28 d’agost 2023

La práctica virtual

Notas para una crítica del «psicoanálisis virtual»

 

La propia expresión «práctica virtual» nos plantea ya sus límites con respecto a la experiencia analítica, que es, como solemos decir, una «experiencia de lo real». El uso de Internet, como lo era ya el uso del teléfono, puede ser una práctica, una aplicación del psicoanálisis, una reducción suya, pero nada indica que pueda igualarse algún día a la experiencia de lo que Lacan llamó, en su Acto de Fundación de 1964, «psicoanálisis puro». Todo dependerá de cómo el espacio virtual contribuya a lo que el propio Lacan encontró, unos años después, como un real «desbocado» por la ciencia. Es un real del que, sin embargo, depende el analista, y no al revés.

La aparente facilidad del medio virtual, su disponibilidad inmediata y su deslocalización, hacen que sea apropiado para el tratamiento de las urgencias subjetivas, para ahorrarse viajes, desplazamientos engorrosos, y muchas otras molestias. La imagen del cuerpo y la voz pueden desplazarse en este des-lugar casi de manera mágica. Pero el propio cuerpo no, todavía no. Y el cuerpo, en la experiencia analítica, necesita hacerse un lugar en presencia del cuerpo del Otro, al que el analista debe prestar el suyo, aunque sea para separarlo después, precisamente, de su imagen con el uso del diván. ¿Podrá sustituirse algún día este uso? Más allá de lo que parece, llevar el cuerpo a rastras al dispositivo analítico es una condición necesaria de la experiencia, todavía.

Entonces, ¿debemos servirnos de la «práctica virtual»? Sí, cuando haga falta, y a veces hace falta, pero sólo a condición de poder llegar a «prescindir de ella», según una indicación de Éric Laurent que señalaba así la lógica de la volatilidad de los semblantes en nuestro mundo. 

Esta volatilidad del espacio virtual toca sin duda las condiciones mismas de la interpretación y del acto analítico, aunque más no sea por el ligero «decalage» temporal que introduce el espacio virtual en la función de la palabra. Y también por la función del corte de la cadena significante, ya sea por la intervención del analista o en el final de la sesión analítica. En el espacio virtual los silencios suenan distintos, algunos incluso no suenan en absoluto. En presencia de los cuerpos, y no solo de su imagen, lo más importante aparece después del corte que marca la conclusión de la sesión, cuando esa presencia sigue ahí. En el espacio virtual, esta presencia depende de un artefacto técnico: clicar el botón «finalizar la reunión para todos» o «salir de la reunión» en Zoom no es equivalente a este momento de concluir.

Hay, pues, lo que se pierde en el llamado espacio virtual y telemático. Un analizante me decía que no podía explicarme su sueño por teléfono, necesitaba de la presencia del cuerpo del analista en el lugar específico de la consulta para poder explicarlo, incluso para poder explicárselo a sí mismo. Otro me decía que perdía su intimidad y se sentía inhibido para hablar desde la casa donde estaban sus padres, sus hermanos.

A la vez, en el espacio virtual hay también un plus del que generalmente no se habla, pero del que he escuchado el peso que tiene para algunos sujetos, y también para el propio analista. Es una cámara, una pantalla y un micrófono, elementos intermedios en los que se hace presente un tercero virtual, un tercero que puede llegar a convertirse también en una presencia real, demasiado real para algunos sujetos. Recuerdo que hace unos años se quiso imponer en Canadá una norma de prevención en los tratamientos psicoterapéuticos. Se trataba de la inclusión de una cámara con micrófono en los consultorios que registrara todo lo que sucedía en la sesión. ¿Admitiremos ahora sin rechistar esta presencia intrusiva de un tercero tan virtual como real? 

Por mi parte, tengo presente aquella indicación de Jacques-Alain Miller en el momento de entrar en el siglo XXI: «cuanto más la presencia virtual se banalizará, más preciosa será la presencia real».

 

 

09 de juliol 2023

« Hasta dónde ir demasiado lejos»



Hasta dónde ir demasiado lejos

Relatos de un análisis

Carlos Rossi

Editorial Tres Haches, 

Buenos Aires 2023

 

Prólogo 

(a modo de Intro)

 

¿Qué enseña el psicoanálisis? La pregunta puede entenderse de dos maneras. Por el lado del objeto: cuál es la enseñanza que podemos extraer de la experiencia analítica, qué saber podemos aprehender de ella. Pero también puede entenderse por el lado del sujeto: quién o qué cosa enseña, cuál es el agente de esa enseñanza. Tanto por un lado como por el otro, la respuesta no es nada simple, porque no hay un modo general de producirla, un modo estandarizado como sucede en la Universidad: un profesor cualificado y un programa de estudios bien construido. De ahí la pregunta de Jacques Lacan: lo que el psicoanálisis nos enseña, ¿cómo enseñarlo? 

Enseñar una enseñanza ya enseñada, ya aprendida siguiendo el mejor estilo universitario, puede ser una condición necesaria para el psicoanálisis, pero no es una condición suficiente. En realidad, cuando se trata del saber del psicoanálisis, el modo universitario de enseñanza no llega muy lejos y puede convertirse incluso en un obstáculo. De manera que hubo que inventar un dispositivo que fuera coherente con la propia experiencia analítica, en la que no hay un saber acumulado que pueda entregarse de modo general. Es la enseñanza más depurada posible del saber producido en un análisis y de aquello que lo ha conducido hasta su final. Tal invento no se produjo hasta Jacques Lacan, en el año 1967 y en el marco de su Escuela. Y es solo en una Escuela orientada por su enseñanza donde puede producirse cada vez. Desde entonces, los analistas de la orientación lacaniana disponemos de un laboratorio de alta precisión para la enseñanza y la transmisión de lo más singular del psicoanálisis. Se llama: el pase.

