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10 d’agost 2011

Lo que no es medible
























Tal vez la ciencia debería abandonar ya la nostalgia de no haber podido cumplir el imperativo galileano que se suele aducir como la primera máxima de su nacimiento: “Hay que medir todo lo que es medible y hacer medible lo que no lo es”. En realidad, el instrumento que ha sido motivo de grandes avances se demuestra ahora también como un verdadero corsé para hacer el necesario camino de vuelta: de lo cuantitativo a lo cualitativo. Al respecto, la vaga e inconsistente noción de "qualia" con la que las neurociencias actuales intentan atrapar lo imposible de cuantificar es un buen ejemplo del precio que hay que pagar por no dar lugar decididamente a lo más singular e incuantificable del sujeto en la propia ciencia.

¿No será hoy el imperativo galileano, tan imposible de cumplir en realidad en sus dos partes, una ley homóloga al imperativo categórico kantiano, ese imperativo tan cruel y feroz que Freud igualó a la ley loca del superyó? “¡Mídelo, numéralo, cuantifícalo todo!”

Cuando se cita tantas veces la consigna galileana, no habría que olvidar además la enorme distancia que nos separa ya de Galileo y de lo que podía ser "medir" para él y para su época, cuando había que cuantificar, por ejemplo, el tiempo de caída de un cuerpo con una clepsidra, sin disponer todavía de ningún reloj para ello. Hay una historia de la medida y sostener hoy literalmente la consigna de Galileo contra viento y marea puede resultar un anacronismo epistemológico (¡imposible de medir, por otra parte!). De hecho, un vistazo por Internet nos indica que son también los ingenieros del "management" empresarial y de organizaciones los que utilizan la consigna de Galileo como emblema de sus empresas.

A este respecto, las primeras páginas de los periódicos —y las interiores también—, suelen bombardear al lector con cifras para dar la razón de casi todo: desde la economía monetaria hasta el amor.

Por mi parte, cuanto más leo las noticias de estos días sobre la crisis económica, noticias gobernadas por el imperio de lo cuantificable, más me parecen pertinentes las siguientes constataciones sobre la complejidad de la situación actual:

1) La causa de la crisis está más en el miedo incuantificable ante las cifras manejadas por las agencias —la caída absoluta de la llamada "confidence" o confianza de los mercados—, que no en lo que las cifras mismas suponen estar midiendo realmente.
El mismo Paul Krugman señalaba hoy en un artículo de “El País” que la aritmética poco puede decir sobre las razones de esta crisis globalizada.

2) Suponer que una medición empírica es objetiva e independiente de los sujetos que la están haciendo o de los que la están "sufriendo" es un idealismo absoluto y de lo más peligroso. Delirante incluso.

3) Las mediciones pueden ser muy exactas pero dejan escapar necesariamente lo más real de lo que suponen estar midiendo. La verdad va por otro lado y es la que determina los efectos de ese real sobre el que mide y lo que es medido. Exactitud y verdad, como indicaba Lacan en varias ocasiones, no son idénticas. En el caso de la crisis económica, la loca economía del goce y de la pulsión de muerte escapan a cualquier posibilidad de cuantificación. Y esa economía es la que está precisamente en la caída de la “confidence” que se extiende desde los mercados hasta las propias agencias de evaluación, pasando por los bancos.

4) Al imperativo categórico de Galileo conviene responder pues con la máxima de Rabelais: "Ciencia sin conciencia [es decir sin sujeto] es ruina del alma"... y de todo lo demás.