Claude Debussy |
Presentación de “Incidencias del objeto voz en la clínica psicoanalítica”, una tesis de Ruth Liliana Gorenberg
Un sonido brillante,
un color chillón… Basta detenerse un poco en estas expresiones de la lengua
—sinestesias, incluso metáforas calcinadas que ya no escuchamos ni vemos como
tales—, para entender que el objeto de la voz y el objeto de la mirada le deben
buena parte de su naturaleza al significante y a sus operaciones en la
estructura del lenguaje. Y que pueden entonces cruzarse y substituirse
recíprocamente, hasta llegar a ver un
sonido o a escuchar un color, hasta
poder percibir un ruido que mira o una imagen que suena. La clínica clásica de
las alucinaciones, de la que el lector encontrará un excelente análisis en
varios pasajes de este libro, nos muestra muchos ejemplos de esta operación que
sólo puede descifrarse a partir de dos axiomas lacanianos: la alucinación es un
hecho de lenguaje, la percepción está estructurada por lo simbólico en el ser
que habla. Entonces, el objeto de la percepción no es ya un dato de la
realidad, dado de entrada, sino una sutil formación estructurada como un
lenguaje que no se distingue de la propia estructura subjetiva, de aquello que
la clínica analítica localiza como el fantasma. Ya no será entonces tan apropiado
hablar del “objeto de la voz” y del “objeto de la mirada” como fenómenos
puramente perceptivos sino más bien de la voz y de la mirada como objetos de la
pulsión atrapados en las redes del lenguaje, fijados en la estructura del
fantasma de un modo tan singular para cada sujeto como singular es su
experiencia de goce y de sentido de esos objetos.
El objeto voz tiene
sin embargo una particularidad con respecto al objeto mirada que el arte de
Marcel Duchamp supo indicar con un preciosa fórmula: “Se puede mirar ver.
¿Acaso se puede escuchar oír?” La reversibilidad del objeto mirada parece
resistirse en el caso del objeto voz de una manera que escapa a esta
duplicación o elevación a la segunda potencia propia del registro de lo
imaginario. Sólo en la suspensión de un silencio tácito, un silencio que sería
idéntico a su propio decir, un silencio que diría el hecho mismo de escuchar,
podríamos intentar localizar este punto imposible en el que alguien escucharía
oír. Algo así sucede a veces en la intimidad de la experiencia analítica, donde
el diván hurta al sujeto la posibilidad de reintroducir su discurso en el
espacio imaginario de la mirada del otro, cuando un silencio llega a ser tan o
más elocuente que una largo discurso efectivamente dicho. ¿No es entonces, en
el silencio del analista, cuando casi parece que se podría escuchar oír —¿o
bien oír escuchar?— al Otro en su discurso? Allí se hace presente un real de la
lengua que implica la imposibilidad de la reciprocidad o de la duplicación
imaginaria que solemos evocar con la fórmula de Lacan: no hay Otro del Otro. No
hay, en efecto, Otro del Otro que pueda escuchar que se escucha, ni oír que se
oye… En este punto de imposibilidad de representación del acto de escuchar, de
representarse también al Otro y a uno mismo en el acto de escuchar, aparece sin
embargo una presencia irreductible, una presencia que toma la consistencia de
un objeto, ese objeto que la enseñanza de Jacques Lacan formalizó con su famoso
objeto a.
La voz como objeto
revela entonces su naturaleza más escondida, la de una presencia silenciosa que
atraviesa significantes y lenguas diversas, momentos cruciales en la vida del
sujeto que han quedado marcados por una experiencia de satisfacción pulsional, ya
sea de placer o de displacer, una experiencia de goce en todo caso que hace del
objeto a el ombligo alrededor del
cual se ordenan las significaciones más o menos ruidosas de esa vida. En cada
uno de sus nudos, este objeto a sigue
permaneciendo silencioso como el ombligo más real de la realidad, como la misma
razón de su consistencia.
Es ahí también donde
la fonética —el estudio de los sonidos físicos del discurso— se distingue
necesariamente del fonema —la unidad fonológica mínima en cada lengua— en el
que ese discurso articula sus significaciones.
Este es precisamente
el punto de partida, tanto lógico como expositivo, de la excelente tesis de
nuestra colega Ruth Gorenberg que el lector tiene en sus manos y que tenemos el
gusto de presentarle gracias a su amable invitación. Es una investigación, tan
minuciosa como amena, del recorrido del objeto voz en la enseñanza de Jacques
Lacan, de su incidencia en la clínica psicoanalítica siguiendo la paciente
construcción de su consistencia lógica. Y es también una enseñanza, en el
sentido que este término tiene en el Campo Freudiano más allá de su
significación en el discurso universitario: no se trata sólo de la elaboración
de un saber sobre su objeto, se trata de la experiencia misma de ese objeto
para extraer de ella un saber siempre inédito. Y ello siguiendo las huellas de
la experiencia clínica, desde la de los clásicos de la psiquiatría hasta la
clínica más elaborada de los testimonios que en las Escuelas de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
llamamos “clínica del pase”, donde estos testimonios obtienen el más alto grado
de densidad subjetiva.
El lector atento
sabrá escuchar así en este recorrido las distintas modulaciones que el objeto
voz tiene en la enseñanza de Lacan, hasta encontrar aquel “acorde resolutivo”
que él mismo evocó muy pronto (cf. su texto “Intervención sobre la
transferencia”, en la página 204 de los Escritos) como la anticipación de la melodía en
la “frase musical” de la transferencia, la que mueve y agita a cada sujeto en
su relación con el inconsciente y en su relación con el saber del
psicoanálisis.
Una vez allí,
seguirá siendo cierta aquella sentencia de Claude Debussy que vale tanto para
la experiencia musical como para la definición de la propia transferencia: “Es
el espacio entre las notas lo que define la música”.
Es a recorrer este
espacio que las páginas que siguen convocan al lector.
Se m'acudeixen eixos actes de sincronicitat que es donen en els psicòtics, un exemple és escoltar en un silenci un passar d'un au, o un caure d'una pedra i que ens vinga a la ment la idea de que hem de fer pa o menjar o no menjar aquell dia, com també se m'acudeixen els signes i gestos dels paranoics que arrepleguem del silenci i la seua angoixa, amb la telepatia, angoixa que una volta "educada" pot portar-lo a viure de l'única manera possible, amb el seu símptoma.
ResponEliminaCada dia estic més convençut, el llenguatge parla en nosaltres i la fe és una peça bàsica sense saber gaire de psicoanàlisi.
Vicent Adsuara i Rollan