Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Zadig. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Zadig. Mostrar tots els missatges

24 de març 2021

Punto de capitón





 















Jacques-Alain Miller, Polémica política
Textos recopilados por Andrés Borderías
Editorial Gredos, Barcelona 2021

  

Aquí está, es la conversación analítica que pone en acto aquel axioma lacaniano: «el inconsciente es la política». Este precioso y grueso volumen — 527 páginas — reúne una serie de textos, intervenciones, conferencias, entrevistas, artículos de prensa, conversaciones diversas, entradas de Blog, elogios y diatribas, crónicas y objetos-dardo (objets-dard) de Jacques-Alain Miller producidos durante un densísimo periodo de actividad, desde marzo a junio de 2017. Cuatro meses que supusieron un corte radical, un recomienzo, en el movimiento del Campo Freudiano y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Cuatro meses que significaron una interpretación de la actualidad de la política y del psicoanálisis mismo, un «punto de capitón», título del texto que abre el volumen y también del Seminario que marcó las bases para una nueva época de la orientación lacaniana. Es probablemente su momento de inflexión más decisivo después de Sigmund Freud y con Jacques Lacan, el punto cero de su extensión al campo de la política, con la apuesta y la creación de la red internacional que lleva el nombre Zadig (zero abjection democratic international group). Lo que quiere decir: un llamado para que el psicoanalista esté de manera decidida a la altura de la subjetividad de su época, con todas las consecuencias políticas fuera de las cuales el psicoanálisis deja de ser lo que es como experiencia desde sus principios. Zadig no funciona como un partido político. De hecho, queda excluida cualquier militancia en sus impulsores. No un partido político, pero sí para tomar partido de manera clara en una coyuntura global donde la fractura de la verdad —la verdad, siempre no toda— hace cada vez más difícil una conversación que ponga a cada uno en su lugar de sujeto, de sujeto responsable de su palabra. Tal vez sea éste un principio de la política del psicoanálisis, la política del síntoma, que podemos extraer de la lectura de estas páginas: que cada sujeto se haga responsable de cada uno de los efectos de aquello que dice. Solo que este sujeto no siempre recibe su propio mensaje para saber hacerse cargo de él. Y alguien debe hacérselo llegar de la buena manera. También cuando se trata del político, también cuando se trata del psicoanalista.

    ¿Qué es, pues, Polémica política? Es la carta robada —carta en souffrance, a la vista de todos, pero escondida a la de cada uno— de la historia del psicoanálisis. Escrita con tinta invisible, però extendiéndose como un reguero de pólvora, euna línea que empieza con la tesis defendida por el fundador del psicoanálisis: la «psicología individual» es también una «psicología colectiva» [1]. La línea sigue con Jacques Lacan: «La intrusión del psicoanálisis en la política sólo puede hacerse reconociendo que no hay discurso, y no solamente analítico, que no sea del goce» [2]. Y llega ahora, clara como la luz del día, para leerse en esta nueva página que Jacques-Alain Miller abrió en el Campo Freudiano: «Tengo un proyecto: hacernos presentes no solamente en la clínica, en la psicología individual, como dice Freud, sino también en la psicología individual en cuanto que colectiva, es decir, en el campo político. No como un partido político, sino como psicoanalistas que pueden aportar algo a la humanidad en este momento de la o de las civilizaciones. Esta aportación, Lacan lo dijo y lo repitió, él la esperaba, pero no llegó a concretarla. No consiguió la apertura que tenemos nosotros ahora. Él no dio este paso, pero todo su discurso converge en ese punto.»[3]

    Leído desde ahora, este punto de convergencia no dejaba de no escribirse en la historia del psicoanálisis. Y ahora hay que dar el paso, el psicoanálisis, debe hacer este «pase» si quiere atravesar el siglo XXI y seguir siendo una práctica de acuerdo con sus principios, una práctica que no quede diluida en el confuso mundo de las prácticas «psi». No es seguro que todos los analistas quieran dar este paso —es más bien imposible, porque no hay «todos los analistas»—, hay que leerlos uno por uno. En realidad, a juzgar por varios efectos de esta apuesta —que hace temblar, de hecho, los cómodos asentamientos instituidos—, algunos parecen mostrarse un poco reticentes, temerosos de dejar caer la túnica de Nesos con la que a veces se piensan a cubierto del malestar contemporáneo, la túnica que Lacan igualó a la transferencia, al sujeto-supuesto-saber que encarnan para cada sujeto en la intimidad de su consultorio. La túnica les quema —es lo propio de la túnica de Nesos— y Jacques-Alain Miller no piensa, en estas páginas, aliviarlos de esta quemazón, tampoco de los efectos del resquemor. Polémica política —también la del psicoanálisis mismo — querría transformar este ardor en la fuerza motriz del Campo Freudiano para que no retroceda ante lo real de nuestro tiempo. Incluso con una perorata, con una tirade, cuando hace falta. Y hay varias.

    Carta, pues, a la espera todavía de llegar a su destinatario, como una botella al mar. Cuando llegue —y una carta, Lacan dixitsiempre llega a su destinatario—, el psicoanálisis tendrá la mejor oportunidad de atravesar el siglo XXI para estar a la altura de la subjetividad de su tiempo, para extenderse al campo de la política donde, de hecho, siempre ha estado, aún sin saberlo, aún sin quererlo. Estar allí sin saberlo, esta es precisamente una de las definiciones lacanianas del inconsciente. Hace falta ahora querer estar ahí, saber estar ahí. Es, se lo piense como sea, una decisión política.

    Algún día estaría bien escribir un libro que se titulara algo así como «La fidelidad y sus precios». Polémica Política estaría sin duda a la cabecera de sus referencias, al lado de Vida de Lacan, también publicado en español en la misma colección de la editorial Gredos de la ELP. A veces el precio es el silencio. A veces ese silencio es la interpretación: para volver a leer lo que no cesa de no escribirse… ¡hasta que se escribe!

    Aquí está, pues, Polémica política. Por fin, ya era hora, vamos con cierto retraso. Léanlo y verán por qué. Pero tal como recordaba Freud citando al poeta para subrayar la lentitud con la que se siguen algunas empresas humanas: «está escrito que no es pecado cojear». Que sea, pues, cojeando. Pero cojeando de la buena manera.

