Haggadah de Barcelona, c.1340, fol. 26r. The British Library |
por J. V.
Marcabrú
“Los catalanes tienen la reputación de ser los Judíos de
España, pero son Judíos sin chutzpah
[insolencia, impertinencia]: se la han cepillado los Castellanos. En su lugar,
tienen la pareja seny i rauxa, el
buen sentido salpimentado con el delirio de grandeza. Por ejemplo Ramon Llull,
santo de Catalunya, apodado en su tiempo (1232-1315) Arabicus Christianus, Gaudí, y Dalí.” Jacques-Alain Miller, “Des hyperactifs, et autres typhons”. Lacan Quotidien nº
479, 16/02/ 2015.
¡Pero bueno! ¿De
dónde viene ahora este paralelismo extraño, incluso preocupante? Ya escucho la
voz de algunos amigos: —¡No nos identifiquemos ahora con la víctima! Hacer de
los catalanes el chivo expiatorio, el sacrificio ofrecido a los dioses oscuros,
no es lo mejor para seguir este debate. —Y, sin embargo, es un tópico muy
conocido: los catalanes, judíos de España. La razón viene de lejos y hay que
seguir su entramado.
Quien ha estudiado
su historia lo explica como la lenta construcción de un estereotipo que empieza
muy pronto, con la llegada de los judíos a la península ibérica, hacia el
primer siglo de nuestra era. Manuel Forcano, especialista en historia del
judaísmo y filólogo de lenguas semíticas, desarrolla en su libro Los judíos catalanes la gran influencia
de la cultura judía en Cataluña dentro del marco de la península ibérica, para
acabar explicando las razones de este estereotipo:
“Una pretendida
similitud de carácter o de personalidad entre los catalanes y los judíos ha
hecho nacer el estereotipo que define a los catalanes como los judíos de España […]: industriosos,
trabajadores, emprendedores, comerciantes, inteligentes, astutos, pacientes,
sobrios, introvertidos, con espíritu de clan y extendidos por todas partes, así
también como el tópico negativo de la avaricia y la usura […] Estos
estereotipos que relacionan catalanes y judíos le deben mucho a la prensa
franquista que tildó al catalanismo de contubernio judeo-masónico y que con
frecuencia los definía de inspiración judaica, subrayando que en tierras
catalanas, muy pobladas de judíos en la Edad Media, el edicto de expulsión de
los Reyes Católicos [1492] había provocado más conversiones que no expulsiones,
razón por la cual Cataluña se convirtió en la región española con más población
de origen judío […] No es pues extraño que la gesta colectiva del sionismo, de
la restauración de la lengua hebrea y de la creación del estado de Israel sean,
hoy por hoy, referentes claros de superación a los que aspiran una parte de los
independentistas catalanes.”[1]
Es conocida por otra
parte la estrecha relación que el patriarca del nacionalismo catalán en el
postfranquismo, Jordi Pujol, ha tenido con el sionismo y la cultura judía[2], verdadera brújula de su
ideario nacionalista. Seguramente esta estrecha relación no es ajena a su
destino de exclusión interna, bien ganada, que ha acabado teniendo en la
política catalana. La fuerza del estereotipo ha llegado incluso estos días al
ridículo de tildar al gobierno catalán de la Generalitat de “brujería, sionismo
y masonería”, rasgos que estarían encarnados en la persona de la mujer de su
actual presidente, Marcela Topor.[3]
El hecho es que en
Cataluña los judíos, más conversos que expulsados, más mimetizados que
segregados, supieron encontrar un lugar de primer orden en la cultura y en la
sociedad, de modo que la primera comunidad judía moderna del Estado español
después de 1492 fue la de Barcelona. En los “calls” (barrios judíos) de
Barcelona y Girona existían dos escuelas de cábala de una gran influencia en
todo el mundo judío. La propia ciudad de Girona, donde el judaísmo ha tenido
siempre una fuerte presencia, era conocida hasta el siglo XII como “la Madre de
Israel”. A modo de ejemplo literario de este injerto translingüístico y
transidentitario entre judíos y catalanes, es interesante conocer la operación
que unos cánticos festivos de bodas, verdadera joya para los filólogos,
supieron producir con la letra[4]. Se trata de unos poemas
festivos, redactados como consejos a los novios, escritos con el alfabeto
hebreo pero con palabras del catalán de los siglos XIV y XV, combinando
palabras y frases hebreas en una mezcolanza digna del mejor Joyce. La letra es
hebrea, pero leída es catalana. ¿Simple anécdota del viaje de la letra por el
litoral mediterráneo más allá de las fronteras? Es un testimonio más del
refugio que el judaísmo, esta voluntad de ser que ha hecho de la escritura su
único país, ha encontrado en este rincón de la península ibérica.
