Carta a Miquel
Bassols
19/10/17
Estimado Miquel,
Efectivamente
creo que es necesaria la conversación. Creo también que el hecho de que
cueste dialogar tiene que ver con la contingencia del momento. Para poder
hablar entre analistas deberíamos dejar un poco de lado la pasión y salir del ruido
del ambiente. Quizás necesitemos más distancia.
Me parece
pertinente cuando dices:
“Aquesta altra
lògica pot portar a una altra posició ètica que permeti una taula amb vasos i
culleres, i forquilles també: posar a cadascú en el seu lloc de subjecte, de
subjecte dividit davant la seva diferència absoluta. De nou, la política del
sinthoma”
Efectivamente esto rompe con la
lógica binaria que se nos impone estos días de independentistas vs unionistas. Es un signo de
nuestra época. Lo vemos aquí en Cataluña, en Argentina, en USA. Y creo que
nuestra función como analistas es introducir esos matices.
Hay un restaurant
en Barcelona llamado Semproniana que no tiene sillas ni mesas ni platos ni vasos
iguales. Como la vida misma.
Yo no soy ni
independentista ni soy anti independencia, pero tampoco soy equidistante. No
acepto que me fuercen a ser algo. Esto no es sencillo estos días en los que se
nos fuerza a elegir por uno u otra posición.
Siguiendo este
hilo y pensando la cuestión del rasgo catalán, también se me hace difícil
separar Cataluña de España. Hay en Cataluña algo de España, lo que pasa en la
coyuntura actual es para mí muy ibérico, en un escrito en mi muro de Facebook
(hago una serie de escritos llamados CAT, voy por el 12) hablo de
“berlanguiano” (que es sino una declaración de independencia que no lo es, que
se posterga y que luego se firma en otra sala, pero que no queda claro que es).
Otros ejemplos nos lo da la historia. He visto fotos de multitudes recibiendo a
las tropas franquistas entrando por la Diagonal. Muchos catalanes no han sido
ajenos al sostenimiento de cuarenta años (!) de una dictadura nacional –
católica de la cual aún sufrimos los efectos y de la que se habla muy poco.
Esto plantea algo
que señalaba en mi escrito que es la multiplicidad de este ser catalán. Otra
manera de pensarlo sería ser catalán como una identidad y ser ciudadano de
Cataluña ¿Por qué no? Hay mucha gente en Cataluña (quizás la mayoría) que no se
siente interpelada por su ser catalán.
Te hago una
propuesta: Dejemos de poner a Cataluña por un momento en relación a España, y
pongámosla en relación a Europa.
Allí si para mi
estamos frente a algo sintomático. Algo del retorno de lo reprimido. En
conversaciones que tengo con mucha gente hay un rechazo a la Unión Europea
(“podemos ser como Suiza”)
Los europeos no
quieren un nuevo estado en Europa desgajado de España. Lo dijo Junker (hace
años que se dice y la respuesta es la denegación) lo dice Macron y también
Merkel. Lo dice cualquier persona con la que se habla en fuera de España.
Y debo decir que
la razón es muy evidente. Tiene que ver con la pulsión de muerte. La segunda
guerra mundial pasó hace 70 años, es muy poco tiempo en la historia de Europa.
La Unión Europea se convirtió en un espacio contra la segregación.
Probablemente es un imposible, es un ideal.
En ese sentido no
podemos desligar lo que pasa en Cataluña de lo que pasa en Hungría, Polonia,
Alemania, Austria, etc. Son respuestas de lo local contra lo múltiple, contra
la globalización. Evidentemente lo que ocurre aquí no es comparable a un
movimiento de extrema derecha, pero es una respuesta a la amenaza identitaria.
Aunque Puigdemont
diga que no quiere un estado identitario es algo difícil de creer. Es en lo que
pivota toda la idea de este nuevo estado.
Mi hipótesis es
que no habrá independencia ahora. Quizás sí lo haya en la próxima generación si
hay más movimientos en Europa.
Sin embargo,
reconozco que en mi posición éxtima de doble extranjeridad (como argentino y
judío) que estos movimientos reaparezcan en Europa me preocupan mucho.
Hay un chiste
entre los judíos, cuando en un país ocurre un cambio se suele preguntar: “¿es
esto bueno para los judíos?” Sabemos que hacerse ya la pregunta es una señal de
algo serio.
Como analistas
debemos recordar a Freud y estar en alerta. Quizás en mi caso, esto venga de mi
posición de judío. Es decir, la de ser muy sensible a los movimientos de
segregación y a la pulsión de muerte de los pueblos.
Omití decir que
jutzpá (uso la fonética castellana) es una palabra del idish. El idioma de los
judíos ashquenazis (venidos de Europa Central y del Este) No es una palabra en
la que se reconocen los judíos sefaraditas (de origen español)
La referencia al
idish es central, porque liga dramáticamente a los judíos a Europa. Por un
lado, una Europa en la que los judíos vivieron y produjeron escritos, cultura,
filosofía, pero al mismo tiempo donde se vivió lo más dramático de su historia.
