18 de juliol 2008

Depresión, con demasiada alegría













¿Cómo sigue la política en España el avance imparable de la depresión, esta epidemia que amenaza nuestro futuro pero que es ya hoy la responsable de uno de las mayores partidas del gasto social? Esta es la mejor respuesta que hemos encontrado: “En estos momentos, se toman antidepresivos con demasiada alegría”. Son las palabras del director del Institut Català de Farmacologia alertando a la prensa de los costes y los riesgos de la administración indiscriminada de antidepresivos. ¿Humor involuntario? ¿Lapsus calculado? En todo caso, muestran de nuevo la paradoja en la que se mueven las políticas sanitarias actuales, también en España, entre el imperativo de la eficacia verificable y la hemorragia de un gasto social cada vez más hipotecado a la demanda de curación inmediata del sufrimiento psíquico. Y el problema no es sólo que se tomen sino que se receten… con demasiada alegría. Es la alegría fundada en las promesas anunciadas a tambor batiente por los sucesivos Ministerios de Sanidad estatal y seguidas, más o menos de manera uniforme, por los gobiernos de las Comunidades Autónomas. 

La consejera de Sanidad del gobierno catalán, la Sra. Marina Geli, podía así declarar alarmada por el aumento del gasto social en la prescripción de psicofármacos: “En el trasfondo de la prescripción de muchos psicofármacos, tal vez exista la falta de tiempo del médico de familia o del personal de enfermería, de tener un espacio para escucharlo y decirle: ‘Vuelva usted mañana, porque tal vez esto que tiene es simplemente una tristeza y no un trastorno depresivo’. Pero tal vez tenga sólo dos minutos para hablar de esto” (1) . En realidad, bastan menos de dos minutos para decir esta frase que finalmente deja para mañana lo que no se puede hacer hoy, aplazando la cita con el sujeto de la demanda y de la transferencia, y no por falta de tiempo sino por falta de saber localizar a ese sujeto en su justo término y valor. Es verdad, la indicación de Marina Geli sitúa el problema en su principio, pero harían bien, tanto el médico como el personal de enfermería - ¿y por qué no finalmente un psicoanalista? - en aprender a situar ese sujeto de la demanda siguiendo las indicaciones de Jacques Lacan: “La curación es una demanda que parte de la voz del sufriente, de alguien que sufre de su cuerpo o de su pensamiento. Lo sorprendente es que haya respuesta, y que desde siempre la medicina haya dado en el blanco por medio de las palabras”(2) . Es precisamente cuando faltan estas palabras, y no el tiempo, cuando el objeto, medicamento o respuesta inmediata a la demanda, viene a colmar el vacío abierto entre cuerpo y pensamiento, el vacío de su identidad imposible.
Asistimos así en España a los efectos, tal vez menos espectaculares que en otros lugares pero no menos persistentes, de la ideología de la evaluación y de las políticas “basadas en la evidencia” que afectan también a los diversos estratos del campo de la salud mental. Un sistema sanitario sin sujeto, que se controlara y evaluara a sí mismo con la eficacia de una máquina, este parecería ser finalmente el ideal de un sistema funcionando a la perfección, sin mayor traba que el de la inversión económica que supone. Pero a fuerza de proponer un sistema tan seguro como garantizado por un Otro completo, - llave en mano después de dar dos vueltas al cerrojo -, el resultado es justo el contrario del que se esperaba: la sensación de una inseguridad permanente. En realidad, constatamos a nivel macrosocial lo que encontramos en lo singular de cada sujeto en la intimidad de la consulta psicoanalítica: cuanto más el Otro se esfuerza en hacerse completo, más la división subjetiva florece con todas sus paradojas. O como decía el excelente humorista llamado “El Roto” en una viñeta aparecida en “El País", con un sano saber sobre las paradojas del superyó, inscribiendo el siguiente mensaje en un cartel colgado de un enrejado: “Por razones de seguridad, no hay seguridad”.

1. Marina Geli, Salut mental i qualitat de vida, Generalitat de Catalunya – Departament de Salut, Març 2006, p. 28.
2. Jacques Lacan, Television, Editions du Seuil, Paris 1974, p. 17.