Nota: los textos de Polémica política han sido sabiamente recopilados por nuestro colega de Madrid, Andrés Borderías, y editados con sumo gusto por Gredos —la editorial que es toda una tradición en el mundo hispanohablante— gracias al buen trabajo de Vicente Palomera, director de la colección.




[1] Freud S., «Psicología de las masas y análisis del Yo». Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid 1984, tomo VII, p. 2563.

[2] Lacan, J. Seminario, libro 17, «El reverso del psicoanálisis». Paidós, Buenos Aires 1992, p. 83.

[3] Miller, J.A. «Conferencia en Madrid. ‘Que viene el coco’». Polémica política. Gredos, Barcelona 2021, p.419.

30 d’octubre 2020

Autoritat i autoritarisme













(Fragment de la Introducció)

L’autoritat està en crisi? Ho escoltem en llocs i àmbits ben diversos: l’autoritat dels pares i les mares en la família, la dels mestres en l’àmbit pedagògic, la dels metges i terapeutes en la seva pràctica clínica, la dels investigadors en el camp del saber científic, la de les jerarquies en les institucions religioses. I sobretot l’autoritat dels polítics en el món de la política. La política és avui el camp on les autoritats són posades més en qüestió, on sovint es fa ben difícil que siguin reconegudes —«No ens representen», diuen—  i on també es fa més difícil que es reconeguin entre elles —«No menteixi! Vostè no té autoritat per seguir governant». La desqualificació de l’autoritat de l’altre sembla avui el recurs més efectiu per menystenir-lo, per treure’l dels llocs del poder i també per negar-li finalment els drets més fonamentals. L’autoritat en crisi? De fet, si fem un repàs en la història, l’autoritat sempre ha estat en crisi, especialment quan ha de justificar en què s’autoritza, què la fa autoritat. Aleshores, quan l’autoritat defalleix, l’autoritarisme esdevé el símptoma d’un ús del poder que no pot respectar ja la singularitat de les persones. Quan desapareix l’autoritat i es degrada en l’ús del poder de la força, legal o física, desapareix el reconeixement mutu indispensable per conviure en una societat que es reconegui ella mateixa com a justa i veritablement democràtica. La democràcia, convertida en un joc de majories garantides només per la quantitat de vots obtinguts en eleccions, esdevé aleshores un sistema buit de contingut, un simple recurs retòric per un retorn de l’autoritarisme més subtil o més groller. «Democràcies autoritàries» en diuen ara, o també «democràcia sense política». Aquest recurs a l’autoritarisme es fa molt sovint en nom de la legalitat com a garantia darrera de l’autoritat, de l’ús del poder i de la força en el si dels propis sistemes democràtics. Constatem, però, que el recurs únic i constant a la legalitat alimenta encara més la crisi de la pròpia autoritat. 

El conflicte que estem vivint aquests darrers temps entre Catalunya i l’Estat espanyol és sens dubte paradigmàtic d’aquesta conjuntura. El recurs únic i constant a la legalitat per resoldre els conflictes polítics ha portat a un atzucac que no sembla tenir ja marxa enrere. Podem llegir-lo com un conflicte d’autoritats que no es poden reconèixer entre elles? En tot cas, el símptoma Catalunya, per anomenar-lo així, és ja un símptoma a Europa i planteja el problema de l’autoritat i de l’ús del poder a instàncies i nivells diversos. Aquesta conjuntura ha estat sens dubte un dels motius del nostre interès pel tema de la crisi de l’autoritat i de l’emergència de l’autoritarisme. És el fil vermell que travessa aquestes pàgines.

El cercle viciós entre autoritarisme i crisi d’autoritat —l’un es nodreix de l’altre, l’un és efecte de l’altre— ha estat senyalat a bastament per molts pensadors, especialment després de la Segona Gran Guerra, moment que va signar el declivi de les figures clàssiques de l’autoritat. Cal seguir el rastre d’alguns d’aquests pensadors a partir de la segona meitat del segle XX per entendre la conjuntura en la qual ens trobem actualment. Va ser també l’inici de l’època dels nous autoritarismes, des dels més implícits fins els més explícits, que avui creixen a l’empara de les democràcies formals occidentals amb una retòrica manllevada de la seva tradició més il·lustrada. Podem escoltar així un discurs xenòfob fins i tot en nom dels drets humans. L’autoritarisme no és aleshores incompatible ni amb l’Estat de dret ni amb un règim democràtic que pot sostenir-se prou bé com una democràcia d’amos que no arriben a conversar entre ells, cadascun en el seu feu. El discurs de l’autoritarisme no podria sostenir-se, però, sense les servituds voluntàries de parts de la població que troben en les figures de l’amo modern una assegurança contra la incertesa i la indeterminació inherents al malestar en la civilització. De cap altra manera pot explicar-se l’extensió creixent d’aquest nou discurs autoritari que travessa l’Occident, legitimat precisament en nom de la democràcia. L’autoritarisme és un fenomen que s’infiltra en el teixit social de maneres molt diverses i desapercebudes. Les seves arrels s’enfonsen en el més íntim de cada subjecte, en la seva relació amb els altres més propers i també en la relació de cadascú amb allò que és més desconegut en ell mateix. El ressort de l’autoritarisme és sempre inconscient, respon de fet a un moment crucial de la subjectivitat de la nostra època i cal escoltar-lo com un símptoma de la degradació dels lligams socials. No es pot entendre l’autoritarisme i el seu ús del poder en tots els àmbits sense entendre primer aquest ressort individual de l’autoritarisme. 

Quina és la lògica que mena la crisi d’autoritat i que acompanya, d’altra banda, el declivi que constatem en les nostres societats democràtiques? Què pot aportar avui la psicoanàlisi a l’àmbit de la política pel que fa a la noció d’autoritat i a l’ús del poder? Quines conseqüències podem extreure des de l’experiència de la psicoanàlisi, una experiència que és sempre individual, en els conflictes socials que es fan palesos en les societats anomenades democràtiques? L’extensió de la psicologia individual a l’àmbit social i polític ja fou prevista per Sigmund Freud, especialment al seu text titulat «Psicologia de les masses i anàlisi del Jo», principi d’una orientació que ha propiciat des d’aleshores desenvolupaments i contribucions de gran interès. La psicoanàlisi de Jacques Lacan en va reformular els fonaments i ens pot ajudar a actualitzar una anàlisi dels lligams socials i de l’autoritat que avui ens sembla indispensable per estar a l’altura de la subjectivitat de la nostra època, una subjectivitat cada cop més marcada per una crisi dels sistemes simbòlics, fets de llenguatge, en els quals tenen lloc aquests lligams.