El estereotipo sigue
pues una lógica interna que va más allá de la caricatura. Otro estudioso de
esta relación entre judaísmo y catalanismo, Joan Pérez i Ventanyol[5], ha situado la huella de
esta voluntad de ser en el pensamiento de la izquierda catalanista que ha
atravesado la oscura época del franquismo hasta hoy: “el catalanismo de
izquierdas tuvo una especial atracción por los judíos […] Los judíos eran
reconocidos como un ejemplo de sobrevivencia nacional a pesar del fatalismo
histórico y, por eso mismo, se los asociaba con la idea de libertad. Además, se
les otorgaba un componente de tenacidad colectiva que era muy atractivo para
los catalanistas.”[6]
No es menos cierto que otra parte del nacionalismo catalán se ha mirado también
en el espejo del pueblo palestino, por una identificación del débil contra el
poderoso, de modo que el conflicto arabo-israelí tiene también en Cataluña sus
duplicidades. En todo caso, no hay que perder de vista que las relaciones
diplomáticas entre el Estado español e Israel son un hecho desde el año 1986 y
se han construido fundamentalmente desde Cataluña, no tanto desde el propio
Estado español. España e Israel no han tenido nunca una buena relación. Esto
hace también que el Estado de Israel haya manifestado públicamente su
complicidad con el proyecto de construcción de un Estado catalán.
Queda la chutzpah, la chutzpah que los catalanes habrían perdido a manos de los
castellanos, la chutzpah que les habría
sido “cepillada” —como decía el ínclito Alfonso Guerra a propósito del Estatut de Catalunya— por el hidalgo
herido en su orgullo de imperio en declive. Pero ¿qué es la chutzpah? Es una palabra del Yiddish
que, según el diccionario Merriam-Webster, significa precisamente el orgullo,
la suprema confianza en sí mismo, incluso la impertinencia, la insolencia, la
audacia, la arrogancia. El término, tan intraducible como cualquier otro que
denote una voluntad de ser, tiene siempre un tono humorístico, del humor del
superyó cuando se hace tránsfuga en el sujeto —Freud dixit— ante los embates que lo convertirían en su víctima. La
ironía de la chutzpah llega tan lejos
como en la siguiente definición legal: ¡Alguien que ha matado a sus padres y
que pide clemencia ante el juez por el hecho de ser huérfano! Esta es la chutzpah que en la jurisprudencia
americana ha sido recogida del siguiente modo: “La chutzpah legal no es indeseable en todos los casos, y sin ella
nuestro sistema jurídico sufriría”[7].
Así pues:
¡Catalanes, pongan un poco de chutzpah
en la salsa!
15 de Octubre de 2017
[1]
Manuel Forcano, Els jueus catalans. La història
que mai no t’han explicat. Angle Editorial, Barcelona 2014, pp. 371-372.
[2]
Anna Figuera, Jordi Pujol i els jueus.
Pòrtic Editorial, Barcelona 2011.
[3]
http://www.alertadigital.com/2017/10/09/brujeria-y-masoneria-en-la-generalitat/
[4]
Jaume Riera i Sans, Cants de noces dels
jueus catalans. Editorial Curial, Barcelona 1974.
[5]
Joan Pérez i Ventanyol, Els debats sobre
la qüestió jueva a Catalunya (1917-1939). La construcció idológica del discurs
sobre el poble jueu, el sionisme i l’antisemitisme en el periode d’entreguerres.
Tesis doctoral en la Universitat Autónoma de Barcelona, Octubre de 2015.
[6]
Joan Pérez i Ventanyol, opus cit, p.
643.
[7]
https://www.jlaw.com/Commentary/SupremeChutzpah.html
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