El concepto de Superyó no es claro ni transparente, merece ser historizado tanto en la obra de Freud como en la enseñanza de Lacan y en la propia historia de la clínica. Hay una historia del superyó que se hace presente en la variación de los síntomas de los que él mismo se alimenta. Existe el superyó freudiano que prohibe un goce de una manera siempre imposible de cumplir por completo, con esa ley loca que le dice al sujeto masculino: “así, como el padre, debes ser; y así, como el padre, no debes ser” (cf. S. Freud en “El Yo y el Ello” de 1923). Es el superyó que prohibe pero que también obliga poniendo al sujeto en una disyuntiva imposible de satisfacer: debes hacer A y no A a la vez.
La concepción lacaniana del Superyó operó muy pronto un desplazamiento desde el clásico superyó entendido como prohibición de un goce hacia el superyó, mucho más actual, entendido como un imperativo que finalmente impone al sujeto un goce igualmente imposible de obtener. Vivimos, es cierto, a escala global bajo el imperativo de la obtención de un goce que se revela siempre tan imposible de cumplir en su totalidad como inútil en su parcialidad, tan mortífero en sus consecuencias como ineficaz en su economía irreciclable. La conocida fórmula - “¡Goza!” - con la que Lacan distingue esta dimensión imperativa de un goce en el sujeto contemporáneo puede tener de hecho un buen antecedente en un pasaje de la obra del escritor André Gide, Corydon, alegato escrito en defensa de la homosexualidad contra el moralismo de su época. El autor pone allí en boca de la “voz de la naturaleza” este mismo imperativo, - “¡Goza!” – dirigido tanto al hombre como a la mujer. Es un imperativo que viene al lugar de un inexistente instinto sexual que diría tanto al uno como al otro cuál es el objeto natural y complementario de ese instinto. El imperativo “¡Goza!” que afecta a la pulsión del ser que habla, a diferencia del instinto natural, no dice sin embargo de qué objeto hay que gozar. Lo que produce a ese ser que habla un doble dolor de cabeza, siempre sintomático: tiene que satisfacer a la pulsión y tiene que hacerlo sin saber de entrada con qué objeto. Esta versión del “no hay relación sexual” en André Gide – no hay un objeto natural y determinado para la pulsión sexual –, esta dimensión que se expresa en el sujeto contemporáneo por un imperativo de goce llevado a veces hasta la muerte misma, será repescado por Jacques Lacan para dar la voz más precisa a ese Superyó tan enigmático como insidioso. Es una voz que aparece en toda la diversidad de fenómenos en la clínica contemporánea, desde la anorexia-bulimia, pasando por la serie de adicciones que alimentan la glotonería del Superyó. Si el Superyó prohibe un goce por una parte es para alimentarse él mismo de ese goce rechazado e imponer al sujeto un nuevo sacrificio bajo la forma de nuevos imperativos de goce. La economía de nuestra época y sus fracasos parecen seguir un guión escrito línea por línea por una instancia tan obscena y feroz.
Parece ser que cuando Lacan viajó a EEUU y vio la publicidad “Enjoy Coca-Cola!” escrita en letras luminosas colgando de los edificios urbanos comentó de inmediato: enjoy no será nunca una buena traducción del término jouissance. En efecto, la “jouissance” francesa no ha tenido en inglés ninguna buena traducción y las mejores versiones de textos lacanianaos han optado por dejar el término, tal cual, en francés. Nuestro “goce” castellano se acerca tal vez un poco más a esta dimensión; y el “gaudi” o la "fruïció" del catalán incluso un poco más…
En todo caso, puestos a encontrar fórmulas actuales del Superyó freudiano en la publicidad y en la psicopatología de la vida cotidiana, tenemos la del nuevo imperativo que alimenta hoy a esta figura obscena y feroz: “Just Do It!”
Sí, “¡Simplemente hazlo!” parece hoy la fórmula, tan vacía como inmediata en su formulación, con la que economistas y políticos, higienistas y cientificistas, alimentan muchas veces el imperativo del Superyó. Es un imperativo que parece haber descubierto la inutilidad del goce en sí mismo para seguir la lógica implacable de un empuje al acto más allá del objeto del que habría de gozar. “¡Simplemente hazlo!” nos dice sin decirnos en realidad qué es lo que hay hacer.
Es en este nuevo imperativo donde podemos leer seguramente la voz actual del Superyó, una voz que se alimenta de la satisfacción pulsional en la clínica del pasaje al acto, tanto en la intimidad del sufrimiento como en su exposición más pública y, digamos también la palabra, indignante.