Este libro de nuestro colega Carlos Rossi es el resultado decidido de haber hecho la experiencia y la apuesta del pase, siendo nombrado Analista de la Escuela (AE) por un jurado cualificado al que llamamos «cartel del pase». Y, ya desde su precioso título, no esconde la paradoja que supone. La cosa puede ir demasiado lejos y a la vez seguir siendo motivo de la pregunta que anima la experiencia para el propio sujeto: hasta dónde ir. Que no es lo mismo que preguntarse hasta cuándo, porque el análisis ya terminó, terminó «¡Ya!». 

El lector verá qué implica esta interjección conclusiva, «¡Ya!», en la que convergen el tiempo de un análisis y el tiempo lógico que gobierna la vida del intérprete llamado Carlos Rossi. Es también el tiempo pulsional que dejaba al sujeto «expuesto al problema de la vida como exceso», a «una vivificación acelerada» que podía ser finalmente mortífera. Y había que encontrar un ritmo que escandiera ese tiempo de otra manera, con beats que marcaran otro ritmo. Siguiendo la indicación de Lacan, se trata de cómo vivir la pulsión más allá del fantasma. La cosa tiene, en efecto, su vertiente musical —el lector verá también por qué— y ese tiempo conclusivo podría escribirse, como si se tratara de un matema, con el símbolo del calderón que modula el tiempo de la interpretación de una nota o de un silencio, ya sea en un momento determinado o al final de la partitura, un tiempo que queda siempre a discreción del intérprete:

Una vida puede depender de la interpretación que se dé a este tiempo del calderón en la «lógica de las contingencias singulares del encuentro con la opacidad de lo real», para citar otro de los momentos cruciales que encontramos en este libro. Y también depende de su interpretación singular el valor de las enseñanzas que se deducen de un análisis llevado hasta su final, cuando el sujeto ya ha encontrado aquella lógica para transmitirla a los otros y hacer avanzar así al propio psicoanálisis como discurso de nuestro tiempo. 

En este sentido, hay que señalar algo que no siempre parece tan obvio: la experiencia del pase es heterogénea con respecto a la experiencia de un análisis. La primera no es una continuación de la segunda cuando se considera concluida de la buena manera, cuando ha encontrado la buena interpretación conclusiva de su calderón. 

Las enseñanzas del pase que el Analista de la Escuela (AE) debe dispensar tienen también su calderón, su momento de concluir. En las Escuelas que se reúnen en la Asociación Mundial de Psicoanálisis, este tiempo es de tres años, a veces de dos. Quedan así los textos escritos para que sus resonancias —otro término musical— sigan produciendo nuevas elaboraciones en otra experiencia que no es la propia del análisis y que llamamos, para marcar el corte, la experiencia de la Escuela. Es en esta experiencia, siempre colectiva, donde también se hace presente un sujeto que es transindividual y que es, propiamente, la razón de los testimonios del pase. De hecho, el mismo dispositivo del pase —en el que participan el pasante, los pasadores, los miembros del cartel y un secretariado del pase— tiene ya esta dimensión transindividual. Es la dimensión que llamamos, con Jacques-Alain Miller, la «Escuela sujeto» y su tiempo depende de un cálculo colectivo en el que cada uno de los miembros tiene su responsabilidad para marcar el ritmo, con sus tiempos y contratiempos.

El lector encontrará en estas páginas este tiempo y esta dimensión transindividual del sujeto que hace todavía más singular la experiencia. Cada relato, en cada capítulo, tiene así una interpretación que es a varias voces, con comentarios de diversos colegas de la Escuela. No son una interpretación de la interpretación de Carlos Rossi —no hay interpretación de la interpretación, como no hay transferencia de la transferencia— sino la necesaria puesta en acto de la dimensión transindividual del pase y de la elaboración de un saber que se pone en acto siempre de manera colectiva. Se inscribe así otro calderón que es el tiempo de la conversación permanente de las enseñanzas del pase en nuestras Escuelas. Cada conversación tiene su tiempo y tanto la escritura como la lectura de este libro está escandida por él. Podemos llamarlo, para hacer resonar el nombre de una de las publicaciones más exitosas de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL), el calderón de la Escuela. Es en estos momentos, siempre únicos, donde el pase encuentra sus instantes álgidos, donde se demuestra que, más allá de los usos que tenga en cada Escuela, el pase es un acontecimiento irrepetible, irreproducible en una comunidad orientada por la transferencia de trabajo. 

Es el pase, solo una vez, siempre imprevisto, sin otra vez posible. El lector sabrá encontrar varios de estos momentos en las páginas que siguen, por poco que sepa leer los calderones de su partitura.

Que empiece, pues, la banda, ¡ya!


15 de juny 2023

Disolución - Refundación

 

Me toca bajar la persiana de la Sección Clínica de Barcelona.  No es de mi gusto, pero sé que es para que pueda abrirse otra persiana —otra, que sea distinta— dentro de un tiempo, un año, con un relevo y con otras perspectivas. La permutación es, como indicaba J.-A. Miller la semana pasada, una buena condición para nuestras instituciones y para su mejor funcionamiento. Y Lacan, en su famosa carta de disolución de la Ecole freudienne de Paris de enero de 1980, podía escribir: "No espero nada de las personas, y alguna cosa del funcionamiento”.

De momento, tenemos las consecuencias de una disolución que fue anunciada hace ahora un año para una refundación que deberá ser dentro de un año. El tiempo cronológico parece largo, pero tiene una duración subjetiva solo determinada por el tiempo lógico del colectivo tomado como un sujeto. Hay un sujeto transindividual, colectivo, que nos conduce y que sigue los tres tiempos indicados por Lacan. 

