Es la consigna que a principios de siglo pasado, momento también de la aparición del psicoanálisis, difundió con éxito el pensamiento liberal*. Se trataba de defender el derecho del ser humano a disponer del propio cuerpo sin las trabas de la esclavitud, de la religión o de otras formas de represión social. La frase produjo gran escándalo en su momento y Jacques Lacan la cita[1] para mostrar las paradojas del lugar del cuerpo en el discurso psicoanalítico.
Lo que la experiencia del psicoanálisis demuestra es que el cuerpo del niño empieza por ser un objeto (transicional) para la madre y que solo podrá ser subjetivado en la medida que a ese cuerpo le es sustraído otro objeto, condensador de goce, — el famoso objeto a—, es decir en la medida que la castración simbólica se haga efectiva para el sujeto.
Las paradojas que Lacan señala empiezan con el problema que plantea “el derecho a nacer”, derecho de un sujeto que todavía no existe a un cuerpo que todavía no le pertenece. El cuerpo no es el organismo y solo se llega a tener ese cuerpo, a identificarse también con él, sin llegar a serlo nunca, ya que el ser del sujeto está siempre en Otra parte.
Pero además, señala Lacan, “la cuestión está en saber si, por el hecho de la ignorancia en la cual es mantenido ese cuerpo por el sujeto de la ciencia, habrá derecho luego a, ese cuerpo, hacerlo pedazos para el intercambio”.
En efecto, la ciencia de nuestro tiempo, que ya ha patentado secuencias de nuestro ADN y que permite separar e injertar órganos artificiales de la unidad corporal, ignora esta dimensión del cuerpo que el psicoanálisis descubrió con Freud y que podemos resumir así para interpretar como conviene la frase en cuestión: “Tu cuerpo es tu Yo”.
*Texto de preparación para las próximas Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Zaragoza, Noviembre de 2011.
[1] Lacan, J. (1968), “Discurso de clausura de las Jornadas sobre las psicosis en el niño”, El Analiticón nº 3, Correo / Paradiso, Barcelona 1987.
Yo siempre me he decantado por una forma de análisis acentuado en la bipolaridad, que luego he hallado trinidad, entre lo femenino y lo masculino, y es verdad que hay que haber estado "castrado" para encontrar el lugar de nuestro cuerpo, el lugar donde habita el deseo. Mi cuerpo habla normalmente siempre, si no con un dolor de cabeza, con un ataque de angustia o con un dolor de estómado, a parte de con momentos de gran placidez, yo me he identificado no completamente, pero sí mucho más que en mi adolescencia con ese, mi cuerpo, al que ya no veo un extraño.
ResponEliminaBien, hoy ha sido corto el artículo pero muy denso señor Miquel, y la verdad es que usted siempre es grato, pese a que a veces me haga encontrarme con lo que más temo de mí mismo.
Un abrazo
Vicent.
Sí, corto y denso (en realidad es un texto que me han pedido con un número preciso de caracteres para preparar las Jornadas de la ELP). Seguramente es una buena forma de transmitir algunas ideas.
ResponEliminaGràcies de nou per la seva lectura!
Disculpe que haja fet servir el castellà, ni me n'he adonat, és la manca de normalitat de la llengua de mon pare.
ResponEliminaPosats a trobar manques en les llengües, sempre m'ha semblat bona aquella frase de Mallarmé: "Les langues imparfaites en cela que plusieurs, manque la suprême...", les llengües imperfectes pel fet de ser diverses, manca la suprema...
ResponEliminaI sí, sempre mancarà...
Salut de nou!
Tot i que la millor explicació i que rau en mí mateix és que a banda de la manca de normalitat de la llengua ací a València, el cos parla, i no el veig a vostè com a un pare o amb el discurs de l'amo a qui cal violentar, potser el mire d'igual a igual i al mateix àmbit que a la meua esposa llevant les diferències hi ha gaudi amb el valencià-català però també amor amb el castellà, el meu desig nogensmenys és seguir amb la llengua de mon pare, tot i la llunyania de la xarxa.
ResponEliminaEm sembla prou bé com diu.
ResponEliminaSalut!