(Segunda parte del texto dedicado a la lectura de "Lituratierra", continuación de Retales 1)
A veces el detalle de un párrafo —una hoja— puede decirnos algo de la estructura del texto —de la planta entera— según cómo se escoja.
Hemos querido detenernos en una frase del texto de Lacan, frase que articula estos dos términos —saber y goce—, siguiendo la cita implícita de un poeta, en la página 16 de la edición francesa, página 25 de la traducción al castellano del texto de Lituratierra:
“Entre centro y ausencia, entre saber y goce, hay litoral que solo vira a literal si pudiesen, a ese viraje, considerarlo el mismo en todo instante.”
La cita implícita, “entre centro y ausencia”, es de un poema de Henri Michaux que lleva esta expresión por título. Michaux fue alguien especialmente interesado en la escritura china y japonesa, en la caligrafía oriental que atraviesa toda su obra, y es sin duda uno de aquellos a los que Lacan puede llamar “mis literatos, si puedo hacerlos compañeros míos.”[1] La expresión reaparece en el siguiente momento del poema:
“Era a la llegada, entre centro y ausencia, en el eureka, en el nido de burbujas…”
A la llegada hay pues un encuentro —¡Eureka!— entre los dos términos, centro y ausencia, también entre saber y goce. ¿Dónde pueden encontrarse saber y goce? Es en efecto una pregunta para un final de análisis. El problema a la hora de descifrar la frase enigmática de Lacan es que hay algo que no termina de cuadrar, algo que cojea entre los pares de términos que se nos presentan como heterogéneos: centro es un término geométrico, relativo al espacio, ausencia es un término temporal, relativo a las apariciones y desapariciones. Por otra parte centro va emparejado con saber, ausencia va emparejado con goce. Saber y goce son también dos términos heterogéneos: hay un saber imposible sobre el goce, falta siempre un goce de y por saber. El saber no sabido del inconsciente y el goce más allá del significante del falo, goce imposible de representar, hacen presente este corte, esta discontinuidad que el término “litoral” escribe en el texto de Lacan. La propia frase de Michaux citada por Lacan hace presente esta discontinuidad, este litoral que introduce una no reciprocidad entre los dos términos, cada uno haciendo de frontera infinita para el otro.
Pero algo de la frase puede aclararse si reintroducimos los dos términos antónimos de centro y ausencia que están latentes: el borde de la periferia, opuesto al centro, y la presencia opuesta a la ausencia. Resulta entonces la siguiente distribución de los términos:
Allí donde el saber está en el centro, hay ausencia de goce. Dicho de otra manera, no hay saber posible sobre el objeto de goce absoluto, das Ding. Allí donde el saber está presente, el goce se convierte en borde del agujero. Allí donde el goce está en el centro, es el saber el que se ausenta, el que se convierte en un borde para ese goce. Hay, pues, discontinuidad, litoral, ruptura, no intersección entre saber y goce, descentrado uno del otro, bordeando cada uno el agujero del otro.
“Entre centro y ausencia, entre saber y goce, hay litoral que solo vira a literal si pudiesen, a ese viraje, considerarlo el mismo en todo instante.”
La cita implícita, “entre centro y ausencia”, es de un poema de Henri Michaux que lleva esta expresión por título. Michaux fue alguien especialmente interesado en la escritura china y japonesa, en la caligrafía oriental que atraviesa toda su obra, y es sin duda uno de aquellos a los que Lacan puede llamar “mis literatos, si puedo hacerlos compañeros míos.”[1] La expresión reaparece en el siguiente momento del poema:
“Era a la llegada, entre centro y ausencia, en el eureka, en el nido de burbujas…”
A la llegada hay pues un encuentro —¡Eureka!— entre los dos términos, centro y ausencia, también entre saber y goce. ¿Dónde pueden encontrarse saber y goce? Es en efecto una pregunta para un final de análisis. El problema a la hora de descifrar la frase enigmática de Lacan es que hay algo que no termina de cuadrar, algo que cojea entre los pares de términos que se nos presentan como heterogéneos: centro es un término geométrico, relativo al espacio, ausencia es un término temporal, relativo a las apariciones y desapariciones. Por otra parte centro va emparejado con saber, ausencia va emparejado con goce. Saber y goce son también dos términos heterogéneos: hay un saber imposible sobre el goce, falta siempre un goce de y por saber. El saber no sabido del inconsciente y el goce más allá del significante del falo, goce imposible de representar, hacen presente este corte, esta discontinuidad que el término “litoral” escribe en el texto de Lacan. La propia frase de Michaux citada por Lacan hace presente esta discontinuidad, este litoral que introduce una no reciprocidad entre los dos términos, cada uno haciendo de frontera infinita para el otro.
