Supongo que todos ustedes habrán ya recibido y leído lo que podemos llamar “El Informe Aromi”, enviado a todos los miembros, sobre la situación del pase en nuestra Escuela —“Mutualismo y regionalismo en el ELP”—, excelente informe realizado en la perspectiva de un próximo Colegio del pase. Imposible pasarlo hoy por alto a la hora de establecer una verdadera conversación sobre el pase, con toda la affectio societatis de la que seamos capaces, pero también fuera de cualquier “conformismo amable” y complaciente, para retomar la expresión de nuestro colega Andrés Borderías en un texto que he evocado recientemente en el Blog del pase de la ELP. Seguir en la complacencia no haría más que ahogar la experiencia misma de la Escuela del pase que debemos saber transmitir de la mejor manera posible. La affectio societatis requiere de una crítica recíproca que ponga en cuestión los acuerdos tácitos, las “costumbres establecidas”, como dice muy bien allí Anna Aromí, nuestra secretaria del pase en la AMP.
El informe se presenta con lo que se llama una “disfunción del pase en la ELP”. “Disfunción” es una palabra lo suficientemente fuerte como para ponernos en alerta si ya no lo estábamos antes, y evoca otros momentos en los que la experiencia del pase ha hecho síntoma de un real en el que la Escuela-sujeto ha encontrado un punto de impasse, ya sea para sacar una enseñanza, o ya sea para seguir ignorándolo. Y sólo con una verdadera conversación analítica podemos tratar este punto de impasse de la Escuela-sujeto. Es cierto que es necesario esperar la reunión del Colegio del pase, pero también es cierto que es necesario prepararla de manera conveniente para situarnos en esta experiencia de Escuela.
Diré primero cómo veo el problema de una manera general, tomando una perspectiva histórica, para pasar después a una posible interpretación de este impasse, con un término que he escogido para el título de mi intervención y que subrayo en el texto de Jacques- Alain Miller que tienen en sus manos: “Resolución”. Es un término que puede tener distintos sentidos. Una resolución es una determinación decidida, también una toma de partido. Se utiliza también para hablar, en el análisis de un problema, de una operación de descomposición y reducción de su objeto. También hablamos —por ejemplo, en matemáticas— de resolución de una ecuación, al igual que Lacan propone la resolución de la ecuación del sujeto al final de un análisis. Y también en la música se habla de resolución como una forma de encontrar el acorde final de una pieza. Lacan utilizó precisamente esta referencia musical en su texto prínceps del año 1951, “Intervención sobre la transferencia”, cuando habla de la “necesidad generalmente experimentada de dar a una frase musical su acorde resolutivo” [1]. Pero para encontrar el buen acorde resolutivo de una melodía hay que conocer primero la armadura de la partitura, incluso la clave en la que se desarrolla y que determina su armonía. Pues bien, creo que es sólo en una resolución de la transferencia cómo podemos tratar este punto de impasse, y especialmente de nuestra transferencia de trabajo en la experiencia de una Escuela que sea digna de este nombre.
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Conviene, pues, primero hacer una puntuación de los momentos de esta experiencia para entender cuál es el movimiento que nos conduce, porque a menudo somos conducidos por un movimiento del que no podemos ver la lógica que lo conduce, que nos conduce. Estos momentos van, más o menos, de diez años en diez años. (Sin duda, siempre que hacemos una puntuación de los momentos de una historia lo hacemos ya desde una elección de perspectiva, nada inocente, que es ya una interpretación de la actualidad):
—1967: “Proposición del 9 de octubre sobre el Analista de la Escuela...” de Lacan, proposición del pase que —recordémoslo— fue rechazada por buena parte de los miembros de su Escuela y que llevó a una crisis importante.
—1980: Disolución de la EFP. Otro momento de crisis institucional, que no era ajena al fracaso de la experiencia del pase indicada por el propio Lacan. La razón: la carencia de una enseñanza relevante sobre esta experiencia. Y seguidamente, la creación de la ECF que hizo del pase su primer estandarte (bandera), que no estándar (norma tipo).