[...]

Qui esperi fórmules inequívoques i de manual per respondre al problema actual de l’autoritat en crisi no cal que segueixi llegint. No em sento gens autoritzat a acompanyar-lo en l’elaboració del concepte i en l’experiència de l’autoritat. Qui esperi una construcció de les preguntes que he sabut fer-me des de la psicoanàlisi per tractar el problema de l’autoritat i de la seva crisi en les nostres societats, farà bé d’acompanyar-me. Segurament sabrà aleshores construir-se’n també les seves, de preguntes. 

15 de juliol 2020

Viure on no som






Després del debat Zadig-España del 26 de juny de 2020
«Viure on no som». Havia de ser el poeta —i amic del Camp Freudià a qui llegeixo amb gust— Luis García Montero, qui deixés anar la frase del debat que me’n va donar la seva interpretació. Poseu-la com a baula dels tres eixos que feien de programa i tindreu la cadena significant que ens explica l’experiència singular que estem fent en aquestes temps.
En els efectes de la pandèmia. Ja sigui que estiguem confinats a casa, ja sigui que siguem als carrers d’una ciutat que vol semblar «nova» i «normal» alhora —mai no ha sigut ni una cosa ni l’altra—, vivim tan endins d’allà on som que només hi trobem una vida que és tota ella fora de si mateixa, en un exterior que no arribem a abastar ni amb les paraules. L’experiència del real —la frase torna a ser del poeta, tant com nostra— no és només l’experiència d’aquest virus-màquina que sembla de ciència ficció, invisible i sense vida biològica. L’experiència del real és que vivim on no som i que només som allà on podem perdre la vida.
En els efectes del Tele- : del tele-treball, del tele-ensenyament, del tele-amor, del tele-tot, i sobretot del telele. En el Tele ens passem les hores vivint on no som. I això ens fa més evident encara la natura cada vegada més deslocalitzada del subjecte del nostre temps, un subjecte a qui se li escapa l’ésser amb tots els bits que van d’un lloc a l’altre del planeta i que només saben dir-li: ara sí, ara no; ara hi ets, ara no hi ets. D’això en diuen ara «Telecoupling», que vol dir finalment que el lleuger moviment de la papallona en un racó de món pot produir un tsunami de mort a tots els altres racons de món. Això vol dir que tu ets també en aquell ratpenat de Wuhan que et pot fer la vida impossible. Això vol dir que el que fas a casa teva té efectes immediats a casa de l’Altre.
En l’Europa dels nostres dies. Vivim a Europa, però hi som? Els que creiem que hi som cada vegada sabem menys què vol dir ser-hi. I alguns que no hi viuen volen ser-hi sigui com sigui, encara que sigui arribant morts a Lampedusa amb barques de goma. Què constatem aquests dies de pandèmia? Que són les petites comunitats les que se les arreglen millor per sobreviure i que els grans Estats-nació fan figa a l’hora de fer realitat el que prometen. L’anomenada democràcia social potser sabrà viure millor allà on no és —fora de parlaments buits de paraula— i ser allà on no podem viure —a les ciutats buides d’elles mateixes.
I jo hi afegiria ara un quart registre, un quart element que em va semblar que relligava els altres tres en el debat. L’esquerra ja no sap viure on és, i ja no és allà on li semblava que podia viure. Tampoc en l’arc parlamentari sap trobar el seu lloc, simplement perquè fa temps que li han robat el discurs, l’ésser de les seves paraules. Tot sembla ja «suposadament d’esquerres», com deia l’un, tot «un pur semblant», com deia l’altre. I és només per acabar escoltant aquell «no puc respirar» que va ser una altra de les frases del debat. L’esquerra ja no respira. Dir que això és la impotència de les esquerres, és dir massa poc. Més val dir-li que no ha tingut en compte el real com impossible, aquell real del qual és feta l’experiència de la psicoanàlisi. Que l’home d’esquerres ja és mort[1] i encara no ho sabia fa del seu enterrament una festa permanent de les dretes, que sí saben que poden viure allà on els plagui, a dreta i esquerra del planeta. I una de les raons d’aquest desori sembla insultant de tan evident: la repressió funciona. Funciona la repressió social i funciona la repressió meta-psicològica. Funciona la repressió social quan s’accepta la judicialització de la política, encara que sigui fent una petita ganyota quan no anaven per tu. Però ara van per tu també, i no vols veure que no vas fer res quan anaven pels altres, per tants d’altres. I a vegades només quan falla arribes a saber com funciona la repressió, quan el retorn del reprimit et mostra i et fa patir el símptoma on no et sabies reconèixer, quan ara veus que també vius allà on no eres, i que ets allà on no sabies viure.
Doncs sí, estimat Luís, jo també sento que visc allà on no sóc, i que sóc en un estat on no m’és fàcil de ser i de viure. Posa aquest «estat» amb majúscules si vols, digue-n’hi estat del ben-estar, que no és estat del ben-ésser i que hauria de ser finalment un estat del ben-dir. Del ben-dir que a vegades la poesia sap sostenir.

[1] Jacques-Alain Miller, «Tombeau de l’homme de gauche». Lacan Quotidien, 4 décembre 2002: https://www.lacanquotidien.fr/blog/2002/12/jacques-alain-miller-tombeau-de-lhomme-de-gauche/

21 d’agost 2019

La hidra neoliberal de Aníbal Leserre



















Prólogo a La hidra neoliberal, de Aníbal Leserre, publicado en Grama Ediciones.


He aquí un libro que hace suya la apuesta lanzada por Jacques-Alain Miller en el año 2017 a los psicoanalistas del Campo Freudiano, y más allá, para extender el discurso del psicoanálisis al campo de la política. Y su autor no esconde desde dónde enuncia su modo de recoger el guante de esta delicada apuesta: desde su propia historia, marcada por las contingencias de los encuentros y desencuentros que deciden la vida de cada sujeto y que el psicoanálisis le enseña a tomar a su cargo.

