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05 d’agost 2017

Ecos de Pipol 8: la clínica fuera de las normas













Entrevista realizada por Betina Ganim para Radio Lacan


1 - ¿Qué repercusiones ha tenido Pipol 8 en la dimensión clínica, política y epistémica?

El tema para este 4º Congreso Europeo de Pipol se ha demostrado muy bien escogido para tratar la coyuntura actual de la clínica en el campo de la llamada “salud mental”, una coyuntura que está macada por una ausencia cada vez mayor de una orientación precisa. “La clínica fuera de las normas” es un título provocador de debate, pero es que hoy parece que una verdadera clínica que atienda al sujeto en su singularidad ya solo puede situarse “fuera de las normas” en todos los sentidos de la expresión. El fracaso del proyecto DSM que se ha estado desarrollando durante estas últimas décadas, como manual normativo para el diagnóstico y tratamiento, ha dejado fuera de la norma, tanto de la norma estadística como de la norma de salud, la mayor parte de fenómenos ordinarios en el sujeto de nuestro tiempo. El sujeto de nuestro tiempo está ya, él mismo, fuera de la norma. Lo que supuestamente vendrá al lugar de este declive del DSM, la orientación llamada con las siglas RDoc (Research Domain Criteria), no hará más que agudizar las contradicciones de esta coyuntura, por el simple hecho que con el solo uso de los llamados marcadores biológicos deja fuera de su campo la singularidad del sujeto de la palabra y del lenguaje, el propio ser que habla y que es el único que puede dar testimonio del sufrimiento psíquico. Hemos podido escuchar múltiples casos en los que esta cuestión ha sido central: casos de autismo, de fenómenos del cuerpo, de síntomas inclasificables, de casos tratados en instituciones y en las consultas privadas, casos que cuestionan las normativas diversas y las ideas previas de normalidad, tanto sobre la sexualidad como sobre la idea de felicidad.
Entonces, en el registro clínico, se trata de sacar consecuencias de esta constatación: la singularidad del ser que habla y sufre de su síntoma está siempre fuera de las normas. La idea misma de norma se muestra entonces como una patología más, el sujeto que se quiere o se supone normal. Hemos escuchado también casos de “normopatía”, por decirlo así, y pueden ser los de peor pronóstico, si se me permite la ironía.
Esto tiene consecuencias inmediatas en el registro político, entendiendo la política en sentido habitual, la política de la salud mental por ejemplo, pero precisamente porque tiene consecuencias en el sentido estricto de la “política del síntoma”, para tomar la expresión de Lacan. El síntoma no es un trastorno que se aparta de la normalidad, un trastorno de inadaptación a la realidad supuestamente normal. El síntoma es lo que cada sujeto debe construir, inventar incluso, para dar una respuesta a lo real, ese real del goce y del lenguaje ante el cual no hay adaptación posible. La política del psicoanálisis parte de esta premisa para dar todo su valor y función al síntoma. ¿Es posible pensar una política, en el sentido amplio y clásico de la palabra, orientada por lo real del síntoma? Es lo que estamos poniendo a prueba siguiendo el impulso que Jacques-Alain Miller ha dado estos últimos meses a la iniciativa de la Red Zadig-Le réel de la vie, que ha tomado la forma de una red cuyos nodos se están multiplicando de manera acelerada en distintos lugares, tanto en Europa como en América.
Todo ello tiene ya efectos sobre el registro epistémico del psicoanálisis en nuestra orientación y sobre las Escuelas de la AMP. Para decirlo con una expresión que el propio Jacques-Alain Miller lanzó hace unos años: creíamos saber lo que hacíamos cuando analizábamos la singularidad del ser hablante; ahora, cuando queremos decir lo que sabemos hacer nos damos cuenta que debemos inventar nuevas formas de decir. ¡Bienvenidas sean!
Serán sin duda formas de decir fuera de las normas, fuera incluso de nuestras propias normas, las que nosotros mismos vamos instaurando sin darnos cuenta. Estar fuera de las normas no es fácil. Bob Dylan, el reciente premio Nobel, decía que para vivir fuera de la ley hay que ser un tipo honesto, de lo más legal. Nosotros podemos decir que para hacer una clínica fuera de las normas hay que ser alguien muy bien sostenido en la ley del deseo, del deseo que no se deja nunca atrapar por la normalización uniforme.


2. ¿Qué lectura puede hacer del Forum animado por Jacques-Alain Miller que se ha desarrollado dentro del propio Pipol 8?