En certa manera jo amb els meus 47 anys sóc un directe descendent del maig del 68 i al igual que vostè hem arribat a viure la Història des d'eixe "gaudix-ne!" i al que no sabíem posar-li paraules si no era amb l'anàlisi i molts anys després, eixe no saber què era el gaudi, mire, jo li vaig regalar a la meua psicoanalista una frase, que per la seua vellesa li la puc donar també a vostè: "El símptoma és la urgència del desig deguda al desconeixement del gaudi", en certa manera teníem una urgència no de desig sinó de gaudi i no sabíem on encaminar-la, la meua manera és l'escriptura, la lectura, les tres llengües que parle com a meues que conformen el meu simbòlic però també la meua manera amb el català-valencià la meua manera de fer mal, d'ofendre ací al meu país d'una manera civilitzada, de violentar el pare d'una manera civilitzada parlant aquesta llengua i escrivint en ella.
ResponEliminaEn certa manera per a mi el gaudi ha de ser dirigit a coses positives, amb educació i bones maneres, amb la cultura.
En fi el deixe per hui i fins un altre article dels seus dels que tant aprenc. Una abraçada de Vicent.
Benvolgut Vicent,
ResponEliminaVa vostè més ràpid a respondre els meus blogs que jo a escriure'ls!! :-) Gràcies de veres per les seves lletres i per la seva fórmula que trobo molt ben construïda: el símptoma com urgència del desig deguda al desconeixement del gaudi. I sí, cal saber fer mal al símptoma de la bona manera. Sembla que vostè ho aconsegueix prou bé! Salut!
Tot i que només en la faceta de la cultura on es pot desenvolupar sinó en el sexe, fent l'acte de l'amor com un simbòlic violentament o destrucció de l'estimada en la unió, tot sabent que no hi ha res perfecte, que no hi ha relació sexual.
ResponEliminaEl super yo es el que regula las normas y conductas sociales, pero al imponer cierto código de comportamiento no se convierte en un mecanismo imparcial, al igual que el id, se torna en una instancia "egoista" que solo busca complacerse sea de la manera que sea. El articulo me ha gustado mucho, ya que el concepto que propone Lacan es más amplio y la distinción que hace sobre el goze es muy importante.
ResponEliminaEn efecto, la glotonería del superyó es insaciable, especialmente cuando exige su alimento en nombre de la Ley...
ResponEliminaY sí, Lacan supo actualizar el concepto para darle la vuelta. Gracias por su lectura.
Simplemente hazlo...simplemente goza...simplemente compralo.
ResponEliminaTodo un sistema (seres ocupados en ello) que estudia la frase justa que de en el centro del ego del próximo comprador.
Un muy cordial saludo!
Sí, el imperativo de la ley, cuanto más vacío de objeto se enuncia más efectivo parece ser para dar en el "centro del ego".
ResponEliminaSalut!
La lectura del post me ha llevado a preguntarme ¿es que existe un solo superyó? Recientemente he escuchado debatir respecto de la posibilidad, o no, de que determinado objeto, cuya proliferación ha sido recientemente notoria, pudiera ser causa –y esto según la investigación científica-, al menos en cierto grado, de una grave enfermedad. Como el objeto en cuestión sirve a los fines de la comunicación, se dijo entonces (en una conversación, digamos, a pequeña escala) que la posibilidad de que sea aquél con quien dicha comunicación se establecía el que la hipótesis postulara como causa, podría ser suficiente como para desbaratarla. No prosperó este comentario: sea como fuera, atribuirla al objeto en cuestión, el teléfono celular, tenía la ventaja de no tener que considerar el asunto en una dimensión que no podría ser generalizable.
ResponEliminaEn cuanto a la sentencia imperativa, creo que produce una impresión semejante. Considerada como mera frase, oración, ni si quiera podría atribuírsele de modo general un caracter imperativo, puesto que cualquiera podría no tomarla por tal. Por lo tanto, deberíamos tomarlo como la mera maniferstación ejemplar de algo de una naturaleza diferente. La cuestión es la generalidad que hay implìcita, al menos como supuesto, en esta idea de “escala global”. Esta globalidad ¿es un universal? ¿un mero nombre? ¿una ilusión?
Saludos
La idea me parece interesante: ¡Tantos superyós como móviles! Habría que escucharlos uno por uno, sin generalidad posible, para saber qué le dice cada uno a cada sujeto, tomados uno por uno.
ResponEliminaAl parecer, hay incluso otro superyó para decirnos hoy: ¡el móvil mata!
Y sí, la misma idea de "globalidad" tiene algo de engañoso, es un modo de hacer existir la figura de un Otro siempre presente para dar consistencia universal... a lo singular del superyó.
Salut!