La incidencia del psicoanálisis en el campo de la política no tiene nada de evidente, requiere de una elaboración precisa del término “política” en la enseñanza de Jacques Lacan, tanto en intensión como en extensión, tanto en el psicoanálisis puro —el que conduce a la autorización de un analista— como en el psicoanálisis aplicado a la terapéutica y a los distintos vínculos sociales. Y no es menos cierto que uno supone el otro, que no es posible pensar un analista sin su implicación decidida en el campo de lo social, del mismo modo que no es posible pensar una incidencia política del psicoanálisis en el orden social sin situar de manera precisa la función del analista en el dispositivo analítico. En este punto, lo interior y lo exterior de la experiencia analítica se encuentran, lo más privado se anuda con lo más público. Y el primero que mostró las consecuencias prácticas de esta lógica del discurso analítico fue el propio Jacques Lacan. Desde la “política de la carencia de ser” —en su texto de 1958 sobre La dirección de la cura y los principios de su poder— hasta la política del síntoma —en el texto de 1971 titulado “Lituratierra”— hay un recorrido que no puede hacerse sin pasar necesariamente por la lógica de la experiencia y el dispositivo del pase, principio de la política de una Escuela de psicoanálisis. Es allí donde se anuda la singularidad de la experiencia de un análisis llevado hasta su final con la dimensión colectiva del sujeto del inconsciente. 

No hay un inconsciente colectivo, como podía suponer una reducción culturalista, incluso religiosa, del concepto freudiano de inconsciente. Pero lo colectivo es, para un analizante que haya llegado al final de un análisis, “el sujeto de lo individual”.  Es así como Lacan definió el grupo social en el momento de publicar sus Escritos, en una nota final de su texto sobre “El tiempo lógico” que pide releer desde allí toda la elaboración freudiana de “Psicología de las masas”. El término “sujeto” debe entenderse aquí en toda la extensión que recubre la palabra sujet en la lengua francesa: es la materia, el tema de una acción o de un estado de las cosas, el significado de un estudio, de un debate, de una conversación, también el objeto al que se refiere un discurso, el argumento de un relato, su función lógica y gramatical, el tema de una obra pictórica o literaria, la apuesta también de una acción política común, su motivo, su razón. Sólo así puede entenderse la dimensión eminentemente política que Lacan da al término “sujeto” y a la exigencia que impone al psicoanalista que se orienta en ella: reunir su acción en lo colectivo para estar a la altura de la subjetividad de su época. Es allí donde el psicoanalista deja de ser un personaje aislado en la intimidad de su consultorio —aislamiento al que puede llevarle la singularidad de su propia práctica— para hacerse sujeto de la experiencia colectiva que lo define a él mismo como un sujeto esencialmente político, en el sentido aristotélico de un zoon politikon, de un animal afectado por el lenguaje, por el discurso que lo vincula necesariamente a los otros.

Nuestro colega Aníbal Leserre ha escogido abordar este “sujeto”, esta subjetividad de nuestra época, tomando la figura de la hidra neoliberal, monstruo que multiplica sus cabezas en la misma medida que pierde alguna. No le importa, crece y se alimenta así de su propia pérdida, de su propia consumación. Se consuma y se consume en la pérdida sin contar con ella, o contándola como ganancia, haciendo de la pérdida de goce un goce en sí mismo. Es también la hidra devoradora del goce, clara imagen del imperativo —¡Goza siempre un poco más!— que consume al sujeto de nuestro tiempo y que encontramos tanto en la privacidad de la consulta del analista como en los fenómenos de masa que arrastran consigo a toda política que siga este imperativo. 

El lector atento sabrá seguir los diversos rodeos que el autor toma para proponer una Conversación —esta difícil disciplina que la red internacional Zadig impulsa en cada lugar— sin perder, a su vez, la cabeza ante la hidra. Yo he reconocido en las huellas del camino de este libro al amigo y colega Aníbal Leserre que ya conocí en Barcelona hacia los años ochenta, cuando empezamos a compartir una misma causa que defendemos ahora desde uno y otro lado del Atlántico.

06 de gener 2019

Contra una Europa indiferente


Texto para el debate preparatorio del Forum Europeo de Psicoanálisis, Amor y Odio por Europa, Milán, 16 de Febrero de 2019.

El amor como arma para responder al odio —así es como se nos presentan las cosas en el campo de los ideales, de los Ideales del Yo para tomar el término freudiano. ¡Cómo querríamos todos que el amor por Europa venciera al odio generado por sus detractores, más o menos explícitos, tanto internos (Le Pen en Francia o Vox en España) como externos (Trump o Bannon a la cabeza)! Pero una pastoral del amor no bastará nunca para neutralizar el discurso del odio, para responder a los discursos que matan. Hace falta algo más que el entusiasmo del amor, hace falta un amor que no ignore el resorte que lo mueve… hasta que desemboca en el odio (cf. el final súbito e impensado del Seminario Encore de Jacques Lacan: “Y el verdadero amor […] desemboca en el odio”). No, el amor por Europa no la hará existir más que el odio mismo en el que desemboca al encontrar sus límites en la extrañeza del goce del Otro, cuando se siente asediado por él. Esta es una de las consecuencias imprevistas que podemos extraer después del precipitado entusiasmo que generó para muchos la caída del muro de Berlín. Hoy, constatamos la fragilidad de la identidad europea, más allá del proyecto de unificación económica que creía alimentarla, cuando se confronta a sus nuevos problemas. Tal como indica Manuel Castells en el excelente volumen del que es editor, La crisis de Europa: “En conjunto, la identidad europea es una identidad débil. Y su debilidad la hace vulnerable a cualquier perturbación importante en la Unión Europea, ya sea económica, geopolítica o migratoria”[1].

Señalemos entonces un rasgo de estructura que la psicología más banal repite sin sacar consecuencias: es la indiferencia la que se opone tanto al odio como al amor, al odionamoramiento (hainemoration, Lacan de nuevo). Las oscilaciones entre el amor y el odio por Europa se producen de un modo que la historia puntúa en giros inesperados. El Brexit es sin duda uno los que más sacude hoy al viejo continente. Hay el amor y el odio, es cierto, pero lo peor sería la indiferencia que alimenta la conversión del primero en el segundo. Es la indiferencia la que puede corroer a Europa sin saber cómo hacer virar el odio —la segregación inherente del goce del Otro— al amor de un vínculo que cuaje en una identidad, siempre ilusoria por otra parte. 