1. Instante de ver. La disolución de la SCB fue una decisión del director del Instituto del Campo Freudiano, J.-A. Miller, que fue refrendada por el conjunto de docentes y responsables de actividades de la ex-SCB, por unanimidad, el 18 de julio del año pasado. Fue, como indicó el propio J.-A. Miller un “acto suicida” seguido de “un acto de fe”. Hubo y sigue habiendo una diversidad de afectos al respecto: perplejidad, malestar, alivio, inquietud… Lo importante, sin embargo, está más allá de los afectos.

2. Tiempo de comprender. La disolución-refundación es un acto, del que sólo sabremos los efectos “après coup”. Llevamos un año para hacer efectivo ese acto, pero no es seguro que sea todavía un acto efectivo que lleve a una verdadera re-fundación. Hace falta un tiempo para comprender que no deberíamos ahorrarnos, que supone un trabajo que está todavía por hacer.

3. Momento de concluir, para producir un nuevo instante ver. La disolución debe ser la causa  de una refundación sobre nuevas bases, y la causa de una nueva transferencia de trabajo. Tenemos un año para producirlo, sólo eso nos llevará a un momento de concluir colectivo para refundar un movimiento instituyente de una enseñanza y una transmisión que esté a la altura del ICF. Es un trabajo necesario, pero no podemos saber ahora, todavía, si será posible ni suficiente para constituir estas nuevas bases. Veremos. Mañana la Comisión Campus expondrá los principios de las actividades para construir estas nuevas bases y podremos conversarlo.

 Quiero recordar ahora el punto de inflexión que precipitó este acto de disolución. Lo encontramos en la carta de J.-A. Miller del 8 de julio de 2022: "Las informaciones que he reunido me han convencido de que el funcionamiento de la SCB ya no responde a las normas del ICF. En consecuencia, he decidido disolver la Sección."

Está todavía por dilucidar qué quiere decir la primera frase que conduce a la segunda. No es seguro que todos y cada uno entendamos lo mismo. Se trata del funcionamiento y no de las personas. Se trata de la orientación, no de la administración o de la gestión (como fue en otros momentos de dificultad de la SCB). Hay que dilucidar también cuáles son "las normas" del ICF a las que la SCB no ha respondido. ¿Es la investigación? ¿Es la enseñanza?  En todo caso, es solo con este trabajo de dilucidación, que solo puede hacerse con y en el colectivo que era la SCB, que la Disolución podrá llevarnos a una Refundación en un nuevo lazo de trabajo. Es el trabajo que nos espera el próximo curso. Lo encaro con decisión, con la certeza de qué solo una discusión a cielo abierto y sin imposturas (más allá también del narcisismo de cada uno) podrá llevarnos a algún puerto, sea cual sea.

Recuerdo muy bien el mes de agosto de 1988 (pronto hará 35 años), cuando en plenas vacaciones estivales trabajábamos con J.-A. Miller en la construcción de la SCB, después de tres años de funcionamiento del Seminario del Campo Freudiano en Barcelona. Recuerdo estar traduciendo al castellano su "Prólogo de Guitrancourt" del 15 de agosto, con la idea clara de que era un texto fundante, no solo de la SCB sino de la extensión del ICF en otras ciudades del mundo. Fundante de un modo de enseñanza que era inédito, en cualquier universidad o instituto. Y recuerdo haberme detenido especialmente en este párrafo: 

«No existe paradoja en plantear que las exigencias más estrictas [del trabajo que supone la SCB, tal vez sean eso "las normas"] son para aquellos que se ponen a prueba en una función de enseñanza en el Campo Freudiano sin precedentes en su género, ya que el saber, si bien obtiene su autoridad por su coherencia, sólo encuentra su verdad en el inconsciente, es decir, por un saber en el que no hay nadie para decir "yo sé". Lo que se traduce en lo siguiente: que sólo se dispensa una enseñanza a condición de sostenerla por una elaboración inédita, por modesta que sea.»

Subrayo esta idea: un saber puede ser muy coherente y no tener efectos de verdad para el sujeto. Y si además es un saber incoherente (a veces ocurre) pues entonces menos todavía. Creo que estamos lejos de medir las consecuencias que tiene este párrafo en la lógica colectiva del grupo analítico (donde todos somos, de hecho, participantes). Después de 35 años, tengo la impresión de que en la SCB no hemos estado a la altura de estas consecuencias y que conviene, en efecto, disolver y refundar este espacio del ICF. Es la única razón que me llevó a votar la disolución-refundación.

Hoy, pues, la SCB se disuelve. El ICF en Barcelona se convierte en un conjunto vacío, una tabula rasa para inscribir este trabajo de disolución-refundación. He acompañado su trabajo desde el inicio como coordinador y como asesor (a partir de los cuatro años en los que me hice cargo de la presidencia de la AMP). 

Puedo decirles que acompañaré, como mejor sepa, el trabajo que nos queda por hacer en la Refundación deseada.

Solo me resta dar las gracias a todos aquellos con los que he colaborado en este trabajo desde el principio. Y dar paso a la conversación.