Pero algo de la frase puede aclararse si reintroducimos los dos términos antónimos de centro y ausencia que están latentes: el borde de la periferia, opuesto al centro, y la presencia opuesta a la ausencia. Resulta entonces la siguiente distribución de los términos:
Allí donde el saber está en el centro, hay ausencia de goce. Dicho de otra manera, no hay saber posible sobre el objeto de goce absoluto, das Ding. Allí donde el saber está presente, el goce se convierte en borde del agujero. Allí donde el goce está en el centro, es el saber el que se ausenta, el que se convierte en un borde para ese goce. Hay, pues, discontinuidad, litoral, ruptura, no intersección entre saber y goce, descentrado uno del otro, bordeando cada uno el agujero del otro.
Con la letra, en la medida en que inscribe este litoral en lo real, hay viraje a lo literal, obtenemos una intersección posible, un pasaje. La letra escribe así un saber sobre el goce y cifra también un goce del saber. Aquello del goce que pasa al inconsciente es así (des)cifrado por la letra como saber.
Señalemos para concluir que esta operación será leída por Lacan sólo a la vuelta de su viaje al Japón donde hace la experiencia de un “poco demasiado” —ce petit peu trop es su expresión— del goce de la letra que la caligrafía japonesa hace presente en esas obras impresionantes llamadas kakemono.
Señalemos para concluir que esta operación será leída por Lacan sólo a la vuelta de su viaje al Japón donde hace la experiencia de un “poco demasiado” —ce petit peu trop es su expresión— del goce de la letra que la caligrafía japonesa hace presente en esas obras impresionantes llamadas kakemono.
Aquello que a la ida aparecía en la geografía como discontinuidad del litoral entre centro y ausencia, se revelará entonces como el borde de una presencia irreductible, recortada por la letra de Lituratierra.
[1] En la página 123 del Séminaire XVIII, leyendo su texto Lituraterre. Otro poema del mismo Henri Michaux parece hecho a la medida del texto de Lacan y de su operación de lectura. Se trata del poema titulado J’écris (Yo escribo) y resuena de inmediato en la geografía de Lituraterre. Traducimos: “… escribo porque he aprendido a leer la arena y el agua la sombra la nube y el vuelo de los pájaros // escribo para atraparme en el borde del mundo retomar aliento detenerme mirar escuchar// […] escribo porque de los Chinos aprendimos los secretos de la tinta y del papel // escribo para colmar los agujeros negros de cada día // escribo para saber por qué escribo”.
[1] En la página 123 del Séminaire XVIII, leyendo su texto Lituraterre. Otro poema del mismo Henri Michaux parece hecho a la medida del texto de Lacan y de su operación de lectura. Se trata del poema titulado J’écris (Yo escribo) y resuena de inmediato en la geografía de Lituraterre. Traducimos: “… escribo porque he aprendido a leer la arena y el agua la sombra la nube y el vuelo de los pájaros // escribo para atraparme en el borde del mundo retomar aliento detenerme mirar escuchar// […] escribo porque de los Chinos aprendimos los secretos de la tinta y del papel // escribo para colmar los agujeros negros de cada día // escribo para saber por qué escribo”.
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