Prólogo al libro de Carmen González-Táboas:
El amor, Aún. Una lectura del Seminario 20 de Lacan y sus fuentes antiguas
Volver a la enseñanza de Lacan en el Seminario Aún —volver a leerlo de nuevo, una vez más, todavía, todavía más— es algo más que un placer al que nos invita este libro de Carmen González-Táboas. Volver para darnos cuenta de que, en realidad, cada vez que volvíamos para leerlo no habíamos salido todavía de él, que a cada vuelta que dábamos no habíamos ido más allá, todavía, y que era sin duda sin ir más allá que podíamos volver a leerlo, todavía, para encontrar algo nuevo, una vez más. Y así darnos cuenta de que algo nos había atrapado definitivamente en las palabras de ese Seminario desde la primera vez que lo leímos, y que algo nos sigue atrapando en ellas, aún.
Dicho así, parece ya una historia de amor. Pues sí —nos dirá Carmen con una bella expresión—, es una historia de almor que alma al alma, si es cierto que amo a aquel, o a aquella, a quien le supongo un saber, especialmente cuando le supongo un saber sobre mi ser, sobre lo que yo soy. Es lo que llamamos transferencia, principio del psicoanálisis, una transferencia que es en primer lugar y desde Freud un amor de transferencia. Leer a Lacan, cuando uno ha llegado a leerlo con toda el alma, tiene entonces siempre algo de una historia de amor… y de odio. Porque ¡cuidado! —añade el propio Lacan en este Seminario—, a veces la mejor lectura es la que sabe orientarse por el odio inherente a todo amor, sobre todo si esta suposición de saber que es el amor se siente a sí mismo como todo-amor, como el almor del alma toda. Conviene pues saber leer también tomando como brújula a la transferencia que llamamos negativa, sin darle a esta negación un valor moral sino lógico. Es una transferencia que no espera comprenderlo todo para seguir sin entender nada de lo que comprende. Es en esta diferencia entre comprender y entender donde está la clave de la operación de lectura que requiere el texto, y los Seminarios, de Lacan.
¿Cómo leer entonces con no-toda el alma, cómo leer sin comprender demasiado rápido y así poder entender lo que se dice en lo que estoy leyendo? Dicho así, la cosa toma ya un cariz más lógico, incluso topológico, aunque también —dirá el lector— un poco místico. ¿No era Santa Teresa, tan evocada e invocada por Lacan en el mismo seminario Aún, quien podía escribir lo siguiente? “El entendimiento si entiende, no se entiende cómo entiende; al menos no puede comprender nada de lo que entiende.” (Libro de la Vida 18, 14). Pues bien, el lector atento irá muy bien acompañado por Carmen en este entender sin comprender demasiado rápido que Lacan ponía como condición de la formación del psicoanalista. Y así encontrará en estas páginas una sabia lectura —una lectura persistente, insistente, consistente, paso a paso— de un Seminario de Lacan al que conviene acercarse, aun si es la primera vez, sabiendo que no se entiende cómo entiende, y sin querer comprender demasiado rápido aquello que, sin embargo, ya entiende. Y Carmen —lo sabíamos por otros de sus libros, pero también por el estilo de transmisión de sus charlas— sabe deletrear el texto de Lacan de un modo en el que nos reconocemos de inmediato en una verdadera comunidad de transferencia de trabajo. Lo que no es decir poco. Ella sabe encontrar ese “Lacan inagotable” que la hace a ella, a Carmen, también inagotable, tal como lo demuestra su amplia producción en nuestra Escuela.
