Entre las múltiples y variadas “cartas de almor”[1]
que se han escrito y se seguirán escribiendo, hay un subgénero muy especial,
tal vez el más sutil y verdadero, del que habría que hacer alguna vez el
catálogo siguiendo el mejor espíritu macedoniano (de Macedonio Fernández). Es
el género de las cartas-poema de amor que no
cesan de no escribirse pero que
no por ello dejan de llegar a su destinatario — como todas las demás cartas,
por otra parte, si seguimos la conocida indicación de Jacques Lacan según la
cual toda carta-letra llega siempre a su destinatario—. En dicho catálogo,
necesariamente incompleto, debería figurar en lugar distinguido el texto que me
ha sugerido esta nota y que se debe a la pluma del gran poeta inglés —autor,
entre otros, del notable In Memory of
Sigmund Freud—, llamado Wystan Hugh Auden. La carta-poema lleva un título
ilustre, en alemán: Dichtung und Wahrheit,
como el famoso texto de Goethe, “Poesía y verdad”. Y un subtítulo enigmático: An
Unwritten Poem, “Un poema no escrito”.
El primer párrafo del texto empieza del siguiente modo: “A la
espera de que llegues mañana, me sorprendo pensando Te amo: y viene después la siguiente reflexión: Me gustaría escribir un poema que expresara
exactamente lo que quiero decir cuando pienso estas palabras.”[2]
Los cuarenta y nueve párrafos siguientes, debidamente numerados y de una lúcida
y fina escritura, son un desesperado intento de cumplir este anhelo hasta
llegar a la constatación de su imposibilidad lógica: “las palabras no pueden
verificarse a sí mismas”. Sin embargo, durante el recorrido que rodea este real
imposible de escribir W. H. Auden ha desgranado una serie de consecuencias nada
despreciables sobre la experiencia del amor, toda ella entretejida en el
lenguaje, en las palabras que no pueden verificarse a sí mismas y que verifican
así aquel axioma lacaniano: “no hay metalenguaje”. Es un axioma enteramente
compatible, idéntico de hecho en su modo de abordar lo real, al igualmente
conocido: “no hay relación sexual”… que pueda escribirse. Pero hay que probarlo
para comprobarlo, hay que tirar los dados necesariamente para entender la
contingencia de este encuentro con lo real que llamamos amor y que viene al
lugar de la imposibilidad lógica tan bien escrita por el poema, no escrito, de
W. H. Auden.
La condición homosexual del autor, así como su matrimonio forzado
por las circunstancias con Erika Mann, la hija de Thomas Mann, permiten
diversas hipótesis sobre la identidad del You
al que se dirige la carta-poema. Aunque en este punto no parece esta identidad
lo más importante dada la posición de sus dos personajes y de su reciprocidad
en el lenguaje: “Común tanto al sentimiento-de-Yo (I-feeling) como al de-Tú (You-feeling):
un sentimiento de hallarse-en-medio-de-una historia (being-in-the-middle-of-a-story)”, una historia que el propio
lenguaje irá mostrando cada vez más Otra, más ajena, librada necesariamente a
las ambigüedades, a los equívocos del significante: “siempre que el habla es
necesaria, la mentira y el autoengaño son posibles”. Entonces, hay algo que
necesariamente no cesará de no escribirse en esta historia de amor,
algo que da testimonio de un real imposible de atrapar, como lo era la tortuga
Briseida para su perseguidor Aquiles: “Te
amaré siempre, jura el poeta. Me parece un juramento fácil de hacer. Te amaré a las cuatro y cuarto de la tarde
del martes que viene: ¿sigue siento tan fácil?”. Difícil de precisar. ¿Y un
segundo después? Más todavía. En la vía por la que el amor intenta atrapar lo
real, siempre un poco más allá, el sujeto se encuentra inevitablemente con el
imperativo de goce del Superyó (¡o del Supertú!) que también le pide al sujeto ir
cada vez un poco más allá…
Ante este real, como indicaba Lacan en su Seminario Aún, al sujeto solo le queda “la única
cosa un poco seria que puede hacerse, la carta —letra— de amor”[3].
Aunque no cese, aún, de no escribirse.
[1] Este
es, en efecto, el neologismo lacaniano que condensa el alma con el amor. Da
nombre al Boletín electrónico de preparación de las próximas Jornadas de la ELP
sobre “Un nuevo amor…” al que esta nota quiere contribuir.
[2] W. H.
Auden, Los señores del límite.
Selección de poemas y ensayos (1927-1973), Edición bilingüe de Jordi Doce,
Galaxia Gutenberg, Barcelona 2007, p. 289.
[3]
Jacques Lacan, Le Séminaire XX: Encore, Ed. du Seuil, Paris, p. 78.
Deia J.M.Serrat "...ara que encara puc creure en déus..." potser la única cosa seriosa a banda de fer una carta d'amor que li queda a l'enamorat siga creure en déus i aprofitar la situació de pensar que potser en un altre lloc la relació sexual seria possible, però no ho és i eixa és la veritat.
ResponEliminaTot i que hi ha vegades en que el metallenguatge s'acosta a la seua existència com un substantiu clar i propi, i és aleshores que hem de posar límits que ens allunyen de la bogeria que deia Lacan i que suposaven el límit de la llibertat.
La "falta" és inherent a tot individu o sistema i fins i tot pensant en que tot fóra possible restaria la falta de la mateixa tinta, la tipogràfica, la metalingüística si volem anomenar-la així.
Una abraçada
Vicent