—1990: Es el momento de este texto de Jacques-Alain Miller: "Observación sobre el atravesamiento de la transferencia". Dos años después, en 1992, viene la creación de la AMP, y fue un momento también de relanzamiento de la experiencia del pase en la ECF. 1990 es también el momento de creación de la EEP con sus grupos en el Estado español.
— 1998: gran debate sobre el pase en la AMP y crisis con la partida de colegas que nos habían acompañado hasta entonces. En el año 2000: Creación de la ELP en España. El dispositivo del pase para sus miembros se mantiene en el marco de la EEP (después FEEP y Eurofederación de Psicoanálisis).
— 2010: El dispositivo del pase pasa a cargo de la ELP con la constitución de un cartel calificado como “propio”, después de un largo debate —un debate que es absolutamente necesario revisar ahora— sobre la “mediación” de la FEEP que ya no se consideraba necesaria con la idea de “acercar” el pase a los miembros del ELP.
— 2022: Debate abierto en la ECF, tras constatar que “algo no va, que está out of joint, desarticulado” entre la Escuela y el pase, tal y como ha indicado J.-A. Miller en una intervención del pasado 22 de enero, donde añadía como conclusión: "Ha llegado el momento de interpretar a la Escuela en su relación con el pase".
La pregunta que podemos hacernos ahora es si no ha llegado también este momento —el de interpretar a la Escuela en su relación con el pase— para la propia ELP.
Estamos, pues, ante un problema que atraviesa la historia del psicoanálisis, que decide sus derivas y sus aciertos, sus divisiones, disoluciones y (re)fundaciones, y que enunciaré así: ¿Cuál es el destino de la transferencia al final de un análisis? Es un destino que a menudo se presentaba como su disolución, y esto ya desde el caso Sandor Ferenczi, cuando hablaba del agotamiento de la transferencia para dar un giro decidido a la psicoterapia, a falta precisamente de una resolución de la transferencia. ¿Cuál es el destino de la transferencia en aquellos que se ponen en el lugar de psicoanalista? Hoy, este problema se nos presenta así: ¿el destino de la transferencia es hacerse analista de su propio caso o bien hacerse analista de la experiencia de la Escuela? La equivocación en la interpretación de esta frase de Lacan – “devenir analista de su experiencia” ha sido, y sigue siendo sin duda, en el tuétano del impasse actual, todavía.
El pase estaba pensado para hacerse analista de la experiencia de la Escuela, no estaba pensado, —lo diré ya de entrada, clara y directamente— para continuar el propio psicoanálisis en público haciéndose El analista del analista, El analista —singular y universal a la vez— de la propia experiencia analítica, El analista precisamente que decimos que no existe, no más que La mujer.
Y esto por una razón primera que hay que recordar una y otra vez: el pase no es una experiencia individual, de un individuo en un grupo o comunidad del que esperaría un reconocimiento siempre recíproco. El pase es una experiencia transindividual, colectiva, entendiendo por "colectivo" no un grupo o una masa sino lo que Lacan definió como "sujeto de lo individual". Entender la proposición del pase es entender también esta definición sorprendente de Lacan cuando la aplicamos a la Escuela-sujeto: el colectivo es el sujeto de lo individual. De la misma manera podríamos decir que la experiencia del pase —repartida entre sus diversos participantes: pasantes, pasadores y carteles— es la Escuela-sujeto para cada uno de sus miembros, para cada uno y no sólo para algunos. De ahí que el pase sea inherente a la Escuela, que podamos decir que no existe Escuela sin pase, y que no hay pase sin Escuela. No es tan simple ver por qué, y quizás esto se hace más evidente cuando hay un real con el que tropezamos en la experiencia de la Escuela-sujeto y se nos presenta como un momento crítico. El pase es entonces una especie de “analizador” de lo real sobre el que se funda la Escuela. Estamos en uno de estos momentos y la cuestión es qué enseñanza podemos sacar ahora de él.