 

Miquel Bassols

14 de junio de 2023 



(Intervención en la jornada de clausura del curso 2022-2023 de la SCB)


08 de juny 2023

René Daumal i el saber

© René Daumal


(Français, Català, Castellano)


Propos de René Daumal à André Rolland de Renéville rapportés par Vera Daumal sur Le Mont Analogue:

« Je m'apprête à décrire, au cours des cinquième et sixième chapitres, l’expédition des quatre dégonfleurs.Tu te rappelles quau début, il y avait parmi les person­nages : Julie Bonasse, actrice belge, Benito Cicoria, tail­leur pour dames, Émile Gorge, journaliste, et Alphonse Camard, poète fécond, qui nous ont lâchés avant même de commencer. Cependant ils ont fini par déci­der un jour de s’embarquer de leur côté avec quelques- uns de leurs camarades, pour essayer de découvrir eux aussi le Mont Analogue, car ils étaient persuadés que nous les avions trompés, et que si nous étions partis à la recherche du fameux Mont, c’était dans l’espoir d’y trouver quelque chose d’autrement important qu’un type d’humanité supérieure. C’est pourquoi ils nous appelaient : “les farceurs”. Ils pensaient que cette mon­tagne devait recéler du pétrole, de l’or et d’autres richesses terrestres. Toutefois ils présumaient que ces trésors étaient jalousement gardés par un peuple auquel il s’agissait de les arracher. Ils équipèrent en conséquence un bateau de guerre muni de l’armement le plus moderne et le plus puissant, puis levèrent 1 ancre. Leur voyage se déroula à travers maintes péripéties, mais enfin ils parvinrent en vue du Mont Analogue, et s’apprêtèrent à faire usage de leurs armes. Toutefois, comme ils ignoraient les lois essentielles, ils furent arrêtés par un infranchissable tourbillon. Condamnés a tourner en rond, ils pouvaient cependant bombarder cette terre, mais tous leurs projectiles reve­naient vers eux, tels des boomerangs, de sorte que leur fin était dérisoire. Je veux m’étendre tout particuliè­rement pour finir sur une des lois du Mont Analogue : pour en atteindre le sommet, l’on doit aller de refuge en refuge. Mais avant de quitter un refuge, l’on a le devoir de préparer les êtres qui doivent venir y occuper la place que l’on quitte. Et ce n’est qu’après les avoir préparés, que l’on peut monter plus haut. C’est pour­quoi, avant de nous élancer vers un nouveau refuge, nous avons dû redescendre, afin d’enseigner nos pre­mières connaissances à d’autres chercheurs. »

(Les Monts Analogues de René Daumal. Gallimard, Paris 2021, p. 139)


* * *
 
Comentaris de René Daumal a André Rolland de Renéville transmesos per Vera Daumal a propòsit d’ El Mont Anàleg, novel·la inconclusa:
 
«Estic a punt de descriure, durant els capítols cinquè i sisè, l'expedició dels quatre trànsfugues. Recordes que, al principi, estaven entre els personatges: Julie Bonasse, actriu belga, Benito Cicoria, modista de dones, Emile Gorge, periodista, i Alphonse Camard, poeta prolífic, que ens va deixar fins i tot abans de començar? Tot i això, van acabar decidint un dia embarcar-se pel seu compte amb alguns dels seus companys, per intentar descobrir també el Mont Anàleg, perquè estaven convençuts que els havíem enganyat, i que, si anàvem a la recerca de la famosa Muntanya, era amb l'esperança de trobar-hi alguna cosa més que un tipus superior d’humanitat. Per això ens deien: "els farsants". Creien que aquella muntanya havia de contenir petroli, or i altres riqueses terrenals. No obstant això, presumien que aquests tresors estaven gelosament guardats per un poble a qui calia arrabassar-los. En conseqüència, van equipar un vaixell de guerra amb l'armament més modern i poderós, després van llevar àncores. El seu viatge va passar per moltes aventures, però al final van arribar a albirar el Mont Anàleg i es van disposar a fer servir les seves armes. No obstant això, com que ignoraven les lleis essencials, van ser aturats per un remolí infranquejable. Condemnats a donar voltes en rodó, no obstant van poder bombardejar aquella terra, encara que tots els seus projectils es van girar contra ells, com a boomerangs, de manera que el seu fi va ser irrisori. Vull aturar-me particularment per acabar en una de les lleis del Mont Anàleg: per arribar al cim, cal anar de refugi en refugi. Però abans de sortir d'un refugi tenim el deure de preparar els éssers que han de venir a ocupar el lloc que estem deixant. I és només després d'haver-los preparat, que hom pot pujar més amunt. Per això, abans de marxar cap a un nou refugi, vam haver de tornar a baixar, per ensenyar els nostres primers coneixements a altres investigadors.»
 

* * * 

 
Comentarios de René Daumal a André Rolland de Renéville transmitidos por Vera Daumal a propósito de El Monte Análogo, novela inconclusa:
 
«Estoy a punto de describir, durante los capítulos quinto y sexto, la expedición de los cuatro tránsfugas. ¿Recuerdas que, al principio, estaban entre los personajes: Julie Bonasse, actriz belga, Benito Cicoria, modisto de mujeres, Émile Gorge, periodista, y Alphonse Camard, poeta prolífico, que nos dejó incluso antes de comenzar? Sin embargo, acabaron decidiendo un día embarcarse por su cuenta con algunos de sus compañeros, para intentar descubrir también el Monte Análogo, porque estaban convencidos de que les habíamos engañado, y que, si íbamos en busca del famoso Monte, era con la esperanza de encontrar allí algo más que un tipo superior de humanidad. Por eso nos llamaban: "los farsantes". Creían que aquella montaña debía contener petróleo, oro y otras riquezas terrenales. Sin embargo, presumían que estos tesoros estaban celosamente guardados por un pueblo al que había que arrebatárselos. En consecuencia, equiparon un buque de guerra con el armamento más moderno y poderoso, luego levantaron el ancla. Su viaje pasó por muchas aventuras, pero al final llegaron a avistar el Monte Análogo y se dispusieron a usar sus armas. Sin embargo, como ignoraban las leyes esenciales, fueron detenidos por un torbellino infranqueable. Condenados a dar vueltas en redondo, pudieron sin embargo bombardear aquella tierra, aunque todos sus proyectiles se volvieron sobre ellos, como boomerangs, de modo que su fin fue irrisorio. Quiero detenerme particularmente para terminar en una de las leyes del Monte Análógo: para llegar a la cumbre, hay que ir de refugio en refugio. Pero antes de salir de un refugio, tenemos el deber de preparar a los seres que deben venir a ocupar el lugar que estamos dejando. Y es sólo después de haberlos preparado, que uno puede subir más arriba. Por eso, antes de partir hacia un nuevo refugio, tuvimos que volver a bajar, para enseñar nuestros primeros conocimientos a otros investigadores.»