La indiferencia es el modo en que se manifiesta a veces la tercera pasión del ser, la ignorancia. Lo mejor en este caso es querer saber lo que ignoro en una docta ignorancia, y ello para salir de la peor indiferencia. En este tránsito pasional, la lógica es la siguiente: del amor a la indiferencia, de la indiferencia al odio imprevisto. La pura ignorancia, no la docta, es el puente de pasaje de una pasión a otra. Por el contrario, la docta ignorancia es la que no debe confiar en el amor, menos todavía en el odio, para salir de la indiferencia. Hace falta para ello un deseo que se ponga a prueba ante la segregación estructural del goce del Otro, de sus formas de vivir. Ante esta segregación estructural mejor saber lo siguiente: ignoramos de hecho qué es hoy Europa en la diversidad de sus formas de vivir. Para salir de la indiferencia es necesario partir de esta docta ignorancia.

Tal vez lo que hoy define mejor a Europa es precisamente la indiferencia, la indiferencia por lo que ocurre dentro y en el borde de sus fronteras: la migración, el aumento de los nacionalismos encubiertos de patriotismo, la falta de solidaridad entre sus miembros, incluso cuando alguno de ellos decide, con despecho, hacer su brexit particular. En España, por ejemplo, después de décadas de ardor amoroso por querer sentirse europeos, empiezan a aparecer claros signos de ambivalencia hacia la Unión Europa. Las cosas no eran como se esperaban. El “conflicto catalán”, que es en realidad la mejor expresión del conflicto de España consigo misma, no ha hecho más que poner de manifiesto esta ambivalencia histórica hacia las otras naciones europeas, siempre más seguras de su patriotismo, tan nacionalista al fin y al cabo como cualquier otro. El nacionalismo español se expresa ahora en una indiferencia creciente hacia una Europa que pone en tela de juicio sus propios juicios contra los soberanistas catalanes encarcelados desde hace más de un año en “prisión preventiva”. Manuel Castells puede escribir entonces, a propósito de lo que considera “las pruebas de fuego de la identidad europea”: “Si en los primeros refrendos en España y Portugal el voto proeuropeo ganó con facilidad, aunque con una tasa de participación muy baja (en torno al 40%), se debía a que los europeos del sur siempre vieron a la UE como un escudo protector contra sus demonios autoritarios y nacionalistas. Por añadidura, los catalanes y los vascos son los más europeos de España (igual que los escoceses en el Reino Unido), porque aspiran a la protección de la UE contra sus propios Estados-nación.”[2] En este puzle, no parece que la Europa actual de los Estados-nación, más burocrática que solidaria, sepa encontrar la pieza que la hace necesariamente inacabada e inacabable.

Entonces, no será una Europa de las naciones ni de las regiones la que podrá hacer avanzar un proyecto como el que animaron los padres fundadores de su Unión. ¿Será tal vez una Europa de las ciudades, una Europa de ciudadanos europeos en pie de igualdad, la que asegure la difícil coexistencia de espacios cada vez más densos y complejos?



[1]Manuel Castells et al. (eds.) La crisis de Europa. Alianza Editorial, Madrid 2018, p. 276.
[2]Ibidem, p. 286.

28 de març 2018

El Procés: dues preguntes de Xantal Llavina
















Després de l'entrevista enregistrada al programa "Autèntics" de El Punt Avui TV, la periodista Xantal Llavina va voler fer-me dues preguntes més per escrit a propòsit de la situació política a Catalunya i publicar-les en l'edició en paper. Aquí van les meves respostes, tot agraïnt a Xantal Llavina el seu saber fer.


El procés ha afectat emocionalment les persones?

— De ben segur. Com qualsevol esdeveniment polític i social d’aquesta magnitud, el que s’ha anomenat “el procés” ha tocat també el més íntim de cada persona, sempre de maneres diferents: la incertesa i l’angoixa, la sensació de rebuig o de desemparament, però també de solidaritat i de decisió conjunta, el sentiment de pertinença a un grup, sigui el que sigui, l’alegria i la tristesa alhora, els sentiments de injustícia i d’opressió. El ventall d’emocions i afectes és ben ampli, des del sentiment maníac fins la depressió més profunda. És un temps de pujades i baixades emocionals que cadascú viu d’una manera diferent. S’han trencat grups de WhatsApp però també se n’han creat uns altres per aquestes mateixes raons. Els afectes són a flor de pell, gairebé ningú s’hi sent indiferent i en parla també a les seves sessions de psicoanàlisi. Allà hi diu coses que a vegades no pot dir en un altre lloc, amb els amics, amb la família o a la feina. Això és possible en la mesura que el psicoanalista és un lloc neutral ideològicament, sense una posició partidista, algú que ha de saber escoltar igualment cada persona singular més enllà de la seva ideologia o identificació política.

Això no vol dir que l’analista i el discurs de la psicoanàlisi no hagi de prendre partit públicament —cosa diferent del partidisme— en qüestions molt precises com són la defensa de l’estat de dret, dels drets civils i d’expressió. Allà on aquests drets no poden existir tampoc pot existir la psicoanàlisi que és abans que res un exercici de la llibertat de paraula. Encara que és precisament en l’exercici de la paraula quan ens mostrem menys lliures del que ens pensàvem. “Digui tot el que se li acudeixi” —és la regla fonamental de la psicoanàlisi. I de seguida comencem a experimentar la gran dificultat que té cadascú per complir aquesta regla. Així, l’experiència d’una psicoanàlisi és també l’experiència de les contradiccions que suposa ser un subjecte que parla, un ésser de llenguatge. No sabem dir tot el que realment volem i desitgem i això fa encara més difícil la conversació política.


