18/10/2017
Carta a Miquel
Bassols
Mario Izcovich
He leído con
atención tu texto “De Jueus i Catalans” en el que pones en relación
lo judío con lo catalán. Como ya te he comentado efectivamente hay varios
puntos en los que coincido. Viajando por España siempre me sorprendió el
desconocimiento de lo que yo llamaría el rasgo catalán. Recuerdo que escuche muchas
veces hablar de forma despectiva de “polacos”.
Lo primero que
hice al llegar a Barcelona fue aprender catalán, uno de mis hijos lleva un
nombre catalán, ciertas celebraciones de las que participo encantado me
recuerdan las celebraciones judías. Reconozco que el hecho diferencial es lo
que más me une.
Todo esto me
llevó a defender lo catalán. Cuando fui director de la BCFB me pareció más que
evidente que nuestras comunicaciones tenían que ser en catalán y así lo puse en
práctica. Hay sin lugar a dudas para mí una forma de ligar lo judío con lo
catalán.
En efecto, creo
que en tu texto interpretas algo central de lo que pasa en la actualidad. Lo
que se juega en Cataluña tiene que ver con algo de la identidad, del ser. Esto
explica que nada racional sea aceptado por quienes están sosteniendo el
“procés”. Nos dicen: seguiremos en la UE, no habrá paro, no habrá corrupción,
seremos como Suiza o Dinamarca, la educación será como en Finlandia, aumentarán
las pensiones, será una república anti machista, lo haremos de forma pacífica.
Y nada de esto se cuestiona. Es raro ¿no?
El movimiento
independentista ha encontrado una oportunidad en una época de crisis
(económica, de valores, de la UE, Brexit, Trump) para encontrar algo que la
cause. Sino cómo se entiende que esta opción fuera votada por el 47,8 por
ciento, y la cosa sigue adelante.
Pero volviendo a
la analogía, debo decir que lamentablemente en Cataluña y España se sabe poco
de los judíos. Digo lamentablemente porque recién empezaron a haber judíos no
hace muchos años. En la actualidad en Cataluña no debe haber más de 5000 o
6000. Es un número ínfimo.
Y aquí viene la
cuestión, podríamos parafrasear a Lacan y decir lo judío (La mujer) no existe.
¿Qué tiene que ver un judío que vive en Mea Shearim, con un judío argentino que
vive en Barcelona, o con uno de origen yemenita que vive en Haifa, o con uno
marroquí que vive en Paris, o con uno que vive en Nueva York en la 5ta avenida?
Probablemente el rasgo de decirse judío. ¿La jutspa tal vez?
Esto también nos
lleva a preguntarnos sobre ¿qué es lo catalán? Y aquí pasa algo similar. El
movimiento independentista busca homogeneizar. Y si no, ¿por qué cuando alguien
opina algo diferente, un matiz se lo considera “unionista”, “fascista”? ¿Acaso
no son formas de hacer uno y de segregar?
Si pensamos en la
analogía entre catalán y judío me pregunto ¿podemos pensar la analogía de forma
inversa? Diría en algunos casos sí, pero no siempre.
El error es pues
tomar la parte por el todo. Y el riesgo es vía la jutspa identificar a lo catalán
con otra figura de lo judío, la víctima. En cualquier caso tu articulo habla de
las afinidades de lo catalán con lo judío como un rasgo, pero reconozcamos que
hay un cierto revisionismo de los historiadores en este caso. No pongo en duda
que, como señalo, hay un lazo pero me pregunto si no es forzar demasiado la
cuestión. Y además hay el riesgo de caer en cierta idealización, para hacer uso
de ella. Una vecina me decía: “vosotros los judíos, ¡sois tan inteligentes!”
Los nazis
hablaron de solución final para tratar el tema de los judíos. Lo de final es
porque antes se intentaron otras soluciones. Por ejemplo, en la Edad Media se
echó a los judíos de Inglaterra y de Francia (además de España), se crearon los
guetos (en Venecia) y otra solución fueron los pogroms. Los más famosos fueron
en Ucrania en el siglo XIX*.
