Prólogo a Lo real y la declinación de los semblantes. Notas lacanianas, de Mario Goldenberg, Grama Ediciones, Buenos Aires 2019.
El libro que el lector tiene en sus manos es una suerte de caleidoscopio narrativo sobre múltiples temas de actualidad vistos desde la perspectiva orientada por el psicoanálisis lacaniano. Verá desfilar en estas páginas una serie —por supuesto, nunca completa ni previsible— de los significantes amo que gobiernan nuestra época: la biopolítica, la educación, Dios, la violencia, lo infantil, la imagen del cuerpo moldeado por la mirada; pero también el cine, el arte, la literatura, incluso la transferencia como motor de la experiencia psicoanalítica. Así, este libro es también una muestra de la necesaria intervención del psicoanalista contemporáneo en lo que llamamos con Lacan “la subjetividad de su época”. Si cada sujeto es necesariamente opaco en relación a su propio inconsciente, no es menos cierto que cada civilización es también, necesariamente, opaca a aquello que la determina. Y el psicoanalista puede deletrear muy bien al sujeto del inconsciente en el texto que se despliega en distintos registros y discursos de la actualidad cultural, social y política. No hay, sin embargo, nada que podamos definir como un inconsciente grupal o colectivo para situar esta determinación del inconsciente en el registro social. El psicoanalista trata la singularidad de cada síntoma en un tratamiento que es siempre individual, pero aquello que extrae de esta singularidad le sirve también para leer en lo colectivo aquello que determina al sujeto de nuestro tiempo. No otra cosa indicaba Freud al hacer idénticas las leyes que gobiernan la “psicología individual” y la “psicología colectiva”. No otra cosa ha motivado la propuesta de Jacques-Alain Miller, siguiendo las consecuencias de la enseñanza de Jacques Lacan, al “extender” —esa es la palabra clave— la experiencia del psicoanálisis, su sujeto singular y colectivo a la vez, al campo de la política. Zadig (zero abjection democratic international group) es el nombre de esta apuesta decidida en una operación de extensión de una red que se quiere transnacional, translingüística y transidentitaria.
La operación de dilucidación que Mario Goldenberg nos propone en la serie de textos, artículos y entrevistas aquí recogidas da cuenta, siguiendo esta orientación, de lo que él mismo llama con una sabia expresión “la declinación social de los semblantes”. Es una declinación que podemos leer tanto en el sentido del “declive” —de la caída, del debilitamiento de los significantes amo que reinaron en el mundo simbólico hasta finales del siglo pasado— como en el sentido gramatical de las variaciones que los sintagmas introducen en los discursos. En el orden de su lectura, la heterogeneidad de los temas tratados no debería esconder al lector el hilo rojo que los atraviesa y que encuentra su mejor puntuación en la afirmación lacaniana: “el inconsciente es la política”. La política no se reduce aquí a la práctica del gobierno y ordenación de la cosa pública. La política es propiamente lo que define el lazo social para un ser hablante, aquello que lo vincula a los otros en los discursos que forman y determinan la comunidad humana. El ser hablante es, por definición, un ser político. En esta comunidad de sentido —y este es el descubrimiento que el psicoanálisis anuncia una y otra vez— el sujeto de nuestro tiempo se adormece inevitablemente, se adormece hasta que el síntoma lo despierta a la pesadilla de la historia. Tal como Mario Goldenberg nos dice en otro momento especialmente lúcido, el psicoanálisis opone al “sueño del sentido” la necesidad del “deseo de despertar”. Y es un despertar que va siempre a contracorriente de la inercia promovida en la política por las identificaciones, ya sean nacionales, identitarias, lingüísticas o religiosas.
Para promover este despertar, el psicoanalista debe hacer una operación de lectura de los mensajes nada obvia cuando pasa del campo del tratamiento individual al campo de los discursos colectivos en el orden social y político. Muchas veces el mensaje crucial del sujeto de nuestro tiempo está a la vista de todos, como la famosa carta robada del cuento de Poe que Lacan leyó en su Seminario. Pero hay que saber leerlo en la invisibilidad de su apariencia porque es un mensaje que aparece y desaparece al mismo tiempo en la superficie de los discursos contemporáneos. Está, en efecto, a la vista de todos, pero escondido a la mirada de cada uno en su evidencia manifiesta. Como el mensaje que el autor evoca en un momento y que apareció flotando en el mar de Internet —“los voy a matar a todos”—, lanzado por aquel joven finlandés antes de pasar al acto en una trágica matanza. ¿Quién podía leer en la claridad de este mensaje el oscuro presagio de la tragedia? Confundido en la multiplicación profusa de mensajes semejantes en la red, su verdadero sentido quedaba de hecho diluido en ese mar, y tan escondido como el sentido del mensaje que llevó a otro joven a un pasaje al acto del mismo orden en otra trágica matanza. Era un simple saludo: —“Hola, ¿cómo estás?” Ningún filtro comandado por el mejor algoritmo de la ciencia, hecho para rastrear en las redes sociales el anuncio de la tragedia, podrá nunca detectar el sentido que se anticipa en uno y otro mensaje, un sentido que responde sólo a las condiciones de goce singulares del sujeto que lo lanza al Otro sin esperas respuesta alguna. Y, sin embargo, alguien que hubiera podido escucharlo en su singularidad y en el contexto del que surgía habría podido leer en él el serio aviso de la tragedia. Sólo retroactivamente, après coup, podemos verificarlo, es cierto, pero es para encontrar en él las huellas del sujeto que se anticipaba, avant coup, en el significante amo que comanda el sinsentido del acto.
¿Cómo aprender a leer los significantes amo que gobiernan el sentido de los discursos que nos atraviesan a todos y que nos conducen, uno por uno, de manera siempre anticipada? “El amo de mañana es desde hoy que gobierna”, dice el aforismo de Lacan que la revista Lacan Quotidien toma como divisa. Y le corresponde al psicoanalista leer los significantes que lo anuncian, ya sea en la singularidad del caso por caso que atiende en la privacidad de su consultorio como en la dimensión colectiva del discurso que atraviesa a cada sujeto en lo social.
A esta operación de lectura nos convocan de manera insistente cada una de las páginas que siguen a esta presentación. Son “notas”, notas musicales de la disarmonía del sujeto contemporáneo. Y son notas “lacanianas” también, que siguen la melodía del campo abierto por Sigmund Freud y desarrollado por Jacques Lacan. Mario Goldenberg ha sabido ordenarlas en una serie que se muestra finalmente a la altura de la extraña sinfonía del sujeto de nuestro tiempo.