Preguntas a Miquel
Bassols, presidente de la AMP, para Lacan
Digital, realizadas por Zully Flonenbaum (Israel).
Zully Flonenbaum. ¿Qué
incidencia puede tener el psicoanálisis en los ámbitos políticos y sociales?
¿Cuál sería la brújula del psicoanálisis en caso de plantearse tal incidencia?
Miquel Bassols. Desde
sus orígenes el psicoanálisis ha tenido incidencia en el campo social bajo
distintas perspectivas, no sólo en lo que se refiere a la acción terapéutica y
a las redes de salud, sino que ha tenido también una incidencia en el ámbito
social y cultural. Esto, sin duda, nos retrotrae a Freud, nos induce a pensar
en Lacan y en mayo del 68, que fue otro gran momento en el que se notó esta
incidencia. También nos hace pensar, en un momento mucho más reciente, en la
acción llevada a cabo por Jacques-Alain Miller en distintos frentes, ya sea a
propósito de la liberación de la psicoanalista iraní Mitra Kadivar o de la
legislación sobre el matrimonio homosexual en Francia.
ZF. ¿Pero no está usted
refiriéndose a los grandes maestros del Psicoanálisis?
MB. ¡No se reduce sólo a
ellos, en efecto! Pero estamos de acuerdo en afirmar que son momentos donde ha
tomado más relieve una acción de este tipo. Por otro lado, no es menos cierto
que hay muchos miembros de la AMP que actúan en ámbitos sociales,
universitarios, políticos, dónde esta acción reverbera de muchas maneras. Tal
vez no de forma tan visible, como en los casos a los que me he referido, pero
que no son menos importantes y en efecto, tienen un valor muy precioso. Por
otra parte, en el marco de la AMP hay lo que se denomina el “Comité de Acción”,
donde de alguna manera recogemos la lógica y la política de lo que hemos
llamado la acción lacaniana.
J-A Miller ha planteado
con el concepto de “acción lacaniana” un modo de marcar esta incidencia como
una política no sólo de cada miembro de la escuela sino en el ámbito mismo de
la AMP, como una orientación política de la AMP. Habría que estudiar bien la
idea de acción, distinta por una parte del acto analítico mismo, pero que no es
tampoco la acción como la que se produce en el activismo propio de un partido
político, aunque tiene algo que ver también con el auge actual de los
movimientos sociales que vemos en distintos lugares, especialmente en España. En
la vida actual de la política española se están viendo una serie de movimientos
sociales que están tomando muchas veces el relevo de lo que antes eran las
acciones de los partidos políticos. El problema que se presenta es saber qué forma
de representación política tomará esa acción. Es un debate muy interesante que
se está produciendo actualmente en España, pero no sólo allí sino también en otros
países de los distintos continentes. Con esto queremos decir que sin ser un
partido político la orientación lacaniana, podemos considerar a la AMP y al
Campo Freudiano una forma de acción, que llamamos acción lacaniana, que debe
tener su incidencia en los ámbitos políticos y sociales con una política que es
la política del síntoma. Tomamos en cuenta lo que podemos elaborar a partir de la
noción de “política del síntoma”, que motivó para Lacan el hecho de que el
propio psicoanálisis estuviera a la cabeza de la política, como afirmó en su
texto “Lituratierra”. Se trata de la política en el sentido fuerte de la
palabra, del ordenamiento de la polis, de la ciudad, de lo que es la acción en
lo social y en lo cotidiano. Tenemos líneas fundamentales y acciones concretas
que ya se han llevado a cabo y que deben seguir desarrollándose.
ZF. ¿Puede ampliar la
expresión de Lacan en “Función y campo de la
palabra...”: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la
subjetividad de su época”?