Voy a decir una, al menos una que podemos sacar de momento: a falta de una resolución de la transferencia (ya sea positiva o negativa), el análisis se continua en el pase, lo que no augura nada bueno para la experiencia de Escuela. No es un problema de una exigencia de perfección que esperaríamos de la experiencia del pase. Es más bien lo mínimo que debemos esperar, que no sea la extensión del caso clínico del pasante, volviendo una y otra vez sobre sus hechos clínicos, vistos ahora desde un supuesto exterior del análisis y de la transferencia, sino que sea la razón bien expuesta de su relación con la causa analítica y con la experiencia de la Escuela que se hace su representante (y pongo todo el cuidado al subrayar este término, representante, veremos por qué).
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En esta coyuntura me ha parecido interesante leer hoy con vosotros este texto de J.-A. Miller publicado el mes pasado en su libro “Comment finissent les analyses. Paradoxes de la passe”, volumen que reúne intervenciones sobre el pase que van de 1977 a 2002, primera parte de un segundo volumen que se anuncia y que pide una lectura muy atenta por nuestra parte. “Observación sobre el atravesamiento de la transferencia” (1990) no es, a buen seguro, la última enseñanza, interpretación más bien, que Jacques-Alain Miller ha puesto a disposición sobre la experiencia del pase en las Escuelas del AMP. Y, con todo, anunciaba ya muchos de los impases en los que nos encontramos treinta y dos años después.
Les ruego que, si no lo han hecho ya, lean este texto de 1990 atentamente, línea por línea —hacerlo ahora y aquí daría para un largo seminario entre nosotros, lo que me parecería lo más deseable—. Es, por así decirlo, una intervención bisagra si tomamos 1990 como la fecha entre 1980 (la disolución de la EFP por Lacan, con la creación de la EFC por sus alumnos) y 2000, el año de creación de la ELP que, recordémoslo también, debía ser primero una Escuela del Campo Freudiano de Barcelona para el conjunto del Estado español. Y todo esto dos años después de la crisis de 1998, crisis, como saben, nada ajena a la experiencia del pase y a los destinos de la transferencia en nuestras Escuelas. Hay un mismo real que insiste en repetirse en esta experiencia, especialmente en lo que se refiere a la ELP.
Me hago a menudo la pregunta y la hago aquí y ahora con ustedes: ¿hemos estado a la altura para responder a este real que motivó la experiencia, instaurada para hacer avanzar al psicoanálisis y no a los propios psicoanalistas entendidos como un cuerpo profesional?
Creo que la respuesta a esta pregunta depende de cómo entendamos lo que en este texto de J.-A. Miller se ubica como la resolución de la transferencia.
Haré ahora algunas puntuaciones, siete, sobre la lectura de este texto que me han servido como interpretación para ponerlas a su consideración.
Observación sobre la travesía de la transferencia
1. Y la primera observación (p. 3)[2] es precisamente que “No hay atravesamiento de la transferencia.” Es una fórmula del estilo de aquella del Dante en la entrada de su infierno: “lasciate ogni speranza”, abandona toda esperanza. No es una salida, es una entrada. No hay atravesamiento de la transferencia, sólo hay destinos de los efectos positivos o negativos de la transferencia en el propio grupo analítico, y esto, como veremos, siempre a falta de su “resolución”.
2. “El atravesamiento del fantasma es a la vez resolución de la transferencia” (p. 4). Este punto parece algo más difícil. Hay atravesamiento del fantasma, eso sí, cuando se ha reducido su objeto a los “bordes del agujero que él mismo constituye” (p. 4). No hace falta producirlo ese agujero, hay que saber encontrarlo, y bordearlo en sus bordes. Entonces, al mismo tiempo, hay reducción de la representación del analista en su “representante de la representación” (la famosa Vorstellungrepräsentanz, un significante binario como indica Lacan en el Seminario XI: S1->S2). Y existe, a la vez, resolución de la ecuación del sujeto, una resolución con el valor aislado en su fantasma fundamental. Es la resolución que anotamos con el objeto a.