22 de maig 2023

Notas sobre el Goce

 

 

Que suis-Je ? 

Je suis à la place d'où se vocifère que « l'univers est un défaut dans la pureté du Non-Être ». 

Et ceci non pas sans raison, car à se garder, cette place fait languir l'Être lui-même. Elle s'appelle la Jouissance, et c'est elle dont le défaut rendrait vain l'univers.

 

Jacques Lacan. Écrits, Ed. du Seuil, Paris 1966, p. 819.

 

 

Bien enrevesado te parecerá esto, lector. Pero, inocente como crees ser —tanto como creyente—, lo cargas a cuenta del Otro, a cuenta y a cargo del Otro que no existe (Dios, por ejemplo, pero también La mujer). Mejor, pues, que te hagas cargo de ello de una vez, en lugar de seguir creyendo en ello.

 

Veamos:

 

— No se trata de saber quién soy Yo (da igual, "Yo" es siempre un impostor, yo es siempre otro, como dice el poeta) sino qué soy Yo, es decir, qué es mi ser, qué es el Es freudiano (que traducimos del alemán como el Ello), donde Yo no piensa ser, allí donde Yo ya no puede pensarlo.

— Pues, qué eres, no te lo responderá, el Ello que te hace la pregunta a ti, a ti que debes responder, te pongas como te pongas.

— Él te dirá sólo, si sabes leerlo, dónde estás, en qué lugar, en lugar de qué.

—Y te lo dirá desde el lugar, allí donde tú eres sin pensártelo.

— ¿Y qué te dice? Que eres en el lugar de una voz, de un objeto al fin y al cabo, que te habla en voz tan baja como la voz de la razón. Tan baja pero tan insistente también.

- ¿Y qué te dice la voz? (No es sólo que se lo diga a cualquiera, es que ahora te lo dice a ti).

—Dice —es una cita de Paul Valery— que «el universo es un defecto en la pureza del No Ser». Pues sí, es sólo por la voz de Otro que te lo dice. El Otro que no existe, pero que, sin embargo, te habla, que se dirige a ti.

— Es decir, que primero era el No Ser, que, puestos a decir, es como si no fuera nada, nada de nada. No quieras ni imaginarlo, es imposible. Es decir, es real.

— Sólo puedes pensarlo y decirlo en la forma de un mito (como el que sostiene la ciencia misma, mal que le pese; leed, si no, la Física de hoy). Es el mito de lo que era antes del Big Bang, por ejemplo, antes del tiempo, antes de que hubiera "antes" ni "después". Donde ello era —y siempre era— la pureza del No Ser.

— Y después, precisamente después: al No Ser le ha faltado algo. Nada, un pequeño defecto (o grande, ¡vete a saber!), alguna cosa no más, no más, pero más que nada (no-res i res en catalán dicen casi lo mismo).

— ¡Vaya por Dios! Me doy cuenta ahora de que Res (Nada en catalán) se escribe al revés que Ser (en castellano y en catalán). Contingencias de la letra, del ser de la letra a través de las lenguas.

— Y es por este defecto del No Ser que el universo comienza a Ser.

— Y esto es el universo: un defecto en la pureza del No Ser. Una casualidad sin causalidad, dicen hoy los físicos, los de la Física, la mejor ciencia (y quizás la única que merece este nombre).

—Esto es lo que la voz te dice que es el universo, pero no todavía lo que es Yo, ese Yo que ya te habla. Es que te habla desde allí, desde el lugar de un defecto en la pureza del No-Ser.

— Y tiene toda la razón, (mejor dicho, la tiene siempre no-toda, pero suficiente para que lo escuches). Tiene razón porque es sólo desde el No-ser, desde el des-ser, que el ser puede hablarte, como un defecto del No-Ser. Si no fuera así, no te diría nada, no te hablaría. Sólo te habla si lo preservas como tal, como des-ser, como el lugar del ser, vacío. Es sólo por el hecho de preservarse (en francés: se garder) que este sitio te habla, como des-ser.

— Y es este des-ser que hace languidecer al Ser mismo, cualquier ser que sea. Cada ser lleva la marca de este defecto, en el no-ser estando, desde ese sitio estando. (En castellano podemos servirnos de la diferencia entre ser y estar de manera muy eficiente).

— Si este des-ser no fuera, si hiciera falta esa falta misma, entonces el universo sería en vano. La angustia-de-ser es eso: cuando la falta te falta, cuando te hace falta la falta.

— Y ahora démosle el nombre que más le conviene, a ese lugar del ser que te habla, (en voz baja, pero te habla).

— El nombre que más le conviene (si encuentras otro, ya me lo dirás) es éste: "el Goce". En mayúscula (como hacía el poeta Foix): Goce, nombre propio, nada común.

— (Nota: el poeta Enric Casasses te ha propuesto otra traducción en catalán que no es “Gaudi”; prefiere el “Joi” de los trovadores. Piensa en ello, porque dice "Jo-i", es decir, en castellano “Yo-y”).

—Eso sí es, el Goce. Y si no fuera, es el propio universo el que sería en vano. Quizás lo sea, en vano. Sólo que el Goce —el Ello de Freud— no es en vano. Y esto excluye la posibilidad de que el universo sea en vano. Es necesario, pues, que te hagas cargo de él.