Así, sin ironía alguna, el lector está de suerte porque este libro es uno y trino. Son de hecho tres libros en uno. El primero es la lectura detallada del Seminario de Lacan tomando el amor y el goce femenino como sus hilos conductores, con todos los anudamientos y desanudamientos que encontraremos entre ellos. Algunos de estos nudos son difíciles de seguir, especialmente cuando se trata de la relación y de la no relación a la vez entre el Uno y el Otro, entre el Uno del goce y el Otro del amor. El segundo se dedica a rastrear y a investigar varias de las referencias internas de la argumentación de Lacan en el mismo Seminario Aún. Y el tercero está dedicado a una lectura del filósofo y teólogo danés Sören Kierkegaard, en su Diario de un seductor, dando una nueva vuelta a esta figura evocada por Lacan en varios momentos de su enseñanza.
Quien se pregunte por la actualidad de este precisa lectura que Carmen nos propone, encontrará una buena respuesta en la post-data incluida al final del primer libro, una post-data cuyo desarrollo daría lugar sin duda a un cuarto libro. Carmen alude allí al reciente debate causado por la intervención de Paul B. Preciado —filósofo transgénero destacado por sus aportes a la teoría y movimiento queer— en las últimas jornadas de la École de la Cause freudienne dedicadas al tema “Mujeres en psicoanálisis”. Fue una intervención que impactó por su fuerza subjetiva y por haber puesto en cuestión el supuesto patriarcalismo y el falocentrismo que el psicoanálisis clásico seguiría defendiendo ante la implosión, después de los movimientos feministas, de la lógica y el movimiento transgéneros. La clave era su crítica a la noción de binarismo y a la lógica de la diferencia que, de nuevo supuestamente, el psicoanálisis lacaniano seguiría defendiendo. Pues bien, la lectura de este libro, siguiendo la lógica del Seminario Aún, servirá sin duda para deshacer varios malentendidos al respecto, empezando por la atribución al psicoanálisis de un patriarcalismo del que Lacan empezó muy pronto a mostrar el declive, y siguiendo por una lógica de la diferencia que este mismo Seminario pone radicalmente en cuestión para abrir la perspectiva de una lógica de lo femenino más allá del falo. El debate actual sobre la bisexualidad inherente al ser hablante, el debate sobre lo hétero- y lo homo-, sobre lo cisgénero y lo transgénero, ganará sin duda con la atenta lectura que Carmen hace del Seminario Aún, del Haiuno del goce y de la alteridad irreductible de lo femenino.
Para indicar sólo la vía que nos abre su lectura, señalemos un breve ejemplo y un par de referencias dichas de manera muy aforística. El ejemplo es el de una niña que le explica al analista sus conclusiones después de una nutrida clase de “educación sexual” en su colegio. Los caracoles, le han explicado, son hermafroditas, es decir tienen los dos sexos a la vez, el masculino y el femenino. Pero la niña plantea su objeción a la lógica de la diferencia ordenada por el significante del falo: “si son hermafroditas no tienen sexo, si tienen los dos quiere decir que no tienen ninguno”. Dicho de otro modo, cuando se trata del goce sexual hay Uno o bien no hay ninguno. Y no hay Otro más que supuesto, en su puesto, para una relación que no existe en la lógica de la diferencia. Cuando se trata del goce, ya no funciona entonces la lógica de la diferencia, la lógica del significante que distingue entre Uno y Otro. Cuando se trata del goce femenino funciona la lógica del objeto, sin diferencia relativa, la lógica de lo singular fuera de la norma fálica, la lógica queer, de lo que es realmente queer para cada sujeto y que la lectura de Aún sitúa necesariamente del lado de lo femenino en el ser hablante. Y tal vez entonces sólo exista Un solo lado, ese lado de lo femenino en el ser sexuado.
Aunque esto es algo habrá que verificar siempre uno por uno, sin una ley que valga para todos, en un trabajo que el psicoanálisis causa sin tener una solución ya escrita de antemano, sin tenerla nunca, aún —con el acento que lo distingue del aun inclusivo, aun si es así como quedó vertido en la edición del Seminario Aún en castellano.
Saludemos entonces este trabajo, inagotable en efecto, al que Carmen nos convoca con este libro.