Es necesario hacer aquí una observación a propósito de la Vorstellungrepräsentanz. Hay representaciones del analista: "la transferencia designa, en efecto, las modalidades de la representación del analista" (p. 4-5). Estas modalidades o representaciones conforman la Vorstellung, que es una representación imaginaria, un asunto de psicología, no de psicoanálisis. Una vez reducidas estas representaciones —es ya un primer trabajo de duelo que hay que hacer en el propio análisis—, lo que encontramos, sin embargo, no es una representación sino un agujero, a lo sumo encontramos un representante aislado de la cadena, el representante de la representación reducido a un significante solo, pero que ya no representa nada. No hay, de hecho, representante de la representación de El analista (como no existe tampoco el de La mujer). Es, por así decirlo, un segundo duelo que hay que hacer también al final del análisis, el del “deser” del analista. El analista no existe como tal, carece de inscripción posible en la realidad del inconsciente. Éste es el agujero, no hace falta producirlo (como a veces oímos decir), hay que saber bordearlo.
Hay, pues, reducción de la transferencia y resolución de su ecuación con el objeto del fantasma fundamental. Son lo mismo: S1 = a. De momento, esto no nos dice nada de ninguna caída de la transferencia o del analista, ni tampoco que podamos invertir los términos de la resolución.
3. “No hay más allá de la transferencia” (p. 6), "no hay grado cero de la transferencia". Hay en todo caso "restos de la transferencia", como ya indicaba Freud, y el problema es, entonces, cuál es el destino de estos restos, siempre fecundos, si no hay un "más allá".
Subrayo aquí, en la p. 7, la cita que hace J.-A. Miller de Lacan: “Es la cuestión de saber cómo el pase puede afrontar [el deser] para revestirse con un ideal del que se ha descubierto [este] deser”. Traduzco así la expresión “s’affubler d’un idéal”: mudarse, revestirse, engalanarse. Sin embargo, sigue diciendo, “un ideal que sólo son oropeles” (affûtiau: oropeles). Nada con lo que colgarse ninguna medalla, ningún título con el que identificarse, ningún narcisismo de escabel, ninguna estrella de Hollywood.
Para ello, es necesario deshacerse de una vez por todas de esta épica novelesca con la que se revisten demasiado a menudo las llamadas “enseñanzas de los AE” y que J.A. Miller, ya en este texto, ridiculizaba de forma cómica (p. 8):
«El pase tiene la estructura del chiste. No está hecho para llorar, no está hecho para durar. Ya sabemos, buen señor, que no pagará nunca su deuda, que le han robado la cartera, que la mujer es una coqueta, que su vida es una galera y usted el condenado. Pues bien, sáquese ya de encima su dolor de vivir, como supo hacerlo Molière, que tal vez sólo era la máscara de Corneille, sáquese de encima su tristeza, sus heridas, los acentos hechos para aburrirnos. La comedia va más allá que la tragedia, habría que verlo para no olvidarlo. En una palabra: con el peor (pire), hacer reir (rire), y no padre (père). Y si así esto le hace demasiada pupa, pues bien, vuelva a venir cuando esté listo y hayá sabido hacer de su narizota, siempre demasiado larga o demasiado corta, como Cyrano, su estandarte. El único defecto de Cyrano, la obra inmortal de Rostand, es acabar dónde habría tenido que empezar, y empezar dónde habría tenido que terminar.»
Pregunta: ¿Cuántos de los llamados “testimonios”, repetidos una y otra vez, acaban hoy donde deberían empezar y comienzan dónde deberían haber terminado, vistos desde la perspectiva de la resolución de la transferencia?
Al final del análisis, pues, no se trata de la caída de la transferencia [3], ni de la caída de las identificaciones, ni de la caída del sentido. Esto es en cualquier caso uno de los momentos cruciales de un análisis, pero no su final que pide una resolución.
