seuil, Paris, p. 26.
[2] “El col·lectiu no és res més que el subjecte de l'individual". Jacques Lacan, Écrits. Seuil, Paris 1964, p. 213, n.2.
[3] Jacques -Alain Miller, “Presentación del tema del IX° Congreso de la AMP”, consultable en la Web de la AMP, Wapol.org
[4] Mais où est donc Zadig?
[5] Jacques-Alain Miller, Ibidem.
[6] Jacques-Alain Miller. Ibídem