Fra Angelico, Anunciación (Museo del Prado) |
"La cifra irónica del AME"* —Es la expresión de Jacques Lacan en su texto
de 1973, titulado “Nota italiana”, la carta dirigida a tres psicoanalistas
italianos que se adherían a su enseñanza y que deseaban obtener en aquel
momento cierto reconocimiento en su país desde la Escuela, de la Escuela que
era entonces la École freudienne de Paris.
En la primera publicación del texto, se señala en una nota que “las personas
concernidas no dieron continuidad a las sugerencias aquí expresadas”[1].
Eran sugerencias para poner en marcha una “sede del discurso analítico” con la
lógica necesaria para la construcción de una Escuela, distinta a la lógica del
grupo propia de cualquier asociación o corporación profesional, incluida la que
da forma asociativa a la propia experiencia de una Escuela digna de ese nombre.
Es ya una manera de plantear la paradoja que está presente en la institución
analítica de la Escuela: no hay experiencia posible de Escuela, de la Escuela
como sujeto, sin la forma asociativa que instituye una comunidad o un grupo. A
la vez, la experiencia de Escuela lleva hasta sus últimas consecuencias el
análisis de lo real en el que se funda el grupo para disolver sus efectos de
identificación grupal o de comunidad.
A la hora de plantear la entrada de miembros
en el grupo italiano, Lacan propone entonces hacerlo únicamente a partir de la
experiencia del pase, y deja fuera de lugar, deja en la sombra por decirlo así,
la posibilidad de que los miembros sean admitidos como analistas ya reconocidos
por el grupo. La distinción es fundamental y sabemos que fue el principio de la
construcción de la Escuela Europea de
Psicoanálisis, base a su vez de nuestra Escuela
Lacaniana de Psicoanálisis, así como de la Scuola en Italia. Recordemos las dos vías de entrada en aquella
Escuela: por la vía del pase o por la vía llamada “de títulos y trabajos”.
Tenían su principio lógico en esta distinción que en la “Nota italiana” aparece
entre la experiencia del pase de la que surge el AE (Analista de la Escuela) y
el reconocimiento dado por la Escuela al AME (Analista Miembro de la Escuela). Lacan
subraya en la “Nota italiana” que el reconocimiento del título de AME era en su
Escuela una suerte de “delegación”, es el término que utiliza, a los que no se
ofrecían a la experiencia del pase. Era una suerte de delegación definida por
la negativa, un título más bien paradójico, definido allí por una falta más que
por un rasgo positivo.
Lacan hacía así una apuesta radical para el
grupo italiano dejando de lado la vía de reconocimiento del AME y poniendo todo
el peso sobre el pase, siguiendo el principio que enunciaba del siguiente modo:
“El analista no se autoriza más que por sí
mismo, eso va de suyo. Le importa poco una garantía que mi Escuela le da sin
duda bajo la cifra irónica del AME. No es con
eso con lo que opera. El grupo italiano no está en condiciones de
proporcionar esa garantía”[2].
El grupo italiano no estaba en condiciones de
proporcionar la garantía del AME, del reconocimiento de una formación,
suficiente y necesaria por decirlo así, en primer lugar porque no había el
reconocimiento recíproco necesario de los tres en cuestión que formaban el
trípode italiano. Pero este no es el problema que ahora quiero considerar.
Lo que me importa subrayar es la expresión de
Lacan: “una garantía que mi Escuela le da sin duda bajo la cifra irónica del
AME”.
¿Por qué una cifra? ¿Y por qué irónica? ¿Y
por qué decirlo así cuando se trataba de poner en suspenso ese reconocimiento a
las personas concernidas en el trípode italiano?
Recordemos una circunstancia que
Jacques-Alain Miller señaló en su momento, en su curso de 1982, al leer y
comentar estos párrafos de la “Nota italiana”: “Lo que les estoy leyendo —decía
allí— es la fotocopia del texto escrito a máquina que fue comunicado a los
miembros del directorio en 1974. Es una fotocopia pero hay la escritura de
Lacan en la primera página, cuando evoca al AME. Añade a mano: ‘la cifra
irónica del AME’. Cuando releyó el texto, añadió estos términos.”[3]
Se trata pues de Lacan releyéndose a sí mismo, se trata incluso de un Lacan
contra sí mismo, o al menos contra algunos efectos que había producido el grado
de AME, grado destinado a que la Escuela reconociera a un miembro como
psicoanalista que había dado pruebas de ello, por su experiencia, por su saber
hacer, por su trabajo.