4. “En el pase, ya no es el analista quien soporta la transferencia del saber que se le ha supuesto” (pág. 9). Subrayo "el analista", no "su analista". Es un segundo duelo, por así decirlo. Este sujeto, destituido al final del análisis, se convierte en la Escuela, como "emanación de este conjunto que llamamos Escuela", que será la Escuela-sujeto, el colectivo. Esto no significa seguir el análisis con la Escuela, a falta de resolución de la transferencia. La Escuela no es sustitución del analista, es el sujeto transferido a ella en una transferencia de trabajo.
5. “La transferencia de trabajo es una transferencia sobre el trabajo”. (p. 10)
Y sólo puede soportarse "idealmente" con una Escuela. Es una transferencia sobre la Escuela como sujeto transindividual. Aquí trabajo significa: crítica recíproca y conversación sostenida, no dejar tranquilo a nadie en su rincón. Y sí, es un ideal.
6. “La resolución de la transferencia [es] la destitución subjetiva como destitución del sujeto supuesto saber” (p. 11). Destitución no es liquidación, ni caída, ni siquiera declive; destitución es desposesión, sacar de su lugar, pero para ponerlo en otro lugar (que es lo que significa también transferencia, Übertragungdesde su origen, traslado de un lugar a otro, transposición, transmisión, delegación, cesión, incluso transfusión, contagio). Y esto implica la transferencia a la Escuela-sujeto de lo que han sido los restos del trabajo de transferencia en el análisis.
Y es por eso que (p. 11): "el significante del AE tiene el valor de causa del deseo, que sirve para sostener tanto el trabajo de transferencia como la transferencia de trabajo". Imposible hacerlo después de una supuesta travesía, caída, disolución o des-suposición del saber del analista, hasta burlarse de él.
Entonces, hace falta que hagamos un trabajo colectivo sobre el pase. No es cosa de uno, ni tampoco de al menos uno, como leemos en la p. 11 : "el discurso analítico no podría soportarse con uno solo", sólo "idealmente" con una Escuela —y subrayo el término, "idealmente", por mala prensa que tenga ahora entre nosotros la cosa esta de los "ideales", como si fuera una exigencia superyóica que sería imposible cumplir.
7. “No existe atravesamiento de la transferencia porque la transferencia no tiene exterior”. (p. 12)
Inútil pues querer hacerse analista de la propia experiencia, como si hubiera una transferencia de la transferencia, un Otro del Otro, una manera de hacer existir "El analista del analista". Hay que hacer el duelo de “El analista”, y no sólo de “su analista”.
No, no hay travesía de la transferencia al final del análisis, ni en la forma de caída del sujeto supuesto saber ni de disolución de su causa y, menos aún, de sus efectos. No existe ni siquiera declinación de lo que debe ser, de hecho, el propio motor, la causa de la Escuela-Sujeto. No hay salida a un exterior de la transferencia desde donde podría contemplarse el paisaje de un análisis, en un precioso fantasma, como desde la cima de la montaña un día de bonanza. Estamos aquí de lleno, todos en el mismo barco y en plena tormenta, o no estamos de ninguna de las maneras. Y como no hay atravesamiento de la transferencia sólo nos queda llevar hasta las últimas consecuencias, uno por uno, lo que debería haber sido su resolución, más allá precisamente de sus efectos negativos o positivos, porque ambos llevan al impasse del pase.