Diuen que ha faltat la conversació…

— Sí, clarament ha faltat la conversació que només pot existir entre dos subjectes que es reconeixen com a tals en el respecte de la seva singularitat. El fet de no respectar la singularitat de l’altre té un efecte paradoxal: es perd l’autoritat, també l’autoritat política, sobre aquest altre. I l’Estat espanyol ha perdut, en efecte, la seva autoritat política en una part important del seu territori quan no ha pogut reconèixer la seva singularitat. Aleshores, quan s’interromp o es trenca la conversació que es funda en aquesta autoritat que ens dóna la paraula, només queda l’exercici del poder, ja sigui el poder de la llei o el de la força física més brutal. A vegades no hi ha cap altra sortida, és cert, però és una paradoxa que la psicoanàlisi coneix prou bé: quant més recurs cal fer a la legalitat i a la força física, menys autoritat es té. O com deia el filòsof Alexandre Kojève, “la legalitat és el cadàver de l’autoritat”. Ho repetim sovint i és ben cert: el conflicte a Catalunya, el “símptoma Catalunya” que ja és un símptoma a Europa de coses que no van bé en les seves nacions, no es pot tractar només des de la legalitat sinó que és un conflicte polític que demana una conversació seriosa. I cal fer tot el possible per reprendre el fil d’aquesta conversació política. Una psicoanàlisi no és una conversació política, en el sentit clàssic de la paraula “política”, però la psicoanàlisi pot ajudar a trobar els elements simbòlics necessaris per fer-la possible: les identificacions, la transferència, les satisfaccions substitutives de la pulsió, tot això també està en joc en el tauler simbòlic de la política. El simbòlic —aquests dies se’n parla molt dels “actes simbòlics”— és molt important per entendre la dimensió del símptoma i del conflicte, ja sigui individual o social. Hi ha una política del símptoma, com deia Jacques Lacan, que funciona amb aquests símbols. En la mateixa mesura també afirmava, de manera molt enigmàtica, que “l’inconscient és la política”. Això vol dir que ens movem inevitablement per raons que no sabem, per identificacions i fantasmes inconscients, també en la política.


Els psicoanalistes que seguim la via oberta per Jacques Lacan hem impulsat recentment un moviment internacional, anomenat Zadig, per veure precisament quines conseqüències podem extreure des de l’experiència psicoanalítica en el camp de la política. No es tracta de psicoanalitzar els polítics sinó de veure les maneres de recuperar la conversació política sobre els conflictes a partir del que ens ensenya la psicoanàlisi.

31 de gener 2018

Catalunya, símptoma d’Europa

René Magritte: L'Art de la Conversation (1950)

















Convidat pel grup impulsor de la xarxa Zadig de Brussel·les, “La Compagnie d’Erasme”, vaig intervenir el dia 30 de Gener en un Forum obert al públic amb el tema “El suïcidi dels Estats-nació”, dedicat a l’Estat de dret, les nacions d’Europa i Catalunya. 
Van intervenir-hi prèviament Alexandre Stevens, impulsor de “La Compagnie d’Erasme”, i Antoine Cahen, Secretari de la Comissió Llibertats Civils, Justícia i Afers interns del Parlament Europeu.
El debat fou ampli i intens, prova del gran interès que el “símptoma Catalunya” té pels nostres col·legues belgues i flamencs.



Vam escollir l’any passat l’expressió “símptoma Catalunya” per abordar una qüestió, un real, que retorna de tant en tant en la història d’Espanya i que ha produït recentment alguns moviments, fins i tot terratrèmols, en la península ibèrica. Són terratrèmols que s’han fet sentir també més enllà de les fronteres espanyoles, i molt especialment aquí a Bèlgica, als carrers de la ciutat de Brussel·les on prop de 50.000 catalans s’han manifestat fa ben poc, el més de desembre passat, i on el seu president, Carles Puigdemont, ha hagut de refugiar-se de la persecució de la justícia espanyola. Aquesta qüestió, anomenada “símptoma Catalunya”, ha merescut la creació d’una xarxa Zadig, pròpia de Catalunya al costat de la xarxa Zadig-Espanya, proposada com a tal fa un any per Jacques-Alain Miller que ha estat sempre molt atent a la seva singularitat. He de dir que la xarxa Zadig pròpia de Catalunya, anomenada “Rel i Llamp”, ha tingut de moment una activitat molt modesta, fins i tot silenciosa, com el llamp del qual esperem el so del tro per saber a quina distància s’ha produït. La sorpresa ha estat que, tot esperant durant aquest temps el so del tro, el “símptoma Catalunya”, que havíem pensat com un símptoma propi d’Espanya, ha esdevingut, s’ha mostrat segons tots els indicis com un símptoma també d’Europa. Cosa que vol dir que les seves rels eren de manera subterrània més expansives, més transnacionals, més translingüístiques i més transidentitàries del que podíem pensar.

És la hipòtesi que vull considerar aquest vespre amb vostès: el que està passant avui a Catalunya és una qüestió que interroga la natura, la definició, la construcció mateixa d’Europa com una unitat política i social. I si Europa segueix considerant —direm que de manera “diplomàtica”— aquesta qüestió encarnada pel “símptoma Catalunya” només com un “afer intern” d’un dels seus estats-nació, un afer del qual fora millor desentendre’s, aleshores aquesta Europa seguirà ignorant l’aposta que pot fer de la seva construcció alguna cosa més que un club presoner de la caducitat dels seus estats —com deia fa poc Ernest Maragall—, una caducitat davant del temps lògic de la vida de les seves ciutats, de les seves regions, de les seves nacions.

Això toca, en efecte, la pròpia història d’Europa en el curs del que considerem avui com el declivi definitiu del sistema post-westphalià dels “estats-nació”, el sistema sorgit al segle XVII que ha configurat l’arquitectura europea per tal d’establir un equilibri entre les potències i les sobiranies nacionals que van prendre aquesta forma. Espanya encarna de fet un exemple molt paradigmàtic del fracàs de construcció d’un estat-nació, és potser el millor exemple d’aquest declivi perquè aquest declivi és la seva pròpia història, el declivi del seu Imperi precisament a partir del segle XVII i de la revolta de les “Províncies Unides” (els Països Baixos) contra la monarquia de Felip II, moment històric que Blandine Kriegel ha analitzat tant bé al seu llibre La République et le Prince moderne”[1] com el veritable origen de la República a Europa.