Hay una suerte de doble ironía que me parece
interesante descifrar precisamente cuando se trata de la garantía otorgada por
la Escuela a los AME. Rebaja sin duda la prestancia que se le pueda dar a veces
y deja un tanto en evidencia la idea de que sería un título que podría pedirse,
incluso exigirse a la Escuela, como si se tratase de una corporación
profesional. Tiene más bien el carácter de un título que llega siempre por añadidura,
sin haberlo pretendido, recibido más bien al estilo de la Anunciación de María,
si me permiten el exceso y un poco de ironía también. Algo así como la sorpresa
de haber sido escogido: —¿Yo, por qué yo?
El grado de AME es en efecto el único que se
recibe de la Escuela sin haberlo pedido. La Escuela funciona en este caso como
un Otro que reconoce una formación suficiente.
Por otra parte, recordemos que existe también
el grado de AP, de Analista Practicante, que funciona como una suerte de
autonominación, de alguien que se presenta a sí mismo ante el Otro como
practicante del psicoanálisis. No es este un título que se reciba del Otro, es
un título con el que el sujeto pide ser reconocido por la Escuela tomada también
como un Otro que se limita en este caso a dar cuenta de esa autonominación, al
estilo de un registro corporativo. Autonominación como AP no implica en ningún
caso una autorización por sí mismo. Tal como indicaba Lacan en la “Proposición”:
“Un analista-practicante sólo se registra de entrada al mismo título con el que
alguien se inscribe como médico, etnólogo, y tutti quanti”[4].
El grado de AE, de Analista de la Escuela,
por el contrario, se produce en la medida en que ese Otro ha dejado de existir,
allí donde no hay otro reconocimiento que el de una singularidad imposible ya de
homologar a ninguna otra.
El grado de AME, por su parte, se recibe del
Otro y se recibe sin que el sujeto haya pedido este reconocimiento. Es algo un
poco enigmático en realidad porque cuando
se otorga de manera efectiva debe llegar como una cifra de la Escuela, en el
sentido de un título que hay que descifrar, como la pregunta “¿qué me quiere el Otro?”. Es una
garantía en forma de pregunta sobre el deseo del analista, una garantía de que
ese sujeto está en posición de investigar sobre ese deseo, pero es una garantía
que viene del Otro sobre un hecho, el deseo del analista, para el que sólo hay
garantía sin Otro, es decir de una garantía que sólo se obtiene una vez el Otro
ha dado señales de que dejó de existir, lo que no es nada habitual. Podemos
tener un testimonio de ello de manera privilegiada en la experiencia del pase,
con una garantía distinta a la que se da en el caso del AME.
La Escuela puede dar esa garantía. Esa es la
ironía en su mejor sentido, nada peyorativo, pero sí paradójico: garantizar
desde el lugar del Otro las pruebas que un miembro da de un trabajo, de un
saber hacer, sobre una experiencia que se funda sin embargo en el hecho de que
no hay Otro de la garantía.
Una vez ahí, podemos hacer sin duda el elogio,
nada irónico entonces, del grado de AME porque es también el que debe permitir poner
de manifiesto la función menos corporativa de la Escuela.
*Exposición en la XII Conversación de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, "Las paradojas de la Escuela: la garantía, el control y el pase", Madrid, 29 de Septiembre de 2013.
[1] Tal como se indica en Lacan, J. Autres écrits, du Seuil, Paris 2001, p.
608.
[2] Lacan, J. Autres
écrits, op. cit. p. 307.
[3] Miller, J.-A. Curso del 9 de Junio de 1982. (Inédito).
[4] Lacan, J. “Proposition du 9
octobre 1967…”, Autres écrits, op.
cit. p. 243.
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