Las XXIII Jornadas de la EOL se anuncian con un título tan
enigmático como apasionante: “Bordes de lo femenino: sexualidad, maternidad,
mujeres de hoy”. Y la primera pregunta que el tema nos sugiere es precisamente
la siguiente: ¿Tiene bordes lo femenino, sea éste lo que sea? Un borde sugiere
la existencia de un límite, de una frontera entre dos espacios que son, a
partir de ese momento, extranjeros el uno para el otro, pero con una “medida
común”, como indica Jacques Lacan en su texto “Lituratierra”. La maternidad,
las diversas significaciones del falo, las diversas figuras de la feminidad
contemporánea, son en efecto formas que bordean la terra incognita de lo femenino para darle una medida común, una
topografía que permita nombrar sus accidentes
orográficos, los seres que la habitan, las construcciones simbólicas que
produce y que pueblan nuestra realidad más o menos cotidiana. Sin embargo,
estas formas, por inéditas que sean, dejan siempre una parte no representable
en el mapa del ser hablante, una zona en la que lo femenino no encuentra ya
“medida común”, ni con la maternidad, ni con lo masculino, ni con ningún otro
campo limítrofe. Es allí donde la referencia lacaniana al poeta, Henri Michaux
en este caso, nos lleva a una investigación de los bordes de lo femenino siguiendo
el tema propuesto por las Jornadas. Es una referencia que promueve una
investigación del espacio de lo femenino “entre centro y ausencia”. ¿Qué Otro espacio
indica esta localización paradójica? Es la pregunta que intentaremos responder.
18 de novembre 2014
Victimología
No fue hasta mediados del siglo pasado
que la figura de la víctima mereció ser objeto de estudio en sí mismo, después
de haber quedado relegada a un segundo plano por el discurso jurídico en favor
de la figura del delincuente o del acontecimiento delictivo. Hans von Hentig,
criminólogo alemán emigrado a los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial y uno
de los creadores de la victimología, fue el primero en proponer un método
clínico en la formación jurídica para estudiar a la víctima como un nuevo
objeto. El otro cofundador de la disciplina, Benjamín Mendelsohn, siguiendo el
mismo enfoque interaccionista, situó el nuevo objeto víctima en una curiosa
escala según su participación en el origen del acontecimiento traumático. Con
ello empezó una taxonomía de las diversas figuras de la víctima que tomará cada
vez más relieve en el discurso jurídico y social. Llama la atención que ya en
estas primeras clasificaciones aparezca como primer rasgo diferencial la resistencia
o la cooperación en distintos grados de la víctima en el acontecimiento del que
ha sido objeto. Desde la víctima totalmente inocente —llamada curiosamente
“víctima ideal”— hasta la víctima simuladora, se siguen distintos grados de implicación.
A finales de siglo apareció sin
embargo un nuevo fenómeno que modificó sustancialmente la condición del objeto víctima,
un fenómeno asociado a la defensa de sus derechos en todas las tipologías
aisladas. El objeto víctima vino a encarnarse ya no en un sujeto singular sino
en un grupo o en el conjunto de una comunidad. Se produjo así una colectivización
masiva, extendiendo los rasgos de identificación del objeto víctima a grupos o
comunidades más o menos amplias.
Así, asistimos hoy a una
generalización de formaciones asociativas de víctimas, que van desde las asociaciones
de víctimas del terrorismo, víctimas de accidentes de tráfico, pasando por las
víctimas de fraude en el juego online, del aborto o de los efectos nocivos del
amianto, hasta las víctimas de la violencia rural o de las negligencias
médicas. En esta lógica, cada sujeto estaría efectivamente en posición de ser
objeto víctima, de ser identificado en una victimización que se reparte de modos
diversos según grupos y subgrupos sociales. El objeto víctima se diluye de este
modo en otros tantos rasgos de identificación grupal.
Cuando alguien acude al psicoanalista pide
ser reconocido en su singularidad como un sujeto que sufre de una experiencia
traumática. Es en primer lugar una demanda de ser reconocido como tal, y muchas
veces de ser reconocido como víctima objeto de esa experiencia. Es en este
punto donde el psicoanalista opera una inflexión en el sentido que el discurso
social y jurídico han dado a la victimización generalizada para subrayar algo
que, de hecho, este mismo discurso ha introducido ya de maneras diversas sin localizarlo
en su verdadera dimensión: la responsabilidad del sujeto ante su posición de
objeto.
Debemos detenernos entonces en otra diferencia
que la victimología encuentra de una manera cada vez más relevante en sus
observaciones. Es la diferencia entre la “victimización primaria”, la del
objeto víctima del acontecimiento traumático o delictivo, y la “victimización
secundaria”, cuyo origen está en la relación del sujeto con esta misma experiencia,
con el discurso familiar, social y jurídico y con los distintos modos de
intervención del aparato del Estado en su tratamiento. Es llamativo que una
buena parte de los estudios se dediquen hoy a las dificultades surgidas para
tratar esta segunda dimensión de la experiencia de la víctima, la dimensión en
la que el sujeto debe responder ante su posición de objeto. La llamada “doble
victimización” es el peor y más notable efecto de este retorno sobre el propio
sujeto de su posición de objeto víctima ante el Otro social y jurídico.