Todo esto debería poder decirse en una o dos frases cuando se trata del testimonio del pasante que ya ha pasado y ha dejado atrás su historia en cinco actos del Cyrano. (Lacan lo hizo a propósito de dos casos en su texto “L'étourdit”: dos breves frases para dos casos). Lo que importa son las consecuencias de la resolución de la transferencia, “y mejor –p. 7— si es en un solo acto, el acto analítico”. Lo demás es papeleo para adornar el paquete superponiendo una supuesta "teoría", el saber epistémico, no como una consecuencia sino generalmente como un a priori a confirmar. Y también generalmente, para que después venga alguien considerado notable a quien se le pide que acabe el trabajo con la episteme de su comentario. Me he encontrado, a veces, llamado a este lugar —en Jornadas y Congresos de varias Escuelas—, y tengo que decir que siempre me he sentido incómodo, tratando de salir airoso con una reducción al mínimo de la épica novelada cuando pasa por testimonio, para no borrar el rasgo del deseo del analista, cuando está ahí, no borrarlo con un saber sobrepuesto en un deseo de impostura de hacer de analista del analista, una nueva forma, de hecho, de impulsar un cuerpo de analistas didactas.
Mi pregunta es, pues, ahora: ¿Qué hay de nuevo, en los testimonios que escuchamos, sobre cómo se produce el deseo del analista (y no el deseo de ser analista) en una resolución de la ecuación del sujeto, y en una transferencia de la que no hay atravesamiento posible? ¿Cómo, desde esta posición, se interpreta a la Escuela-sujeto? Es la clave de la propuesta de Lacan sobre el analista de la Escuela de 1967. Y es de eso que depende la transmisión del psicoanálisis más allá de relatos autobiográficos (que pueden estar muy bien por otro lado).
El hecho de que no haya atravesamiento ni exterior de la transferencia hace sin duda las cosas más complicadas: ¿qué es lo que se transmite, entonces, más allá de los efectos, positivos o negativos, de la transferencia de una generación a la otra?
A falta de una resolución de la transferencia, el análisis prosigue en el pase, lo que no es el mejor uso que se puede hacer de él como colectivo. Y los testimonios añaden entonces más sentido a lo que ahora llamamos la “starificación” del AE, añadiendo sentido más que sacarlo.
Más preguntas, pues:
¿Por qué no hemos escuchado todavía ninguna novedad sobre la doctrina del final del análisis y del pase por parte de los AE —al menos durante los últimos diez años— o ningún cuestionamiento de la doctrina que se repite una y otra vez para verla confirmada en cada caso? (He estado leyendo estos días nuestros informes de carteles del pase —yo mismo he redactado algunos en otras escuelas— con esta perspectiva). Y todavía es el momento de escuchar una enseñanza que haga objeción a nuestros acuerdos tácitos. ¿Pensamos que las nominaciones se basan en la confirmación de una teoría ya hecha por otros? Si hay teoría del final del análisis y del pase —lo que ya es discutible, sólo sería una teología del analista que no existe— un avance epistémico no es en todo caso el que más parece valorarse hoy en los testimonios y enseñanzas del pase. Incluso hemos llegado a escuchar en un espacio de enseñanza de AE que la teoría y la elaboración conceptual no era su fuerte, como una suerte de excusa para rebajar sin duda las expectativas del auditorio.
Les diré mi "ideal" que ha sido para mí una verdadera interpretación: "hacer de la excepción un para cada uno". Quiero una Escuela en la que cada uno haga la función de más uno para cada uno de los demás, poniendo en cuestión los acuerdos tácitos que gobiernan demasiado a menudo un reconocimiento mutuo (este mutualismo del que nos quejamos tan a menudo). Y esto requiere de una verdadera conversación en la que cada uno se ponga en su lugar de sujeto. En este punto, no hay —como oímos decir a veces— ningún agujero que haya que producir en el saber —en el Otro o en el Otro del Otro... hasta el infinito—, un agujero que se buscaría siempre desde un lugar supuestamente exterior de la transferencia, un exterior imposible. Esta idea de “agujerear al Otro”, que no he encontrado en ninguna parte en la enseñanza de Lacan como una orientación analítica, me parece ahora una de las consignas que lleva a una de las derivas más oscuras de la transferencia negativa en nuestras Escuelas. Es totalmente opuesta a la operación de “poner a cada uno en su lugar de sujeto”, expresión con el que J.-A. Miller modificó una famosa frase de Kant en el momento de “Campo Freudiano, año cero” (2017), para hacer de ella el punto de apoyo de la ética del psicoanálisis: poner a cada uno en su lugar de sujeto no es agujerear al Otro, al contrario, por la sencilla razón de que el Otro ya está agujereado y que es sólo desde el agujero del Otro como podemos interpretar al sujeto.
