(Presentación del Curso de Jacques-Alain Miller de 1994-1995)
Es el nuevo curso de Jacques-Alain Miller publicado en castellano. Cada uno tiene una significación singular, cada uno y cada vez que uno se publica. No es uno más, más bien diría que cada uno es un “más uno”, en el sentido lógico que Lacan inventó. Y este también lo es, para mí de manera muy especial.
Varias generaciones de analistas se han formado, y se siguen formando, con la lectura de los cursos que Jacques-Alain Miller dictados en el marco de la Universidad de Paris 8 durante casi treinta años, entre 1982 y 2011. Silet fue dictado en los años 1994-1995 y está puntuado, escandido, por los viajes de Jacques-Alain Miller fuera de Paris después de la creación de la EEP (1990) y de la AMP (1992): viajes a Italia, a España, a Brasil, a Argentina… viajes que están evocados en el texto. En este momento (1995) se está cociendo una crisis en la ECF que repercutirá de manera decisiva en la AMP, tres años después, en 1998. El curso de Jacques-Alain Miller seguirá unos trece años más. Después de 2011, la serie de estos cursos se detuvo. Después de 2011, Silet, silencio de esta larga serie. Por esto también, Silet no es un curso más, no es un curso cualquiera. Anticipa un silencio posterior y, a la vez, es el curso que toma al silencio como tema, como sujeto, también como objeto de la experiencia analítica.
Uno de los ejes fundamentales de aquella crisis de 1998 fue el uso del S1, del significante amo, en la experiencia analítica, tanto en la transferencia como en la Escuela. (Vean al respecto el volumen de 1998: “Conversación sobre el significante amo”, Eolia). Hay un nudo crucial en la historia del movimiento analítico: el nudo entre transferencia e institución. Para nosotros, es el nudo entre transferencia y Escuela. Leído retroactivamente, vemos que este curso anticipa los tiempos y las posteriores coyunturas y anticipa también su lógica, los momentos de concluir.
Podemos leer entonces este curso como una orientación analítica en los usos del silencio, que son los usos del significante amo, y que son también los usos de la transferencia, en la experiencia analítica y en las instituciones analíticas. De hecho, hay que recordar que el propio Jacques-Alain Miller publicará dos pequeños textos un poco después, dos textos (dos libritos publicados en Eolia) que tratan sobre el silencio en estas dos vertientes: “Entonces Shhh…” (1996) –el silencio en la transferencia analítica–, y “Se rompe el silencio” (1997), sobre el silencio entre la IPA y la AMP que se rompió con el encuentro entre Jacques-Alain Miller y Horacio Etchegoyen (los dos presidentes respectivos en aquel momento de la AMP y la IPA). Todo esto nos indica la importancia del silencio y de su uso en el discurso del psicoanálisis.
El término Silet –con sus múltiples significaciones, con sus usos distintos y en lugares distintos– apunta, es mi hipótesis de lectura, a este nudo de la transferencia con la Escuela de manera tan sutil como decisiva. Lo hace de manera implícita, sin llegar a decirlo, pero lo hace también poniéndolo en acto, poniendo en acto lo que Silet quiere decir en la transmisión de la experiencia analítica. No solo dice algo sobre el silencio, sino que lo dice poniéndolo en acto.
Para desarrollar esta hipótesis, conviene seguir las distintas lecturas que Jacques-Alain Miller propone del silencio a lo largo del curso. Conviene hacer una suerte de “clínica diferencial del silencio”, de los silencios que tienen valores distintos (como en la escritura musical), que tienen también valores libidinales distintos, hasta llegar al valor último del silencio de la pulsión de muerte. Este valor último está planteado de entrada en este curso.
Pág. 11: “El analista es quien permanece silencioso, pero también lo hace la pulsión –la pulsión silenciosa”. No es el mismo silencio, no tienen el mismo valor.
Hay al menos dos valores del silencio que Lacan consideró, según la raíz latina que encontramos en los usos del silencio:
— Taceo: es el silencio tácito, el silencio que habla, que hace suponer un decir, una palabra. (Relación del sujeto con el significante).
— Sileo: es el silencio que no dice nada pero que anida en el lenguaje, en cada palabra, y que es también el silencio de la pulsión de muerte. (Relación del sujeto con la pulsión).
El analista puede hacer presentes los dos silencios. A veces, el problema es que no puede distinguirse, desde una posición exterior meramente descriptiva, de qué silencio se trata. Solo puede distinguirse por sus efectos en el sujeto, por su producto en sus vínculos con el Otro.
En todo caso, el silencio del analista, Silet, va en contra de que lo inefable de la pulsión de muerte gane la partida. Es, como señala Jacques-Alain Miller (p. 52), la función de la interpretación que Lacan equipara al dedo del San Juan de Leonardo apuntando al cielo, hacia lo que, bajo el significante, no se puede decir (porque siempre hay algo que no se puede decir).
Tal como leemos en la p. 52, esta es la función del silencio analítico distinta a la de Wittgenstein en el final de su Tractatus logico-philosophicus: “de lo que no se puede hablar mejor es callarse.” Para el sicoanálisis, aquello de lo que no se puede hablar se convierte precisamente en la causa del decir en la experiencia, como la razón misma del discurso analítico. Dejarlo en silencio es destinarlo al retorno de la peor manera.
El problema es entonces cómo hacer del silencio la causa del decir, cómo decir lo que no puede ser dicho, como apuntar a lo inefable (en el silencio que habita en cada palabra): (p. 52): “Hay que decirlo entre líneas”, hay hacerlo resonar con el poder de la palabra.
Ahora bien, en este punto, el silencio, Silet, equivale al goce, a los modos de gozar del sujeto (ecuación ya anunciada en la p. 17).
