Un objeto tan invisible como silencioso atraviesa —¿desde cuándo?— el ser. La literatura, lo afronta a veces en la angustia; el arte, lo bordea para organizar su producción en torno a él; la religión, lo sacraliza para conjurar el horror al vacío; la ciencia, nos promete cada día colmarlo de saber. La historia de la clínica, en la descripción de los síntomas y malestares más diversos del sufrimiento psíquico, lo detecta como algo sin nombre ni representación posible: la angustia, la tristeza, las fobias se ceban en él.
La política, decididamente, no sabe dónde ponerlo aunque retorna una y otra vez en toda suerte de lapsus y equivocaciones, desencuentros y malentendidos que las transcripciones de los periódicos suelen omitir como algo sin sentido. Parece casi nada, como para pasar de largo, y sin embargo insiste en su modo de presentarse, más bien paradójico, como un objeto que no cesa de no aparecer, de no representarse. Llamemos así por el momento a este objeto sin nombre: la página en blanco.
Es este singular objeto, reacio a toda representación, el que tanto el arte como el psicoanálisis han hecho posible leer de formas distintas para cada sujeto. Encontrarlo bajo la forma de «la página en blanco» tal vez sea un buen modo de abordar el ser del sujeto que navega hoy sediento de representaciones por el espacio virtual, un sujeto que parece también liquidarse en la nada de su goce cada vez más fugaz e insustancial. Leer la página en blanco formaría parte así de una apuesta ética formulable en cada disciplina, cada una a su manera.
Para este quehacer, hemos llamado en nuestra ayuda al escritor y al científico, al calígrafo y al tipógrafo, al artista y al pensador, al poeta y al psicoanalista. Y hemos creído encontrar lecturas de la página en blanco que pueden despertar una verdad que, al igual que el inconsciente freudiano leído por Jacques Lacan, esperaba a convertirse en letra para ser leída en su justo lugar.
(Fragmentos de la Introducción a Lecturas de la página en blanco, Miguel Gómez Ediciones, Málaga 2011)
La pàgina en blanc, la por al buit, el dolor d'existir, l'immensitat d'allò real i inefable per màgic, per sense nom.
ResponEliminaExposa molt bé com les distintes branques del coneixement humà han intentat donar-li un lloc, i finalment la política, com és de perillós que la política el tracte, la política per a existir necessita d'una autoritat, malgrat els anarquismes, i el discurs de l'amo ha de ser en política regulat democràticament. Dialèctica? o només és un semblant d'eixe dolor d'existir?
Gracias, Asier, por el mensaje y el eco de tu lectura. Sí, se trata de un libro que estará pronto en librerías.
ResponEliminaVicent,
Allò que el poeta Ausiàs March anomenava "la dolor del desésser" (qui nom tan lacanià pel subjecte d'avui!!) sigui tal vegada un dels noms també de la pàgina en blanc. El seu comentari m'hi ha fet pensar. Gràcies, doncs.
Me he leído estos días este inclasificable libro del que quizás poco se puede decir. Hay que saborearlo, para utilizar una expresión de François Jullien cuando habla de los textos chinos. Pero voy a decir algunas reflexiones que me vienen a la cabeza después de acabarlo. Una es que es un libro muy valiente porque coge por los cuernos los imposibles temas de la letra y de la página en blanco. Pero de lo imposible pueden surgir muchas cosas interesantes. Su apuesta es arriesgada pero sabe deslizarse bien, sin caer en la retórica, y manteniendo un hilo sutil.
ResponEliminaMiquel Bassols representa lo mejor de la escuela lacaniana: la de los que saben trabajar su obra y no repetirla, la de los que se esfuerzan por hacerse comprender por el máximo de lectores y no cerrrarse en un sectarismo arrogante.
Sí, el libro parece tan inclasificable que los libreros no saben exactamente en qué departamento o estantería ponerlo...
ResponEliminaGracias por su lectura y comentarios.