MB. En primer lugar
debemos señalar que esa frase de Lacan en “Función y Campo de la Palabra…” alude
al hecho de que el analista debe estar a la altura de la subjetividad de su
época. Allí la palabra “subjetividad” para Lacan, en el año 1953, ya tenía su
peso específico, luego lo tendrá mucho más, posteriormente la idea de sujeto se
sustituirá por la idea de “parlêtre”, de ser hablante. En todo caso se trata de
estar a la altura de la subjetividad de la época, lo que resulta un imperativo
ético al estilo de la fórmula freudiana: “Donde Ello era Yo debo advenir”. Allí
donde está la subjetividad de la época, allí el analista debe advenir. Hay algo
de esta lógica en la frase de Lacan del año 1953. Allí la subjetividad es la de
la época, no en primer lugar la del analista, aunque es cierto que en el año
53, Lacan pensaba al analista como un sujeto. El analista debe saber atrapar
los efectos de la subjetividad de la época y estar a la altura de ellos. No es
nada simple, sin duda, porque es cierto que de entrada, pareciera que el
analista estaría en una posición extraterritorial, posición que Lacan criticó
en muchas oportunidades. Ni el psicoanálisis ni el analista están en una
posición extraterritorial. Si consideramos la cuestión en forma inversa, yo
diría que es en la privacidad de la relación transferencial analítica y en la
consulta del analista, donde aparece esta subjetividad de manera clara y precisa. Esto implica que si el analista saca
conclusiones de lo que es la lógica de la transferencia y del síntoma en la
experiencia analítica, eso lo llevará de inmediato a tomar también una posición
en la subjetividad de su época, en lo social y en lo político, en el campo de
la civilización y de la cultura. La clínica y la civilización no son ni han
sido nunca compartimentos estancos, la una modifica a la otra. Pensando bien los
efectos del dispositivo analítico vemos de inmediato estas consecuencias en lo
social. Hace muy poco en la revista "Ñ" del diario Clarín titularon una entrevista que me
hicieron "Restauración del diván social". Me pareció un título muy
impactante, la frase no la había dicho yo pero se podía deducir muy bien de esa
entrevista. Se refería a algo de este orden, al hecho que lo más singular y
privado de la experiencia analítica en el diván analítico tiene consecuencias
sociales y políticas. Hay un diván social, en efecto, aunque el analista no
puede analizar a grupos de personas sí hay una subjetividad de la época. Se
puede tomar a la civilización como un sujeto, Freud ya lo hizo. Si uno opera esta
reversibilidad de “la subjetividad de la época”, constatando que es el sujeto
mismo de la experiencia analítica, se trata de ver qué conclusiones sacamos de
lo que escuchamos en la experiencia analítica para responder a ciertos
momentos, a ciertos impases de la civilización, a ciertas problemáticas sociales
y políticas como las que vivimos de manera distinta en cada país. En España,
por ejemplo, se está viviendo un momento en el que aparecen nuevos síntomas en
el ámbito social, nuevos ecos en los movimientos sociales, donde el problema de
las identidades se está localizando de una nueva manera. Y digo bien, "de las
identidades" en plural, porque no hay un sujeto igual a una identidad ni
una sola identidad para el sujeto que llamamos precisamente “sujeto dividido”,
un sujeto que escapa a la identificación que le daría la unidad. Y eso es una consecuencia
de la experiencia analítica, en la que es difícil reivindicar una identidad
única del sujeto en lo social sino que hay que partir de un mosaico de
identidades, de identificaciones. Es un problema también en el propio marco
europeo actual: cómo reconfigurar ese mosaico de identidades distintas que
anidan en la subjetividad de la época.
El sujeto produce
síntomas más allá de estas identidades. Las identificaciones, tal como las
estudia y las descubre el psicoanálisis, son intentos de fijaciones de un
sujeto del goce que se desplaza de maneras muy diversas. Ahí tenemos cosas que hay que hacer
escuchar, porque el analista no es solamente aquel que está encerrado en su
consulta, supuestamente fuera del ámbito social, sino el que sabe escuchar esos
síntomas, los impases en lo social. Ahí el discurso analítico tiene otra voz
que no es la que encontramos habitualmente en los discursos políticos. Hay en
la AMP un observatorio sobre el problema de la segregación en lo social que nuestro
colega italiano Maurizio Mazzotti ha puesto en marcha, y en el que está
estudiando los nuevos fenómenos de segregación que encontramos en distintos
ámbitos, tanto en lo político como en lo cultural.
