Para comentarles en los diez minutos de los que dispongo el
tema del próximo Congreso de la AMP que tendrá lugar en Barcelona el mes de
Abril de 2018, no encuentro hoy mejor manera que entonar una suerte de “elogio
de las psicosis ordinarias”*.
Es un elogio a la actualidad clínica y política del estudio de
las llamadas “psicosis ordinarias”. El término, se lo recuerdo, fue introducido
por Jacques-Alain Miller[1] a
finales de los años noventa para dar cuenta de una serie de fenómenos clínicos
que pasaban desapercibidos en los mapas diagnósticos habituales, tanto para la
psiquiatría más descriptiva como para el propio psicoanálisis orientado por la primera
enseñanza de Lacan, la que distingue las psicosis y las neurosis a partir de
elementos discretos como la forclusión del Nombre del Padre. Encontramos hoy una
serie de fenómenos que, escuchados desde la última enseñanza de Lacan, podemos localizar
en el campo de las psicosis aun cuando no se trate de psicosis desencadenadas con su clásico
cortejo de fenómenos clínicos. Discretos acontecimientos de cuerpo, sutiles
plomadas de sentido en el deslizamiento de la significación, velados fenómenos
de alusión, suplencias minimalistas en las que el sujeto sostiene la frágil
estabilidad de su realidad psíquica. Estos fenómenos estaban ahí, a la vista de
todos, pero se confundían por su frecuencia con el paisaje de la normalidad. Retomar
hoy este tema con el título propuesto para al Congreso, “Las psicosis
ordinarias y las otras, bajo transferencia”, pone en cuestión en primer lugar
el prejuicio clínico que sigue ordenando la supuesta salud mental a partir de
la idea estadística de normalidad. Pero pone también en cuestión la
universalidad de una clínica ordenada bajo la égida del Complejo de Edipo o de
su formalización, hoy clásica, con la
metáfora paterna realizada por la primera enseñanza de Lacan.
Se impone pues una relectura y una actualización de esa clínica
desde la perspectiva de la última enseñanza de Lacan, tal como la ha desbrozado
Jacques-Alain Miller a partir de la noción de parlêtre, del análisis del cuerpo hablante más allá del Edipo tal
como lo hemos ya abordado en el pasado Congreso de Rio.
Recordemos de dónde venimos para señalar cierta sabia ironía en
el título escogido para el Congreso. Hubo un tiempo en el que las psicosis que
eran ordinarias, las que se diagnosticaban habitualmente como tales, eran de
hecho las psicosis clásicas, las que se sitúan de manera clara en el campo de
la paranoia y de la esquizofrenia, incluyendo también a la melancolía si
queremos ser más precisos. En aquel tiempo, en el tiempo pre-AMP por decirlo
así, el título “Las psicosis ordinarias y las otras” hubiera sido entendido de
manera muy diferente. Y es como seguramente será hoy entendido por aquellos que
no hayan seguido nuestra orientación. Las “psicosis ordinarias” serían entonces
las clásicas y las “otras” sería un término que evocaría un campo más o menos
confuso de fenómenos que no entraban en las casillas precisas de la clínica
estructural. Las “otras” serían tan otras, tan diferentes, que no podríamos
reconocerlas de entrada como tales. A veces se habla entonces de “borderline”,
o de “locuras histéricas”, o de “trastornos límites de la personalidad”…
Ahora bien, desde el momento en que las psicosis ordinarias se
están convirtiendo para nosotros en el Uno de las psicosis, los términos se
invierten y las psicosis clásicas se convierten entonces en su Otro, su alteridad,
en las verdaderamente “otras”. Señalo este interesante giro para sostener que
el título del Congreso es de hecho una interpretación, con efectos distintos si
es recibida desde el interior o desde el exterior de la AMP, antes o después
del giro que los motiva.
Hay para nosotros una primera consecuencia
de esta interpretación. Y es que el término “psicosis ordinarias” no designa en
ningún caso una clase, no designa una clase clínica clásica —si me permiten la
redundancia— como sí ocurre con todas las anteriores clasificaciones diagnósticas,
vengan de donde vengan[2]. Es
decir, no hay modo de enumerar en un listado completo y consistente la serie de
rasgos que definirían una clase llamada “psicosis ordinarias”. Intenten hacerlo
y verán cómo la serie de rasgos se extiende enseguida como un virus a todas las
otras categorías clínicas que consideren en ese sistema de clasificación. En
este sentido, “psicosis ordinarias” es una categoría clínica imposible de
introducir en un sistema clasificatorio al estilo DSM o CIE. Y si algún día
ocurriera tal posibilidad sería para ver cómo este sistema implosiona desde
adentro. Lo que, de hecho, y dicho sea de paso, está ocurriendo realmente si
seguimos de cerca los debates que acucian actualmente a la clínica que se
orienta en estos sistemas clasificatorios que parecen haber entrado en una
crisis irreversible.