Podem dir que Espanya no ha pogut constituir-se realment com un Estat-nació que hagués seguit l’exemple dels seus veïns, França o Itàlia, on la Revolució francesa o la unificació promoguda per Garibaldi i Cavour van crear la seva unitat política i social, una unitat fundada sempre, com deia Ernest Renan, en un mite d’origen més o menys consistent. Espanya manca d’un mite d’origen semblant. El resultat, dit de manera breu, és que Espanya no existeix. El que existeix són les Espanyes com una barreja heterogènia de nacions més o menys constituïdes com a tals i entre les quals la nació catalana ha tingut sempre un lloc d’excepció i per a la qual s’ha buscat, també sense mai aconseguir-ho, “el encaje”, l’encaix, l’articulació, l’adaptació. “Les Espanyes”, és així d’altra banda com es coneixien els diversos territoris de l’Imperi. No faré pas aquí la història detallada d’aquesta inexistència i d’aquest encaix impossible, podran trobar-ho molt ben descrit per diversos historiadors. Subratllaré només la darrera fórmula que va intentar construir aquesta unitat impossible i que va ser anomenada “Estat de les autonomies”. L’expressió fou encunyada pel filòsof José Ortega y Gasset, promotor entre altres empreses de la traducció de les obres completes de Sigmund Freud a l’espanyol, en el moment de la segona República abans de la guerra d’Espanya de 1936. José Ortega y Gasset va escriure precisament un llibre clàssic que porta el títol de La España invertebrada on exposa a la seva manera la fallida d’allò que faria la unitat, l’U d’Espanya. Fou ell també el primer que va fer córrer una expressió que indica l’intent de trobar una fórmula per a l’Espanya democràtica de les autonomies. Era el “café para todos”, el cafè per e tots. Podem dir que aquesta fórmula ha intentat regir el real de les Espanyes després de la mort de Franco amb el règim del 78’, moment de la redacció de la Constitució espanyola, fins avui en dia: és l’U del “cafè per a tots”, ideal d’una justícia distributiva guiada per una homogeneïtzació, ideal que avui ha fet clarament fallida. Per tal de resumir la història de les Espanyes de la transició, una transició de fet mai acomplerta, diré que aquest “cafè per a tots” s’ha demostrat finalment com una “cafè per a ningú” a força de no haver pogut formular-se de bell antuvi com un “cafè per a cadascú”, cosa que hauria estat molt diferent i molt més lògic seguint la distinció que coneixem en l’ensenyança de Jacques Lacan. El “cafè per a tots” esborra necessàriament la singularitat i es funda en la segregació de l’excepció, excepció que Catalunya ha tingut sempre certa satisfacció d’encarnar, també cal dir-ho. El “cafè per a cadascú” hauria pogut construir potser un conjunt regulat per un “no tot”, un “no tot” que tingués cura de la singularitat, més enllà del necessari reconeixement de cadascú en l’altre, moment hegelià que mai no arribarà a configurar una forma política viable.

Diguem doncs que la política d’Ortega y Gasset del “cafè per a tots”, inspiradora de tota una política endegada de formes diverses i que la monarquia espanyola ha intentat encarnar també, ha estat l’intent de vertebrar Espanya amb l’U del “per a tot x” que defineix per a nosaltres, psicoanalistes lacanians, la lògica fàl·lica masculina, sempre al preu d’ignorar el real que fa la seva impossibilitat de constituir-se como a única. El projecte federalista, que malauradament ha fracassat sempre a les Espanyes, tal vegada hauria pogut partir d’una altra lògica per tractar aquest real propi de la seva història i amb el qual topa una vegada i una altra l’ideal d’una “autonomia per a tots”. Autonomia de tots en relació a què o a qui, precisament? És aquí on s’obre el buit de l’U de l’Espanya que no existeix i que torna de tant en tant, sempre amb resultats tràgics. Trobem per aquesta via el límit d’un real que fa objecció a la política, a manca de la funció del “Més U” necessari per ordenar-lo amb una altra lògica, un “Més U” que no ha funcionat mai en la història de les Espanyes. I cal dir aleshores que el rei actual, Felip VI, una vegada més no ha arribat a reeixir la funció d’acomplir, a fer-ne semblant si més no, aquesta funció, molt especialment en el moment, tràgic en efecte, del dia 1 d’Octubre passat quan la força indiscriminada de la repressió de l’Estat espanyol va caure sobre la població catalana d’una manera que mai, mai, hauria de ser acceptada a cap país d’Europa. En aquest cas, com en la persecució i empresonament dels representats polítics, escollits democràticament, i dels representants de moviments socials, l’únic recurs a la Legalitat com argument, a manca d’una veritable conversa política, no té límits. És en nom de la Legalitat, fins i tot d’una Constitució espanyola que ja no pot ser respectada pels uns i els altres, que es poden passar tots els límits. I, ho saben prou bé per la dita francesa, “quan es passen els límits [bornes] ja no hi ha límits [limites]”. Tal com deia Alexandre Kojève —en una preciosa referència, “La noció de l’autoritat”, que he conegut gràcies a Antoine Cahen— “la Legalitat és el cadàver de l’Autoritat, o més exactament la seva ‘mòmia’ —un cos que perdura tot estant privat d’ànima o de vida”. “L’autoritat —subratlla Kojève— exclou la força, el Dret la implica i la pressuposa, tot sent-ne una altra cosa que ella.”[2]

Diagnòstic, doncs: l’Estat espanyol ha perdut la seva autoritat política en una part molt important del seu territori i només li resta la força física i la del Dret de l’Estat —no pas de l’Estat de dret— per defensar-se.

Cal precisar el moment decisiu quan aquesta pèrdua d’autoritat de l’Estat ha fet símptoma a Catalunya. Coincideix precisament amb el creixement insospitat de l’independentisme que l’any 2006 era només d’un 15% dels electors catalans i que ara, dotze anys després, es d’un 48%. I cal suposar que aquest percentatge no s’aturarà seguint aquesta lògica imparable.

Hi ha una discussió sobre la cronologia que ha desencadenat i nodrit aquest augment progressiu però semblen prou clars si més no els següents moments:

—Setembre 2005. El Parlament català aprova, amb un 90% dels vots a favor, la proposta d’un nou Estatut d’Autonomia que semblava aleshores una bona manera de reinscriure Catalunya en l’Estat espanyol, de trobar-ne “el encaje”. El president socialista del govern espanyol, Rodríguez Zapatero, hi dóna el seu recolzament, el Parlament espanyol hi dóna el seu acord per majoria, encara que una part parla ja de “cepillar”, de passar el ribot a aquest Estatut, especialment en relació al reconeixement de Catalunya com a nació. El projecte federalista era tanmateix, i una vegada més, la perspectiva en aquesta nova conjuntura que hauria plagut a una majoria.

