24 de desembre 2009

El silencio de John Cage
















Cuando John Cage entró un día de 1948 en la cámara anecoica de la Universidad de Harvard buscando el silencio absoluto escuchó sorprendido dos sonidos, “uno alto y otro bajo”*. Según su propio testimonio, al describírselos al ingeniero técnico encargado de la cámara, éste le informó que el sonido alto correspondía a su sistema nervioso en funcionamiento, y el sonido bajo a la circulación de la sangre en sus venas. Hay razones para preguntarse, en primer lugar, cómo pudo John Cage distinguir estos dos sonidos, “uno alto y otro bajo”, por qué los distinguió precisamente como sonidos (sounds) y no como meros ruidos (noises), y cómo llegó también a describirlos para recibir una respuesta tan precisa referida a lo más real de su organismo. Seguramente se trataba de una respuesta standard, que vale para todos pero que no quita nada a la singularidad de la experiencia de John Cage como sujeto: cuando ya no hay nada más que escuchar, uno oye entonces el chisporroteo de las neuronas con sus sinapsis correspondientes en el interior del cráneo y el repicar de los glóbulos fluyendo en sus venas, el primero en una frecuencia más alta que el segundo. Una cámara anecoica es una sala diseñada de modo que cualquier sonido es absorbido por las paredes, por el techo y por el suelo. En su interior, cualquier reflexión de una onda sonora es amortiguada al máximo. Los ruidos escuchados por John Cage tenían que proceder, sin duda alguna, del interior de su cuerpo. ¿Los escuchó desde ese mismo interior, o bien desde el exterior? La pregunta no es ociosa porque en este punto la frontera entre interior y exterior del cuerpo se desvanece en lo real del organismo, - un real que no tiene, propiamente, lugar -, en una contigüidad que borra cualquier intervalo entre significantes para diluirlos en el ruido silencioso del Uno sin el Otro. Del mismo modo, la distinción entre ruido y sonido, pero también entre sonido y silencio, se desvanece en esta contigüidad que sólo la intención de escuchar distinguirá de modo discreto.
La conclusión de John Cage después de esta experiencia, - traumática, nos atrevemos a decir-, será tan definitiva como irreversible: el silencio absoluto no existe. "I literally expected to hear nothing" – literalmente esperaba no oír nada (o tal vez sería mejor traducir mal: “literalmente esperaba oír nada”)**. Sin embargo, escuchó algo, un ruido interpretado ya como sonido procedente del interior del cuerpo. Se trata de la atribución de una voz en lo real, una voz que sólo se hace presente a partir de la “intención de escuchar”. Entre oír y escuchar, entre ruido y sonido, entre el supuesto silencio absoluto – ese que no existe - y cada uno de estos términos, se abre entonces un intervalo que es el índice preciso de un sujeto que escucha. Es un supuesto sujeto intencional, aunque en realidad es un sujeto efecto de la entrada del significante en lo real. Es un sujeto que escucha y que no sólo oye, un sujeto que surge recortado de la frontera entre interior y exterior, - interior y exterior, en primer lugar, de su cuerpo -, entre ruido y sonido, entre sonido y silencio…
El silencio, tal como lo entenderá John Cage, no puede ser entonces definido como la ausencia de sonido. El silencio está necesariamente habitado por la serie de sonidos-ruidos que nos rodean y que no escuchamos de manera intencionada. La vaga noción de intencionalidad introduce de hecho la pregunta por el sujeto: ¿qué sujeto hay en un sonido? ¿puede darse un sonido sin sujeto? La experiencia en la cámara anecoica llevó así a John Cage a reformular el concepto mismo de silencio, no como la ausencia de sonido sino como la ausencia de toda intención de escuchar. Una vez introducida esta “intención de escuchar”, no hay nada semejante al silencio sino en todo caso los ruidos del propio cuerpo escuchados como sonidos. “There is no such thing as silence”[1], es el axioma fundamental de John Cage . Si el silencio no existe como tal es porque se revela finalmente como una posición subjetiva ante lo real, consecuencia de un prestar o no prestar atención como respuesta ante este real imposible de ser representado como tal. Lo que llamamos silencio absoluto sería así, siguiendo a John Cage, la ausencia de toda “intención” de producir un sonido o de escucharlo. Pero en la realidad cada objeto, cada instante, tiene su sonido permanente que deberíamos saber escuchar. Lo real, para John Cage, nunca está en silencio y sólo es por inadvertencia que dejamos de escucharlo. La música sería de hecho la mejor forma de poder escucharlo.

* Primera parte de un artículo titulado "Cinco Variaciones sobre In a silent way".
** Nuestro colega Iván Ruiz nos ha indicado que era mejor traducir así la frase en lugar de la forma que habíamos escogido: "literalmente no esperaba oír nada". El lugar de la negación es, en efecto, decisivo para localizar en ella al sujeto.
[1] John Cage, Silence, Middletown, CT: Wesleyan University Press, 1961, p. 191.

7 comentaris:

Vicent Llémena i Jambet ha dit...

Aunque me contradiga un poco con el anterior comentario quiero decir que el saber escuchar el silencio es un poco saberse escuchar a sí mismo, decía Nietzsche que los que buscan al otro es para perderse en ellos y no atender a sí mismos. Un poco la soledad, aprender en la soledad, en la nada, o en el silencio es la gran asignatura del ser humano, y saber que hay que ser un poco kantianos en este sentido y creer en que en la intención de oír está el sonido. La soledad grita y llora y hace bellas melodías, según el estado de quien lo escucha o su pregunta.

Miquel Bassols i Puig ha dit...

Su comentario me ha hecho ver - mejor dicho, me ha hecho "escuchar" - que hay una conexión entre estos posts sobre el silencio y los anteriores sobre la soledad. Y si, nos "aprehendemos" solos escuchando ciertos silencios...

Vicent Llémena i Jambet ha dit...

Sí, a mí también me pasa y me he dado cuenta una vez escrito, y es que lo real o mágico y nuestro deseo van unidos, a veces seguimos un hilo al que un día retornaremos o mejor, lo dejo como pregunta sin respuesta exacta: ¿algun día...?

Vanesa Pérez Cárdenas ha dit...

Saludos, amigo. Hace poco llegó a mis manos un libro titulado "Polifonías en psicoanálisis", en el que está publicado un ensayo suyo llamado "In a silent way". Me impresionó mucho su visión, sobre todo la parte donde plantea que hay dos tipos de silencio: taceo y sileo, según la ausencia o no de significado. También el relato sobre Miles Davis. Estaba buscando información y encontré que tiene un blog. Excelente. Lo seguiré. Estoy preparando un post en mi blog personal en referencia a su planteamiento (citándole por supuesto). Soy pianista y vivo en Venezuela.

Miquel Bassols i Puig ha dit...

Gracias por su atenta lectura! La diferencia "taceo" / "sileo" es utilizada por Jacques Lacan en varias ocasiones y permite muchos desarrollos.
Estaré al tanto de sus noticias y de su blog. Saludos!

Anònim ha dit...

¿Alguien que después de leer este post se quedara sordo por una extirpación completa podría decir que el silencio absoluto existe?

Luis Manteiga Pousa ha dit...

Interesante artículo.