Todo sistema diagnóstico se sostiene
de hecho en la creencia en un universo ordenado por rasgos que forman clases,
supone siempre el lugar divino de un Otro clasificador.
El título del próximo Congreso de la AMP, con su ordenación
aparentemente tan simple entre “las psicosis ordinarias” y “las otras”, me
evoca por el contrario aquel extraño sistema de clasificación que Borges expuso
de manera tan irónica como certera en su libro Otras inquisiciones, bello ejemplo de clasificación imposible de
ordenar en una lógica de clases y que nos muestra que “no hay clasificación del
universo que no sea arbitraria y conjetural”. Lo encontrarán también evocado en
el punto de partida del libro de Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Es la clasificación que aparece en
“cierta enciclopedia china” según la cual, —se la recuerdo— “los animales se dividen en: (a)
pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones,
(e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta
clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados
con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper
el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.”[3]
Señalemos por nuestra parte que en la lógica de las “psicosis
ordinarias” podríamos tal vez incluir un nuevo ítem que vendría a contradecir el
punto “(h) incluidos en esta clasificación”, ítem que intenta cerrar
precisamente la inconsistencia y la incompletud de toda clasificación con una
suerte de catálogo de todos lo catálogos. Podríamos incluir más bien a las
psicosis ordinarias en un ítem “(o) los no
incluidos en esta clasificación” y así dejar abierto el agujero de la falta del
Otro, el que incluye su propia inconsistencia e incompletud.
Las “psicosis ordinarias” no se
sostienen pues en una lógica de clases ordenada por un Otro completo sino por
la falta del Otro, por la falta de cualquier forma divina del Otro. Si me
permiten decirlo así, es el único diagnóstico agnóstico, el único que no cree
en el Otro de las clasificaciones.
La imposibilidad lógica de construir con el término “psicosis
ordinarias” una categoría clínica completa y consistente las sitúa entonces,
con respecto a la clínica actual, en una lógica parecida a la que Lacan
encontró del lado de la posición femenina de la sexuación, tema que hemos
tratado en estas Jornadas. Imposible hacer un todo con ellas, sólo podemos
contarlas una por una.
Dicho de otra manera, la no-categoría llamada “psicosis
ordinarias”, la que responde a la época de los inclasificables de la clínica
psicoanalítica, es la que mejor puede convivir en la época que llamamos también
“la época del Otro que no existe”, la época en la que el Otro se muestra tan
incompleto como inconsistente a la hora de ordenar el goce del sujeto
contemporáneo, especialmente cuando se trata de ordenar ese goce extraño y
segregado que encontramos a veces bajo el nombre de “locura”. Esta locura se confunde
hoy con la apariencia más ordinaria de la supuesta normalidad. Y la propia política
no puede hoy ser ya ajena a esta paradoja que el psicoanálisis ha puesto de
relieve desde sus orígenes. De ahí que el tema de las psicosis ordinarias sea
también un tema a proponer en la línea de una política del síntoma, tal como
proponía Lacan en el momento de situar al psicoanálisis “a la cabeza de la
política”[4].
Apostemos entonces por el trabajo necesario que permita
desbrozar el tema del próximo Congreso de la AMP. Las psicosis ordinarias y
“las otras”, nos permitirán sin duda compulsar en el sujeto contemporáneo lo
que llamamos el parlêtre, la locura
inherente a su ser. Y hacer entender que la transferencia con el inconsciente
es en cada caso el mejor medio para tratarla.
* Intervención en las Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Madrid, 20/11/2016.
[1]
Jacques-Alain Miller, en IRMA “La psychose ordinaire”, Agalma 1999, p, 230.
[2]
Recordemos que el momento en el que Jacques-Alain Miller introdujo el término
“psicosis ordinarias” fue también el tiempo de elaboración de lo que se llamó
“Los inclasificables de la clínica psicoanalítica“, título del volumen que
incluyó en 1999 las dos Conversaciones de Arcachon y de Angers en la Editorial
Paidós.
[3]
Jorge Luis Borges, “El idioma analítico de John Wilkins”, en Otras inquisiciones – Obras Completas,
Emecé editores, Barcelona 1989, tomo 2, p. 86.
[4]
Jacques Lacan, “Lituratierra”, en Otros
escritos, Pairós, Buenos Aires 2012, p. 26.
Un buen programa de trabajo.
ResponEliminaGracias Miquel por la claridad reducida en 10 min.aUn gusto poder escucharlo personalmente. Manos a la obrs. Saludos cordiales