Prólogo
Lo femenino no es un género. Este podría haber sido otro título para el
libro que tiene usted en las manos y que apuntaría sin duda un poco más a la
actualidad. Cierta actualidad al menos suele suponer de entrada que lo femenino
es un género, ya sea opuesto al género masculino o situado como uno más en la
serie de géneros que tienden hoy a multiplicarse hasta el infinito siguiendo la
mascarada del baile de los sexos.
Para Lacan, sin embargo, cuando se trata de los sexos se trata de dos
y no más de dos. Aunque tampoco menos. Es la condición de estructura que el
lenguaje impone a los cuerpos que hablan, se pongan como se pongan, y que están
habitados por esa extrañeza que llamamos goce. Lo femenino no tiene aquí la
condición de un género entre otros sino la de hacer del goce una alteridad
irreductible, el Otro goce, siempre extranjero, tanto para los hombres como
para las mujeres. Es por esta misma razón que no puede haber relación posible
entre ellos entendidos como dos formas de goce, dos formas que no pueden
funcionar de manera simétrica ni recíproca. Puede parecer una maldición pero en
realidad es la mejor forma de decirlo para fallar esa relación que no existe,
para fallarla de la buena manera. El lector encontrará algunas razones de este
feliz desaguisado en las páginas que siguen.
Son, de hecho, páginas que se han ido escribiendo un poco por sí
solas, sin que su autor se lo hubiera propuesto de entrada. Son el fruto de una
serie de encuentros contingentes que en nuestro campo, el Campo Freudiano, se
han ido sucediendo los últimos años con el tema de lo femenino como causa del
trabajo en Congresos, Jornadas y Seminarios diversos. Son, pues, el resultado
de una elaboración colectiva en esta comunidad de soledades que llamamos
Escuela.
Hacía falta que alguien, una mujer, me hiciera notar que estos textos podían
ponerse muy bien en serie para darles cierta unidad de libro. Los he reescrito
para que parezca así. Aunque, el lector lo verá enseguida, es un Uno que está
definitivamente atravesado por el Otro.
Texto de contratapa:
Entre centro y ausencia, lo femenino viene a nombrar aquello que no haría falta que existiera, ese punto ciego que localiza, siempre fallidamente, la alteridad radical que define al goce del Otro. Por eso suele ser segregado como extraño.
Lejos del falocentrismo freudiano y siguiendo la orientación lacaniana, Miquel Bassols nos presenta en este libro las diversas formas en las que lo femenino abre un espacio que ya no podría funcionar en la lógica presencia-ausencia, en ese “entre” que da lugar a un espacio imposible de recorrer, a lo femenino que hace estallar, hoy más que nunca, el imperio de la cifra y la exactitud que comanda al discurso de la ciencia.
Texto de contratapa:
Entre centro y ausencia, lo femenino viene a nombrar aquello que no haría falta que existiera, ese punto ciego que localiza, siempre fallidamente, la alteridad radical que define al goce del Otro. Por eso suele ser segregado como extraño.
Lejos del falocentrismo freudiano y siguiendo la orientación lacaniana, Miquel Bassols nos presenta en este libro las diversas formas en las que lo femenino abre un espacio que ya no podría funcionar en la lógica presencia-ausencia, en ese “entre” que da lugar a un espacio imposible de recorrer, a lo femenino que hace estallar, hoy más que nunca, el imperio de la cifra y la exactitud que comanda al discurso de la ciencia.
Pero además, frente a lo que se ha dado en llamar la feminización del mundo, M. Bassols opone la mundialización de lo femenino, como una deslocalización generalizada del sujeto de goce, inefable, que solo la mujer como horizonte parece poder circunscribir, no sin consecuencias.
Así, Antígona, Melanie Klein, Scarlett Johansson, Demi Moore, Sor María -monja de clausura-, Isak Dinesen y Sigalit Landau dibujan, cada una a su manera, ese “entre” que define esa deslocalización estructural.