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15 de novembre 2012

Ciencia y deseo












¿Es posible una ciencia del deseo?* El psicoanálisis podía parecer destinado desde su nacimiento a cumplir esta noble función, la de construir y hacer presente un saber sobre el deseo que fuera compatible con los paradigmas de la ciencia moderna. El ideal freudiano de incluir al psicoanálisis en las ciencias naturales de su tiempo con su nuevo objeto, el deseo inconsciente, tenía sin duda sus razones de principio, ya que el psicoanálisis mismo era hijo de estas ciencias. Sin embargo, la ruptura epistemológica que implicaba incluir tal objeto en el campo del saber hizo manifiesta muy pronto la dificultad de situar al psicoanálisis en el horizonte de las ciencias naturales. ¿Tal vez en otro ámbito de las ciencias? Fue la pregunta de Jacques Lacan hasta mediados de los años 60, cuando investigaba el lugar del psicoanálisis en relación a la antropología o a la lingüística estructural. Así, en 1960, al final de su Seminario sobre La ética del psicoanálisis planteará la siguiente pregunta: “¿La ciencia del deseo, me dirán ustedes, entrará en el marco de las ciencias humanas?” Y la respuesta, siguiendo las consecuencias de la impropiedad conceptual que supone hablar de “ciencias humanas”, obtuvo de inmediato la forma de otra gran pregunta: “La ciencia, que ocupa el lugar del deseo, sólo puede ser una ciencia del deseo bajo la forma de un formidable punto de interrogación, y esto sin duda no deja de tener un motivo estructural.”[1] La razón del impasse es, en efecto, estructural: la ciencia ha ocupado, ella misma, el lugar del deseo, y lo ha desplazado, lo ha desalojado hacia otro lugar en su alianza con el discurso capitalista. En la medida que la ciencia viene al lugar del deseo desplazado, reprimido incluso, no puede tomar a ese deseo como objeto sin dividirse en su propio campo, ocultando la división del sujeto que ella misma encarna. Desde entonces, el deseo se escapa como objeto de la ciencia, con la paradoja de que la ciencia se funda en este objeto que la causa sin ella saberlo. Siguiendo esta vía, el resultado es lo que Lacan sitúa en aquellas mismas páginas como “la pasión del saber”, no el deseo de saber sino la pasión que reduce ese saber a un objeto de conocimiento apto para el uso de un poder que le da a la vez su crédito. Esta operación tuvo su momento álgido históricamente en el conocido Informe Vannevar Bush (1944) que significó la alianza entre la investigación científica y los poderes políticos en la coyuntura del nuevo capitalismo, origen de lo que se ha dado en llamar la Tecnociencia.

A partir de este momento, el problema ya no es si sería posible una ciencia del deseo sino cuál es el deseo del científico. Se invierten así los términos del problema y hay que investigar entonces la función del deseo y del sujeto en el discurso de la ciencia. Ya en el Seminario XI, en 1964, Lacan apunta de manera decidida a este lugar: “Si podemos enganchar el psicoanálisis al tren de la ciencia moderna, pese a la incidencia esencial, y sometida al cambio, del deseo del analista, podemos plantear legítimamente la pregunta acerca del deseo que yace tras la ciencia moderna.”[2] La pregunta por el deseo del analista vendrá entonces a identificarse con la pregunta sobre cuál es el estatuto propio del psicoanálisis en la ciencia. Digamos que el deseo del analista es el responsable de hacer presente la función del deseo inconsciente en el campo de la ciencia y en la propia actividad del científico. Hay múltiples lugares donde puede rastrearse el lugar del deseo del científico, desde la angustia cuando queda confrontado a su objeto más o menos evanescente hasta el síntoma en el que ese deseo retorna causado por ese objeto. Es para nosotros ejemplar en este asunto el momento que un Erwin Schrödinger aisló en su pregunta por los fundamentos de la ciencia, en un interesante artículo de 1935, dedicado de hecho al lugar y la función del deseo del científico, —aunque no esté designado con este nombre—, con el título “Algunas observaciones sobre las bases del conocimiento científico”[3]. Dicho de manera resumida, hace aparecer allí “otro” real en el fundamento de la actividad del científico, otro real distinto al que la ciencia aborda con un saber ya escrito en él, otro real que escapa por estructura a su observación y que implica un sujeto supuesto saber, lo real propio del sujeto del inconsciente, lo real del psicoanálisis en la ciencia.
Es ante este real que el deseo del analista queda confrontado tanto en su experiencia como en la ciencia del siglo XXI. Es el mismo real que motivaba la indicación de Jacques-Alain Miller en su presentación del tema del próximo Congreso de la AMP: “la redefinición del deseo del analista, que no es un deseo puro como dice Lacan, no es una pura metonimia infinita, sino que se nos aparece como un deseo de llegar a lo real, de reducir al Otro a su real y liberarlo del sentido.”[4]
Tal es el cometido del deseo del analista en la ciencia de nuestro tiempo.





* Intervención para el volumen Scilicet preparatorio del IXª Congreso de la AMP.
[1] Jacques Lacan, Seminario 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires 1988, p. 385-386.
[2] Lacan J., Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidos, Buenos Aires 1987, p. 166.
[3] Schrödinger E., “Algunas observaciones  sobre las bases del conocimiento científico”, en La nueva mecánica ondulatoria y otros escritos, Biblioteca Nueva, Madrid 2001. Cf. Bassols M., “Erwin Schrödinger: la hipótesis del sujeto”, en Tu Yo no es tuyo. Lo real del psicoanálisis en la ciencia, Tres Haches, Buenos Aires 2011, páginas 159-170.
[4] Miller J.-A., “Lo real en el siglo XXI”, en la Web de la AMP: http://www.wapol.org.

1 comentari:

  1. Jo veig advenir la futura aliança de la ciència amb el discurs de l'amo, per a no donar lloc a eixe desig, tot i que eixirà o li eixirà a l'amo i ell mateix farà una possible eixida en el desig, perquè en darrer terme sabrà que és això o el col·lapse del sistema, i vostè sap que l'inconscient sol surar per moltes barreres que li posem.
    Una mica la teoria de l'ombra de Jung. I potser pense que em mou el gaudi, per la meua supèrbia en l'intent de preveure el futur.

    Una abraçada

    Vicent

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