ZF. ¿Qué puede decirme
sobre los riesgos de endogamia que se pueden producir en las Escuelas?
MB. Las dos bases que
Lacan tomó para sostener una Escuela, el cartel y el pase, son dos instrumentos
fundamentales para romper la endogamia propia del grupo analítico, y eso en dos
flancos distintos: por un lado el trabajo del grupo llamado “cartel”, que debe
estar atento a los fenómenos de endogamia propios de toda comunidad. El cartel debería ser justamente una máquina
de disolver los efectos endogámicos del grupo cuando trabaja en la vertiente
epistémica. Y, por otra parte está el pase, que es también, lo ha sido
históricamente, una especie de dispositivo que los sociólogos llaman “analizador
social”, es decir, un metabolizador de la ruptura de la endogamia del grupo
analítico hasta el punto que a veces ha sido la causa de crisis internas
rompiendo los acuerdos tácitos que fundan esta comunidad endogámica. Porque, en
realidad, la endogamia de cualquier comunidad, ya sea la analítica, la científica
o cultural, reposa sobre acuerdos tácitos, sobre los consensos no discutidos ni
discutibles de estos acuerdos. Todo aquello que venga a poner sobre la mesa y a
discutir esos acuerdos tácitos viene a romper la endogamia. La función del
analista en el ámbito de la comunidad, del grupo, es justamente el que viene a
romper esos acuerdos tácitos, a ponerlos en cuestión, a interrogarlos, a
hacerlos trabajar. Y este puede ser tanto el trabajo de un cartel como el de un
AE (Analista de la Escuela). El AE en una Escuela debiera ser el que está
"más curado" de los acuerdos tácitos de la comunidad analítica.
ZF. ¿Y en las Escuelas
que carecen de AE?
MB. Hay que ver entonces
cómo crear las condiciones para que los AE se produzcan. El efecto de la
endogamia es propio de cada Escuela, cada una seguramente de manera distinta,
pero existe en cada una de ellas. Sería extraño que no fuera así porque la
inercia de todo grupo sigue ese efecto, también en esa comunidad imposible que
es la comunidad analítica, esa “comunidad de los que no tienen comunidad” como
decimos a veces citando a Maurice Blanchot.
ZF. ¿Qué puede decirme
en relación a la lógica de la Escuela y la de los Espacios y Secciones Clínicas?
MB. Hace poco estuvimos
trabajando sobre este tema en la Comunidad de Catalunya de la ELP. No es un
tema nada obvio. El Campo Freudiano se ha construido en cada lugar sobre estas
dos bases, sobre el Instituto del Campo Freudiano, con sus Secciones Clínicas,
y con la construcción de las Escuelas que hoy configuran la AMP. A veces el
propio movimiento nos oculta la lógica por la cual somos conducidos, y es un
tema sobre el que siempre debemos seguir trabajando. Al respecto, tengo siempre
presente un breve texto que Jacques-Alain Miller escribió hace varios años en
la revista Ornicar?, en la
presentación de su número 35, y que lleva el título de “La Cosa y el Campo”.