— El Goce no es en vano porque se te impone, lo quieras o no, lo sepas o no (de hecho, nunca lo sabes, no del todo, al menos).

— El Goce te exige que respondas, que respondas por él, que te hagas cargo de él. Y es por eso que no es en vano. Y si lo fuera, el universo lo sería también.

— Así pues, es necesario que elijas, que lo decidas, que te decidas. O bien el Goce no es en vano, o bien es el universo el que es en vano.

— Es una elección donde te juegas la vida, sin sentido alguno. Como quien tira los dados al azar y sabe que debe responder por lo que salga. Y debe responder no al azar, sino con determinación, como se suele decir.

—Así pues, del Goce, —del Goce que si no fuera haría vano el universo— de ese Goce que sí es, de este Goce tienes que hacerte cargo, lo quieras o no.

— Esto no es ninguna "metafísica", ni tampoco ninguna tontería, como piensa el cientificismo más cretino, el que hace que la ciencia sea, en definitiva, en vano. Al cientificismo, esto le parece una tontería. A la ciencia no debería parecérselo.

— No es ninguna metafísica, no es tampoco ninguna ciencia posible, no todavía, al menos.

— Es, eso sí, una ética, y muy pragmática. Y también una política. La política del psicoanálisis, al menos.

— Y ahora, si has llegado hasta aquí, si has llegado al lugar desde donde el Goce te habla, desde el des-ser, ahora di.

— ¡Ahora habla! ¡Ahora haz, haz como eres! (En catalán, "Fes com ets" tiene dos sentidos: “Haz tal como eres”, imperativo de "hacer", y “Hendido como estás”, escindido, objeto y sujeto dividido a la vez: a -->$).

 

— Y ahora puedes traducir también este pequeño párrafo de Lacan en tu idioma (Adjunto la traducción al catalán y la traducción conocida al castellano):

 

Què soc Jo?

Soc en el lloc d'on es vocifera que «l'univers és un defecte en la puresa del No-Ésser».

I això no pas sense raó, atès que en preservar-lo, aquest lloc fa llanguir l'Ésser mateix. S'anomena el Gaudi, i és el seu defecte que tornaria va l'univers.

 

¿Qué soy Yo [Je]? 
Soy en el lugar desde donde se vocifera que "el universo es un defecto en la pureza del No Ser". 
Y esto no sin razón, pues de conservarse, ese lugar hace languidecer al Ser mismo. Se llama el Goce, y es aquello cuya falta haría vano el universo. 

 

 

21 de mayo de 2023

21 de maig 2023

Notes sobre el Gaudi

 

 

Que suis-Je ? 

Je suis à la place d'où se vocifère que « l'univers est un défaut dans la pureté du Non-Être ». 

Et ceci non pas sans raison, car à se garder, cette place fait languir l'Être lui-même. Elle s'appelle la Jouissance, et c'est elle dont le défaut rendrait vain l'univers.

 

Jacques Lacan. Écrits, Ed. du Seuil, Paris 1966, p. 819.

 


Ben enrevessat et deu semblar això, lector. Però, innocent com et creus —tant com creient—, ho carregues a compte de l'Altre, a compte i a càrrec de l'Altre que no existeix (Déu, per exemple, però també La dona). Millor, doncs, que te'n facis càrrec d'una vegada, en lloc de seguir-hi creient.

 

Vegem:

 

— No es tracta de saber qui soc Jo (tant li fa, "Jo" és sempre un impostor, jo és sempre un altre, com diu el poeta) sinó què soc Jo, és a dir, què és el meu ésser, què és l'Es freudià (que traduïm de l’alemany com l'Allò), allà on Jo no pensa ser, allà on Jo ja no pot pensar-ho.

— Doncs, què ets, no t'ho respondrà pas, l'Allò que et fa la pregunta a tu, a tu que has de respondre, t'hi posis com t'hi posis.

— Ell et dirà només, si saps llegir-lo, on ets, a quin lloc, en lloc de què.

— I t'ho dirà del lloc estant, allà on t'ets sense pensar-t'ho.

— I què et diu? Que ets al lloc d'una veu, d'un objecte al capdavall, que et parla en veu tan baixa com la veu de la raó. Tan baixa, però tan insistent també.

— I què et diu la veu? (No és només que ho digui a qualsevol, és que ara t'ho diu a tu).

— Diu —és una citació de Paul Valery— que «l'univers és un defecte en la puresa del No-Ésser». Au, és només per la veu d'un Altre que t'ho diu. L'Altre que no existeix, però que, tanmateix, et parla, que s’adreça a tu.

— És a dir, que primer era el No-Ésser, que, posats a dir, és com si no fos res, res de res. No t'ho vulguis ni imaginar, és impossible. És a dir, és ben real.

— Només pots pensar-ho i dir-ho en la forma d'un mite (com el que sosté la ciència mateixa, mal que li pesi; llegiu, si no, la Física d'avui). És el mite d'allò que era abans del Big Bang, per exemple, abans del temps, abans que no hi hagués "abans" ni "després". Allà on allò era —i sempre era— la puresa del No-Ésser.

— I després, precisament després: al No-Ésser li ha faltat alguna cosa. No res, un petit defecte (o gran, ves a saber!), alguna cosa només, no més, però més que no-res. 

— I és per aquest defecte del No-Ésser que l'univers comença a Ésser.

— I això és l'univers: un defecte en la puresa del No-Ésser. Una casualitat sense causalitat, diuen avui els físics, els de la Física, la millor ciència (i potser l'única que mereix aquest nom).

