Para una clínica crítica
Dejo con mucho gusto el término clínica al DSM
Jacques-Alain Miller
Después de la Asamblea General de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis celebrada en Bilbao el viernes 22 de noviembre de 2024, algunos colegas me señalaron la necesidad de abrir un debate sobre el estatus y el lugar de lo que llamamos “clínica” en nuestras Escuelas de orientación lacaniana. Es desde ahí que me ha parecido de interés redactar y desarrollar algunas notas tomadas al vuelo en aquel momento para un debate que se muestra, en efecto, tan necesario como pendiente.
*
¿Cómo se distingue el sello del buen clínico, la túnica de Neso con la que se le puede reconocer en la parroquia por los todavía no iniciados? ¿Cómo se distingue el buen clínico en el grupo analítico cuando éste puede y sabe dar garantías de una formación, no solo suficiente, sino de una formación que se sostenga en la suficiencia de su propio saber, aquel mismo que extrae de “su” clínica y que ofrecerá desde el púlpito de sus enseñanzas? Respuesta: se distingue por su gran saber y por su gran ojo clínico –¡oreja!, corregirá alguien desde platea–, fundamentados todos ellos en su larga y reconocida experiencia, en “su práctica”, en “mi práctica”, en “mi clínica”.
Sin duda, empezaba estas notas con un tono de excesiva ironía.
Pero la cuestión sigue insistiendo: ¿Qué escuchamos cuando alguien, se llame o no analista de la Escuela, puntúa de tanto en tanto su discurso con una referencia a “la cínica” como un saber que tendría ya un referente tan constituido como evidente? ¿Escuchamos un acento de distinción? ¿Un rasgo de garantía de formación? ¿El recordatorio de una larga experiencia? ¿Una vindicación del psicoanálisis como un saber de mayor prestigio que otras “clínicas”? Conviene preguntarse qué se evoca cada vez en esta expresión sin poder llegar a decirlo. ¿Será intentar decirlo ahora abrir la posibilidad de un verdadero debate sobre la expresión “clínica psicoanalítica”? Es sin duda una elección de futuro, del futuro de la experiencia que llamamos Escuela, la Escuela-sujeto, y por ende del psicoanálisis. Y ello empezaría teniendo algunos efectos en la compleja articulación de esa Escuela-sujeto con el lugar en el que decimos que debemos dispensar un saber sobre la clínica, las Secciones Clínicas del Instituto del Campo Freudiano.
*
La pregunta suele venir asociada a una diferencia que parece evidente para cualquier otra disciplina. Es la diferencia entre teoría (psicoanalítica) y práctica (clínica por definición). Buena ocasión para retomar ahora aquella observación althusseriana: la teoría es también una práctica, una práctica teórica. La expresión de Althusser no es solo una expresión que “suene bien”, como le han achacado algunos críticos. Parece bien hecha para devolver al término “práctica” su sentido más freudiano y leer finalmente en el término “teoría” el uso psicológico (teo-lógico a veces) que se hace de ella. La supuesta teoría, cuando ya no es entendida como un instrumento de aplicación a una práctica, es ella misma una práctica. Es, en primer lugar, una práctica de lectura que está en el principio de la formación del analista, al igual que, y en contigüidad con, su propia experiencia como analizante. Y ello empieza, aunque no termine, con la lectura de esa experiencia, cuando es realmente analítica. “Teoría psicoanalítica”, teoría de El analista entonces: su secreto es que no hay tal cosa, o que es una cosa que da vueltas alrededor del vacío de la Cosa (das Dingen su nombre freudiano).
Que Lacan prefiriera tantas veces el término praxis al de “práctica clínica” no debería dejarnos indiferentes. Una praxis no es lo que tan simplemente se igualaría en nuestro campo a la clínica –práctica clínica, clínica práctica, tanto monta…– sino aquello que en la Antigüedad designaba lo que conduce de la acción al acto, un método por el que el saber se realiza en una experiencia que modifica al sujeto que se hace su agente. Era una experiencia distinta a la contemplación de la teoría, aunque la una pudiera igualmente incluirse muy bien en la otra de manera igualmente noble. No parece este el uso que hacemos de la clínica como praxis.
Pero ya escucho la contraréplica: ¿No hacemos nosotros Jornadas clínicas, exposición de casos clínicos en Congresos, Conversaciones clínicas? ¿No hacemos incluso Secciones Clínicas? Añadiría todavía algo más decisivo: ¿No está el “retorno a la clínica” en el principio de las Escuelas del Campo Freudiano, aquel ”retorno a la clínica” impulsado por Jacques-Alain Miller en los años ochenta para hacer bajar a los teóricos analistas, los que hacían y deshacían los más imbricados nudos de la topología lacaniana, de los cielos de sus vacías elucubraciones?
Y ya escucho también la pregunta a la contraréplica: ¿Y cómo es posible entonces que el mismo que impulsó aquel fructífero retorno –defendido incluso por los que lo siguieron en contra– pueda llegar a firmar años después la cita con la que se abre este texto?
Veamos.
(Continuará)
1 comentari:
El retorn a la clínica i una sorda i puntual actuació ètica, sinse les dos entrellaçades que seria del món?
Moltes gràcies, senyor Bassols i disculpen Teresa i vosté, pero l'Amor, la vida, s'obri pas en un pla "a" sempre.
Vicent Adsuara i Rollan
Publica un comentari a l'entrada