28 de maig 2019

Rosa, para contradecir a la noche

Vicente Palomera, Rosa Maria Calvet i Romaní, Miquel Bassols (1983)















Rosa Maria Calvet i Romaní —es así como me insistía que escribiera su nombre— se ha ido tal como siempre fue, tal como había querido ser: decidida en su deseo, siempre más allá del consentimiento o del acuerdo de los demás, siempre más allá de un reconocimiento que ella nunca pedía. Cuando este reconocimiento le llegaba —y le llegaba con frecuencia por su incansable trabajo—, ella se lo sacaba enseguida de encima. Y eso sin poner “cara bonita” Ai adéu, cara bonica, quin color de rosa tens… [1]— ni al pasado ni al futuro. Ni adoración a la tradición ni preocupación por la posteridad, ella se reía de la una tanto como de la otra en nombre de un presente que quería tal como era, sobre todo si era para contradecirlo. “Porque éramos dos para contradecir a la noche”[2], como escribía el poeta Joan Vinyoli. Y con Rosa uno siempre se encontraba contradiciendo a la noche, y al día también si hacia falta. Con ella podías llegar a creer y a hacer creer a cualquiera que de noche siempre luce el sol, y de día siempre la luna. Supo hacer de esta posición un rasgo fundamental, un estilo que ha formado parte de nuestra comunidad analítica desde que la conocí en la Biblioteca Freudiana de Barcelona a mediados de los años 70’. Y ha sido un rasgo que ha producido y sostenido cantidad de iniciativas y de actividades, cantidad de efectos de trabajo para muchos de nosotros, y en muchos lugares de la geografía psicoanalítica: ningún acuerdo tácito, ninguna complicidad dudosa, ningún consenso desleído para sostener la mascarada. Esta mascarada, esta al menos, no iba con ella.

Rosa tenía aquel extraño arte de seducirte diciéndote “¡No!” Y no una vez sino varias, insistente. Ella me diría ahora que no, por supuesto, que esto na va así, que esto son simples fantasías masculinas y que lo que vale es finalmente lo que acabas haciendo o no, lo quieras o no, lo sepas o no. Y yo tendría que aceptarlo, por supuesto.

Pero Rosa también te seducía diciendo “¡Sí, ponte a hacerlo ya de una vez!” De hecho, fue ella, aquella noche en la Biblioteca Freudiana, quien me animó a presentar un caso por primera vez en una actividad clínica. Recién habíamos empezado a sostener unos cuantos este lugar del analista. Y no le dije que “no”, y le sigo agradeciendo habérmelo propuesto.

Tiempo después entró a formar parte conmigo del Secretariado del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona que fue el núcleo inicial de un trabajo que se ha sostenido desde entonces, principio de la Sección Clínica de Barcelona y también de la Escuela que tenemos ahora. Era un Secretariado bastante difícil, porque éramos cuatro para contradecir a la noche: dos del entonces Cercle Psicoanalític de Catalunya —Rithée Cevasco y Marcelo Ramírez Puig— y nosotros dos como representantes de la Asociación de Psicoanálisis - Biblioteca Freudiana de Barcelona. Todo ello bajo la dirección de Jacques-Alain Miller para intentar hacer la luz en la oscuridad. Y se hizo la luz. Hay que recordar también ahora que Rosa fue la escogida en el año 1998 para proyectar aquella Escuela del Campo Freudiano de Barcelona que no llegó nunca a ver la luz y que debía ser la Escuela en el Estado español. ¡Qué historia! De aquel impasse, y de otros más, surgió la École Européenne de Psychanalyse. Y así, de impasse en impasse —¿pero no es esto lo que hace que la experiencia del psicoanálisis sea como es?— hasta hoy, cuando formaba parte, bien escogida, del Consejo de Administración de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.

Cada uno sabrá aquello que le debe a Rosa. Yo le debo la persistencia en el acuerdo y en el desacuerdo, como lo real más real que nos orienta en el psicoanálisis.

Y no estará en el cielo, siempre en tierra.


27 de mayo de 2019



[1]Es el principio de la letra de una canción popular catalana: “Ay adiós, cara bonita, qué color de rosa tienes…”
[2]Cercàvem or i vam baixar a la mina. // I la foscor s'il·luminà de sobte ⁄⁄ perquè érem dos a contradir la nit.” Joan Vinyoli, Llibre d’amic, Barcelona 1970. “Buscábamos oro y bajamos a la mina. // Y la oscuridad se iluminó de repente // porque éramos dos para contradecir a la noche.”  

1 comentari:

Unknown ha dit...

Un comentario conmovedor y poético que refleja su personalidad única. Gracias