Mario Izcovich
Respuesta
Estimado Mario,
Agradezco de veras tus mensajes, escritos a vuelapluma y en
el estilo “¡Di tu palabra y rómpete!” (Nietzsche). A veces a esta Escuela le
hace falta eso, especialmente a los catalanes que pasamos con frecuencia por ser
demasiado prudentes. Hay algunos que piensan que decir su palabra y romperse,
dividirse, quiere decir necesariamente “romper vínculos”. Yo pienso que es al
revés: es diciendo su palabra, la que lo rompe a uno, que cada uno puede
establecer nuevos vínculos. Sigo pues la conversación en el mismo estilo,
esperando que otros se sumen a ella.
— “Poder hablar entre analistas”. A veces pienso que en
realidad los analistas acaban por no saber hablar entre ellos. No debería
parecernos tan extraño ya que habitualmente hablan poco, y hacen bien. De
hecho, es siempre como analizantes que hablan, y que hablamos también entre
nosotros.
— “La pasión”, especialmente en la política, es todo un
tema. J.-A. Miller lo introdujo en uno de los Fórums: “Votar en el silencio de
las pasiones”. La política debe tener en cuenta las consecuencias del acto, no
sus intenciones más o menos apasionadas. Y Simone Weil —judía y agnóstica—
escribía: “ si una sola pasión colectiva atrapa a todo un país, el país entero
es unánime en el crimen”. Cuidado pues con las pasiones. A la vez, hay que
preguntarse: ¿hay alguna política posible sin pasión? Y el propio
psicoanálisis, ¿sería posible sin las pasiones del ser: el amor, el odio y la
ignorancia? Mejor, en la imposibilidad de borrar toda pasión, rebajar las
identificaciones, tomar distancia de ellas, y no creer que se pueden también
borrar del todo. Incluso caídas (la famosa “caída de las identificaciones”)
están ahí, y hay que servirse de ellas para no ser igualmente siervos de ellas.
Es una tema de debate en nuestra Escuela estos días. Lo será en las próximas
Jornadas de la ELP en Madrid dedicadas a este tema.
— “Semproniana”. Sí, Barcelona es siempre semproniana (de
Sempronio, uno de sus cronistas más conocidos): “tants caps tants barrets”
(tantas cabezas, tantos sombreros), como dice el refrán catalán, y cada uno
singular en su diferencia. Nuestra Escuela debería ser también semproniana,
atenta lo más posible a la singularidad de cada sujeto, a aquello que lo hace
incomparable a cualquier otro. El dispositivo y la experiencia del pase —que es
la base de nuestra Escuela— ¡son sempronianos!
— Los “equidistantes”. Hace días que intento conmoverlos, de
hacerlos salir de una posición que me parece insostenible. Tal como se están
moviendo ahora los extremos, o los platos de la balanza, los “equidistantes”
están muy mareados. En este punto, distingo siempre “tomar partido”, hacer una
elección política necesaria, de los “partidismos” que responden a las siglas de
los partidos.
Catalunya ha sido
siempre un lugar del “Welcome”, “Bienvenidos”. Aunque pasen de largo, como en
la película de Berlanga, Catalunya sigue siendo “pont, port i porta” (puente,
puerto y puerta), como me decía un amigo político.
— “Catalanes
franquistas”: a borbotones, los que quieras, travestidos y no. Yo aun diría
más: es evidente que el franquismo se sostuvo gracias a algunos catalanes. Joan
March, conocido como “el banquero de Franco”, fue decisivo para financiar la
guerra. Y Samarach, y muchos otros. He conocido personalmente a sus familias,
sus modos de hacer. La Iglesia catalana, no, a pesar de los esfuerzos de la
curia castellana desembarcando en el país (también la he conocido).
— Tu propuesta:
“Catalunya y Europa”. Absolutamente de acuerdo. Ahora el Otro es ya Europa, tal
como estamos viendo estos días. Y Europa es, todavía, más un club de naciones
que no una verdadera federación de estados solidarios. Tal vez el “síntoma
Catalunya”, como he querido llamarlo, sea ahora una pieza decisiva para volver
a pensar esta Europa inacabada e inacabable. De la propuesta vamos a la
apuesta. Es sin duda una apuesta por el lado “delirio de grandezas” de los
catalanes (JAM dixit), pero mejor
esto que el yugo indigno (flechas incluidas).
— “La identidad
catalana”. No existe, en efecto. Así como no existe ninguna identidad idéntica
a sí misma. Toda identidad del sujeto es vacía. Y es por ello que hacen falta
las identificaciones. Es lo que me parece más sostenible siguiendo la enseñanza
de Lacan: “un sujeto sin identificaciones está jodido, para atar”.
— Va, sin embargo, una
definición posible del “ser catalán” (inspirada en Eduardo Galeano, el
excelente escritor uruguayo, exiliado un tiempo en Barcelona): ser catalán es
una voluntad de ser para cambiar lo que uno es.
Y bien ¿hay alguien más
aquí —además de un catalán que quiere ser un poco judío, y un judío que quiere
ser un poco catalán— que quiera seguir la conversación?
Recibe un fuerte
abrazo,
Miquel Bassols
(Traducción del catalán
por J. V. Marcabrú)
(19/10/2017)