Discutir esto, como a veces debemos hacer, me parece tan cómico como aquel famoso ejemplo freudiano del hombre que le devuelve al vecino el caldero que le había dejado, y que es un buen ejemplo de los impases y tragedias de todo mutualismo. Se lo recuerdo:
1. En primer lugar, tú no me has dejado ningún caldero;
2. En segundo lugar, el caldero ya estaba agujereado cuando me lo dejaste;
3. Y, en tercer lugar, ¡qué caramba!, yo te he devuelto el caldero completamente intacto.
Más bien, debemos concluir otra cosa: el Analista de la Escuela es ya ese agujero mismo desde su constitución para quien quiera escucharlo y para interpretarlo como tal, es decir, como objeto y causa de nuestro supuesto saber.
Y esto debe ser precisamente, si me permiten decirlo así, para poner a la Escuela en su lugar de sujeto.
Traducción al castellano de una intervención en la Comunitat de Catalunya de la ELP, el 15 de marzo de 2022, en el espacio “Seminario del pase”.
[1] Lacan, J., Éscritos, Ed. Siglo XXI, México 1971, p. 204, n. 2.
[2] Las referencias son a la traducción al catalán del texto, editada en un cuaderno para uso interno de la Comunitat de Catalunya de la ELP, con el acuerdo de J.-A. Miller. El lector podrá remitirse al texto original en francés para verificar la traducción. Miller, J.-A., Comment finissent les analyses. Paradoxes de la passe. Navarin Éditeur, París 2022.
[3] Sé muy bien que el propio Jacques-Alain Miller habló, en 2017 en “Campo Freudiano, año cero”, de su “caída de la transferencia con el Campo Freudiano”, pero no era para hacer de ello el culmen del pase sino, precisamente, por relanzar una apuesta por un pase de la Escuela-sujeto, aún por verificar.
Véase, si no: “El final del análisis, sin embargo, es completamente distinto si se le encuentra —aunque se la vele— una solución por la identificación o por la transferencia. Tan pronto como se habla del final del análisis en términos de liquidación de la transferencia o de caída del sujeto supuesto saber, uno siempre se ve conducido a la solución vía la identificación”. Miller, J.-A. (24 de enero de 1990), El banquete de los analistas. Paidos, Buenos Aires 2000, p. 175.
Al fin alguien que lo dice... desde dentro de la escuela! Generalmente, salvo raras excepciones, para los que circulamos por fuera de vuestra institución (porque es eso, una institución) los mencionados relatos autobiográficos disfrazados de pase, a esta altura, causan esa modalidad del rechazo que usted menciona: la burla, que, si bien es verdad que el rechazo habla más del sujeto del rechazo que de su objeto, en este caso, y dada su repetición, daría que pensar. En fin, comentarios como el suyo habilitan verdaderamente esa transferencia que, en última instancia, es al psicoanálisis. Por que vamos: acá, allá, adentro, afuera... de lo que se trata es de transferencia al psicoanálisis. Eso es lo que verdaderamente da la chance de su porvenir. Lo otro, en general, es obstáculo.
ResponEliminaY propongo (ya que sino sería eso que usted tan bien diagnostica: agujerear al otro) dejar hablar a la poesía (nada que ver con ser poeta) y a partir de ahí si, en la resonancia con eso, que cada uno haga teoría... y la comparta.
ResponEliminaREDUCCIÓN DE SENTIDO
ResponEliminamás allá de la novela
que a nadie
debería de importar
deduzco
frente al agujero
un grito
ahora
a veces
aunque no siempre
el grito se vuelve canto
el grito se vuelve escritura