10 de maig 2023

El cártel como arma de la política de la Escuela

Los fractales son mucho más que una coliflor

Es la feliz expresión con la que se nos ha convocado a esta conversación sobre la función del cártel en la Escuela y en la enseñanza de Lacan (1). Van aquí solo unas notas rápidas que deberían ser desarrolladas y conversadas más detenidamente.

Partamos de una constatación social que sigue un principio entrópico. Se habla, por ejemplo, de una “ciudad entrópica” para señalar la inercia que podría de manifiesto el fin o la privatización de su espacio público. Los vínculos sociales tienden, por su propia inercia, a una degradación aísla a los individuos en un espacio cada vez más privado. Del mismo modo, podemos decir que todo grupo humano tiende a convertirse en una serie de individuos aislados, de “unos solos”. En una institución esta inercia lleva a la creación de una jerarquía que Jacques Lacan denominó en su momento como las  Suficiencias, que terminan por no hablarse entre ellas. El texto donde introduce este término es, precisamente, Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956, que él mismo evocó como un antecedente necesario para leer su “Proposición del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela”, con la propuesta del dispositivo del pase en su Escuela, modo radical de distinguir los grados de las jerarquías. Y ello a contracorriente del principio entrópico que conduce al mutualismo de las Suficiencias, “grado único de la jerarquía psicoanalítica”(2). Este texto es, en efecto, un antecedente del dispositivo del pase, pero también del dispositivo del cártel, el otro pie sobre el que se fundamenta la experiencia de la Escuela.

En ese texto, y a propósito de la institución analítica, Lacan reparte los lugares estructurales del grupo humano. Las Suficiencias y los Zapatitos —los que no son las Suficiencias, “un buena analizado no hace preguntas”— son dos columnas de silencio.  Existen además los Bien-necesarios —los que “toman el uso de la palabra”— y las Beatitudes, que son “los portavoces de las Suficiencias”. Pero es para no decirse nada, solo verifican que el canal de la palabra está allí para guardar silencio sobre lo esencial. Esta es la inercia, digamos “natural”, del grupo humano.

El cártel es el invento de Lacan para contrariar esta inercia. Podemos escribir su estructura  general con la fórmula + 1, siendo un número cualquiera de individuos y +1 la función lógica que contraría esta inercia. La forma más habitual que damos al cártel es  4 + 1. El “más uno” es el que rompe esa serie que tiende al grupo, apuntando a la singularidad de cada uno, a lo que queda fuera de serie. Es designada también por Lacan como una “infinitud latente”, que infinitiza esa serie  sin permitir que se cierre sobre sí misma. Pero también  podríamos hablar de la serie de +1 en una institución. ¿Pueden los +1 hacer una serie de singularidades sin volverse Suficiencias? Se plantea así una paradoja, porque no es pensable un +1 que lo fuera, por decirlo así, al cuadrado, como un +1 de la serie de +1. Lo que nos llevaría a una fuga al infinito buscando el +1 que cerraría esa serie. La serie de +1 es una serie singular, sin una ley ni un conjunto previo que pueda definirlo. Su función es inherente a lo que queda fuera de serie. 

Este sería, por otra parte, el ideal de una Escuela, si el término “ideal” no nos repugna por ser, precisamente, demasiado ideal: una serie de más unos que rompan la inercia de la serie en cada momento. Dicho de otro modo: una Escuela en la que cada uno sea un más uno para cada uno de los otros. Es, de hecho, la única reciprocidad posible en la experiencia de la Escuela. Si es la única reciprocidad posible, entonces es una reciprocidad necesaria —a falta de cualquier otra— para que cada uno no se quede en su propia inercia de Uno solo. 

No basta con decirlo, hay que ponerlo en acto, para que no quede, precisamente, como un ideal.

Surge, entonces, un problema: no hay modo de regular con una norma previa esta serie sin ley de +1, necesaria para la experiencia de la Escuela. Solo hay modos de causarla a partir de ciertas condiciones mínimas. La función del +1 es  así un modo de causar el efecto sujeto para que cada uno responda según su singularidad. Es por ello que Lacan redujo al máximo la “normatividad” del cartel en la Escuela. 4 + 1. Y la introducción de permutaciones entre los distintos carteles cada tanto.

El más uno como “infinitud latente”, a contracorriente de la inercia del grupo, somo forma de tratar lo real del grupo, es una función parecida a la de una asíntota. Debe mantener una suerte de asíntota para que el cartel no haga el salto a un grupo, para que no cristalice en un efecto de grupo, ya sea en la forma de un grupo de estudios, o un grupo de supervisión institucional.

Señalo entonces estas condiciones de existencia del cártel en una Escuela digna de ese nombre:

— Es la célula elemental de una estructura que permita desplegar la experiencia de la Escuela-sujeto. “Célula elemental” es también el término utilizado por Lacan al situar el grafo del deseo en su forma no desplegada. La célula elemental está en el principio del esquema de la retroacción del significante.

— Es una célula elemental que se reproduce —a modo de un fractal— en la experiencia misma de la Escuela en su conjunto, en cada uno de sus niveles y registros. Y ello de un modo horizontal, no vertical y jerárquico.

— Es una célula con un número reducido de integrantes: 4+1. Pueden ser más, o menos. Pero algo parece cierto: a partir de cierto número la experiencia se convierte en mucho más compleja. No es algo cuantificable.

— ¿Es preferible la experiencia en un alcance reducido? Una gran extensión hace más difícil mantener la intensión.

— Un gran número de carteles en una Escuela no es necesariamente mejor. Es una cuestión de cualidad. ¿Qué produce cada miembro del cartel por este medio? ¿Se ofrece o no a una crítica recíproca? ¿Modifica o no la experiencia de la Escuela para cada uno de sus miembros?

— Hay un sujeto supuesto al saber en este trabajo de cada uno, un sujeto que el +1 debería causar, pero sin encarnarlo él mismo. A veces puede resultar muy difícil, otras veces sucede sin forzar nada.

— El motor del cartel es la transferencia de trabajo: recíproca pero no simétrica. Es, de hecho, una reciprocidad que rompe la reciprocidad simétrica, cosa nada usual. Es una reciprocidad fuera de la lógica en la que cada Uno tiende a hacerse Otro del Otro.

— Precisamente, para el más uno no se trata de hacerse Otro del Otro desde una posición de amo, S1, o de saber, S2, sino de situarse en el lugar de agente provocador de la serie, en el lugar en el que se descompleta como Uno. El más uno mantiene así abierto el lugar del significante de la falta del Otro sin —S(%)— sin tener que producirlo.

— Una última observación sobre el cartel y su dimensión política, «más allá» de la Escuela. Puede ser también la célula elemental de una acción política que no quede reducida a la figura del líder de una masa, en una estructura vertical y jerárquica. El más uno “horizontaliza” la estructura del grupo para hacer valer la dimensión del grado sobre la jerarquía. Lo que está todavía por verificar en una experiencia más allá de la Escuela sujeto como tal.



[1] Intervención en el espacio «Conversaciones sobre el cártel» de la Comunitat de Catalunya de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 31 de enero de 2023. 

[2] Lacan, J., Escritos. Ed. Siglo XXI, México 1984, p. 457: “Por eso daremos el nombre de Suficiencia al grado único de la jerarquía psicoanalítica”.