El tema del Forum ha sido de gran actualidad: el ascenso del llamado populismo en Europa. El populismo es algo que designa fenómenos muy variados, desde el ascenso del neofascismo con rostro humano hasta los distintos movimientos populares que surgen del malestar en la calle en las capas sociales más desfavorecidas, pero también, —y no es la menor de las paradojas— de las no tan desfavorecidas. Y se han planteado respuestas desde diversas perspectivas, de políticos, intelectuales y de los propios psicoanalistas. La primera constatación es que no todos entendemos lo mismo con el término populismo. Generalmente se utiliza la palabra de modo peyorativo, ya sea dirigida hacia la derecha como hacia la izquierda, para designar la demagogia en el discurso político, es decir, el uso del puro semblante para los simples intereses de clase, para la  opresión social o para la segregación más brutal de lo diferente, de lo extranjero. Sucede con este término algo parecido a lo que sucede con el nacionalismo: la nación es la mía, los nacionalistas son los otros. Pues bien: el pueblo es el mío, los populistas son los otros. Difícil salir de este malentendido.
En todo caso, Jacques-Alain Miller distinguió el populismo de ayer, que tenía toda su dignidad en el mundo clásico en contra de la autosuficiencia de las élites y de sus privilegios, del populismo de hoy, resultado de la caída del universo comunista que produjo sus propias élites y sus propios privilegios. Estamos viviendo entre los restos ideológicos y políticos de ese universo que ha dado la vuelta, como un guante, en el universo del neocapitalismo, en lo que algunos han llamado las “neo-democracias totalitarias”. ¿Es posible limitar los privilegios de las nuevas élites sin substituirlas por otras nuevas, aunque sea con privilegios aparentemente más decentes? Digamos que la llamada “izquierda”, con el calificativo que se le quiera añadir, se ha visto desde hace un par décadas totalmente a contrapié de la lógica que gobierna estos nuevos movimientos. Responder a las demandas sociales puede ser entendido a veces ya como un populismo, como una cesión al discurso del Amo que no puede descifrar qué deseo se esconde en esas demandas, qué deseo insiste sin saberse decir ni escuchar. Entonces, el discurso del Amo no es sólo el del poder político. Los analistas debemos saber que esta reducción es demasiado fácil y siempre peligrosa. El discurso del Amo también es el discurso del inconsciente, el que se agita en cada uno más allá de lo que cree saber y decir. El discurso del Amo también es el discurso de la transferencia, motor de la experiencia analítica y de la Escuela, en lo que llamamos la transferencia recíproca. Así que denunciar el discurso del Amo es por sí mismo un efecto más de lo que Lacan abordó con su aforismo: “el inconsciente es la política” (subrayo el “es”). Y recordemos lo que el propio Lacan les dijo a los jóvenes de Mayo del 68: denunciar simplemente el discurso del Amo es la mejor forma de reforzarlo.
No podría terminar de responder a su pregunta sin referirme al impactante testimonio que escuchamos justo antes del Forum. Fue el testimonio del Doctor Pietro Bartolo, médico en Lampedusa que está en primera línea recibiendo a los desplazados que llegan a las costas, vivos y muertos terriblemente mezclados, en barcazas indignas. Su testimonio, extraordinariamente vivo y directo, inhumano de tan humano, dejó al auditorio del Congreso entre mudo y agitado, tocado en lo más íntimo por las palabras y las imágenes que mostró. “Ahora ya no pueden decir que no saben”, nos soltó. Lo peor es que lo sabíamos pero no podíamos decir nada de lo que sabíamos después de escucharle a él.
Varios efectos se han sucedido ya. Un miembro de la AMP ha impulsado una colecta para dar apoyo humanitario a la labor que el Dr. Pietro Bartolo está realizando en Lampedusa con muchos otros. Pero él quería sobre todo lanzar una llamada de alarma. La AMP, en tanto es una ONG reconocida ante la Organización de las Naciones Unidas, junto a la SLP, la Escuela italiana, y la EuroFederación de Psicoanálisis presidida a partir de ahora por nuestro colega Domenico Cosenza, está impulsando la realización de una serie de Forums sobre el tema de “lo extranjero” y del malestar social producido por los fenómenos de inmigración y de segregación de enormes masas de población que no atienden ni a fronteras ni a litorales. El reto que tiene Europa ante estos fenómenos es hoy de una magnitud imposible de reducir a números y estadísticas, toca lo más íntimo de la subjetividad de nuestra época, esa subjetividad para la que Lacan exigía al psicoanalista de nuestro tiempo estar a su altura, saber descifrar la lógica que gobierna sus síntomas y sus nuevas formas de gozar.
Estamos en ello.