— Això et diu què és l'univers, però no encara què és Jo, aquest Jo que ja et parla. És que et parla d'allà estant, del lloc d'aquest defecte en la puresa del No-Ésser.

— Doncs allà ets, d'allà estant, al lloc d'aquesta veu. (Ho veus? Ho veus de sentir-ho, només).

— I té tota la raó, (més ben dit, la té sempre no-tota, però suficient perquè ho escoltis). Té raó perquè és només del No-Ésser estant, del desésser estant, que l'ésser pot parlar-te, com un defecte del No-Ésser. Si no fos així, no et diria res, no et parlaria. Només et parla si el preserves com a tal, com a desésser, com el lloc del desésser, buit. És només pel fet de preservar-se (en francès: se garder) que aquest lloc et parla, com a desésser.

— I és aquest desésser que fa llanguir l'Ésser, qualsevol ésser que sigui. Cada ésser porta la marca d'aquest defecte, del no-ésser estant, del seu lloc estant. (Curiós, això del No-Ésser estant només ho saps dir en la teva llengua).

— Si aquest desésser no fos, si fes falta aquesta falta mateixa, aleshores l'univers seria debades. L'angoixa-de-ser és això: quan la falta et falta, quan et fa falta la falta.

— I ara donem-li el nom que més li convé, a aquest lloc del desésser que et parla, (en veu baixa però et parla).

— El nom que més li convé (si en trobes un altre, ja me'l diràs) és aquest: "el Gaudi". En majúscula (com feia Foix): Gaudi, nom propi, gens comú. 

— (Nota: l’Enric Casasses te n’ha proposat una altra, de traducció: el “Joi” dels trobadors. Pensa-hi, perquè hi diu “Jo-i”).

— Això sí que és, el Gaudi. I si no fos, és l'univers mateix que seria debades. Potser ho és, debades. Només que el Gaudi —ell, l'Allò de Freud— no ho és, debades. I això exclou la possibilitat que l'univers sigui debades. Cal, doncs, que te'n facis càrrec.

— El Gaudi no és debades perquè se t'imposa, ho vulguis o no, ho sàpigues o no (que més aviat no ho saps mai, no del tot, si més no). 

— El Gaudi t'exigeix que responguis, que responguis per ell, que te'n facis càrrec. I és per això que no és debades. I si ho fos, l'univers també ho seria.

— Així doncs, cal que escullis, que ho decideixis, que et decideixis. O bé el gaudi no és debades, o bé és l'univers que ho és, debades.

— És una elecció on t'hi jugues la vida, sense cap mena de sentit. Com qui tira els daus a l'atzar i sap que ha de respondre pel que surti. I ha de respondre no pas a l'atzar, sinó amb determinació, com diem.

— Doncs, del Gaudi, —del Gaudi que si no fos faria que l'univers fos debades— d'aquest Gaudi que sí que és, d'aquest Gaudi te n'has de fer càrrec, ho vulguis o no.

— Això no és cap "metafísica", ni tampoc cap collonada, com pensa el cientificisme més cretí, el que fa que la ciència sigui, al capdavall, debades. Al cientificisme, això li sembla una collonada. A la ciència no li ho hauria de semblar, una collonada.

— Això no és cap metafísica, no és tampoc cap ciència possible, no encara, si més no. 

— Això és, però, una ètica, i ben pragmàtica. I també una política. La política de la psicoanàlisi, si més no.

— I ara, si has arribat fins aquí, si has arribat al lloc d'on el Gaudi et parla, del desésser estant, ara digues. 

— Ara parla! Ara fes, fes com ets! ("Fes" té aquí dos sentits: imperatiu de "fer" i adjectiu de "fendre", objecte i subjecte dividit alhora: a -->$).

 

— I ara pots traduir també aquest petit paràgraf de Lacan en la teva llengua:

 

Què soc Jo?

Soc en el lloc d'on es vocifera que «l'univers és un defecte en la puresa del No-Ésser».

I això no pas sense raó, atès que en preservar-lo, aquest lloc fa llanguir l'Ésser mateix. S'anomena el Gaudi, i és el seu defecte que tornaria va l'univers.

 

 

21 de maig de 2023

 

 

 

10 de maig 2023

El cártel como arma de la política de la Escuela

Los fractales son mucho más que una coliflor

Es la feliz expresión con la que se nos ha convocado a esta conversación sobre la función del cártel en la Escuela y en la enseñanza de Lacan (1). Van aquí solo unas notas rápidas que deberían ser desarrolladas y conversadas más detenidamente.

Partamos de una constatación social que sigue un principio entrópico. Se habla, por ejemplo, de una “ciudad entrópica” para señalar la inercia que podría de manifiesto el fin o la privatización de su espacio público. Los vínculos sociales tienden, por su propia inercia, a una degradación aísla a los individuos en un espacio cada vez más privado. Del mismo modo, podemos decir que todo grupo humano tiende a convertirse en una serie de individuos aislados, de “unos solos”. En una institución esta inercia lleva a la creación de una jerarquía que Jacques Lacan denominó en su momento como las  Suficiencias, que terminan por no hablarse entre ellas. El texto donde introduce este término es, precisamente, Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956, que él mismo evocó como un antecedente necesario para leer su “Proposición del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela”, con la propuesta del dispositivo del pase en su Escuela, modo radical de distinguir los grados de las jerarquías. Y ello a contracorriente del principio entrópico que conduce al mutualismo de las Suficiencias, “grado único de la jerarquía psicoanalítica”(2). Este texto es, en efecto, un antecedente del dispositivo del pase, pero también del dispositivo del cártel, el otro pie sobre el que se fundamenta la experiencia de la Escuela.