—Juliol 2006. El Partido Popular fa un recurs contra el nou Estatut davant del Tribunal Constitucional. Ningú a Espanya semblava veure de fet l’abast real d’aquesta operació que endegava una progressiva judicialització de la política i una politització del poder jurídic. La conversa política quedarà des d’aleshores en suspens. És aquí on comença a esborrar-se de manera manifesta la separació de poders que funda un Estat de dret. És el moment del desencadenament i del retorn del reprimit que donarà consistència al símptoma Catalunya.

—Juny 2010. El Tribunal declara inconstitucional una part important de l’Estatut aprovat pels Parlaments sense oferir cap mena d’alternativa. El bloqueig de la conversa política, la suspensió de la seva autoritat en les forces polítiques dels Parlaments, es desplaça amb el recurs constant i únic a la Legalitat, cap a una Constitució que, recordem-ho, seguia sense reformar-se des de l’any 1978 i a la qual el Partido Popular d’aleshores (Alianza Popular) no havia volgut donar el seu ple acord. És una paradoxa més: aquells que ara fan un recurs constant a la Legalitat de la Constitució no havien donat el seu ple acord a la mateixa Constitució l’any 1978.

La continuació és prou coneguda: manifestacions massives i pacífiques dels catalans, cada any, als carrers de les ciutats, “declaració de sobirania” al Parlament català l’any 2013 —cosa que vol dir el naixement d’un nou subjecte polític que es vol sobirà—, fins als esdeveniments d’aquest darrer any amb el referèndum “il·legal” i les eleccions “legals” guanyades per les forces independentistes al Parlament. Hom pot definir la situació actual com una mena de “cop d’estat recíproc”. És com l’amor que, segons Lacan, sempre és recíproc. Aquí ambdues parts poden dir que es tracta d’un cop d’estat, donat que Catalunya estava construint ja les seves pròpies estructures d’estat. Es de fet un conflicte de sobiranies i de legitimitats, no d’identitats que es barregen en un mateix espai. Però tot això s’esdevé en una escalada de repressió exercida a tots els nivells per l’Estat espanyol contra una nació sense estat —i, doncs, sense exèrcit, sense poder econòmic propi, etc.— i que té una part del seu govern i dels seus representants polítics a la presó o a “l’exili”. En una altra època, el rei Felip no va dubtar pas a assetjar i devastar militarment la ciutat d’Anvers com a prova de la famosa furia española. Impensable avui, volem pensar, encara que la ministra de defensa espanyola ha donat algunes indicacions en el sentit d’una intervenció de l’exèrcit. D’altra banda, apareixen ja sense embulls ni restriccions algunes demostracions al carrer amb emblemes del nazisme i del franquisme. Inquietant, més encara quan les forces anomenades progressistes no saben massa bé com respondre. Ja no es tracta, en efecte, d’un “afer intern” de les Espanyes sinó d’un afer que toca el més íntim de la difícil història de la construcció d’Europa.


Torno per acabar a la dimensió lògica que, com ens ensenya l’experiència analítica, sempre governa finalment. Es la qüestió lògica en joc també en la construcció d’aquesta Europa, potser també tan invertebrada encara com aquelles Espanyes d’Ortega y Gasset. ¿Hi ha una altra lògica possible per donar un lloc a la multiplicitat de les sobiranies i de les legitimitats que travessen la seva història? ¿Hi ha una altra lògica que no sigui la lògica fàl·lica de l’U que es vol total i homogeni? Queda per pensar i per desenvolupar una comunitat vertebrada amb l’U del “no per tot x”, lògica del cantó femení, que tingui en compte aquest real del qual Catalunya es fa símptoma.

No arribo a veure encara l’abast d’aquesta possible orientació en la construcció formal i efectiva d’una Europa veritablement solidària amb els seus principis. Diré, però, que és amb aquesta altra lògica, em sembla, que Jacques-Alain Miller va construir amb nosaltres aquella Escola Europea de Psicoanàlisi que ha estat el “gresol de les Escoles nacionals” —com en dèiem aleshores— i que ha esdevingut després l’Eurofederació de Psicoanàlisi que ha donat lloc a una Europa de les regions, tal como podem constatar veient el seu Anuari actual. No té potser encara la consistència que voldríem. L’ideal d’una Europa de les regions sembla de fet cada vegada més llunyà donada la por actual d’una balcanització. Però té un principi lògic de construcció que val la pena recordar avui. La Escola Europea fou creada a Barcelona, com per atzar, i fou creada de fet —no només però sobre tot— com el resultat de la impossibilitat de construir una Escola espanyola com a tal, prenent la base de les seves “autonomies”. Recordo sempre molt bé aquell moment. Fou només prenent com a base, i tenint alhora en l’horitzó, l’U d’Europa que cadascú podia reconèixer —i no pas l’U impossible de les Espanyes—, que l’Escola Europea fou creada i prengué forma per als espanyols, catalans inclosos. Aquella Escola tingué a Espanya una sèrie de Seccions al costat de les altres Seccions europees, seguint el mosaic de la seva diversitat i, diré fins i tot, de la seva necessària incompletesa. Vam trobar l’U a partir del divers i del múltiple, no pas a l’inrevés. Hi havia, en efecte, un Més-Un en aquesta construcció, l’École de la Cause freudienne. Aquesta marca de naixement era també el signe de la dificultat històrica per trobar la unitat d’Espanya, una unitat que sembla que només es pot imposar seguint aquell “destino en lo universal” emblema del franquisme, una unitat que es destrueix a sí mateixa cada vegada que ha volgut imposar-se excloent allò que la descompleta.

Era ja potser una manera de fer de l’excepció, de la singularitat, un “per a cadascú” que no volia ser pas un “per a tots”. És un punt a desenvolupar, de ben segur, però tal vegada podrà esclarir-nos una mica les dificultats davant d’aquest real del qual som, nosaltres europeus d’avui, sempre una mica massa la passió.





[1] Blandine Kriegel, « La République et le Prince moderne », PUF, Paris 2011.
[2] Alexandre Kojève, La notion de l’autorité, Gallimard, Paris 2004, p. 60 et 63.