25 de novembre 2016

Elogio de las psicosis ordinarias



Para comentarles en los diez minutos de los que dispongo el tema del próximo Congreso de la AMP que tendrá lugar en Barcelona el mes de Abril de 2018, no encuentro hoy mejor manera que entonar una suerte de “elogio de las psicosis ordinarias”*.
Es un elogio a la actualidad clínica y política del estudio de las llamadas “psicosis ordinarias”. El término, se lo recuerdo, fue introducido por Jacques-Alain Miller[1] a finales de los años noventa para dar cuenta de una serie de fenómenos clínicos que pasaban desapercibidos en los mapas diagnósticos habituales, tanto para la psiquiatría más descriptiva como para el propio psicoanálisis orientado por la primera enseñanza de Lacan, la que distingue las psicosis y las neurosis a partir de elementos discretos como la forclusión del Nombre del Padre. Encontramos hoy una serie de fenómenos que, escuchados desde la última enseñanza de Lacan, podemos localizar en el campo de las psicosis aun cuando no se trate de  psicosis desencadenadas con su clásico cortejo de fenómenos clínicos. Discretos acontecimientos de cuerpo, sutiles plomadas de sentido en el deslizamiento de la significación, velados fenómenos de alusión, suplencias minimalistas en las que el sujeto sostiene la frágil estabilidad de su realidad psíquica. Estos fenómenos estaban ahí, a la vista de todos, pero se confundían por su frecuencia con el paisaje de la normalidad. Retomar hoy este tema con el título propuesto para al Congreso, “Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia”, pone en cuestión en primer lugar el prejuicio clínico que sigue ordenando la supuesta salud mental a partir de la idea estadística de normalidad. Pero pone también en cuestión la universalidad de una clínica ordenada bajo la égida del Complejo de Edipo o de su formalización, hoy  clásica, con la metáfora paterna realizada por la primera enseñanza de Lacan.
Se impone pues una relectura y una actualización de esa clínica desde la perspectiva de la última enseñanza de Lacan, tal como la ha desbrozado Jacques-Alain Miller a partir de la noción de parlêtre, del análisis del cuerpo hablante más allá del Edipo tal como lo hemos ya abordado en el pasado Congreso de Rio.
Recordemos de dónde venimos para señalar cierta sabia ironía en el título escogido para el Congreso. Hubo un tiempo en el que las psicosis que eran ordinarias, las que se diagnosticaban habitualmente como tales, eran de hecho las psicosis clásicas, las que se sitúan de manera clara en el campo de la paranoia y de la esquizofrenia, incluyendo también a la melancolía si queremos ser más precisos. En aquel tiempo, en el tiempo pre-AMP por decirlo así, el título “Las psicosis ordinarias y las otras” hubiera sido entendido de manera muy diferente. Y es como seguramente será hoy entendido por aquellos que no hayan seguido nuestra orientación. Las “psicosis ordinarias” serían entonces las clásicas y las “otras” sería un término que evocaría un campo más o menos confuso de fenómenos que no entraban en las casillas precisas de la clínica estructural. Las “otras” serían tan otras, tan diferentes, que no podríamos reconocerlas de entrada como tales. A veces se habla entonces de “borderline”, o de “locuras histéricas”, o de “trastornos límites de la personalidad”…
Ahora bien, desde el momento en que las psicosis ordinarias se están convirtiendo para nosotros en el Uno de las psicosis, los términos se invierten y las psicosis clásicas se convierten entonces en su Otro, su alteridad, en las verdaderamente “otras”. Señalo este interesante giro para sostener que el título del Congreso es de hecho una interpretación, con efectos distintos si es recibida desde el interior o desde el exterior de la AMP, antes o después del giro que los motiva.
Hay para nosotros una primera consecuencia de esta interpretación. Y es que el término “psicosis ordinarias” no designa en ningún caso una clase, no designa una clase clínica clásica —si me permiten la redundancia— como sí ocurre con todas las anteriores clasificaciones diagnósticas, vengan de donde vengan[2]. Es decir, no hay modo de enumerar en un listado completo y consistente la serie de rasgos que definirían una clase llamada “psicosis ordinarias”. Intenten hacerlo y verán cómo la serie de rasgos se extiende enseguida como un virus a todas las otras categorías clínicas que consideren en ese sistema de clasificación. En este sentido, “psicosis ordinarias” es una categoría clínica imposible de introducir en un sistema clasificatorio al estilo DSM o CIE. Y si algún día ocurriera tal posibilidad sería para ver cómo este sistema implosiona desde adentro. Lo que, de hecho, y dicho sea de paso, está ocurriendo realmente si seguimos de cerca los debates que acucian actualmente a la clínica que se orienta en estos sistemas clasificatorios que parecen haber entrado en una crisis irreversible.