En ese texto, y a propósito de la institución analítica, Lacan reparte los lugares estructurales del grupo humano. Las Suficiencias y los Zapatitos —los que no son las Suficiencias, “un buena analizado no hace preguntas”— son dos columnas de silencio.  Existen además los Bien-necesarios —los que “toman el uso de la palabra”— y las Beatitudes, que son “los portavoces de las Suficiencias”. Pero es para no decirse nada, solo verifican que el canal de la palabra está allí para guardar silencio sobre lo esencial. Esta es la inercia, digamos “natural”, del grupo humano.

El cártel es el invento de Lacan para contrariar esta inercia. Podemos escribir su estructura  general con la fórmula + 1, siendo un número cualquiera de individuos y +1 la función lógica que contraría esta inercia. La forma más habitual que damos al cártel es  4 + 1. El “más uno” es el que rompe esa serie que tiende al grupo, apuntando a la singularidad de cada uno, a lo que queda fuera de serie. Es designada también por Lacan como una “infinitud latente”, que infinitiza esa serie  sin permitir que se cierre sobre sí misma. Pero también  podríamos hablar de la serie de +1 en una institución. ¿Pueden los +1 hacer una serie de singularidades sin volverse Suficiencias? Se plantea así una paradoja, porque no es pensable un +1 que lo fuera, por decirlo así, al cuadrado, como un +1 de la serie de +1. Lo que nos llevaría a una fuga al infinito buscando el +1 que cerraría esa serie. La serie de +1 es una serie singular, sin una ley ni un conjunto previo que pueda definirlo. Su función es inherente a lo que queda fuera de serie. 

Este sería, por otra parte, el ideal de una Escuela, si el término “ideal” no nos repugna por ser, precisamente, demasiado ideal: una serie de más unos que rompan la inercia de la serie en cada momento. Dicho de otro modo: una Escuela en la que cada uno sea un más uno para cada uno de los otros. Es, de hecho, la única reciprocidad posible en la experiencia de la Escuela. Si es la única reciprocidad posible, entonces es una reciprocidad necesaria —a falta de cualquier otra— para que cada uno no se quede en su propia inercia de Uno solo. 

No basta con decirlo, hay que ponerlo en acto, para que no quede, precisamente, como un ideal.

Surge, entonces, un problema: no hay modo de regular con una norma previa esta serie sin ley de +1, necesaria para la experiencia de la Escuela. Solo hay modos de causarla a partir de ciertas condiciones mínimas. La función del +1 es  así un modo de causar el efecto sujeto para que cada uno responda según su singularidad. Es por ello que Lacan redujo al máximo la “normatividad” del cartel en la Escuela. 4 + 1. Y la introducción de permutaciones entre los distintos carteles cada tanto.

El más uno como “infinitud latente”, a contracorriente de la inercia del grupo, somo forma de tratar lo real del grupo, es una función parecida a la de una asíntota. Debe mantener una suerte de asíntota para que el cartel no haga el salto a un grupo, para que no cristalice en un efecto de grupo, ya sea en la forma de un grupo de estudios, o un grupo de supervisión institucional.

Señalo entonces estas condiciones de existencia del cártel en una Escuela digna de ese nombre:

— Es la célula elemental de una estructura que permita desplegar la experiencia de la Escuela-sujeto. “Célula elemental” es también el término utilizado por Lacan al situar el grafo del deseo en su forma no desplegada. La célula elemental está en el principio del esquema de la retroacción del significante.

— Es una célula elemental que se reproduce —a modo de un fractal— en la experiencia misma de la Escuela en su conjunto, en cada uno de sus niveles y registros. Y ello de un modo horizontal, no vertical y jerárquico.

— Es una célula con un número reducido de integrantes: 4+1. Pueden ser más, o menos. Pero algo parece cierto: a partir de cierto número la experiencia se convierte en mucho más compleja. No es algo cuantificable.

— ¿Es preferible la experiencia en un alcance reducido? Una gran extensión hace más difícil mantener la intensión.

— Un gran número de carteles en una Escuela no es necesariamente mejor. Es una cuestión de cualidad. ¿Qué produce cada miembro del cartel por este medio? ¿Se ofrece o no a una crítica recíproca? ¿Modifica o no la experiencia de la Escuela para cada uno de sus miembros?

— Hay un sujeto supuesto al saber en este trabajo de cada uno, un sujeto que el +1 debería causar, pero sin encarnarlo él mismo. A veces puede resultar muy difícil, otras veces sucede sin forzar nada.

— El motor del cartel es la transferencia de trabajo: recíproca pero no simétrica. Es, de hecho, una reciprocidad que rompe la reciprocidad simétrica, cosa nada usual. Es una reciprocidad fuera de la lógica en la que cada Uno tiende a hacerse Otro del Otro.

— Precisamente, para el más uno no se trata de hacerse Otro del Otro desde una posición de amo, S1, o de saber, S2, sino de situarse en el lugar de agente provocador de la serie, en el lugar en el que se descompleta como Uno. El más uno mantiene así abierto el lugar del significante de la falta del Otro sin —S(%)— sin tener que producirlo.

— Una última observación sobre el cartel y su dimensión política, «más allá» de la Escuela. Puede ser también la célula elemental de una acción política que no quede reducida a la figura del líder de una masa, en una estructura vertical y jerárquica. El más uno “horizontaliza” la estructura del grupo para hacer valer la dimensión del grado sobre la jerarquía. Lo que está todavía por verificar en una experiencia más allá de la Escuela sujeto como tal.



[1] Intervención en el espacio «Conversaciones sobre el cártel» de la Comunitat de Catalunya de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 31 de enero de 2023. 

[2] Lacan, J., Escritos. Ed. Siglo XXI, México 1984, p. 457: “Por eso daremos el nombre de Suficiencia al grado único de la jerarquía psicoanalítica”.