Entrevista publicada en el BlogSección de la EOL en La Plata
-Acerca del éxito del gadget y su
función en la subjetividad actual, ¿sería equivalente con el triunfo de la
religión que Lacan avisoró? ¿O lo sustituye implicando otra función?
Podemos hablar sin duda
del triunfo del gadget en nuestra
época pero es en todo caso un triunfo poco esplendoroso, menos todavía que el
triunfo de la religión vaticinado hace tiempo por Lacan y que verificamos cada
día. El gadget, como objeto producido
por la tecnociencia, no ganará nunca al sentido religioso por la simple razón
de que se dedica a alimentarlo, le va siempre a la zaga. Era la hipótesis de
Lacan y me parece que podemos darla también por verificada. No hay que olvidar
que la primera bomba atómica fue bautizada precisamente con el nombre de Gadget por los científicos del Proyecto
Manhattan, lo que era ya un mal augurio de lo que conocemos, según la frase del
propio Lacan, como “el ascenso al cenit social del objeto a”. Es cierto que esta ascensión del objeto tecnológico a las alturas
tiene algo del fenómeno de lo sagrado, de la elevación del objeto a la dignidad
de la Cosa, del das Ding freudiano,
objeto imposible de representar finalmente. Las largas colas ante los
concesionarios de Apple para adquirir en primicia el nuevo iPhone son tal vez
hoy una nueva versión de las colas de peregrinación al lugar del milagro.
Hay sin embargo una
función suplementaria, por decirlo así, cuando se trata del objeto tecnológico
y es que en el momento de poseerlo somos nosotros mismos los que nos convertimos
en objetos de intercambio en el circuito de producción de la mercancía. Creemos
que sólo compramos una mercancía pero en el mismo momento que la adquirimos y
la usamos somos nosotros los que nos convertimos por arte de birlibirloque en
una mercancía de un nuevo tipo, inédita hasta ahora. A partir del momento en
que estamos hiperconectados estamos ya hipercontrolados, hiperconvertidos en
hiperdatos que servirán a la hipermaquinaria de la contabilidad general del
mercado, y a la vez quedamos hipersometidos al hiperbombardeo de una publicidad
tan idealmente personalizada como nuestras huellas dactilares. El juego de la
relación entre sujeto y objeto se invierte, lo que tiene todos los rasgos de la
lógica del fantasma que Lacan escribió con su fórmula ($<>a) en la que un
término incluye al otro en una relación de conjunción y disyunción. Pues bien,
el objeto tecnológico realiza hoy este fantasma. Somos objetivados por el
objeto, incluso se hace de eso un ideal de tratamiento del malestar, dejando
fuera de juego al sujeto y su singularidad como cuerpo hablante. Así, la
religión promete el paraíso para pasado mañana, lo que tiene sus ventajas para
mantener algo de su esplendor. Pero el objeto tecnológico lo promete para hoy
mismo, lo que implica que hay que renovar ese esplendor de manera incesante, en
cada una de las nuevas versiones del gadget
en cuestión. Esta pequeña gran diferencia exige que la maquinaria del sentido
no pueda detenerse ni un momento para que el sujeto-mercancía siga en el
circuito. Es una carrera agotadora, pero nada indica que ella misma vaya a
agotarse en su voracidad.
-¿Cómo impacta en la práctica y experiencia
analítica el uso de los gadgets? Con respecto al lugar y y al lazo
transferencial, ¿considera viable o posible un analista hiperconectado?
Es obvio que los gadgets
tienen una incidencia inmediata. Los móviles suenan en cualquier momento para
interrumpir al sujeto que habla en la sesión analítica y hay quien introduce incluso
al que llama en la propia sesión: “¿Ve usted? Es ella de nuevo. Déjeme que le responda
y le diga lo que se me acaba de ocurrir.” Hay analistas que obligan al
analizante a desconectar el móvil de entrada, hay otros que dejan que se incluya
en el discurso del sujeto como una variable más, con los mismos derechos que
cualquier otra contingencia de su discurso. La incidencia de la tecnociencia y
sus objetos es ya tan general, tan criticada y tan deseada a la vez, que no
tenerla en cuenta como un hecho de discurso sería un simple anacronismo.
Sea como sea, el
analista de nuestro tiempo no es ni un nuevo profeta de las maravillas del
objeto tecnológico ni un catastrofista de sus virtudes aparentes. Sabe que el
objeto a es finalmente el verdadero
partenaire del sujeto del inconsciente, el gadget
por excelencia del fantasma al que se reduce finalmente cualquier relación con
la tecnología.
Por otra parte, digamos
que la experiencia analítica es la hiperconexión más conseguida que se haya
visto. Recordemos aquella primera definición que Freud dio de la transferencia
como un “falso enlace”, como una falsa conexión que, por el arte inconsciente
de la metonimia y de la metáfora, del desplazamiento y de la condensación,
conecta al sujeto con el lugar del analista a partir de los significantes
primordiales de su historia. La transferencia, como puesta en acto de la
realidad del inconsciente, es un falso enlace que hace aparecer la verdad del
deseo del sujeto que él mismo ignoraba. Así, debemos concluir que el analista
es en primer lugar un hiperconectado de la transferencia y debe saber responder
a ella desde ese lugar con la interpretación, singular para cada caso.
-Teniendo en cuenta lo formulado en los
"Principios rectores del acto analítico": "Los dos participantes
son el analista y el analizante reunidos en presencia
en la misma sesión analítica", ¿Es indiferente que los encuentros
transcurran en el espacio de un consultorio o en el espacio de internet?