Desvictimizar a la víctima es así la
primera forma de devolver al sujeto de la experiencia traumática la dignidad de
ser hablante que podría seguir perdiendo en el juego social de las
identificaciones. Distinguir y separar el eje de las identificaciones del Yo y
el eje de la relación del ser que habla ante su posición de objeto es la
primera y más simple operación que debemos deducir de la orientación lacaniana
al tratar la posición de la víctima sin redoblar su victimización.
Se trata aquí de estudiar aquella
“afinidad estructural entre el yo y la vocación de víctima, que se deduce de la
estructura general del desconocimiento”, de “la ley de la victimización
inevitable del yo”, tal como señaló en su momento Jacques-Alain Miller[1].
Y es que, hablando propiamente, el
destino del sujeto —si es que hay destino— es más bien el de ser desecho. Es su
verdadera dimensión de objeto, cuando éste le revela en el fantasma que su aparente
destino no era sino encuentro contingente con un real del que siempre deberá saber
hacerse responsable.
[1] Jacques-Alain Miller, Curso del 26 de
Enero de 1994, publicado en Donc, la lógica
de la cura. Editorial Paidós, Buenos Aires 2011, p. 120-121.
11 de novembre 2014
Barcelona, una Altra per a ella mateixa
En aquest nou segle, moltes ciutats capitals d’Estat
estan deixant de ser el que eren: centre únic del seu poder polític,
administratiu, econòmic i cultural, “cap i casal”, “metròpolis i mare del
regne”, com va ser qualificada la pròpia Barcelona ja fa molt de temps[1].
És una transformació que l’anomenada globalització va imposant en una
diversificació dels llocs de poder cada cop més difusa, en una estructura que tendeix
a la forma d’una xarxa més que no pas a la d’una piràmide jeràrquica. La xarxa,
amb les seves formes diverses que van des de la Internet fins a les noves
cultures basades en la mobilitat del món virtual, desplaça els centres únics
cap a focus multipolars. I això afecta a la vida de les ciutats de manera cada
cop més manifesta[2].
Davant de l’extensió d’aquest fenomen, podem
constatar dues reaccions, dues “respostes clíniques” possibles si se’m permet
l’expressió, dos símptomes que a voltes es poden donar simultàniament en les ciutats
preses com un subjecte de ple dret.
Algunes capitals reaccionen amb certa
malenconia, per dir-ho amb un terme que la psicoanàlisi ha interpretat com una
identificació amb l’objecte perdut. Hi ha ciutats que es resisteixen a
separar-se de l’objecte que han perdut i queden aleshores fixades a l’ombra del
que van ser. L’ombra de l’objecte ha caigut sobre el Jo, escrivia Freud en una
cèlebre fórmula per definir la posició melancòlica. A voltes, algunes antigues
capitals en fan d’això també el seu encant —¡oh, estimada Venècia!—, però sempre
amb el preu del seu declivi imparable.
Altres capitals responen a aquest fenomen amb
una mena de sentiment maníac, d’inflació narcisista de la pròpia imatge que ja
no es correspon amb la seva vida real i efectiva. El Jo ha pres aleshores el
lloc de l’alteritat, el que és una altra manera de negar qualsevol pèrdua
possible. S’aferren aleshores a un centralisme exclusiu i excloent que va a
contracorrent del moviment general menat per la lògica de xarxa. El primer
símptoma d’aquest pendent maníac és la queixa, habitual i creixent, d’una
megacefàlia de la ciutat capital, és a dir, del pes mortífer que el seu ésser
de cap i casal imposa a un cos social cada cop més afeblit. En tenim exemples
prou a prop.
Tant en la malenconia com en la mania, es
tracta de dos efectes mortificants produïts pel pes i per l’ús del poder sense
alteritat possible, el poder que podem simbolitzar amb l’escriptura d’un
significant primer, S1, el significant amo. Són dues formes de negar
l’Altre, l’exterioritat necessària per fer suportable l’ús i el poder del
significant amo. Cal, en efecte, una estructura mínima de dos significants per
sortir de la patologia maníac-melancòlica, perill de tota capitalitat sense
Altre.
Escrivim per fixar les idees aquests dos pols
o focus amb dues lletres indexades: S1 i S2. És la manera
com el psicoanalista Jacques Lacan va formalitzar l’estructura mínima de tot
discurs. El lligam estructural entre els dos significants, (S1 --> S2), en forma de xarxa ens ofereix un model
molt més interessant que el model centrat en l’S1 quan funciona tot sol,
sense un S2 que li faci d’alteritat, d’exterioritat en el seu propi
si.
Seguint aquesta lògica, existeixen altres
símptomes que ens poden ensenyar els reptes actuals de convertir-se en ciutat
capital d’un Estat, encara que no sigui necessàriament per seguir-ne el model.
De fet, en el cas de Catalunya estem veient que no hi ha model possible, que
està gairebé tot per inventar.