Jacques-Alain Miller vuelve una y otra vez a lo largo del curso sobre este punto: la articulación de la pulsión con la interpretación, del objeto con el significante, del silencio con la palabra, del goce con el deseo… en el nudo formalizado con el objeto a. Y estudia así las disyunciones posibles de los conceptos analíticos con el goce: es un recorrido de las soluciones imposibles de su articulación.
Hay un término especialmente interesante en esta disyunción que toca toda la tradición del pensamiento occidental (de la psicología en particular). La “substancia gozante” (p. 181) expresión de Lacan en Encore, tercera substancia a “res cogitans” y “res extensa”: res gaudens. La experiencia analítica supone esta tercera sustancia. La sustancia gozante es el silencio del goce (de la pulsión de muerte) que habita en el significante, en la estructura misma del lenguaje. No hay una oposición entre lenguaje y pulsión de muerte (la oposición lenguaje / violencia es una falsa oposición).
Ahora bien, hay que señalar que después de la p. 94, Jacques-Alain Miller no vuelve de manera explícita sobre el silencio como tal, lo deja de lado una vez traducido en términos de goce. Deja en silencio al silencio mismo, pero hay que saber escucharlo en el hilo rojo de su discurso. ¿Qué queda en silencio?
Hay un hilo rojo al que Jacques-Alain Miller vuelve en distintas clases del curso: el periodo 1960-1964, tan importante en la enseñanza de Lacan, cuando Lacan elabora esta articulación entre pulsión y significante (“Subversión del sujeto…” y “Posición del inconsciente” – Seminario XI). Es también el momento de un debate con sus propios alumnos (algunos de ellos analizantes suyos), especialmente Serge Leclaire y Jean Laplanche (las dos ailes, “alas-eles”) que reprochan a Lacan, como lo hacía también André Green, obviar la pulsión en su enseñanza. Lo que era absolutamente desacertado si uno lee como conviene los escritos de Lacan de los años 50’.
Entonces, aparece un punto especialmente delicado que Jacques-Alain Miller evoca en la p. 107 con “cierta transferencia negativa de Lacan para con su Escuela… para con sus alumnos”.
Es algo que, en efecto, quedaba necesariamente en silencio pero que se puede rastrear muy bien en los seminarios posteriores de Lacan (por ejemplo, Seminario XI).
También es por eso que Lacan deberá plantear de manera más clara y decisiva las consecuencias de introducir el término “jouissance” (goce) como eje de su enseñanza a partir de este momento.
Jacques-Alain Miller señala algo especialmente interesante: si se lee el informe que Leclaire y Laplanche presentaron en el Coloquio de Royaumont de septiembre de 1960, allí mismo donde Lacan presentó “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo…”, vemos lo siguiente. Señala Jacques-Alain Miller (p. 86): “Llama la atención que el término ‘goce’ no se encuentra en ninguna línea del informe de Laplanche y de Leclaire sobrecargado por la noción de energía pulsional i libidinal, mientras que sí se encuentra en el centro del seminario La ética del psicoanálisis” que había terminado en julio de 1960.
Es decir, los alumnos de Lacan habían dejado en silencio ese viraje fundamental de su seminario con la introducción del término de “goce”.
Se ve entonces la importancia de la cuestión (clínica, epistémica y política): el goce es también silet.
Esto da una significación especial a este curso de Jacques-Alain Miller, Silet, teniendo en cuenta también el momento en el que lo enuncia.
Considerado a vista de pájaro, este Curso va desde “el poder de la palabra” (lo simbólico) hasta la imagen reina (lo imaginario) y la “fuga de sentido” (con respecto a lo real). “Los poderes de la palabra” es el título de un precioso libro, de lectura obligada para un analista, del escritor René Daumal (especialmente conocedor de la poesía hindú, una referencia implícita de “Función y campo de la palabra y del lenguaje). Fue también el título del Congreso de la AMP en Buenos Aires de 1996.
El final del curso Silet se dirige al poder de lo imaginario y a la “fuga de sentido” (en diciembre de 1994, Jacques-Alain Miller había intervenido en el Seminario Interno de la SCB con este tema, UpU 42). Aquí dirá: “el sentido del sentido es el goce” (383), la pulsión.
Es lo que queda en silencio, “un real del lenguaje”.
El objeto en cuestión es finalmente la fuga del sentido que no pude decirse, que queda como inefable. Hasta un “basta, es suficiente”, cuando esa satisfacción suficiente se pone en acto en el pase. (389): “el pase es siempre un testimonio de satisfacción”. Y “la satisfacción del goce está en el mismo cifrado” (391).
Al final, aparece la figura, curiosa, del tapón: sirve para tapar y destapar: 1 / 0: es un objeto que condensa las dos operaciones (a). Detiene la fuga de sentido / Escande la fuga de sentido. Permite indicar en silencio lo real del goce que está en juego en la experiencia de cada sujeto.
Aprecio especialmente esta referencia final al objeto tapón (p. 391) porque condensa en un párrafo lo que fue para mí la experiencia del final del análisis justo en aquel momento (julio 1995). No puedo no leerme citado aquí de manera implícita, porque reconozco en este final del curso de Silet una formulación exacta de lo que fue el final de mi propia experiencia analítica.
El tapón es el silencio y es la palabra que lo hace saltar, es también el silencio que habita en cada palabra, el objeto sin representación que atraviesa la cadena significante en silencio.
Pues bien, es este silencio el que puede funcionar, también, tal como indica Jacques-Alain Miller en este curso, como una interpretación.
A veces, es la única interpretación posible, que se convierte, entonces, en necesaria.
Así, pues, Silet de nuevo. Conviene leerlo línea a línea.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada