14 de maig 2024

Guy Briole, “Monólogo compartido con la locura”

Intervención en la presentación del libro publicado en Grama ediciones, Buenos Aires 2024.

 

 

1— Lógica de un título paradójico

 

Un título, decimos a veces, es el álgebra del texto, es la fórmula lógica que debe poder descifrarse, demostrarse en su desarrollo, es la ecuación que debe poder resolverse con su lectura. No todos los libros lo permiten. Hay libros que solo repiten fórmulas y ecuaciones de otros. Pueden ser útiles para ordenarlas, pero no piden ese trabajo de demostración, no proponen la solución a la ecuación. De hecho, hablando estrictamente, solo un libro de lógica matemática puede hacerlo de manera consistente. Este libro de nuestro colega Guy Briole lo permite. Es, a la vez, un libro lógico y sobre la lógica de la locura entendida desde la experiencia del psicoanálisis. Su título nos da los términos de la ecuación y en sus páginas, de cuidada redacción, el lector encuentra a su modo una solución a la ecuación. 

No necesariamente es la misma solución para cada lector. Tal como yo lo he leído, nos dice que la locura (como fenómeno, como concepto y como experiencia que atraviesa la historia del ser humano) no puede ser igual para todos y cada uno, que solo puede ser una solución singular y que, sobre todo, es una locura que no puede reconocerse a sí misma, que no puede descifrarse a sí misma. Y que el psicoanálisis es la forma que hemos encontrado para poder reconocerla y, así, poder tratarla en el otro, con el Otro. “Con” es el término del título que nos da la sintaxis de la ecuación, la preposición que introduce el complemento circunstancial. No "ante", ni "bajo", ni "contra", ni tampoco "a favor" (no es un elogio de la locura). Es con la locura misma como se mantiene y se comparte ese monólogo. Si es un monólogo es necesariamente del sujeto consigo mismo tomándome a sí mismo como si fuera Otro. Eso es un análisis, un monólogo compartido con el Otro de esta forma, cosa que ya parece una locura.

Lo que Guy Briolle nos muestra en estas páginas es que solo se pude compartir un monólogo si se lo escucha incluyéndose en él. Y no al revés, no intentando asimilar la locura al propio ideal, ya sea un ideal de normalidad o no. Se trata de saber escuchar el monólogo incluyéndose en él. Lo que supone intervenir de cierta manera. El “secretario del alienado”, como lo llamaba Lacan, interviene, no solo toma notas.

Entre las diversas referencias a casos clínicos, hay un ejemplo muy preciso y especialmente ilustrativo de esta posición. Es una intervención que trata de encontrar un “camino intermedio” entre la erotomanía y el vaciamento de todo afecto. Y el analista solo puede hacerlo de manera contingente, sin una intención o programa previo. Lo encontrarán el página 62. Es algo que siempre implica cierto riesgo.

 

 

2— La clínica psiquiátrica y la “clínica continuista” del psicoanálisis

 

Encontrarán en el libro un nuevo abordaje de esta problemática. El psicoanálisis es, sin duda, heredero de la clínica psiquiátrica: la clínica de las neurosis y las psicosis especialmente.  La cuestión es qué hace el heredero con esta herencia. 

Ahí, sin duda, ha sido decisiva la enseñanza de Lacan, del Lacan psiquiatra que no puede entenderse hoy sin el Lacan psicoanalista y, especialmente, sin lo que llamamos el “ultimísimo Lacan”, con la lectura que Jacques-Alain Miller ha hecho en las passada décadas con el término (que no es una nueva categoría clínica) de las “psicosis ordinarias”. Ello nos lleva a lo que hoy llamamos una “clínica continuista” que reescribe la "clínica estructural" de las neurosis y las psicosis del primer Lacan, el de "Función y campo de la palabra y del lenguaje..." y de “La cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, la clínica fundada en la frontera de la Metáfora Paterna y el significante del Nombre del Padre. Es una frontera heredera de hecho de la reordenación que Lacan hizo de la clínica freudiana (fundada, a su vez, en la clínica psiquiátrica de las psicosis y las neurosis.)

Y Guy Briole señala algo que me parece capital, creo que es el punto de apoyo del desarrollo de la tesis de su libro (p. 57-58): “el abordaje continuista no es el de la continuidad”. No es un borramiento de las fronteras clínicas, no es el borramiento de la clínica misma, es su reinscripción en otro espacio, el espacio continuista de lo real del síntoma: espacio homólogo al espacio lógico de la recta real que Lacan toma como brújula de la experiencia analítica al final de su enseñanza. Estas dos páginas son todo un programa de trabajo al que nos invita este libro. Es la invitación a un trabajo que podría también llamarse de construcción de una clínica de “fronteras móviles”: las fronteras no desaparecen, pero son móviles en cada caso, y lo son caso por caso.

 

 

3— Un detalle final

Van a encontrar en el libro una referencia, seguramente desconocida por todos ustedes (yo, al menos, no la conocía) a un personaje de la psiquiatría francesa de finales del siglo XVIII: Joseph Daquin, un pionero olvidado, un psiquiatra rescatado del olvido que vivió y trabajó, precisamente, en las fronteras, entre Turín y Chamberí (con los Alpes por en medio), pero también entre la filosofía y la psiquiatría. Fue alguien con una “concepción filosófica de la locura”, con una “clínica inventiva” y con un rasgo que Guy Briole ha pescado en la obra de Joseph Daquin “La filosofía de la locura”: una “prudencia ilustrada”. Es una prudencia clínica que condensa la fronesis aristotélica y las luces de la Ilustración. Pues bien, es también el rasgo en el que me ha parecido reconocer, por mi parte, a quien ha escrito este valioso libro.