Pero hubo uno en
Barcelona en 1391 en el que, según documentos, se asesinaron a ¡más de 300
judíos! Y se destruyó el Call. Y si se creó la primera comunidad judía en
Barcelona (después de Ceuta y Melilla) no fue porque el factor C lo favoreció,
sino porque aquí se reunieron los judíos suficientes. Para crear una comunidad
no se pide permiso. De manera que en todas partes se cuecen habas.
En los últimos
años se da en Barcelona un fenómeno muy interesante, numerosos intelectuales
catalanes se interesan por lo judío y esto trajo cierto revisionismo. Entre
otras cosas se señala que los judíos catalanes no son sefaraditas.
Soy testigo que
en muchos coloquios (es una práctica frecuente) estos intelectuales comenzaron
a hablar de los judíos portando su saber ¡pero en ausencia de judíos! Es algo
que debo decirte no lo he visto en ningún otro país. Es decir, se hace uso de
lo judío excluyéndolos. Se apropian del significante judío y los vuelven a
hacer desaparecer, de una forma refinada. ¿Te imaginas gente hablando de Lacan
pero sin analizarse? Es como hablar de los dinosaurios.
El interés de
cierta burguesía culta catalana por Israel (al margen de Salvador Espriu) les
llevo a cometer un error y pensar que Israel representa a todos los judíos.
Recuerdo que Israel fue creado por la ONU en 1948 (no fue una DUI), que el
sionismo es un invento moderno del siglo XIX, que los judíos nunca volvieron a
tener una tierra propia desde el exilio de los romanos cuando fueron echados de
Palestina, que al día siguiente de la declaración (aquí no postergaron nada)
los países árabes atacaron y hubo muchísimos muertos, la guerra de la
independencia. Y que aun existiendo como país no es considerada la tierra de
todos los judíos, hay muchos que no han emigrado y muchos que se han ido.
Israel se ha convertido en un país como otros en los que hay gente como en
todos lados, como aquí, por ejemplo, que se segrega en nombre de cierto
semblante (“al que no li agradi que marxi fora”) o que no importa que la mitad
de la población no apoye la independencia.
Volviendo a la
equivalencia imposible hay varias diferencias: los judíos son un pueblo global
efecto de no estar ligado a la tierra, unido por una serie de mitos, pero no
por una lengua.
Finalmente diría,
permitiéndome una licencia un poco más jocosa, que si usamos categorías
clínicas ciertamente, los judíos quedarían del lado de la histeria y los
catalanes del lado de la neurosis obsesiva. Esto explica su relación a la
demanda (pensemos en el grado de excelencia de las organizaciones de las
manifestaciones) y mucho de lo que pasa en la actualidad como hacer un acto en
el momento menos indicado (y postergarlo).
Y sobre la juspá,
tiene que ver con el orgullo de sentirse diferente. Orgullo que hizo que este
pueblo sobreviva (no hay otro pueblo que lo haya logrado con 5000 años de
historia) pero a costa del precio de hacerse segregar, terrible coste. Es la
otra cara de este goce.
El psicoanálisis
al menos a mí me ayudo a entender esto y hacer algo con ello. En ese sentido me
parece que nuestra función como analistas es ciertamente quitar consistencia a
eso que creo que es el síntoma. Se hace difícil no pensar en las referencias
que tenemos y que no nos sirvan de brújula. Freud luchó contra el totalitarismo
y la guerra, Lacan criticó la idea de revolución, Miller defendió el estado de
derecho.
*Para saber más
sobre los pogroms se puede leer el siguiente artículo: http://www.mozaika.es/breve-historia-de-una-migracion/
18/10/2017
Estimado Mario Izcovich,
¡Gracias por tu
carta en la que encuentro tan bien leído mi texto! Seguramente hacía falta
alguien con un rasgo judío para hacerlo y para responder a ella, alguien que se
muestra también tan sensible al rasgo catalán.
Los puntos que planteas dan para una
interesante conversación que espero se produzca en nuestra Comunidad. Una
Conversación analítica no es una suma de monólogos, ni tampoco una apariencia
de diálogo para negociar posiciones o reivindicaciones de identidades. Cuando
hay una verdadera conversación hay también cambio de posiciones. Mi breve
texto, apoyado en la cita de Jacques-Alain Miller, quería en efecto subrayar
esta extraña conexión entre lo judío y lo catalán. También quería indicar su
diferencia por lo que respecta a la jutspa [impertinencia, insolencia]
que no conocía y que me parece ahora un rasgo a veces necesario para la
conversación.