Todo sistema diagnóstico se sostiene de hecho en la creencia en un universo ordenado por rasgos que forman clases, supone siempre el lugar divino de un Otro clasificador.
El título del próximo Congreso de la AMP, con su ordenación aparentemente tan simple entre “las psicosis ordinarias” y “las otras”, me evoca por el contrario aquel extraño sistema de clasificación que Borges expuso de manera tan irónica como certera en su libro Otras inquisiciones, bello ejemplo de clasificación imposible de ordenar en una lógica de clases y que nos muestra que “no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural”. Lo encontrarán también evocado en el punto de partida del libro de Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Es la clasificación que aparece en “cierta enciclopedia china” según la cual, —se  la recuerdo— “los animales se dividen en: (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.”[3]
Señalemos por nuestra parte que en la lógica de las “psicosis ordinarias” podríamos tal vez incluir un nuevo ítem que vendría a contradecir el punto “(h) incluidos en esta clasificación”, ítem que intenta cerrar precisamente la inconsistencia y la incompletud de toda clasificación con una suerte de catálogo de todos lo catálogos. Podríamos incluir más bien a las psicosis ordinarias en un ítem “(o) los no incluidos en esta clasificación” y así dejar abierto el agujero de la falta del Otro, el que incluye su propia inconsistencia e incompletud.
Las “psicosis ordinarias” no se sostienen pues en una lógica de clases ordenada por un Otro completo sino por la falta del Otro, por la falta de cualquier forma divina del Otro. Si me permiten decirlo así, es el único diagnóstico agnóstico, el único que no cree en el Otro de las clasificaciones.
La imposibilidad lógica de construir con el término “psicosis ordinarias” una categoría clínica completa y consistente las sitúa entonces, con respecto a la clínica actual, en una lógica parecida a la que Lacan encontró del lado de la posición femenina de la sexuación, tema que hemos tratado en estas Jornadas. Imposible hacer un todo con ellas, sólo podemos contarlas una por una.
Dicho de otra manera, la no-categoría llamada “psicosis ordinarias”, la que responde a la época de los inclasificables de la clínica psicoanalítica, es la que mejor puede convivir en la época que llamamos también “la época del Otro que no existe”, la época en la que el Otro se muestra tan incompleto como inconsistente a la hora de ordenar el goce del sujeto contemporáneo, especialmente cuando se trata de ordenar ese goce extraño y segregado que encontramos a veces bajo el nombre de “locura”. Esta locura se confunde hoy con la apariencia más ordinaria de la supuesta normalidad. Y la propia política no puede hoy ser ya ajena a esta paradoja que el psicoanálisis ha puesto de relieve desde sus orígenes. De ahí que el tema de las psicosis ordinarias sea también un tema a proponer en la línea de una política del síntoma, tal como proponía Lacan en el momento de situar al psicoanálisis “a la cabeza de la política”[4].
Apostemos entonces por el trabajo necesario que permita desbrozar el tema del próximo Congreso de la AMP. Las psicosis ordinarias y “las otras”, nos permitirán sin duda compulsar en el sujeto contemporáneo lo que llamamos el parlêtre, la locura inherente a su ser. Y hacer entender que la transferencia con el inconsciente es en cada caso el mejor medio para tratarla.


* Intervención en las Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Madrid, 20/11/2016.
[1] Jacques-Alain Miller, en IRMA “La psychose ordinaire”, Agalma 1999, p, 230.
[2] Recordemos que el momento en el que Jacques-Alain Miller introdujo el término “psicosis ordinarias” fue también el tiempo de elaboración de lo que se llamó “Los inclasificables de la clínica psicoanalítica“, título del volumen que incluyó en 1999 las dos Conversaciones de Arcachon y de Angers en la Editorial Paidós.
[3] Jorge Luis Borges, “El idioma analítico de John Wilkins”, en Otras inquisiciones – Obras Completas, Emecé editores, Barcelona 1989, tomo 2, p. 86.
[4] Jacques Lacan, “Lituratierra”, en Otros escritos, Pairós, Buenos Aires 2012, p. 26.