Hi ha, per exemple, cada vegada més estats en
els quals la capital, —en el sentit clàssic de lloc central i jeràrquic del
poder administratiu i polític—, no és la ciutat més gran o més poblada, ni la
de més pes específic en els moviments socials i culturals del conjunt de l’estat.
La figura geomètrica de la circumferència amb un centre únic (S1) dóna
pas aquí a la figura de l’el·lipse amb dos focus (S1 à S2) que fan de contrapès l’un per a l’altre.
És una figura que inclou l’alteritat en el si del propi moviment gravitatori. Els
exemples dels Estats Units (Washington D.C – Nova York), del Canadà (Ottawa –
Toronto), del Brasil (Brasília – Sao Paulo), ens mostren que aquesta condició
va més enllà de l’anomenada bicapitalitat en alguns estats. Curiosament, a
Europa són estats petits els que tenen aquesta condició. Per exemple Suïssa, on
la capital Berna té la meitat de població que Zurich, però també Liechtenstein,
San Marino o Malta, microestats europeus que fan present aquesta lògica de
l’alteritat en una estructura d’el·lipse. No volem dir amb això que ens calgui
prendre’ls com a model per a una bicapitalitat, però sí com a signe d’una forma
de fer amb el pes a voltes mortificant de la capitalitat. Cal dir d’altra banda
que en el cas de Barcelona i la capitalitat de Catalunya, ja hi ha hagut
urbanistes que han obert el debat sobre la bicapitalitat o el sistema de ciutat
de ciutats[3].
Des d’aquesta perspectiva, cal subratllar que
Barcelona té una experiència acumulada que pot ser-li molt útil a l’hora de
considerar la possibilitat d’esdevenir capital d’un nou estat. De fet, podem
dir ben bé que Barcelona ha estat ja de fet una cocapital de l’Estat espanyol
en moltes èpoques i durant molt de temps. Ha estat focus de connexió i de
difusió de corrents culturals, científics i de pensament d’Europa i d’arreu del
món, ha estat lloc privilegiat d’encreuament de poblacions i corrents, tant
interiors com exteriors a l’Estat espanyol. La seva vocació d’exterioritat l’ha
fet lloc permanent de trànsits i de migracions, de transmissora en una estructura
de xarxa, més propera a la lògica S1 à S2 que a la
del significant amo funcionant tot sol. Dit amb els termes que hem fet servir
abans: la ciutat de Barcelona ha fet present de manera especialment marcada
l’existència d’una exterioritat i d’una alteritat en l’interior de la unitat
sempre incerta de l’Estat espanyol, ha fet present l’S2 en relació a
l’S1 de la capitalitat, fins i tot quan aquesta cocapitalitat de fet
no li ha estat reconeguda com a tal.
Diguem doncs que Barcelona té ja una
experiència acumulada experiència acumulada de vocació d’exterioritat,
que va des de la integració de diverses immigracions fins a la seva
sensibilitat per la mobilitat deslocalitzada.
Quan es tracta de passar d’aquesta cocapitalitat
de fet a una capitalitat de dret en un nou estat, Barcelona en pot aprendre doncs del que ella
mateixa ha estat en la seva història, seguint la llei psicoanalítica segons la
qual és millor recordar per no repetir. I Barcelona ha estat sempre l’Altra per
excel·lència, l’Altra capital en molts casos. Cal ara que sigui també una Altra
per a ella mateixa, com ho ha estat per als altres.[4] Una capital també que no es miri tant a si mateixa com a voltes creu que
la miren els altres (turistes i no). Una capital doncs ni melancòlica ni
narcisista.
Dit d’una altra manera: Barcelona capital
d’un nou Estat haurà de reinventar-se fent present aquesta vocació d’exterioritat
que ha estat el seu tret fonamental, haurà de saber fer present aquesta
alteritat per a ella mateixa i pel conjunt del nou Estat. Només així tindrà les
millors possibilitats de sobreviure a mig i llarg termini als efectes sempre
mortificants de la capitalitat.
[1] Tal com ens informa la Gran Enciclopèdia Catalana, (en línia), a l’entrada “cap i casal”.
[2] Aquí, ha estat sobre
tot Manuel Castells qui ha insistit de fa temps en aquesta condició de les
nostres formes actuals de vida. Vegeu ja, per exemple, el seu llibre La societat xarxa, Editorial UOC,
Barcelona 2003.
[3] Per exemple, Jaume Masip Tresserra i Josep Roca Cladera, “Repensant el territori català:
cap a una bicapitalitat catalana i metropolitana?”, ACE: Architecture, City and
Environment = Arquitectura, Ciudad y Entorno [en línea]. 2011, Año 6, núm. 18,
Febrero. P. 325-360.
[4] És una fórmula que manllevem a Jacques Lacan quan definia la posició femenina: “la dona esdevé aquest Altre per a ella mateixa, tal com ho és per a ell”. Écrits, Éditions du Seuil, Paris 1966, p. 732.
[4] És una fórmula que manllevem a Jacques Lacan quan definia la posició femenina: “la dona esdevé aquest Altre per a ella mateixa, tal com ho és per a ell”. Écrits, Éditions du Seuil, Paris 1966, p. 732.
Subscriure's a:
Missatges (Atom)