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09 d’octubre 2013

El tiempo y el dinero en psicoanálisis



Tiempo y dinero son las dos variables que una tradición psicoanalítica fijó en el estándar del setting o marco de la sesión. Su equivalencia —tanto tiempo por tanto dinero— va a la par de la fijeza burocrática a la que se quiso reducir su uso hasta le enseñanza de Lacan, quien mostró su función fundamental en la propia tarea de la interpretación analítica. La orientación lacaniana, sin estándares pero no sin principios, nos muestra el valor de uso no fijo de estas dos variables en la medida que no puede tampoco fijarse un equivalente entre ellas.
Time is money —la máxima de Benjamin Franklin que ha condensado toda una forma de vida— establece una identidad que se funda en la cuantificación, en la introducción del Uno contable que reina en el mundo de la evaluación financiera. Nada podría escapar al poder del significante amo del dinero en sus efectos de aniquilamiento de todas las significaciones. La contabilidad del tiempo sigue las leyes del imperio de la medida, una cuantificación de la vida que introduce para todo objeto su equivalente general en el dinero. No habría oposición posible a este reino en nombre de supuestos valores espirituales.  Tal como observó Jacques-Alain Miller, “el dinero, el equivalente simbólico universal, no es más que una forma, una realización del significante amo contable.” A diferencia de lo que se suele pensar, no es el interés comercial quien ejerce su dominio, no es tanto el interés de los mercados —figura del Otro en el que sostenemos cierto fantasma del goce ajeno—, sino esta “espiritualización del significante amo que se encarna en la cifra Uno, ese Uno de cuya aparición habría que dar cuenta.”[1]
La cuantificación del tiempo y su equivalente monetario se han  convertido así en una forma moderna de sacralización del Uno contable. Cada vez más, el tiempo mismo se transforma en una valor de cambio hasta el punto de hacer de él un objeto de gestión primordial. Hay que gestionar el tiempo, nos dice el amo contable. Existen ya en varias ciudades los llamados “Bancos de tiempo” donde el tiempo cuantificado se propone como equivalente general para las transacciones de sus clientes. Cada uno tiene su “cheque de tiempo” que puede intercambiarse con el tiempo de otro, el tiempo de un lampista por el de un dentista, por ejemplo. Implica una dudosa estandarización de la fuerza de trabajo transformada, contabilizada en unidades de tiempo. La gestión de la Banca implica a su vez un valor en unidades de tiempo intercambiadas con sus clientes. El éxito relativo de esta empresa no excluye su obediencia al poder del Uno contable.
La propuesta de hacer del tiempo un equivalente general está de acuerdo con la idea de hacer del tiempo mismo un objeto de goce. “¡Goce de su tiempo!”, esta es la consigna del discurso del Uno para gestionar el tiempo llamado “libre”, para ordenar el goce como Un todo. 
En esta perspectiva, el uso del tiempo y del dinero como variables en el dispositivo analítico implica un uso del significante amo que descompleta este todo para hacer aparecer su valor libidinal. Y ello mostrando la imposibilidad real de cualquier equivalencia posible entre estas dos variables.





[1] Jacques-Alain Miller, Curso de “La orientación lacaniana”, enseñanza pronunciada en el Département de Psychanalyse de l’Université Paris VIII, lección del 14 de Enero de 2004, inédito.