Tus observaciones
me parecen una buena manera de abordar y tratar el “síntoma Catalunya”, de
sesgo por decirlo así. Van algunas pinceladas para seguir e intentar extender
la conversación.
— En primer lugar: “el hecho
diferencial es el que más me une”. Es una excelente paradoja para tratar lo
real en el que se funda toda estructura de grupo. El vínculo social se
establecería así en y por la diferencia, no por la supuesta identificación o
identidad homogénea a partir de un rasgo único y común. Es ya una diferencia
importante con la masa o el grupo fundado en las formas clásicas de la
identificación descritas por Freud en su texto “Psicología de las masas…” Toda
la cuestión es cómo entender esta diferencia que hace vínculo. La elaboración
de Lacan sobre la identificación con el sinthoma nos lleva a otra forma,
heterogénea a las consideradas por Freud: identificación con lo más singular de
cada sujeto, sin Otro a partir del cual diferenciarse. Tema a desarrollar.
— El aumento, insospechado hace
unos años, del “independentismo en Catalunya”. Sí, las promesas del paraíso o
de las Ítacas [cf. el poema de Kavafis que se ha convertido en himno del
independentismo] ha hecho mucho para ello, pero ha hecho mucho más todavía la
campaña decididamente anticatalana y represiva del PP, y ahora desgraciadamente
apoyada por el PSOE. Alguien que tiene la certeza de que “un plato es un plato
y un vaso es un vaso” (Rajoy dixit) atizará siempre el fuego para que
el “plato” diga un buen día: “no soy ni quiero ser un vaso”. Precisamente, todo
lo contrario de una política del sinthoma.
—“Lo judío no existe, como La
Mujer”. Cuidado: La mujer, como un universal, no existe, pero lo femenino sí. Y
lo femenino insiste, o no, en cada mujer, una por una. Y en cada hombre, cuando
se da el caso. Aunque no haya esencia universal del ser judío, puede haber
rasgos comunes que, aunque no formen un conjunto cerrado y claramente definido,
insisten uno por uno en sus elementos…. Vivan donde vivan. ¿La jutspa tal vez? ¿O una relación
singular con la letra, con la escritura, que modifica la relación con la
palabra? Otro tema a desarrollar.
— El
“victimismo”. Todo mi texto estaba hecho para intentar sacar al judío y al
catalán del lugar de víctima cuando se acusa con tanta frecuencia a los dos de
“victimismo”. Chiste para desenmascarar esta acusación reducida al registro
imaginario: aquel hombre que apuñala a otro diciendo — “¡Es que me ha llamado
asesino!”
— La “homogenización del
independentismo”. Todo movimiento tiende a la homogenización de los elementos
que participan en él. También sucede con el movimiento que se constituye como
oposición a él. La segregación sería entonces mutua e inevitable, sin salida.
Volvemos así a la lógica de los platos y los vasos que se excluyen mutuamente.
Hay que cambiar de lógica: ¿Qué hay en un plato que no es plato? ¿Qué hay en un
vaso que no es vaso? Esta otra lógica puede llevar a otra posición ética que
permita una mesa con vasos y platos, y cucharas y tenedores también: poner a
cada uno en su lugar de sujeto, de sujeto dividido ante su diferencia absoluta.
De nuevo la política del sinthoma.
Por el momento, veo más cercana a
esta otra lógica una posición que pretende construir “un estado no identitario”
(Puigdemont dixit) que no la que sostiene “la unidad
de España en lo universal”. A discutir, por supuesto, y sin espejismos.
— Aviso, porque
me han pedido explicitarlo: no he sido nunca independentista. Si acaso,
federalista, por la convicción de una posible construcción sostenible de las
Españas. Y republicano, por simple dignidad histórica.
Seguimos…
Un saludo muy
cordial,
Miquel Bassols
(Traducido del
catalán por J. V. Marcabrú)
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