¿Se trataría de "presencia" y "sesión analítica" si dicho
lazo se establece y transcurre exclusivamente por skype o por teléfono?
Hoy se ofrecen, en
efecto, multitud de terapias y experiencias de todo tipo por Internet. Y
algunos psicoanalistas, tal vez por el temor de quedar rezagados en la carrera,
se han apresurado a ofrecer sus servicios en el medio virtual. He visto textos
de algunos colegas de la IPA promoviendo esta vía como el futuro irrenunciable
del psicoanálisis. Tal vez sea una más de las paradojas de aquel éxito del
psicoanálisis que coincidía, como decía Lacan, con su extinción.
Por nuestra parte, siguiendo nuestro principio irrenunciable de la clínica “uno por uno”, tampoco aquí podríamos generalizar. Hay que considerarlo caso por caso. La palabra clave es, en efecto, la palabra “presencia”. La “presencia del analista en la cura” será precisamente el tema de la próxima Conversación Clínica del Instituto del Campo Freudiano que se realizará el próximo mes de Marzo en Barcelona con la presencia e intervención de Jacques-Alain Miller. Se trata de precisar qué es en cada caso la “presencia del analista”, mejor todavía, qué implica su presencia real, entendiendo por real algo muy distinto a la realidad empírica y observable. El propio Jacques-Alain Miller tituló en su momento uno de los capítulos del Seminario XI de Jacques Lacan, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, retomando esta expresión: “presencia del analista”. Y viene a cuento citar aquí esa referencia de Lacan comentando la expresión: “hermoso término que sería un error reducir a esa especie de sermoneo lacrimoso, esa ampulosidad serosa, esa caricia algo pegajosa que la encarna en un libro publicado con ese título.” El libro en cuestión era del psicoanalista Sacha Nacht pero el aviso de Lacan sirve hoy también para cada uno. No se trata en esa presencia real de la “two body psychology” con su cortejo de afectos y contrafectos recíprocos. La presencia, real, del psicoanalista se incluye en el concepto de inconsciente, en la experiencia que hace de él el analizante. Es un producto suyo pero a la vez está causado por el acto analítico mismo.
Por nuestra parte, siguiendo nuestro principio irrenunciable de la clínica “uno por uno”, tampoco aquí podríamos generalizar. Hay que considerarlo caso por caso. La palabra clave es, en efecto, la palabra “presencia”. La “presencia del analista en la cura” será precisamente el tema de la próxima Conversación Clínica del Instituto del Campo Freudiano que se realizará el próximo mes de Marzo en Barcelona con la presencia e intervención de Jacques-Alain Miller. Se trata de precisar qué es en cada caso la “presencia del analista”, mejor todavía, qué implica su presencia real, entendiendo por real algo muy distinto a la realidad empírica y observable. El propio Jacques-Alain Miller tituló en su momento uno de los capítulos del Seminario XI de Jacques Lacan, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, retomando esta expresión: “presencia del analista”. Y viene a cuento citar aquí esa referencia de Lacan comentando la expresión: “hermoso término que sería un error reducir a esa especie de sermoneo lacrimoso, esa ampulosidad serosa, esa caricia algo pegajosa que la encarna en un libro publicado con ese título.” El libro en cuestión era del psicoanalista Sacha Nacht pero el aviso de Lacan sirve hoy también para cada uno. No se trata en esa presencia real de la “two body psychology” con su cortejo de afectos y contrafectos recíprocos. La presencia, real, del psicoanalista se incluye en el concepto de inconsciente, en la experiencia que hace de él el analizante. Es un producto suyo pero a la vez está causado por el acto analítico mismo.
Esa presencia real del
analista sólo puede producirse entonces, como dice el texto de los “Principios”
que cita en su pregunta, “con el analista y el analizante en presencia en la
misma sesión analítica”. Lo que implica la presencia del cuerpo hablante, con
todas sus resonancias, desplazado hasta el lugar de la sesión analítica.
Imposible entonces un análisis por escrito, o por grabaciones de mensajes de
uno y otro lado. La presencia del cuerpo hablante en ese espacio es inherente
al tiempo tan singular de la sesión analítica, a la transferencia, al acto y a
la interpretación analíticos que tocan a ese cuerpo hablante en vivo y en
presencia directa.
¿Excluye esto cualquier recurso
puntual a los medios técnicos que se nos ofrecen hoy, desde el teléfono hasta
Skype, o a los que puedan producirse como formas de la llamada realidad
virtual? De nuevo conviene ver el tema caso por caso, sin generalización
posible. Responderé aquí desde mi propia experiencia. Utilizo a veces el
teléfono o Internet sólo como una forma puntual de suplencia cuando, por las
razones que sean, no es posible la venida de un analizante a la sesión. Pero
también en estos casos, la presencia de analizante y analista en la misma
sesión analítica es un momento que se verifica como una escansión temporal
irreductible. En otros casos este recurso no me ha parecido nunca indicado. Por
la misma razón he requerido la presencia del sujeto cuando alguien me ha
dirigido una demanda de análisis que supuestamente quería desarrollarse por
Internet. Y he verificado después la importancia de cumplir esta exigencia para
esa persona. Simplemente, no parece que podamos contradecir la vieja referencia
freudiana, no exenta de ironía, de que “nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie”. El acto de palabra propio de la experiencia analítica
requiere de esta presencia.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada