Llegamos de nuevo, una vez más, al laberinto del lenguaje. De hecho, nunca salimos de él pensando que estábamos entrando desde su exterior improbable.
Alguien me ha planteado entonces la pregunta sobre si el lenguaje es finito o infinito.
El diccionario nos dice - es un decir - que hay un número finito de palabras en cada lengua. Pero, en realidad, siempre pueden crearse neologismos, nuevas palabras como hicieron, por ejemplo, James Joyce, Lewis Carroll, o como hace la propia Ciencia a cada paso. Algunos de estos neologismos tienen el honor de entrar algún día en el tesoro de la lengua que es el diccionario. Pero además, siempre podremos agregar una palabra más a una frase determinada. Así, pues, en el lenguaje parece tratarse inevitablemente de un infinito, siempre (n+1). De hecho, el lenguaje se nos presenta ya como un infinito potencial hecho a partir de unidades discretas, de los así llamados significantes. Y siempre podemos agregar un nuevo significante a la cadena. Entonces: ¿El lenguaje es el infinito? Prefiero las paradojas de esta perspectiva a las de la otra, aparentemente más materialista, cuando dice - es otro decir -: el lenguaje es insuficiente para abarcar y representar el infinito que ya estaba ahí, esperando a ser representado. (Esta versión me parece, en cualquier caso, invevitablemente más religiosa que la anterior).
Alguien me ha planteado entonces la pregunta sobre si el lenguaje es finito o infinito.
El diccionario nos dice - es un decir - que hay un número finito de palabras en cada lengua. Pero, en realidad, siempre pueden crearse neologismos, nuevas palabras como hicieron, por ejemplo, James Joyce, Lewis Carroll, o como hace la propia Ciencia a cada paso. Algunos de estos neologismos tienen el honor de entrar algún día en el tesoro de la lengua que es el diccionario. Pero además, siempre podremos agregar una palabra más a una frase determinada. Así, pues, en el lenguaje parece tratarse inevitablemente de un infinito, siempre (n+1). De hecho, el lenguaje se nos presenta ya como un infinito potencial hecho a partir de unidades discretas, de los así llamados significantes. Y siempre podemos agregar un nuevo significante a la cadena. Entonces: ¿El lenguaje es el infinito? Prefiero las paradojas de esta perspectiva a las de la otra, aparentemente más materialista, cuando dice - es otro decir -: el lenguaje es insuficiente para abarcar y representar el infinito que ya estaba ahí, esperando a ser representado. (Esta versión me parece, en cualquier caso, invevitablemente más religiosa que la anterior).
Si nos dirigimos ahora a esta creación maravillosa del lenguaje que son los números, nos encontramos de hecho con una versión depurada del infinito del lenguaje. El lógico Georg Cantor hizo con este problema una verdadera invención de un nuevo significante, el del número transfinito llamado alef cero.
Los números matematizan, en efecto, este infinito del lenguaje. Hay quien sostiene, por ejemplo, que la serie resultante de traducir el Quijote en Base 2, asignando una serie de ceros y unos a cada letra del abecedario, está incluida en algún momento en la serie de decimales del número pi. El problema, por supuesto, es que hay que esperar a que la máquina dedicada permanentemente a escribir estos decimales... ¡cese de no escribir esa serie! Todo el Quijote traducido a Base 2 estaría así escrito alguna vez en el número pi. Y no sólo el Quijote sino también los Principia Mathematica de Whitehead y Russell, y las Obras Completas de Poe, y las de Sigmund Freud, y las de Jacques Lacan (que no eran completas, por consistentes…), y aún las que todavía no se han escrito… (por incompletas que son).
No, una vez iniciada la cuenta del significante no hay ya posibilidad de salir de la paradoja de lo finito y lo infinito en el lenguaje. Y aún hay algo peor - es un decir - si seguimos en el laberinto de lenguaje: una misma palabra, una misma frase, un mismo discurso, repetidos en momentos distintos tienen sentidos también distintos. Como en el cuento de Borges, Pierre Menard, autor del Quijote, en este infinito potencial que es el lenguaje no hacemos otra cosa que repetir en algún momento lo mismo para decir siempre algo distinto.
Alguien más me ha planteado entonces la pregunta de si una máquina, - un conjunto debidamente ordenado de algoritmos - podrá algún día escribir realmente un poema con sentido sin reproducirlo o componerlo por medio de una combinatoria de otros ya escritos anteriormente.
No, una vez iniciada la cuenta del significante no hay ya posibilidad de salir de la paradoja de lo finito y lo infinito en el lenguaje. Y aún hay algo peor - es un decir - si seguimos en el laberinto de lenguaje: una misma palabra, una misma frase, un mismo discurso, repetidos en momentos distintos tienen sentidos también distintos. Como en el cuento de Borges, Pierre Menard, autor del Quijote, en este infinito potencial que es el lenguaje no hacemos otra cosa que repetir en algún momento lo mismo para decir siempre algo distinto.
Alguien más me ha planteado entonces la pregunta de si una máquina, - un conjunto debidamente ordenado de algoritmos - podrá algún día escribir realmente un poema con sentido sin reproducirlo o componerlo por medio de una combinatoria de otros ya escritos anteriormente.
Por mi parte, me limitaré a decir - es también un decir - que ninguna máquina podrá escribir nunca el Quijote de Pierre Menard… para decir algo distinto.
7 comentaris:
Yo me atrevería a decir que convivimos con la paradoja, cerca de nuestra mesa, desde la punta del bolígrafo hasta la arista del módem hay una linea finita e infinita, finita en lo macro e infinita en lo micro, lo contrario cuando vemos el espacio que puede llegar a parecernos finito en lo micro e infinito en lo macro, como dice Calderón de la Barca: _La vida es sueño y los sueños sueños son...
Yo lo que veo es que el lenguaje, como el amor no entiende de completudes ni de perfecciones, yo lo veo a éste como una goma que vamos estirando y quién sabe si algún día llegamos a dominar tantas palabras, símbolos y conceptos que llegamos a pensar y a actuar de diferente manera, casi como los actuales locos o esquizoides, quién sabe. En lo que estoy de acuerdo con Witgenstein es en su jaula, en la que estamos cuando existimos gracias a nuestro lenguaje, a veces por sentimientos no socializados nos salimos de ella y llegamos al absoluto, la paranoia y otras hacemos de los barrotes un material infinito, la esquizofrenia, pero en último término somos esclavos del lenguaje, y amos al mismo tiempo, el ying y el yang, lo bueno y lo malo, la paradoja etc. etc. etc.
He leído el cuento de Borges y he escrito algo en un pequeño ensayo llamado "Poder simbólico" que tengo en mi blog, me parece e hice ya una pequeña analogía con el ajedrez, una boutade la mar de posible a la vez que imposible, pero hay gente que le toca la lotería, cuando esto es imposible por inverosimil, mire, mi novia suele jugar a las quinielas y yo le digo ¿_verdad que siempre que vamos a la playa nos llevamos granos de arena de ella? pero ¿es que alguna vez encontraríamos esos granos si verdaderamente los buscáramos? Pero bueno es una fe como otra cualquiera, por eso pienso que el lenguaje es una forma de vida, una fe, o mejor, para no darle la peyorativa forma de religión, es una espiritualidad como lo es el psicoanálisis o en parte el budismo que no es una religión por más que la cúpula de nuestro poder religioso, ya en declive, nos lo haya ocultado, el psicoanálisis estudia el lenguaje, el todo, el infinito, o lo que une a estos dos conceptos, masculino-absoluto e infinito-femenino el imposible. Es más en la falta de todo lo que existe está la verdad, dijo Nietzsche: _quien no sabe mentir no sabe lo que es la verdad. Y Lacan que la verdad es el engaño.
Venga no lo molesto más y le deseo ya de antemano un feliz final de año, aunque espero que publique usted más y yo tenga la salud y la vida para comentarle y leerle. Un saludo de Vicent.
Y sí, vivimos "en" el lenguaje, somos más su instrumento que no él el nuestro. Hay de hecho dos tradiciones de pensamiento que son también dos posiciones finalmente éticas: o bien el lenguaje es representación de una realidad que ya estaba ahí, o bien el lenguaje estructura esa realidad en la percepción que tenemos de ella. La segunda siempre me ha parecido menos "religiosa" que la primera. Gracias de nuevo por su lectura!
Claro la primera sería muy en la órbita del platonismo, del mundo de las ideas y con ello lo que tiene de connotación religiosa, estoy muy de acuerdo con usted, gracias y un saludo por su amabilidad.
Siguiendo su fórmula, en donde “el lenguaje parece tratarse inevitablemente de un infinito, siempre (n+1)", supongo que “n” es la frase que viene dada y "1" lo que "uno" pueda agregarle a dicha frase. Pero, a su vez, también, "uno" puede quitarle palabras a la frase, en este caso estaríamos bajo una formula del tipo: n+(-1). Supongo, nuevamente, que lo agregado se vincula con el decir, y lo quitado o recortado con el silencio. Aunque, también, podremos agregar recortes, es decir, sumar silencios.
un cordial saludo y gracias a la claridad de su letra.
¡Excelente observación! Se pueden sumar también silencios o ausencias tomadas como elementos significantes o como intervalos entre esos elementos. Su observación evoca la indicación de Freud sobre el trabajo psicoanalítico con la expresión italiana de Leonardo da Vinci: se trata de un trabajo per "via di levare", por la vía de sacar elementos, de incluir ausencias o faltas, como en la labor del escultor en su material, y no tanto "per via di porre".
Claro que para "levare" lo decisivo hay que haber puesto antes algo, a veces bastante, a veces mucho...
En realidad no habría infinito - ni su concepto - sin esta falta o ausencia que se "suma" en la fórmula n+(-1).
Posible corolario: el lenguaje es la operación de inclusión de esat ausencia en lo real, de esta ausencia de representación que en psicoanálisis llamamos también "sujeto".
¿Qué tal, Miquel? De nuevo nos encontramos en la Red, ahora con los papeles cambiados. Casualmente, este viernes aparece en mi sección El juego de la ciencia (heredera de aquella en la que tantas veces me honraste con tu visita) un artículo en el que hablo de la supuesta infinitud del lenguaje. Y, por cierto, ha salido hace poco mi novela El trovador oscuro, protagonizada por Arnaut Daniel. Si me das una dirección postal, te envío un ejemplar.
Un abrazo, Carlo Frabetti
Estimado Carlo: Es un gusto encontrarte de nuevo al otro lado del teclado. Lo interesante del lenguaje es que con un numero finito de elementos discretos tenemos un número infinito de posibilidades de combinarlos. Y que incluso repitiendo una misma combinación, nunca diremos lo mismo... Un abrazo, Miquel
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