“Presencia de la
institución en la clínica” fue el tema de una fecunda Conversación del
Instituto del Campo Freudiano en España, realizada hace algunos años, en la que
se debatieron diversos casos presentados por psicoanalistas, casos que habían sido atendidos
tanto en instituciones de salud mental como en la consulta, llamada siempre de
un modo tautológico, “privada”. En realidad, ¿hay algún encuentro con un
psicoanalista que no sea de orden estrictamente privado, es decir, donde lo más
íntimo del sujeto no reciba de quien lo escucha la acogida más personal, destinada
al ámbito restringido de la transferencia? El título de aquella Conversación
quería invertir así los términos de lo que suele presentarse como un debate con
frecuencia sin salida: el de la presencia del psicoanálisis y de su clínica en
las instituciones, el de los avatares que los psicoanalistas experimentan con
su lugar de trabajo en ellas. Pero hablando estrictamente, no hay
psicoanalistas que “trabajan en instituciones públicas” por un lado y otros que
lo hacen en su “consulta privada” por otra. De hecho, cada uno, por no decir un “todos”
que no existe, “trabaja” en la única institución que está en juego en la
experiencia analítica: la institución de la transferencia, la que instaura la
relación del sujeto con el saber cuando este saber se refiere al único trabajador
que existe en el discurso analítico y que Lacan calificó como el trabajador ideal:
el inconsciente. No, el problema bien planteado no es el de la presencia del
psicoanalista y del psicoanálisis en la institución —sea del orden o del tipo
que sea—, sino el de la presencia o no de la transferencia como sujeto supuesto
saber en la clínica que, si es así escuchada, seguirá entonces la lógica del
discurso analítico.
Siempre que surge este
tema de debate recuerdo una fugaz conversación que mantuve hace años con un
psicoanalista de la IPA (International Psychoanalytic Association) que, atrincherado en su consulta “privada”, me decía
que él siempre había abominado de las instituciones, ya fueran las de la red de
salud pública como la propia institución psicoanalítica a la que, sin embargo,
no dejaba de pertenecer. Hacía poco tiempo que yo me había “instalado” —como suele
decirse—, en la práctica analítica, pero pude responderle ya muy claramente,
por lo que había aprendido de ella, señalándole su diván: “¡pero si es aquí donde
usted tiene su institución!”
Es la perspectiva que
me parece oportuno subrayar ahora de acuerdo con el tema de “la práctica
institucional después del Edipo” que pondrá sobre el tapete el próximo
encuentro PIPOL 6, Segundo Congreso Europeo de Psicoanálisis, que se realizará
en Bruselas el 6 y 7 de Julio de 2013.
En aquests moments per tot arreu ens juguem una sola cosa, ja siga en institucions públiques de salut o en consultes privades, ens juguem la transferència, l'escolta, si jo li contara de la meua minsa relació amb la classe mèdica...
ResponEliminaUna abraçada
Vicent