Situaba allí la lógica interna, porque es también un problema lógico, entre la
Causa y el Campo freudianos. Podríamos decir que presenta por una parte a la Cosa,
—das Ding— vinculada a la Escuela, a la
causa analítica y al objeto. Y por otra, presenta la extensión del Campo Freudiano
del lado del significante y de sus efectos de significación. Así, tenemos los
dispositivos de formación clínica en los Institutos del Campo Freudiano, en la
extensión y significación de los distintos campos terapéuticos, pero como
dispositivos que no forman propiamente analistas. No hay que olvidar que el
Instituto del Campo Freudiano se plantea explícitamente como un aparato de
formación clínica para practicantes de la clínica, pero deja a resguardo la
formación del analista como un asunto que corresponde a la Escuela. Es
importante que esto sea recordado, que se lo tenga presente siempre. En el
prólogo de Ornicar? al que me refería,
ya en los años 80’, J.-A. Miller explica muy bien esta cuestión que sentaba las
bases de la lógica de construcción de los Institutos de formación clínica, una
lógica necesaria para la formación de los analistas pero no suficiente. Un
analista debe tener un conocimiento muy detallado de lo que es la clínica psicoanalítica
y de su historia y de su vínculo, por ejemplo, con la clínica psiquiátrica, también
de los distintos momentos de la clínica en la orientación lacaniana, desde los
años 50 hasta los 70. Todo ello siguiendo lo que J.-A. Miller ha desarrollado
con los inclasificables de la clínica, de las psicosis ordinarias, etc. Es un
acervo clínico que debemos saber trasmitir en los espacios clínicos del
Instituto del Campo Freudiano existentes en cada país. Pero la formación y la producción
de un analista es especifica de la Escuela, está del lado de la relación, siempre
difícil, de cada uno con la Cosa, está del lado de la causa, no del lado del
significante y del saber sino de la relación éxtima de cada sujeto con la causa
analítica. El arte de la política en el movimiento analítico orientado por
Lacan es saber articular bien estas dos dimensiones, sin confundirlas. Y eso es
tanto tarea del Instituto como de la Escuela.
ZF. En el último Congreso
en Paris, en su primer discurso como presidente de la AMP, expuso las
coordenadas de su trabajo y entre ellas habló de la vivacidad necesaria para la
invención de nuevos centros asistenciales sin que compitan con las
"multinacionales" del ramo. ¿Puede ampliar este concepto?
MB. La cuestión es poder
crear instituciones de base, a pie de calle, tan a pie que deben ser finalmente
independientes de las redes de salud mental establecidas, que a veces
determinan demasiado esos espacios y los convierten en maquinarias que trabajan
y sirven para una orientación diferente. El problema es cómo generar
instituciones, fundaciones, espacios, instancias diversas, que tengan una estructura
institucional pero que no intervengan con la lógica de las grandes redes. Yo
llamaba a esas grandes redes "las multinacionales de la minería". Por
el contrario, las instituciones que debemos crear son más bien laboratorios de
trabajo, es decir, talleres de investigación clínica a "pie de calle",
tal como ha sido de hecho el proyecto de los CPCT en sus orígenes. J.-A. Miller
puso en marcha estos dispositivos no como el proyecto de creación de grandes dispositivos
de atención social, que deberían llenar el vacío finalmente dejado por la
política de salud existente en los sistemas actuales, vacío que no se llenará
nunca. En la medida que el psicoanálisis se integra en esa lógica se ve
devorado por esos agujeros imposibles de colmar. Es el peligro que hemos
constatado en algunos momentos a partir del crecimiento de los CPCT en
distintos países.
Estamos ahora en un
momento de rehacer la lógica de las posibles creaciones institucionales. Sucede
lo mismo en campos distintos, en el de la atención al autismo, el de la
adolescencia, en el campo de la inserción social, de la psicosis, etc. Tal como
dije en el discurso de presidente entrante de la AMP, se trata de pensar más en
esos dispositivos como laboratorios, de trabajo en intensión, lo que
necesariamente requiere de un trabajo de extensión para sostenerlos. Debemos priorizar
el trabajo en intensión sobre la demanda del Otro social y los imperativos del
discurso del Amo.
ZF. ¿Qué ocurre cuando
las leyes de las redes difieren a las de la comunidad?
MB. Lo que hay que saber
transmitir tanto a las instancias políticas como sociales es que las leyes que los
analistas nos imponemos a nosotros mismos son de mayor exigencia que cualquiera
de las leyes vigentes que existen para la formación de psicoterapeutas en los distintos
países. Finalmente, cuando uno comienza a ver los programas y lo que exige la Escuela,
la AMP, constata que las leyes que nos imponemos nosotros para la formación del
analista son mucho más exigentes que cualquiera de las leyes que están
funcionando en el mundo para la formación de psicoterapeutas. Sin tomar en
consideración los años que lleva la formación del analista, el trabajo en la Escuela,
la cantidad de horas que eso implica… No hay ninguna Universidad capaz de
integrar todo eso en una licenciatura, grado o master. De este modo debemos
saber transmitir que si hay alguien exigente en la formación del practicante somos
nosotros, tanto en las Escuelas de la AMP como en los Institutos. Y luego
debemos ver las diferencias e incompatibilidades que se presentan en algunos lugares.
Aquí es donde se nos presenta la lucha de orden social y político que debemos
llevar a cabo en cada caso, cuando ciertas leyes tienden a ahogar la
especificidad misma del psicoanálisis. Últimamente se presentó, por ejemplo, el
caso de los colegas belgas que han conseguido modificar una ley en el momento
que lograron conversar con algunos políticos. Era una ley que iba a disolver al
psicoanálisis en el campo heterogéneo y cada vez más confuso de las
psicoterapias. Pues bien, nuestros colegas han conseguido detener esa ley
explicando la exigencia analítica que nosotros ponemos en juego nada más y nada
menos que en el dispositivo
del pase. Lo han logrado explicando el sentido de la experiencia "High
Tech" de la orientación lacaniana, que es "la clínica del pase",
y han sabido trasmitirlo a políticos que no tenían ningún conocimiento sobre el
tema. Les han hecho entender que, en efecto, el psicoanálisis es otra cosa. Es
un buen ejemplo, notable, de lo que debemos saber transmitir en cada lugar y
ocasión cuando se plantean este tipo de incompatibilidades, cuando las leyes
psicoterapéuticas pueden disolver la especificidad del psicoanálisis en un
magma que finalmente lleva a lo peor.
ZF. ¿Qué vigencia tiene
su artículo "Las puertas de la escuela", que fue traducido al hebreo
recientemente por el GIEP-NLS?
MB. Yo mismo me
sorprendí un poco por esa vigencia que me señalaron, porque este breve artículo
fue publicado en la revista Uno por Uno en
sus inicios, durante el tiempo de la creación de lo que fue la Escuela Europea
de Psicoanálisis, especialmente a partir de lo que era su gestación en España.
Fue entonces cuando pudimos ver en la práctica que el cartel era un dispositivo
fundamental para introducirse en la lógica y la experiencia de la Escuela, para
entrar en ella. Luego fue el propio pase el que permitió un dispositivo de entrada
a la Escuela. Fue entonces también cuando Jacques-Alain Miller propuso un
dispositivo de entrada en la Escuela a través del pase. Y así volvemos a tener al
cartel y al pase como los dos dispositivos fundamentales para romper la
endogamia propia del grupo. El cartel es un dispositivo no sólo para eso una
vea uno ya está en la Escuela, es también una buena manera de solicitar la
entrada en la Escuela. Es, como yo decía en ese artículo, un modo de llamar “desde
el interior”, es la mejor manera de entrar a ese espacio tan particular que es
la Escuela siguiendo la lógica de la posición del inconsciente, tal como Lacan
nos lo recuerda en su texto titulado precisamente así, "Posición del
inconsciente", donde señala la paradoja del inconsciente freudiano, que se
cierra cuando llegamos a su puerta. Y para entrar hay que llamar a la puerta desde
el interior, hay que abrir la puerta desde el interior. Es una paradoja
topológica muy interesante. El cartel está concebido de esta manera, es juna
bisagra de la puerta para entrar en la Escuela llamando desde el interior, con
un trabajo efectivo, epistémico, colectivo por una parte, pero donde su valor y
su producto se muestra solamente en el uno por uno, es un trabajo en el que
cada miembro del cartel elabora su producto particular, pero con los otros.
ZF. ¡Muchas gracias, por
su tiempo, por su generosidad!
MB. ¡Gracias a usted por
sus preguntas que me han hecho trabajar muy bien!
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